INFORME
ESPECIAL- Los barrios populares del Conurbano bonaerense ante el coronavirus
En qué condiciones se lucha contra el coronavirus en los barrios más
humildes de los primeros cordones de la provincia de Buenos Aires.
Por Marcelo Mache
La crisis sanitaria y la emergencia epidemiológica han
despertado todas las alarmas en las villas, asentamientos y barrios populares,
debido a las condiciones de hacinamiento y déficit estructural y sanitario que
se padece en las zonas más humildes. La primera alarma la desataron las
barriadas de la Ciudad de Buenos Aires, que al día de la fecha concentran más
del 30% de los casos de contagios de toda la Ciudad. La falta de elementos
sanitarios, agua potable, políticas de prevención y el hacinamiento en las
viviendas exponen a los vecinos a una mayor propagación del virus. Ahora las
miradas se vuelcan sobre el Conurbano bonaerense donde las mismas condiciones
de la Ciudad se reproducen a gran escala: según fuentes oficiales existen unos
981 barrios populares que albergan a unas 328.393 familias (Subsec. de Hábitat,
Min. de Desarrollo, Gob. Prov. Bs. As.). Si bien los datos de contagios en
estos sectores aún son bajos, es de destacar que los testeos masivos recién han
comenzado, con solo una decena de barrios sobre el total mencionado.
El propio gobierno nacional establece cuales son las
condiciones que definen el concepto de Barrio Popular: son aquellos
“barrios vulnerables en los que viven al menos 8 familias agrupadas o
contiguas, donde más de la mitad de la población no cuenta con título de
propiedad del suelo ni acceso regular a dos, o más, de los servicios
básicos”. Es decir que uno de los elementos preponderantes en estos
barrios es el hacinamiento de los habitantes..
Como la imagen lo manifiesta, Caba –donde esta crisis
ha estallado en profundidad- alberga 57 barrios populares con 73.673 familias
que habitan allí. Se trata de casi un 6% de estos barrios y un 22% de las familias
en relación con el Conurbano. Los vasos comunicantes entre el Conurbano
bonaerense y Caba son múltiples y están determinados por la dinámica
urbana del Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba), que hace que la misma sea
más que fluida.
La repentina preocupación por los habitantes de estas
barriadas se debe a las consecuencias que una circulación comunitaria del virus
podría tener en la región que concentra alrededor de un 30% de la población
total del país.
La circulación comunitaria del virus es el resultado de un
regreso a la actividad normal por fuera de la cuarentena. En los
barrios populares los trabajadores se ven obligados a exponerse a estas
circunstancias debido a que carecen de los medios materiales para garantizar el
aislamiento de ellos y sus familias. Es lo que se ha visto recientemente en el
barrio Olimpo de Lomas de Zamora donde la feria funcionaba con total
normalidad: se trata del único recurso de los habitantes de la zona para poder
costear el alimento de sus familias y las medidas preventivas que el Estado no
garantiza.
Claudia y Raúl, vecinos del lugar, comentan que no está
llegando la asistencia alimentaria y económica al barrio, por lo que los
vecinos salen a arreglárselas como pueden. Cuando montan sus puestos, al rato
viene la policía y los obliga a levantar. La gente se ve obligada a volver a su
casa sin nada en las manos por lo que a los pocos días vuelven a intentar
montar los puestos. Los responsables de esta situación no son los vecinos,
quienes no tienen para comer, sino el gobierno que no arbitra los medios para
evitar que la gente se vea obligada a salir a la calle.
Esta situación se replica, en mayor o menor medida,
en los distintos barrios populares del Conurbano.
Testeos ”masivos” a cuentagotas
A dos meses del inicio de la cuarentena, el gobierno de la
provincia acaba de resolver una política de testeos masivos en los barrios
populares para tener datos más precisos del estado de situación. Esta
resolución aparece tras varias semanas de no adoptar ninguna política sanitaria
y alimentaria para las cientos de miles de familias que se encuentran viviendo
bajo condiciones aberrantes, situación agravada por el impacto de la cuarentena. Así lo
denuncian desde organizaciones como el Polo Obrero, el Frente Piquetero de
Lucha y otros grupos piqueteros que han tomado distintas
iniciativas: acciones nacionales y movilización central el primero de mayo;
jornada nacional de lucha y concentración en el Obelisco el 6 de mayo y
una acción callejera el martes último. Reclaman que escasea la comida, que
no cuentan con elementos sanitarios ni desinfectantes para sus hogares,
que tampoco reciben barbijos y elementos de prevención para circular por el barrio,
que la mayoría de los inscriptos no ha cobrado el IFE y
que el mismo se ha tornado insuficiente para paliar las necesidades
familiares, al mismo tiempo que son millones los que han quedado afuera del
beneficio.
