Una vuelta por Chinatown
6 de febrero de 2015
6 de febrero de 2015
Por Lucas Paulinovich (Rebelión)
La gira presidencial por China en busca del
afianzamiento de la Alianza Estratégica Integral se enmarca en una
discusión esquivada por todos los sectores: la del modelo extractivista y sus
consecuencias en la economía, la soberanía nacional y, fundamentalmente, en las
vidas de los habitantes y sus culturas. Una visión a largo plazo que no se
cuestiona.
La presidenta, Cristina Fernández, se reunió
con directivos de las 30 empresas líderes de China en el marco de la gira que
realiza por el país asiático con el fin de consolidar la “asociación
estratégica integral”. Los alcances de esa decisión política quedaron definidos
en palabras de la propia mandataria: "no es una política de este gobierno
o de un espacio político, sino una política pública de Estado en la República Argentina ".
La certidumbre de todos los candidatos a la sucesión en la gestión de gobierno
acerca de las ventajas que otorga la alianza comercial con China queda vista en
el silencio cordial que reina en torno a la discusión del modelo productivo:
prácticamente ninguno se refirió al tema en sus campañas y son aisladas las
voces que advierten sobre los peligros de una relación que se estrecha tanto
que asoman visos de dependencia colonial.
En sus declaraciones, la presidenta se encargó
de aclarar los atributos provechosos que tiene la Argentina para insertarse en
esa nueva distribución de tareas mundial. Mencionó que la Argentina es el
octavo país en extensión del mundo, con características muy particulares para
ponerlo como productor de alimentos. Casi toda su superficie es cultivable y
los avances tecnológicos facilitan el desplazamiento de la producción granaria
hacia geografías no tradicionales. Las propuestas en danza sobre un posible
traslado de la capital hacia Santiago del Estero, provincia equidistante de los
dos océanos que proporcionaría la salida hacia el Asia Pacífico (agitado como
iniciativa por el precandidato oficial y ex ministro de Agricultura, Julián
Domínguez) y los sucesivos encuentros con los monopolios en la producción y
comercialización de biotecnología (negociaciones con Monsanto y acuerdos de
adelantos de divisas con las grandes cerealeras) tanto como la presencia amena
de exponentes insignes de los agronegocios en las reuniones oficiales,
ratifican una línea de acción que no parece ser discutida: “prácticamente toda
su superficie es cultivable, inclusive lo que se consideraba casi un desierto,
como es la Patagonia, a partir de obras de irrigación y de la biotecnología que
se produce con las semillas, en un futuro se podrá producir granos y alimentos
desde Jujuy hasta Tierra del Fuego”, afirma la información publicada en la
página del Ministerio de Agricultura.
Las oportunidades del Gran Almacén
El titular de la cartera, Carlos Casamiquela, que acompaña a la presidenta en su ronda asiática, también apuntó en ese rumbo elegido: "Argentina produce energía alimenticia para 400 millones de habitantes y cuenta con recursos de agua y suelo, profesionales fuertemente instruidos, industria desarrollada, insumos y un sector metalmecánico dinámico, sumada a la capacidad de nuestros productores que es reconocida en el mundo".
El titular de la cartera, Carlos Casamiquela, que acompaña a la presidenta en su ronda asiática, también apuntó en ese rumbo elegido: "Argentina produce energía alimenticia para 400 millones de habitantes y cuenta con recursos de agua y suelo, profesionales fuertemente instruidos, industria desarrollada, insumos y un sector metalmecánico dinámico, sumada a la capacidad de nuestros productores que es reconocida en el mundo".
