Transgénicos y biotóxicos
18 de septiembre de 2015
"Los datos
recientes de la toxicidad e impacto en la salud humana de los herbicidas
asociados a prácticamente todos los maíces transgénicos, que pueden llegar a
nuestro alimento básico y perjudicar nuestra salud, se suman a los argumentos
ambientales, económicos y socioculturales que sustentan que se mantenga la
medida precautoria que prohíbe la siembra de maíz transgénico en todo el
territorio nacional. La evidencia científica es ya suficiente para hacer
permanente esta medida."
Por Omar Arellano-Aguilar*
La tecnología para
generar cultivos transgénicos ha permitido manipular el genoma de distintas
especies que naturalmente o por mejoramiento tradicional no se pueden
entrecruzar, y combinar sus genes. Mediante la biotecnología de transgénicos se
toman genes de una o varias especies, se recombinan en construcciones
transgénicas y se insertan en las células de otras especies, que se modifican
genéticamente, en un laboratorio de investigación o de empresas productoras de
transgénicos con fines comerciales. Por medio de esta tecnología se generan los
organismos genéticamente modificados (OGM), y algunos de ellos son resistentes
a compuestos tóxicos, mutagénicos, cancerígenos o que causan daños en el
sistema inmune, reproductivo o metabólico tanto de insectos como de mamíferos,
como el hombre: herbicidas, como el glifosato.
Una vez que se inserta
la secuencia génica del o los organismos donantes en embriones, cultivos
celulares o en las plantas adultas embebiendo sus meristemos (brotes que forman
las hojas, ramas, flores, frutos y semillas de una planta) de la especie
receptora que será transgénica, se pueden aislar y propagar las líneas deseadas
y éstas se patentan por el científico o empresas obtentoras. También las
empresas pueden pagar las licencias de las patentes, y hacer negocio con ellas.
A partir de este proceso y las inversiones monetarias implicadas, las plantas
transgénicas se producen masivamente para su venta, y así se multiplican las
ganancias de quien es dueño de la línea transgénica. Entonces, mediante la
biotecnología, se han incorporado las semillas transgénicas al mercado, incluso
de la bolsa de valores. Esta tecnociencia ha producido un catálogo de
organismos transgénicos que se comercializan en algunos países. Se han usado
cultivos de interés comercial: maíz, soya, algodón, berenjena, papa y canola,
principalmente.
Algunos laboratorios o
empresas trasnacionales de alimentos han producido cultivos genéticamente
modificados resistentes a varios tóxicos. Este es el caso del maíz transgénico
resistente al glifosato y al 2,4-D (defoliante y constituyente de la
formulación del Agente Naranja; Landrigran JP., Benbrook C. [2015],GMOs,
Herbicides, and Public Health, The
New England Journal of Medicine, DOI:
10.1056/NEJMp1505660), que se ha intentado introducir en nuestro país para su
producción comercial y se ha aprobado para consumo humano. La soya transgénica
tolerante al glifosato ya se cultiva en la península de Yucatán, Chiapas y la
planicie huasteca (Vandame R., Álvarez-Buylla E. [2012], Miel y transgénicos,
¿la imposible coexistencia?, La
Jornada, 12 de junio), y ha
causado un impacto negativo en la comercialización de la miel de exportación.