Leé más:
Escribe Eduardo
Belliboni (dirigente nacional del Polo Obrero)
Eduardo Belliboni
Los operativos impulsados por el gobierno de la provincia
consisten en una encuesta, casa por casa, en la que los vecinos
tienen que identificar los síntomas compatibles con el virus, y recién ante una
sospecha de contagio se realiza el hisopado y el análisis del caso. Estos
operativos se sustentan con la colaboración de voluntarios y voluntarias, y no
con un despliegue de recursos de la provincia para atender las necesidades de
la emergencia de forma urgente.
La falta de inversión en recursos humanos y materiales
conlleva a que los testeos sean contadísimos, implicando una ínfima minoría del
total de los barrios populares. Lo mismo vale para el criterio de seleccionar
los lugares a testear, lo que carece de integridad: se testean algunos barrios
por distritito, según las prioridades que establezca la gobernación junto a los
intendentes, lo que no responde a criterios homogéneos. Por ejemplo, vecinos de
La Matera, en Quilmes, donde se realizó el operativo, comentan que se trata de
un barrio muy humilde pero con una importante extensión territorial, lo que
hace que las familias no vivan tan
hacinadas como en otros lugares del distrito y el Conurbano. También
señalan que no se les brindó alcohol en gel ni barbijos ni ningún elemento
sanitario, solamente folletería sobre el Covid-19.
Vecinos y vecinas organizadas en el Polo Obrero de La
Matanza informan que en los barrios populares de González Catán, Laferrere e
Isidro Casanova se cuentan decenas de contagios, y que en esos lugares el
gobierno no realiza los testeos. Son lugares donde no hay políticas de
desinfección ni sanitarias y donde escasean los alimentos. Los vecinos
mencionan que se ha declarado zona liberada para el virus.
En el barrio La Pana, en Vicente López, los vecinos
señalan que se comenta de distintos casos de Covid-19, pero que desde el
municipio no brindan información al respecto. Solicitan que se realicen los
testeos y que se brinde asistencia sanitaria y alimentaria. Lo mismo ocurre en
el barrio Las Heras de José C. Paz, donde quienes allí habitan informan de
distintos casos de contagios.
Los operativos tampoco redundan en alguna mejoría para los
vecinos, quienes una vez retirado el montaje vuelven a la cotidianeidad de sus
problemas, sin alimentos y sin elementos sanitarios.
La infraestructura de la pobreza
Una de las principales cuestiones que se replican en el
conjunto de las barriadas populares es la carencia de infraestructura urbana y
sanitaria, cuestión que agrava las condiciones de vida de las familias obreros.
Si bien los organismos oficiales no discriminan la
información respecto a la infraestructura de los barrios populares según el
área urbana que se trate, la Secretaría de Integración Socio-Urbana de la
nación publicó el pasado 19 de febrero un relevamiento de las condiciones de
los 4.416 barrios de todo el país. En el mismo se detalla que un 68% de los
habitantes no accede formalmente al servicio de energía eléctrica; aunque
muchos otros lo hagan por la vía informal esto repercute en un acceso limitado,
condicionado por el colapso de precarias instalaciones improvisadas en lugares
donde la energía eléctrica muchas veces suplanta la ausencia de gas
natural. El 89% de los vecinos de estos barrios no accede al servicio de
red de agua corriente, lo que conlleva distintos métodos precarios de
abastecimiento e incluso el consumo de agua contaminada o no apta para su
consumo. Esta restricción también hace al racionamiento de un bien esencial
para la adopción de las medidas sanitarias y la prevención del contagio; en las
barriadas humildes hay que escoger cómo usar el agua ya que no hay agua
suficiente para todas las necesidades. El 98% de los habitantes de los barrios
populares no cuenta con red de cloacas y en el 99% no se accede formalmente a
servicio de red de gas natural, lo que implica que un 35% de estos hogares se
calefaccionan con energía eléctrica. Teniendo en cuenta que la provincia de
Buenos Aires reúne a 1.726 de los mismos (40%) y que solo el Conurbano alberga
a 981 barrios (casi el 25% del total nacional), se trata de números acordes a
la situación que viven millones de personas en las barriadas obreras del
Conurbano.