Esa afirmación descontextualizada de su marco histórico contribuye
a ocultar las consecuencias directas de ese modelo, exhibidas trágicamente en
las comunidades desplazadas, la contaminación del agua y el aire, la
deforestación masiva de bosques nativos, la paulatina devastación de los suelos
(de acuerdo a Marcos Penna, ingeniero agrónomo y subgerente de insumos
agropecuarios la Asociación de Cooperativas Argentinas, entre un 60 y un 70 %
de los nutrientes que se extraen del suelo no son repuestos) y, sobretodo, la
introducción rapaz de grandes empresas de capital extranjero en la explotación
de los recursos naturales con abundantes prerrogativas para la práctica del
despojo. Un modelo que impulsa la expansión de la pampa productivista a toda la
geografía nacional, arrasando con la tierra, las cosmovisiones y las prácticas
de vida. Agrociudades exportadoras de norte a sur.
Esos convenios, entre los que las empresas chinas son grandes
protagonistas, ganaron en detalles durante el cónclave en el que se avanzó
sobre los temas vinculados a los proyectos de construcción de las represas
Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, cuyos fines están emparentados al desarrollo
de mecanismos de riego artificial; las inversiones mineras impulsadas por los
yacimientos de Vaca Muerta y las minas de potasio y litio no aprovechadas por
la gran explotación; y los acuerdos prosperados en relación al sector nuclear,
la electrónica, la fabricación de satélites, la industria farmacéutica y
ferroviaria.
Un completo panorama de oportunidades que,
inscripto en las condiciones objetivas, se establece como un pilar más en la
profundización de un modelo agroextractivo que está trayendo drásticos
resultados en un nivel humano y político.
Antiimperialismo político, dependencia
comercial
La alianza comercial con China se sostiene en
la promoción de las posibilidades de la producción agroalimentaria argentina.
En el contexto global y según las características particulares de los actores
en juego, eso implica la continuación del modelo productivo a gran escala y
centrado en productos de bajo valor agregado. Una reprimarización productiva
que lleva a la especialización en pocos productos, en manos de pocas empresas.
La inequidad entre la potencia de la demanda china (que concentra el 80% de las
compras externas de los productos del complejo sojero nacional) y la oferta
argentina delinea nuevos trazos de dependencia que hunden a la Argentina en una
situación de nuevo almacén mundial.
La conveniencia política del acercamiento al
bloque de “potencias emergentes” fogueada por el gobierno como explicación de
la “alianza estratégica integral” con el fin de ejercer un contrapeso a la
influencia occidental tradicional, no puede desconocer los efectos
económico-comerciales que la acompañan.
La presencia china en el continente es expansiva y sus métodos, si
bien difieren de los usos imperialistas clásicos de la modernidad y se plantean
en otros términos, arrastran consecuencias nefastas para la soberanía nacional
y el desarrollo vital de la
población. Una expansión colonialista según los nuevos
tiempos.
Durante el 2013, las exportaciones de productos
agroindustriales (donde los grandes monopolios tienen un rol preeminente y
administrador) representaron el 81,77% de los envíos totales a China. Los
principales productos vendidos fueron habas de soja, tabaco, aceite en bruto de
girasol, harinas y pellets de invertebrados acuáticos. Esos números fueron
arrojados durante la realización de la Segunda Reunión de
Diálogo Estratégico para la Cooperación y la Coordinación
Económica Argentina-China , una serie de encuentros entre las
naciones que se prometen como diálogos sur-sur o negociaciones simétricas entre
estados equivalentes en su fuerza.
Esa es la filosofía que inspira al Plan Estratégico
Agroalimentario que para el 2020 se propone alcanzar las 150 millones de
toneladas de granos, incorporando parte de las seis millones de hectáreas
vírgenes de productividad en el norte argentino: "estamos en condiciones
de mejorar y aumentar la provisión de alimentos a China", informó
Casamiquela a las autoridades chinas. Es dudoso que los intercambios en materia
de investigación y conocimiento técnico que se pactaron entre los dos países
tengan como objetivo el desarrollo de líneas que no se correspondan con esas
metas estratégicas. Que no sean, en definitiva, un paso más en la apropiación
de la renta tecnológica derivada de la gran producción moderna.