El glifosato y el 2,4-D son herbicidas que se
vuelven sistémicos en las plantas, pues van acompañados de sustancias que les
permiten penetrar en las células y tejidos de los vegetales. Se distribuyen en
la raíz, tallo, hojas, flores, frutos y semillas o granos de los cultivos. Por
ello, no se pueden lavar, y si se usan para producir alimentos, éstos quedan
contaminados con dichos tóxicos. Una vez que ingresan al interior de las
plantas, estos agrotóxicos interactúan con otras moléculas de la planta y
bloquean rutas metabólicas esenciales para las plantas, causando su muerte,
excepto en las plantas transgénicas que toleran altas concentraciones de estos
compuestos químicos tóxicos, o herbicidas. Desde hace décadas ambos herbicidas
se han empleado para limpiar los campos de las malas-hierbas previamente a la
siembra o crecimiento de los cultivos, pero sin entrar en contacto con los
cultivos, pues tradicionalmente no eran tolerantes a estos tóxicos como lo son
los transgénicos. Ahora, con los transgénicos, los herbicidas se aplican
masivamente incluso sobre los cultivos en crecimiento o ya maduros, y así se
evita el crecimiento de las consideradas malas hierbas en la agricultura
industrial. En el sistema de milpa o agricultura tradicional estas arvenses son
comestibles o sirven para diversos fines, como los quelites, el girasol
silvestre, el amaranto, los zacates, el coquillo, la borraja o los dientes de
león. Cuando los cultivos transgénicos alimenticios se cosechan entran a la
cadena de producción de alimentos, llegando a diferentes productos como las
harinas, el forraje para los animales, la leche (en caso de la leche de soya; a
menos que diga que es orgánica y sin OGM), aceites, tortillas, tostadas,
pozole, atoles, tamales, etcétera, y así pasan a nuestra comida los herbicidas
tóxicos.
En Estados Unidos, en
donde la superficie de cultivos transgénicos es de las mayores a escala
mundial, el uso de glifosato pasó de 400 mil kilogramos en 1974 a 113 millones de
kilogramos en 2014 por la liberación de los transgénicos. La reclasificación
del glifosato como probable cancerígeno (IARC [2015],Monographs 122:
Evaluation of five organophosphate insecticides and herbicides, International
Agency for Research on Cancer, 20
de marzo; Guyton KZ., Loomis D., Grosse Y., et
al.[2015], Carcinogenicity of tetrachlorvinphos, parathion, malathion,
diazinon, and glyphosate,Lancet Oncol., 16:
490-491) y el 2,4-D como posible cancerígeno (Loomis D., Guyton K., Grosse Y., et al.[2015],Carcinogenicity of
lindane, DDT and 2,4-dichlorophenoxyacetic acid,Lancet Oncol., 22 de junio [ Epub ahead print]) en humanos por parte de la Organización Mundial
de la Salud, así como las recientes evidencias del mecanismo de toxicidad y riesgo
(Paganelli A., Gnazzo V., Acosta H.,et al.[2010], Glyphosate-based
herbicides produce teratogenic effects on vertebrates by impairing retinoica
cid signalling, Chem. Res. Toxicol.,23: 1586-1595; Séralini GE., Clair
E., Mesnage R., et al.[2012],
“Long term toxicity of a roundup
herbicide and aroundup-tolerant genetically modified maize”, Food Chem. Toxicol. 50: 4221-4231) ha generado una reacción
en varios miembros de la comunidad científica de Estados Unidos. Se ha
solicitado a la Food and Drug Administration (por sus siglas en inglés, FDA)
que reconsidere la implementación del etiquetado en los alimentos producidos
con OGM tolerantes a herbicidas. Por si fuera poco, la Academia Nacional
de Ciencias de aquel país ha convocado a un nuevo comité de expertos para
revaluar los efectos sociales, económicos, ambientales y de salud humana de los
cultivos transgénicos. Esperamos que esta reacción llegue a ser equiparable al
movimiento de la comunidad científica estadunidense que llevó a la prohibición
del DDT en Estados Unidos y después a escala mundial, tras la publicación del
libro La primavera silenciosa, de
Rachel Carson, en 1962. El escenario actual sobre los transgénicos vuelve más
clara la importancia de evitar la liberación de maíz transgénico en su centro
de origen: México. Los datos recientes de la toxicidad e impacto en la salud
humana de los herbicidas asociados a prácticamente todos los maíces
transgénicos, que pueden llegar a nuestro alimento básico y perjudicar nuestra
salud, se suman a los argumentos ambientales, económicos y socioculturales que
sustentan que se mantenga la medida precautoria que prohíbe la siembra de maíz
transgénico en todo el territorio nacional. La evidencia científica es ya
suficiente para hacer permanente esta medida.
* Investigador de la Universidad Nacional
Autónoma de México y miembro de la Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad
Fuente original:
La Jornada Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Transgenicos_y_biotoxicos
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