De los 24 distritos que componen el Conurbano los que más se destacan por concentrar más barrios y familias en relación a la extensión de su territorio son: Lomas de Zamora con 64 barrios y 51.038 familias; Quilmes 65 barrios y 41.899 familias; La Matanza 115 barrios y 53.339 familias; Lanús 31 barrios y 21.563 familias; San Martín 55 barrios y 19.860 familias. Se trata de ciudades ya densamente pobladas donde esta situación se agrava en las barriadas populares debido al desplazamiento de trabajadores desde las zonas céntricas a las periféricas con motivo del encarecimiento de los alquileres, la disminución del poder adquisitivo de los salarios o, directamente, la situación de desempleo.
De los 24 distritos que componen el Conurbano los que más se destacan por concentrar más barrios y familias en relación a la extensión de su territorio son: Lomas de Zamora con 64 barrios y 51.038 familias; Quilmes 65 barrios y 41.899 familias; La Matanza 115 barrios y 53.339 familias; Lanús 31 barrios y 21.563 familias; San Martín 55 barrios y 19.860 familias. Se trata de ciudades ya densamente pobladas donde esta situación se agrava en las barriadas populares debido al desplazamiento de trabajadores desde las zonas céntricas a las periféricas con motivo del encarecimiento de los alquileres, la disminución del poder adquisitivo de los salarios o, directamente, la situación de desempleo.
En las casas de estos barrios humildes es difícil
encontrar habitaciones que no se compartan entre varios niños o adultos, lo que
hace a una situación de mayor vulnerabilidad frente al contagio del virus.
A su vez, las edificaciones, en la mayoría de los casos,
son de tipo precarias. Las familias trabajadoras montan sus hogares con
elementos no aptos para la vivienda, chapas, restos de otros materiales; en
muchos casos carecen de pisos de cemento o aislantes del suelo y lo mismo vale
para los techo; el calor impacta en el verano y el frio penetra en los duros
inviernos; la humedad se cuela por todos los rincones y los suelos suelen
encontrarse contaminados. La suma de todos estos factores colabora en disminuir
las defensas de quienes habitan en las barriadas y los vuelve más propensos a
contraer todo tipo de enfermedades.
En este punto, las responsabilidades políticas saltan a la luz. La mayoría de los
distritos del Conurbano bonaerense son un producto de las políticas de los
“Barones del Conurbano” (PJ), con epicentro en la reproducción de las
condiciones de miseria que se replican en los barrios populares. La ausencia de
obras públicas de fondo, urbanización, acceso a la vivienda, políticas
sanitarias, etc. es la contraparte del despliegue de punteros y acciones
clientelares para mantener y regimentar a los sectores más golpeados.
Los herederos de los Cariglino, Descalzo, Othacehé, Pereyra, Ishii, Curto, West, Quindimil, etc.
no han modificado un ápice esta política. Kirchneristas, Renovadores,
Cambiemos, y otras vertientes, han caracterizado sus gestiones con un
agravamiento de la crisis estructural y la aplicación de medidas cosméticas.
Los negocios inmobiliarios y los vínculos con las grandes patronales de los
distritos han estado a la orden del día, mientas las condiciones en los barrios
populares se agravan. Es lo que sucede en los distritos de la Cuenca Matanza-Riachuelo
con las reiteradas inundaciones, el colapso de los hospitales zonales, el
hacinamiento en los barrios populares de los distritos del 1° cordón del
Conurbano, la contaminación de los suelos de estos barrios, y una larga lista.
Ni el paso de algunas gestiones de Cambiemos (Quilmes)
optó por revertir esto; lo mismo vale para la continuidad de Grindetti en
Lanús, donde zonas como Monte Chingolo y Villa Caraza concentran decenas de
asentamientos.
El aislamiento en los barrios
Bajo estas condiciones no es para sorprenderse que la
realización de la cuarentena en las barriadas populares esté condicionada por
la realidad material que viven sus habitantes.
El hacinamiento en los barrios más densamente poblados
obliga a que sus habitantes eviten permanecer en sus casas, ya que ahí corren
más riesgo por carecer de un espacio propio para evitar el contacto. De ahí a
que se vea barrios con una intensa circulación de vecinos, muchos de ellos sin
barbijos u otros elementos de seguridad sanitaria por carecer de recursos
económicos para hacerse de estos.
La idea de una cuarentena familiar tampoco es posible,
porque los adultos deben salir a realizar las compras o a cobrar las
prestaciones sociales que perciben, donde a su vez se ponen en contacto con
otros cientos de trabajadores y desocupados, como se ha visto en las extensas
filas de los bancos.
A la situación de hacinamiento, la carencia de servicios y
la falta de infraestructura urbana, debemos sumarle la realidad económica,
laboral y alimentaria de los vecinos.
Entre las principales causas que impiden el cumplimiento
de la cuarentena se encuentran las dificultades económicas que atraviesa una
población donde prima la desocupación, el trabajo precario y los empleos
peores pagos, como la construcción u otros oficios.
