viernes, 6 de febrero de 2015

Constatemos en qué resultó la "alianza estratégica con China" para Venezuela

   Los rasgos del “Efecto China” 

y sus vínculos con el extractivismo en América Latina
9 de febrero de 2014


Por Emiliano Teran Mantovani.


(...)Venezuela, el “Efecto China” y la acumulación por desposesión

China es hoy el segundo socio económico de Venezuela (según estudio del INE) y un aliado geopolítico estratégico. El gigante asiático es uno de los principales inversores en los proyectos de explotación petrolera de la Faja del Orinoco, acompañando al gobierno nacional en su objetivo de aumentar la cuota extractiva en el futuro próximo. China importa casi el 12% del petróleo que consume de América Latina, siendo que cerca de la mitad de éste (46%) proviene de Venezuela.

Según expresara en su momento el presidente Chávez, entre 2001 y 2011 se suscribieron más de 350 acuerdos e instrumentos entre ambas naciones [30] principalmente en áreas de infraestructura —como un proyecto de ferrocarril y la Gran Misión Vivienda Venezuela—, energía, agricultura, minería, petroquímica y transporte, entre otros. Estos proyectos están siendo financiados a partir de la creación del Fondo Chino, establecido una vez que Venezuela iniciara el suministro petrolero a los asiáticos en 2007, y los dos gobiernos firmaran acuerdos denominados de Cooperación Financiera de Largo Plazo para “acelerar el desarrollo social y económico de Venezuela” [31].

Destaca que Venezuela representa casi dos terceras partes del total del financiamiento de infraestructura que China dio en toda Latinoamérica (unos 28.000 millones US$) [32]. A su vez, será el país asiático quien financie nuestro camino a la ampliación de los proyectos de minería —insólito para el país con la mayor reserva de petróleo del mundo—, al firmar Venezuela un convenio a fines de 2009 por mil millones US$ (casi la cuarta parte de lo financiado para minería por China en ALC) con el CDB. La empresa transnacional china Citic elabora en la actualidad, junto con el Instituto Nacional de Geología y Minería (Ingeomin), el llamado mapa minero de Venezuela –«la exploración geológica de las reservas minerales en el país»–, misma empresa que, luego de la nacionalización del oro en 2011 por parte del Gobierno Nacional, firmó a fines de febrero de 2012 un acuerdo con éste, en la figura de empresa mixta, para la explotación de oro en una de las minas más grandes del mundo, Las Cristinas —unas 17 millones de onzas de reservas estimadas [33] .

Además de créditos en forma de financiamientos conjuntos para inversiones discrecionales, un préstamo para el proyecto de refinería Abreu e Lima (2011), y otro para compras de productos relacionados con el petróleo (2012), en 2010 se estableció específicamente una línea de crédito relacionada con el comercio. El plan de créditos de 20.000 millones US$ del Fondo Pesado (2010) también se orienta a proyectos e importación de bienes chinos. Esto se conecta, por ejemplo, con la ampliación en el mercado venezolano de teléfonos celulares marca Haier, y las facilidades de bajos precios y créditos a largo plazo y sin intereses de aires acondicionados, televisores, lavadoras, entre otros, en el marco de la Misión Mi Casa Bien Equipada [34] y la llamada “Cédula del Buen Vivir”. La recreación de una sociedad de abundancia sostenida en la renta petrolera y articulada a tratados comerciales externos, tiene su génesis en la firma por parte de Pérez Jiménez en 1952 de la versión revisada Tratado Comercial entre EE.UU. y Venezuela de 1939 para mantener condiciones muy favorables para la importación de bienes manufacturados de ese país, en “defensa del acceso del público a bienes de alta calidad a precios razonables”. La fórmula parece similar en la actualidad, pero sustituyendo en los tratados a los EE.UU. por China.

Es importante subrayar que los créditos chinos son pagaderos con petróleo, lo que implica que una serie de gastos y compromisos futuros, y la expectativa de realizar otros nuevos en nombre del mentado “desarrollo”, se respaldan en la naturaleza “rentable” que comprende el territorio nacional, y un porcentaje de la producción nacional se destina para pagar dichos préstamos, lo que en un contexto de severas dificultades y desequilibrios económicos en el país, amenazan con la viabilidad económica de la Revolución Bolivariana. Basta pensar en un hipotético escenario de caída de los precios internacionales del crudo —como ya ocurrió en 2009— para hacer más claro la notable vulnerabilidad de esta situación.

A estas alturas, aún si sumáramos los préstamos chinos, los del BID y del BM en América Latina desde 2005, tendríamos a Venezuela en primer lugar de la región en créditos adquiridos, destacando que sólo ella ha recibido casi la mitad de los mismos emitidos por China en toda ALC. El presidente del BANDES, Gustavo Hernández, reconoció en enero de 2014 que el financiamiento de China “supera en todos los tramos más de los 40 mil millones de dólares” [35], de los cuales, según afirmara en agosto de 2013 el Ministro para la Energía y Petróleo, se habrían cancelado 20.000 millones US$ [36]. La extensión de 5 mil millones US$ del Fondo Chino para “viviendas e industrias” depositada en diciembre de 2013, así como nuevas solicitudes crediticias, supondrían un aumento de la cuota de envío de petróleo al país asiático como pago de la deuda, que en la actualidad se encuentra en alrededor de 250.000 barriles diarios, lo cual achicaría y comprometería aún más los montos disponibles para gastos corrientes.

