Entrevista a la activista afroamerica Angela
Davis
“El capitalismo global no puede ser adecuadamente comprendido
si se ignora la dimensión racial”
1 de julio de 2020
Por Gaye Theresa Johnson y Alex
Lubin
Verso Books - Viento Sur
Dice Angela Davis:«Mis conferencias recientes reflejan la necesidad de un marco internacionalista, dentro del cual la tarea en curso de desmantelar las estructuras del racismo, el heteropatriarcado y la injusticia económica dentro de EE UU puede ser más duradera y más relevante. En mi propia trayectoria política, Palestina siempre ha ocupado un lugar fundamental…»
Futures of Black Radicalism (Verso) es una obra que reúne a militantes, investigadores y pensadores de
Gaye Theresa Johnson y Alex Lubin: En tu investigación te has centrado en el abolicionismo carcelario, el feminismo negro, la cultura popular y el blues, y el internacionalismo negro, con una mirada en Palestina. ¿En qué sentido se inspira este trabajo en
Angela Davis: Cedric Robinson nos retó a pensar sobre el papel de los teóricos y activistas radicales negros en la formación de las historias sociales y culturales que nos inspiran, y a vincular nuestras ideas y nuestras prácticas políticas con profundas críticas al capitalismo racial. Me alegra haber vivido lo suficiente para ver como las generaciones más jóvenes de académicos y activistas han comenzado a desarrollar su propia noción de una tradición radical negra. El marxismo negro desarrolló una importante genealogía que giraba en torno al trabajo de C. L. R. James, W. E. B. Du Bois y Richard Wright. Si uno mira su trabajo en su conjunto, incluidos los Movimientos Negros en América y la Antropología del marxismo, como ha señalado H. L. T. Quan, no podemos dejar de observar lo centrales que han sido las mujeres a la hora de forjar una Tradición Radical Negra. Quan escribe que cuando le preguntan por qué en su trabajo hay un enfoque tan central en el papel de la mujer y su resistencia, Robinson responde: “¿Por qué no? Toda resistencia, en efecto, se manifiesta en el género, se manifiesta como género. El género es de hecho un lenguaje de opresión [y] un lenguaje de resistencia”.
He aprendido mucho de Cedric Robinson con respecto a los usos de la historia: formas de teorizar la historia, o permitir que se teorice, que son cruciales para nuestra comprensión del presente y para nuestra capacidad de concebir colectivamente un futuro más habitable. Cedric ha explicado que sus notables excavaciones en la historia emanan de la asunción de objetivos políticos en el presente. Siento mucha afinidad con su enfoque desde la primera vez que leí su libro sobre el marxismo negro. El primer artículo que publiqué, escrito mientras estaba en la cárcel, centrado en las mujeres negras y la esclavitud, fue un esfuerzo por refutar el discurso dañino, pero cada vez más popular, del matriarcado negro, tal y como se representaba a través de informes oficiales del gobierno, así como a través de ideas masculinistas generalizadas (como la necesidad de jerarquías de liderazgo basadas en el género diseñadas para garantizar el dominio de los hombres negros), que circulaban dentro del movimiento negro a finales de la década de 1960 y principios de la de los 1970. Aunque no era así como estaba enfocando mi trabajo en ese momento, ciertamente no dudaría hoy en vincular esa investigación al esfuerzo de hacer más visible una tradición radical negra y feminista.
Los estudios críticos sobre prisiones en un marco explícitamente abolicionista se sitúan dentro de
Parece que con cada generación de activismo antirracista, un estrecho nacionalismo negro regresa cual ave fénix para reclamar la lealtad de nuestros movimientos. El trabajo de Cedric fue inspirado en parte por su deseo de responder al estrecho nacionalismo negro de la era de su (y mi) juventud. Es extremadamente frustrante presenciar el resurgimiento de formas de nacionalismo que no solo son contraproducentes, sino que contravienen lo que debería ser nuestro objetivo: el florecimiento negro y, por lo tanto, humano. Al mismo tiempo, es emocionante presenciar las formas en que las nuevas formaciones juveniles, Black Lives Matter, BYP100, Dream Defenders, están ayudando a dar forma a un nuevo internacionalismo negro influido por las feministas y que resalta el valor de las teorías y prácticas queer.
G: T. J. y A. L.: ¿Cuál es tu balance del movimiento Black Lives Matter(BLM), particularmente a la luz de tu participación en el Black Panther Party (BPP) durante la década de 1970? ¿Black Lives Matter, en tu opinión, tiene un análisis y una teoría de la libertad? ¿Ves alguna similitud entre el movimiento BLM y el BPP?
