Extractivismo delincuencial y
la
metástasis del capitalismo rentístico venezolano
5 de febrero de 2015
5 de febrero de 2015
Por Emiliano Teran Mantovani (Rebelión)
(…)Feudalización corporativa, despliegues
múltiples del extractivismo delincuencial y operaciones de extracción en
América Latina
A pesar de que el carácter delincuencial es
constitutivo de la histórica acumulación capitalista, existen pues,
alarmantes tendencias de una radicalización violenta del despojo en los
territorios de la región, junto a procesos de feudalización corporativa
del poder.
Si como lo evidenciara la agencia Reuters
(2014), el cartel de los Caballeros Templarios ha exportado hierro a
China desde el puerto de Lázaro Cárdenas (Michoacán)2;
o bien como lo ha revelado un estudio que contratara la Contraloría
General de Colombia, cárteles mexicanos como el de Sinaloa, establecen
alianzas territoriales y adquieren minerales como el coltán o el oro
extraídos por grupos criminales armados en Colombia, para luego ser
vendidos a “negociadores mundiales” –donde participan empresas
transnacionales–, aprovechando el gran poder de comercialización
internacional que han adquirido dichos grupos a través del negocio de la
droga3,
¿podríamos estar presenciando una reconfiguración de la División
Internacional del Trabajo y la Naturaleza, en la cual comienzan a
establecerse de manera cada vez más importante, intercambios entre
corporaciones delincuenciales de diferentes países, que ya no sólo
controlan una parte de las rentas y excedentes de las economías
nacionales, sino también una parte del control de los recursos naturales
en determinados territorios, y sus respectivos procesos de extracción?
No olvidemos la forma cómo el llamado «Estado
Islámico» controla campos petroleros en Irak y Siria, junto a
infraestructuras de refinación, pudiendo producir una cuota estimada
entre 50.000 a 100.000 barriles diarios (2014), para comercializar una
parte a precios más económicos de los del mercado internacional, y
recibir un estimado entre 800.000 a 3 millones US$ diarios, con los que
financian su expansión territorial4.
Otra expresión de estos procesos de
feudalización la vemos en la relación entre la minería ilegal y los
grupos armados y bandas criminales en Colombia, y su proporción con el
total de la extracción minera en el país. Según, el Senador Germán
Villegas Villegas (partido conservador), el 63% de estas actividades no
tienen título minero, resultado de la ausencia del Estado en estos
procesos de extracción5.
Según una investigación de la Revista Semana (Marzo 2013), de las 51
toneladas de oro que exportó Colombia hasta septiembre de 2012, más de
la mitad provenía de la minería informal. Aunque no se tienen cifras
exactas de cuántas de estas explotaciones “informales” están articuladas
a grupos armados en el país, la investigación expone que en 151
municipios de 25 departamentos convergen la minería ilegal y los grupos
armados6.
Hablamos de que, adicionalmente a las
cuantiosas sumas de dinero obtenidas directa o indirectamente de este
negocio minero, en algunos lugares del país, los grupos armados
controlan los propios procesos extractivos, su comercialización, y
reproducen una institucionalidad territorial acorde a estas dinámicas.
Por otro lado, en la llamada «minería gris» ―debido a que esta actividad
se reproduce entre la legalidad y la ilegalidad―, estas economías
delincuenciales lavan sus capitales por medio de inversiones en
proyectos mineros formales7,
lo cual adicionalmente contribuye a la ampliación del extractivismo.
El avance de estas formas económicas ―visibles también en los modelos mineros africanos―, en el marco de la expansión del extractivismo en la región, suponen una amenaza de ampliación de mecanismos bárbaros y sumamente depredadores en las disputas territoriales sobre el control y la gestión de los bienes comunes para la vida.Venezuela ha sido remete por estas dinámicas de manera muy compleja. Las disputas políticas en el país han estado profundamente atravesadas en los últimos años ―y con más intensidad después de la muerte del presidente Chávez en 2013― por operaciones masivas de extracción de bienes de consumo e incluso de producción, en formas de contrabando que en buena medida están motorizados por grupos delincuenciales. Según el presidente Nicolás Maduro, “Entre 30% y 40% de los productos del mercado nacional son desviados a Colombia por el contrabando”8, y quien fuera vicepresidente para el Área Económica, Rafael Ramírez, afirmaba que el contrabando de gasolina a Colombia se traducía en una pérdida para el Estado venezolano de 100.000 barriles diarios de petróleo9.
La manera como la creciente estructuración de
redes delincuenciales están generando formas de extracción que incluso
no se dirigen sólo al consumo interno sino a comercios transfronterizos,
ha tenido un severo impacto en los circuitos económicos del capitalismo
rentístico venezolano, en la medida en la que intensifica la sed de
divisas y productos importados propia del modelo rentista, presionando
al Estado a un mayor endeudamiento externo para solventar los déficits,
al aumento de sus cuotas extractivas (Faja del Orinoco, Arco Minero de
Guayana), y/o a la flexibilización de su soberanía territorial respecto
a las empresas multinacionales, quienes ante la situación deficitaria
desean que se hipotequen los territorios y la naturaleza del país.
Si sumáramos los bienes de consumo fugados, los
barriles de petróleo extraídos y no capitalizados debido al contrabando
de gasolina transfronterizo, y le añadimos la enorme fuga de capitales
de los últimos años en Venezuela, que también está vinculada en muy
buena medida a estafas y la reproducción de economías delincuenciales10,
lo que tendremos es una enorme cantidad de Naturaleza liquidada
domésticamente –una expansión de su huella ecológica–, que ni siquiera
responde a las exigencias de necesidades básicas de la población
nacional, y mucho menos a inversiones para salir del modelo
rentista/extractivista.