Es fundamental reflexionar sobre las implicaciones que el tipo de encadenamiento bilateral que mantenemos con China pueden tener tanto en las pretensiones de transformar el modelo rentista y llevarlo a formas productivas alternativas —en el caso de las corrientes más voluntariosas de la Revolución Bolivariana, ir hacia el “Estado Comunal”—, como en las propias posibilidades de viabilidad futura de un proyecto social de inclusión popular nacional, en un mundo donde las fuerzas del capital globalizado presionan enormemente para avanzar hacia procesos masivos de acumulación por desposesión.

La forma como se estructuren las relaciones económicas internacionales determinan la política doméstica —y más para un país periférico como Venezuela— y delimitan las posibilidades de avanzar, o no, hacia modelos post-extractivistas en el país y la región —piénsese, por ejemplo, en las terribles consecuencias que acarrearía para los pueblos de los países del MERCOSUR, la concreción de un inminente TLC con la Unión Europea [37]. China, por la potencia de su economía y las características de su nación, por su política económica exterior, y por los efectos que ha generado su crecimiento en el mundo, representa hoy la fuerza más dinámica en el reforzamiento de los patrones coloniales/imperiales. China está en disputa por la hegemonía del sistema capitalista, y su expansión está determinada por la lógica depredadora del capital, a pesar del acuñado “socialismo con características chinas”.

Los crecientes compromisos rentísticos internacionales que adquiere Venezuela en nombre del “desarrollo”, lo inserta en un círculo vicioso que lo obliga a la necesidad de captar cada vez más renta. De esta forma la misión desarrollista del petro-Estado venezolano hace evidente que cada vez más factores exógenos determinan la realidad nacional. La conexión de los convenios de endeudamiento progresivo con China, con el Plan Siembra Petrolera y el Plan de la Patria —duplicar la extracción petrolera para financiar la «modernización» y poder pagar con petróleo su costo—, al contrario de lo alegado en la retórica política sobre la “independencia” (el Obj. I del Plan de la Patria), encierra a Venezuela aún más en su limitada función extractivista, al tiempo que profundiza el modelo de sociedad que en teoría queremos cambiar, y nuestro nexo de tipo enclave que tenemos con los grandes capitales transnacionales, debido a que los acuerdos y proyectos firmados van estructurando los compromisos y haciendo más rígido el esquema de organización productiva, sometido a una serie de contratos de corto, mediano y largo plazo.

 

Los desajustes y desequilibrios que vivimos en nuestra economía doméstica, impulsados en muy buena medida por los efectos de las descompensaciones internas que produce la llamada “Enfermedad Holandesa”, producto del boom de los commodities que desde 2004 ha estimulado primordialmente China, se inscriben en una larga crisis de agotamiento estructural del modelo del capitalismo rentístico nacional que se da desde hace unos 30-40 años [38]. Aquí se mezclan las consecuencias del llamado “Efecto Venezuela” con el denominado “Efecto China”, lo cual siembra dudas sobre la posibilidad de mantener el curso actual de captación de la renta petrolera en el país, y la consiguiente probabilidad de intensificación del endeudamiento externo y vulneración a procesos masivos de acumulación por desposesión.

Una más intensa integración a la globalización capitalista nos hace más dependientes y vulnerables ante un sistema-mundo en crisis, lo cual resulta muy peligroso. Debemos atender a lo que hemos denominado, a partir de David Harvey, el neoliberalismo mutante. La acumulación por desposesión opera también mediante finos mecanismos desterritorializados, moleculares e híbridos, pudiendo coexistir con formas de control estatal. Paradójicamente, en la medida en la que un Estado periférico administra los procesos expansivos domésticos de articulación con el capital transnacionalizado, abre el camino para un progresivo ataque y desmantelamiento de los propios dispositivos de protección estatal.

El neoliberalismo post-consenso de Washington no opera primordialmente bajo la lógica del «shock», por lo que es fundamental tratar de detectar esos mecanismos moleculares de acción antes que sea muy tarde. En este sentido es menester preguntarse, ¿qué supone la flexibilización de algunos parámetros de los proyectos de la Faja del Orinoco en favor de las transnacionales, y qué factores geopolíticos los propician? ¿Qué suponen algunas medidas económicas tomadas con carácter de apertura, y qué factores sistémicos los promueven? ¿Qué procesos de la acumulación de capital doméstica está administrando el Estado y cómo lo está haciendo?Por último, es esencial hacer notar que, si Venezuela y en general, América Latina, han basado su crecimiento en los ingresos por exportación a partir de la demanda de materias primas de China, es obvio que esto no será para siempre. Si el crecimiento chino, que muestra tendencias de frenado desde hace más de dos años —en 2012 tuvo la tasa de crecimiento más baja desde 1999 [39]—, llegara a ralentizarse o a disminuir en el mediano plazo, o bien si el gigante asiático dirigiese su mirada hacia adentro, en busca de un rebalanceo de su economía, esto tendría importantes impactos en América Latina y, en general, en la economía mundial. El asesor económico Daniel Munevar afirma que: “En este contexto, para los futuros y derivados sobre las materias primas la desaceleración del crecimiento de China sería el equivalente de lo ocurrido en el verano de 2007 con los primeros problemas de las hipotecas subprime ” [40].

Existen alternativas a estos tipos de encadenamientos sistémicos, que requieren otro espacio para exponerlas con mayor detalle. Sólo mencionamos tres elementos: desconexión selectiva, comercio de los pueblos intrarregional estilo ALBA en pro primordialmente de una soberanía alimentaria, y transiciones desde la soberanía y administración territorial visto desde las comunas.

* Emiliano Teran Mantovani es sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) y hace parte del equipo promotor del Foro Social Mundial Temático Venezuela.
Fuentes consultadas (...)


    

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