A.D.: Cuando consideramos la relación entre el BPP y el movimiento BLM, parece que las décadas y generaciones que separan al uno del otro crean una inconmensurabilidad que es consecuencia de los cambios económicos, políticos, culturales y tecnológicos. Cambios que hacen que el momento contemporáneo sea tan diferente en muchos aspectos importantes a lo que fueron los años sesenta. Por eso quizás debemos buscar conexiones entre los dos movimientos que se muestren no tanto en las similitudes, sino más bien en sus diferencias radicales.
El BPP surgió
como una respuesta a la ocupación policial de las comunidades de Oakland,
California y las zonas negras urbanas de todo el país. Fue un gesto brillante
por parte de Huey Newton y Bobby Seale patrullar los barrios con armas y libros
de leyes para vigilar a la policía.
Al mismo tiempo, su
estrategia también estaba inspirada por el surgimiento de luchas guerrilleras
en Cuba, los ejércitos de liberación en el sur de África y Oriente Medio, o la
exitosa resistencia del Frente de Liberación Nacional en Vietnam. En
retrospectiva, esto también refleja un fracaso para reconocer, como dijo Audre
Lorde, que «las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo». De
alguna manera, el uso de las armas, aunque era usado principalmente como
símbolo de resistencia, transmitió el mensaje de que se podía desafiar a la
policía de forma eficaz a través de estrategias policiales.
El hashtag #BlackLivesMatter desarrollado
por Patrisse Cullors, Alicia Garza y Opal Tometi tras el asesinato del
vigilante Trayvon Martin, comenzó a transformarse en una red como respuesta
directa a las crecientes protestas en Ferguson, Missouri, que manifestaron un
deseo colectivo de exigir justicia para Mike Brown y para todas las vidas
negras sacrificadas en el altar del terror racista de Aprecio el análisis más complejo que adoptan muchos activistas de BLM, porque refleja con precisión una lectura histórica que es capaz de construir, abrazar y criticar radicalmente los activismos y las teorías antirracistas del pasado. A medida que el BPP intentó, a veces sin éxito, abrazar los feminismos emergentes y lo que luego se denominó el movimiento de liberación gay, los líderes y activistas de BLM han desarrollado enfoques que abordan de manera más productiva las teorías y prácticas feministas y queer. Pero las teorías de la libertad son siempre tentativas. He aprendido de Cedric Robinson que cualquier teoría o estrategia política que pretenda poseer una teoría total de la libertad, o una que pueda entenderse categóricamente, no ha tenido en cuenta la multiplicidad de posibilidades. Esto significa que tal vez, una teoría de la libertad solo puede representarse de manera evocativa en el reino de la cultura.
G. T. J. y A. L.: Tu investigación más reciente se centra en la cuestión de Palestina y su conexión con el movimiento de libertad negra. ¿Cuándo se hizo evidente esta conexión y qué circunstancias, o coyunturas, hicieron posible esta idea?
A. D.: En realidad, mis conferencias y entrevistas más recientes reflejan una comprensión cada vez más extendida de la necesidad de un marco internacionalista, dentro del cual la tarea en curso de desmantelar las estructuras del racismo, el heteropatriarcado y la injusticia económica dentro de EE UU puede ser más duradera y más relevante. En mi propia trayectoria política, Palestina siempre ha ocupado un lugar fundamental, precisamente por las similitudes entre Israel y EE UU: su colonialismo y sus procesos de limpieza étnica con respecto a los pueblos indígenas, sus sistemas de segregación, su uso de la ley, sus sistemas para promover la represión sistemática, etc.. A menudo señalo que mi toma de conciencia sobre la situación de Palestina se remonta a mis años de licenciatura en la Universidad de Brandeis, que fue fundada el mismo año que el Estado de Israel. Además, durante mi propio encarcelamiento, recibí el apoyo de los presos políticos palestinos, así como de los abogados israelíes que defienden a los palestinos.
En 1973, cuando
asistí al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Berlín (en la República Democrática
Alemana ), tuve la oportunidad de conocer a Yasser Arafat,
quien siempre reconoció la relación entre la lucha palestina y la lucha por la
libertad negra en EE UU. Como el Che, Fidel, Patrice Lumumba y Amilcar Cabral,
Arafat fue una figura venerada dentro del movimiento negro de liberación. En
aquella época el internacionalismo comunista —en África, Oriente Medio, Europa,
Asia, Australia, América del Sur y el Caribe— era una fuerza poderosa. Yo
seguramente habría seguido una trayectoria diferente si este internacionalismo
no hubiera jugado un papel tan importante.