Abel Ramos reside en el barrio Celina de La Matanza y
comenta la necesidad que tienen los trabajadores de buscar changas en el barrio
para lograr la subsistencia de sus familias, cuestión que es impedida por la
Municipalidad y la
policía. Denuncia a su vez que el gobierno no se hace cargo
de los insumos de limpieza y de brindar alimentos a quienes se encuentran en
esta situación, razón por la cual muchos, como el, asisten a los comedores de
las organizaciones sociales –como el Polo Obrero- para conseguir algo de
alimentos. “Hasta hace dos meses he estado trabajando en una especie de
servicio de vigilancia, pero a raíz de todo esto que ha acontecido he sido
despedido. Prácticamente me he quedado en la calle. He tratado de
hacer algunas changuitas por ahí y también he estado vendiendo en forma
ambulatoria, pero también se me ha restringido por parte de la policía” comenta
Abel.
Esta situación se repite en la mayoría de los lugares,
donde ante la ausencia de medidas económicas acordes a la crisis y ante el
dilatamiento de los plazos en la percepción del Ingreso Familiar de Emergencia
(IFE), de escasos $10.000, los vecinos y vecinas salen a vender sus productos
caseros, alimentos y otras artesanías y productos.
Esta situación ha llevado a extremos como lo que sucede en
el barrio Olimpo, ubicado en la zona de Cuartel IX en Lomas de Zamora. Allí se
encuentra un enorme barrio popular con una fuerte concentración de vecinos y
vecinas de la comunidad boliviana, muchos de los cuales no reciben la magra
asistencia económica del Estado debido a que se tratan de extranjeros o no han
podido regularizar su situación ha falta de políticas para tal propósito. Las
familias del barrio ya no saben cómo hacer para llegar a fin de mes y se ven
obligados a salir a la calle a vender lo que puedan para comprar lo esencial
para alimentar y cuidar a sus familias. Algo similar ocurre en los barrios de
Fiorito y Budge.
La actividad económica en los barrios tiende a resurgir en
la misma medida que el Estado no garantiza los recursos materiales para
desarrollar la
cuarentena. Según un informe del Instituto del Conurbano de
la Universidad de General Sarmiento (El Conurbano en la cuarentena II ) en
los barrios populares de desenvuelven actividades como la albañilería y
oficios, venta de comida casera, trabajos textiles, venta de artículos usados,
feriantes, changas dentro del barrio y comercios de proximidad. El mismo
informe indica que solo un 45% de los consultados informan un alto acatamiento
de la cuarentena, mientras que la tendencia que se impone es hacia la
flexibilidad de la misma, producto de las necesidades sociales y materiales.
Otro reflejo de la realidad de los barrios es que la
apertura de ciertas actividades económica también ha impactado en una mayor
circulación de los barrios, con el movimiento de los trabajadores que acuden a
realizar sus tareas. En otros casos, como el del Frigorífico Federal, la propia
actividad del establecimiento, violando todos los protocolos de sanitarios,
generó un foco de infección en el barrio La Paz (Quilmes) donde se encuentra
instalado.
Romina, del barrio Villanueva de Moreno, da crédito al
informe y dice “En Moreno no hay cuarentena. Muchos trabajamos informalmente,
la mayoría vive de changas. Es muy difícil llevar a cabo la cuarentena”:
Crisis sanitaria
Romina sigue “Lo sanitario es lo esencial. En un barrio,
al menos en este barrio, tenemos una sola salita y no funciona: no hay insumos
ni profesionales”. Misma situación relata Ludmila de Lanús, del barrio Acuba en
Caraza, quien menciona que la salita del barrio no permanece abierta siempre,
razón por la cual lo vecinos tienen que movilizarse al Hospital Evita, el cual
no queda cerca del barrio.
En Lomas de Zamora, la Municipalidad viene efectuando
operativos, de “aislamiento social comunitario” de los barrios, donde se
cierran los accesos de lugares seleccionados y se monta una especie de
operativo sanitario. Sin embargo, pasado el mismo todo vuelve a la normalidad:
la carencia de insumos, ingresos y alimentos.
Nilda, del barrio Maquinista Savio, que traviesa los
distritos de Pilar y Escobar, solicita una desinfección urgente en la zona ya
que al problema del Covid-19 se le suma los estragos que hace el dengue en las
barriadas. “Es un lugar abandonado por los dos municipios. Ninguno de los dos
quiere decir la verdad de la cantidad de los casos que hay en cada municipio”
menciona Nilda.