Los análisis sobre extractivismo deben
reconocer que es probable que ciertas dinámicas de disputas
territoriales y políticas estén mutando o se encuentren en expansión
para América Latina, lo que supone que también pueden mutar los objetos
del reclamo político, y por ende las estrategias de resistencias
populares; y que las dinámicas de caos sistémico representa un enorme
desafío epistemológico para estos análisis.
La metástasis del capitalismo rentístico
venezolano
Hemos expresado que el capitalismo rentístico
venezolano es un orden metabólico insostenible, y que desde hace unos
30-40 años los pilares de la sociedad rentista venezolana comenzaban a
resquebrajarse, iniciando un período de desequilibrios estructurales
que, con grados de severidad variables, se ha mantenido permanentemente
hasta nuestros días11.
Casi 100 años después del inicio de la explotación masiva de petróleo en
el país, cabe preguntarse varias cosas: a) ¿cuáles son las capacidades
endógenas actuales que posee el sistema para regularizarse y hacerse
viable domésticamente?; b) ¿estamos pues, solo ante una crisis
coyuntural o estamos viviendo los síntomas de una crisis estructural del
modelo rentista venezolano?; y c) en perspectiva histórica, ¿qué era
Venezuela antes del petróleo?, y ¿qué podría ser en el futuro, si se
tratara de una crisis estructural del modelo petro-rentista?
Estamos ante el tercer impacto histórico del
«efecto Venezuela»12 ―el
primero se produce a partir de la década de los 20-30, y el segundo en
la década de los 70― originado desde mediados de la década pasada (2000)
con el boom de las materias primas. Sin embargo, hay una diferencia con
los dos impactos anteriores: los efectos de este tipo de fenómenos de
«enfermedad holandesa» se encuentran ahora con un orden
metabólico-territorial entrópico, profundamente complejo, y con niveles
muy altos de vulnerabilidad sistémica, lo cual se une a las condiciones
actuales de disputa geopolítica y crisis civilizatoria.
2015 aparece para Venezuela como la bienvenida al desierto de lo real, cuando se hacen cada vez más nítidas las consecuencias de la reproducción expansiva del capitalismo rentístico y del accionar ilusorio del Estado Mágico: si el petróleo se cobra a 90 días, el avanzar del año nos aproxima a la realidad del hundimiento de los precios internacionales del crudo (38,82 US$ por barril al 30/01/2015), y a la desnudez de las contradicciones económicas y políticas del sistema. La cobertura de las importaciones se enfrenta adicionalmente con el monstruo de la deuda externa, y las fechas de pago establecidas para este año.
Pero esta situación crítica no responde sólo a
un problema de gestión política, o de estructuras caducas. El
capitalismo rentístico hace metástasis, no sólo porque su orden
metabólico es entrópico, por los efectos del “desarrollo” capitalista
sui géneris que se ha producido en el país ―¿se trata de un metabolismo incontrolable?
(I. Mészáros)―, sino también porque Venezuela se encuentra inmersa en
una guerra biopolítica ―“la política es la continuación de la guerra
por otros medios” (M.
Foucault)― que abarca las instituciones, la territorialidad, los bienes
comunes y la producción de subjetividad.
Se trata de una lógica cancerosa y corporativa,
que alrededor de una disputa geopolítica por la renta, los territorios y
los bienes comunes, y a partir de flujos extractivos de carácter
delincuencial, va generando redes económicas corruptas, y sociabilidad e
institucionalidad en torno a ellas, sea en espacios urbanos o rurales, y
rremete incluso la propia actividad petrolera13;
se desliza por medio de los rieles de la fragmentación social que
produce el capitalismo, genera micropolíticas de la acumulación por
desposesión; rremete permanentemente los entramados comunitarios
existentes, las formas de solidaridad popular, las expresiones
cooperativas que el proceso de la «Revolución Bolivariana» pudo haber
creado o estimulado; despliega la corrupción a todas las capas de la
sociedad; intenta carcomer pues, el proyecto constitutivo
contrahegemónico, depositado primordialmente en el chavismo popular .
Los escenarios ante la agudización de la crisis
del capitalismo rentístico son diversos. En todo caso existen varios
factores de posibilidad que resaltar ante esto:
·
En Venezuela en estos últimos años, y a pesar de los continuos y
marcados obstáculos, han germinado formas diversas de organización
popular, que en muchos sentidos o ámbitos logran en sus prácticas estar
más allá del capital. El desafío parece estar en su dificultad para
articularse por sí mismos. ¿Podrían generar otras territorialidades en
momentos de agudización de la crisis? ¿Cuáles son las posibilidades
reales del ejercicio de un liderazgo colectivo?
·
Cada movimiento social y organización popular tiene su riqueza
propia, tanto en términos materiales como inmateriales. Esta se torna en
potencia política en la medida en la que se articula con las otras
riquezas de las demás organizaciones territoriales y hermanas. En este
sentido, es imperioso, incluso ante un posible período crítico, la
propagación de economías de los comunes, sociales y solidarias. Redes y
sistemas territoriales mediante los cuales, los diversos movimientos
generen un inventario colectivo de bienes, saberes y servicios, y de
necesidades, que se articulen en directorios comunes, cuentas comunes de
intercambio y créditos, pensados desde valores de uso, que puedan
ampliar la capacidad de autosuficiencia y los tejidos autónomos de la
economía popular ante contingencias de carácter extraordinario.
·
Toda crisis representa una oportunidad. En el caso venezolano,
además de interpelar los modos
de vida imperial, abre las posibilidades de construir una narrativa
propia, desde los movimientos, en los que también sea posible pensarnos
más allá del petróleo, más allá del rentismo, más allá del capital.
Emiliano Teran Mantovani es investigador del
Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG)
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=195084
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=195084
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