Los encuentros entre las luchas
de liberación negra en EE UU y los movimientos contra la ocupación israelí de
Palestina tienen una larga historia. Sin
embargo, a menudo, no es en el ámbito explícitamente político en donde se
descubren los momentos de contacto. Como destacó Cedric Robinson, a veces están
en el ámbito cultural. Freedom
Dreams: The Making of the Black Radical Imagination, de Robin
Kelley, sitúa el campo del surrealismo como una zona de contacto especialmente
productiva. A finales del siglo XX, fue la poeta feminista negra June Jordan
quien puso en primer plano el tema de la ocupación de Palestina. A pesar de los
ataques sionistas que sufrió, y de perder temporalmente de su amistad con
Adrienne Rich (quien más tarde también se convirtió en crítica de la
ocupación), June se convirtió en una poderosa defensora de Palestina. En su
poesía encarnó la causa de la liberación negra y palestina: “I was born a Black
woman / and now / I am become a Palestinian / against the relentless laughter
of evil / there is less and less living room / and where are my loved ones / It
is time to make our way home” (“Nací
una mujer negra/ y ahora me he convertido en palestina/ contra la risa
implacable del mal/ cada vez hay menos sala de estar/ y donde están mis seres
queridos/ es hora de regresar a casa”).En un momento en que las feministas negras intentaban crear estrategias basadas en lo que ahora llamamos interseccionalidad, June, que representaba lo mejor de la tradición radical negra, nos enseñó sobre el potencial de las afinidades políticas más allá de las fronteras nacionales, culturales y supuestamente raciales, ayudándonos a imaginar futuros más habitables.
Como he
señalado en muchas ocasiones, tuve la impresión de que entendí completamente la
ocupación cuando me uní a una delegación en 2011 de activistas académicas
feministas indígenas y de mujeres negras en Cisjordania y Jerusalén Este.
Aunque todas nosotras ya estábamos vinculadas al movimiento de solidaridad,
todas estábamos completamente conmocionadas por lo poco que realmente sabíamos sobre
la violencia cotidiana de la
ocupación. Al concluir nuestra visita, decidimos
colectivamente dedicar nuestras energías a participar en la campaña Boicot ,
Desinversiones, Sanciones (BDS) y ayudar a elevar la conciencia de nuestros
diversos grupos con respecto al papel de EE UU en el mantenimiento de la
ocupación militar. Así que sigo profundamente conectada a este proyecto, con
Chandra Mohanty, Beverly Guy-Sheall, Barbara Ransby, Gina Dent y las otras
compañeras de la delegación.
En los años posteriores a nuestro viaje,
muchas otras delegaciones de académicos y activistas han visitado Palestina y
han ayudado a acelerar, ampliar e intensificar el movimiento de solidaridad con
Palestina. En la medida que los impulsores del movimiento de BDS se han inspirado
en la campaña contra el apartheid contra Sudáfrica, los activistas
estadounidenses han señalado que se pueden extraer lecciones profundas de
aquella política de boicot. Muchas organizaciones y movimientos dentro de EE UU
han visto cómo la incorporación de estrategias anti-apartheid a sus agendas
transforma radicalmente su propio trabajo. La campaña contra el apartheid no
solo ayudó a fortalecer los esfuerzos internacionales para acabar con el estado
del apartheid, sino que también revitalizó y enriqueció muchos movimientos
nacionales contra el racismo, la misoginia y la injusticia económica.De la misma manera, la solidaridad con Palestina tiene el potencial de transformar y ampliar la conciencia política de nuestros movimientos contemporáneos. Los activistas de BLM y otros vinculados con este momento histórico tan importante demuestran una creciente conciencia colectiva en este terreno que puede desempeñar un papel importante en obligar a otros sectores del activismo por la justicia social a asumir la causa de la solidaridad palestina, en concreto, el BDS. Las alianzas en los campus universitarios que incluyen a organizaciones estudiantiles negras, los Students for Justice in Palestine y los Jewish Voice for Peace nos recuerdan la profunda necesidad de unir los esfuerzos antirracistas y desafiar a la islamofobia y el antisemitismo mediante la resistencia global a las políticas y prácticas de apartheid del Estado de Israel.
Teórica e ideológicamente, Palestina también nos ha ayudado a ampliar nuestra visión de la abolición, entendida como la abolición del encarcelamiento y
G. T. J. y A. L.: ¿Qué tipo de movimientos sociales pueden, o deben existir en la coyuntura actual, teniendo en cuenta la hegemonía global estadounidense, las relaciones económicas neoliberales, la contrainsurgencia militarizada en lo local y el daltonismo racial?