En el barrio San Ignacio, en José C. Paz., los vecinos
alertan de dos casos de coronavirus que fueron derivados al Hospital Mercante.
Denuncian que el municipio no se hace cargo de la limpieza y desinfección del
lugar y que la tarea la han realizado vecinos exponiendo su salud. También
señalan que ambos contagiados circularon durante días con los síntomas, a falta
de cualquier medida preventiva por parte del Estado, por lo cual los contagios
pudieron haberse propagado. Los vecinos llamaron a la policía y les
dijeron que la Municipalidad solo se encarga de desinfectar otros sitios, como
las inmediaciones del Coto, pero no en los barrios.
Norma, del barrio Santa Bernardita, en Esteban Echeverría,
denuncia la falta de asistencia del municipio ante la propagación del dengue y
los casos de coronavirus que los vecinos conocen. Señala que aunque varios ya
han cobrado el IFE este se presenta como insuficiente para paliar las necesidades
en los barrios.
La atención sanitaria ha decaído como nunca: a las
falencias corrientes ahora se le suma el colapso de todo el sistema sanitario.
En el barrio Los Pinos, de Pte. Perón, una niña de 9 años falleció debido a que se le negó asistencia
médica por no ser considerado un caso “urgente”.
Las salitas funcionan deficitariamente, la atención de los
especialistas en muchos casos se ha cortado, los Caps y UPA (ambas
denominaciones para los centros de atención primaria) se encuentran vaciados o
convertidos en anexos para la instalación precaria de eventuales
contagiados de Covid-19. Toda la atención en los principales centros
médicos de cada distrito se ve empeorada drásticamente con la crisis, sin
mencionar que se encuentran fuera del radio de los barrios populares.
Ollas populares contra el hambre
La escasez de alimentos y provisiones del Estado ha dado
lugar a que en la mayoría de los barrios populares se impulsen comedores y
ollas populares, donde los vecinos acuden con sus platos y recipientes a
servirse una ración de comida: un fenómeno que no se veía desde hace tiempo en
las barriadas.
Las compañeras
Gladys, Sonia y Daria, del comedor del barrio Unión en La Matanza, comentan que
ven más miseria de la que ya había “la gente sin trabajo recurre a los
comedores, merenderos, van de uno a otro lado para tener para comer al
mediodía, a la tarde o a la noche, para los chicos, porque las familias mayormente
son de 3, 4 o 5 chicos y a veces hay más chicos. Se complica. No hay trabajo”,
comenta una de ellas. Al mismo tiempo señalan que muchas de las mujeres que
realizaban changas de limpieza en hogares se han quedado sin esos ingresos, por
lo cual la situación se agrava para estas familias.
Actividades de este tipo se replican en todos los barrios
y son impulsadas por las organizaciones sociales a puro pulmón. Los pedidos a
los municipios para que brinden alimentos frescos son desoídos. Solo el Polo
Obrero impulsa más 200 ollas populares en distintos barrios, y los mismo hacen
otras organizaciones barriales.
Las barriadas se organizan
El cuadro que exponen
los barrios populares del Conurbano bonaerense es crítico allí por donde se lo
vea. La política de intendentes, gobernador y el presidente no han modificado
en lo más mínimo estas condiciones estructurales de pobreza y miseria. Las
medidas que ahora se toman tampoco buscan revertir esta situación, sino que van
a la rastra de un fenómeno que amenaza con convertir a los barrios del
Conurbano en una bomba epidemiológica.
Los trabajadores
ocupados y desocupados de estos barrios están sacando conclusiones aceleradas
acerca de los intereses que defienden quienes nos gobiernan. La necesidad y las
condiciones expuestas empujan a que se multiplique el acercamiento de estos
sectores a los comedores barriales y las organizaciones de lucha que actúan
para transformar esta realidad.
Ahí se inscriben las
jornadas que viene protagonizando el Polo Obrero con el Frente Piquetero de
Lucha y otras organizaciones, por la conquista de alimentos, insumos
sanitarios, un ingreso económico de $30.000 por mes, el pago inmediato del IFE
y todas y cada una de las reivindicaciones populares. También la labor de larga
data respecto a la denuncia de las condiciones de vida que prevalecen en los
barrios, villas y asentamientos precarios del Conurbano bonaerense, lugar donde
habita el sector más golpeado de la clase obrera.
La situación actual
se presenta como un agravante de las condiciones penosas en las que viven
millones de trabajadores y trabajadoras. El combate contra el coronavirus debe
ser encarado con la organización de estas barriadas obreras y el control
obrero y popular de la crisis.
Leé más:
No hay comentarios:
Publicar un comentario