El amor después de la oposición
Estos coqueteos del kirchnerismo con la
promesa china del gran comprador no son espontáneas ocurrencias de los
funcionarios, sino que surgen de una necesidad efectiva de la gestión: el neodesarrollismo
concibe la necesidad de altos ingresos para la aplicación de políticas públicas
activas. En todo caso, hay una urgencia fiscal. Esa necesidad se impone
mediante el acuerdo tácito con los sectores concentrados del agro, quienes han
sabido montarse al carro de la “modernización productiva” consagrada con la
siembra directa, los desarrollos biotecnológicos y los agroquímicos. Un diseño
de agronegocios que dejó conformes a todos: al gobierno, proveyéndole divisas
frescas y en cantidad; y a los empresarios del sector, que acaudalaron un
capital económico y político inédito y pueden ejercer su influencia arbitraria
sobre los territorios que dominan. La fundación de la Argentina en 4x4.
Ese formato que desconoce particularidades culturales, modos de vida
y todo cuidado de la biodiversidad, que impone una relación netamente
productivista-extractiva con el medio natural y subasta el futuro del
patrimonio nacional, intenta ser legitimado desde diferentes cenáculos y
simposios promoviendo nociones como “desarrollo sustentable” o “convivencia
pacífica” entre los modelos de producción. Un intento elegante por esconder los
resultados.
El 2014 terminó con la puesta en escena de
varios de estos encuentros que sentaron en una misma mesa a exponentes de los
agronegocios y organizaciones campesinas y de agricultura familiar. En Salta,
por noviembre, estuvieron los representantes de Acsoja y Aapresid junto con la
dirigencia del Mocase-Vía Campesina, el Movimiento Nacional Campesino-Indígena
y otras organizaciones, convocados por el Ministerio de Agricultura y la Iglesia Católica. Esa
“mesa de diálogo” se desplegaba mientras se discutía la sanción de una Ley de
Agricultura Familiar que en una primera instancia fue aprobada sin presupuesto,
como un gesto elocuente del interés de los representantes políticos.
Desde la Cámara Argentina
de Fabricantes de Maquinaria Agrícola, que festejó sus 30 años, invitaron como
disertantes al analista y ex funcionario menemista, Jorge Castro, y a Juan
Llach. La propuesta se enmarcaba en la consigna “hablemos del futuro” y ahí
quedaron expuestas las prioridades de esos sectores: que la Argentina no
desperdicie esta gran oportunidad que se abre con el crecimiento de la demanda
de los agroalimentos y las nuevas energías, para lo que es necesario moderar el
nivel inflacionario, rebajar la presión impositiva y generar nuevas políticas
de incentivo a la
producción. Asumir el rol en la distribución internacional
del trabajo, en fin.
Una propuesta a la medida: continuar con las grandes líneas del modelo
productivo, pero mejorar en los aspectos desfavorables para la concentración de
la renta extraordinaria. “La intensificación de la producción agroalimentaria que
permitiría alcanzar una cosecha de granos de 120/130 millones de toneladas en
2020 con incentivos favorables al sector y en el contexto de una demanda
mundial de alimentos extremadamente dinámica, proveniente de China/ Asia, donde
las importaciones de soja pasarán de 70 millones de toneladas este año a 120/
125 millones en 2023/ 2024, según la estimación del Departamento de Agricultura
de Estados Unidos”, detallo Castro. En ese contexto de nuevas relaciones
amigables con el mundo, es indispensable asegurar el esqueleto del modelo: las
inversiones. “En este ámbito también se espera el ingreso en gran escala de
inversiones del exterior hacia todos los eslabones de la cadena de producción
agroalimentaria provenientes de las grandes empresas transnacionales de
alimentos (Cargill, Dreyfus, ADM, entre otras), a las que hay que sumarles la
incorporación de capitales chinos de envergadura, canalizados a través de
Nidera y Noble, y en general de las grandes compañías de importación de granos
de la
República Popular China ”, clarificó el analista. Y que nadie
quede sin su porción.
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