A. D.: En un momento en que el discurso popular está cambiando rápidamente, en respuesta directa a las presiones que emanan de las protestas sostenidas contra la violencia estatal y de las prácticas de representación vinculadas a las nuevas tecnologías de comunicación, sugiero que necesitamos movimientos que presten tanta atención a la educación política popular como a las movilizaciones que han logrado colocar la violencia policial y el encarcelamiento masivo en la agenda política nacional. Creo que esto significa tratar de forjar un análisis de la coyuntura actual que extraiga lecciones importantes de los ciclos relativamente recientes, que han llevado nuestra conciencia colectiva más allá de los límites anteriores. En otras palabras, necesitamos movimientos que estén preparados para resistir las inevitables presiones hacia
Cedric Robinson
nunca dejó de investigar ideas, productos culturales y movimientos políticos
del pasado. Intentó comprender por qué coexistieron las trayectorias de
asimilación y resistencia en los movimientos negros de liberación en EE UU. Las estrategias asimilacionistas que dejan intactas las
circunstancias y las estructuras que perpetúan la exclusión y la marginación
siempre se han ofrecido como la alternativa más razonable a la abolición, que,
por supuesto, no solo requiere resistencia y desmantelamiento, sino también
reinvenciones y reconstrucciones radicales.
Quizás este sea el momento de crear las
bases para un nuevo partido político, uno que hable con un número mucho mayor
de personas de las que los partidos políticos progresistas tradicionales han
demostrado ser capaces de hacer. Este partido tendría que estar orgánicamente
vinculado a la gama de movimientos radicales que han emergido tras el
surgimiento del capitalismo global. Al reflexionar sobre el valor del trabajo
de Cedric Robinson en relación con el activismo radical contemporáneo, me
parece que este partido tendría que estar anclado en la
idea del capitalismo racial: sería antirracista, anticapitalista, feminista y
abolicionista. Pero lo más importante de todo, tendría que reconocer la
prioridad de los movimientos sobre el terreno, movimientos que reconocen la interseccionalidad
de los problemas actuales, movimientos que son lo suficientemente abiertos para
permitir la aparición futura de problemas, ideas y movimientos que ni siquiera
podemos empezar a imaginar hoy.G. T. J. y A. L.: ¿Haces una distinción, en tu investigación y activismo, entre el marxismo y el marxismo negro?
A. D.: He pasado la mayor parte de mi vida estudiando las ideas marxistas y me he identificado con grupos que no solo han asumido las críticas inspiradas por los marxistas sobre el orden socioeconómico dominante, sino que también han luchado por comprender la relación co-constitutiva entre el racismo y el capitalismo. Habiendo seguido especialmente las teorías y prácticas de los comunistas negros y antiimperialistas en EE UU, África, el Caribe y otras partes del mundo, y habiendo trabajado durante varios años dentro del Partido Comunista con una formación negra que tomó como referencia al Che Guevara o a Patrice Lumumba, el marxismo, desde mi punto de vista, siempre ha sido un método y un objeto de crítica. En consecuencia, no necesariamente veo los términos marxismo y marxismo negro como opuestos.
Me tomo muy en serio los argumentos de Cedric Robinson en Black Marxism: The Making of the Black Radical Tradition [de próxima publicación en castellano por Traficantes de sueños]. Si asumimos la centralidad incuestionable de Occidente y de su desarrollo económico, filosófico y cultural, los modos económicos, las historias intelectuales, las religiones y las culturas asociadas con África, Asia y los pueblos indígenas no serán reconocidos como dimensiones significativas de
El
concepto asociado con el marxismo negro que considero más productivo y
potencialmente más transformador es el concepto de capitalismo racial. Aunque Capitalismo y esclavitud de Eric
Williams se publicó en 1944, los esfuerzos académicos que exploran esta
relación han permanecido relativamente en los márgenes. Con suerte, las nuevas
investigaciones sobre el capitalismo y la esclavitud ayudarán a legitimar aún
más la noción de capitalismo racial.
Si bien es importante reconocer el papel fundamental que desempeñó la
esclavitud en la consolidación histórica del capitalismo, los desarrollos más
recientes vinculados al capitalismo global no se pueden
comprender adecuadamente si se ignora la dimensión racial del capitalismo.
Gaye Theresa Johnson es profesora asociada de Estudios negros y
chicanos en la Universidad de California en Los Ángeles. Alex Lubin es profesor de Estudios
Americanos en la Universidad de Nuevo México.
Traducción: Viento Sur
https://vientosur.info/spip.php?article16108
No hay comentarios:
Publicar un comentario