Elecciones griegas y el fracaso de una táctica
21 de septiembre de 2015
Por Rolando Astarita
Rolando Astarita [Blog]
Ayer, 20
de septiembre, Syriza se impuso en las elecciones griegas con el 35% de los
votos. Recordemos que el primer ministro, Alexis Tsipras, había llamado a
elecciones anticipadas, luego de haber aceptado el programa de ajuste y privatización
que le fue impuesto en Bruselas. Un programa muy alejado de las promesas de
acabar con la austeridad con que había triunfado en las elecciones de enero (he
tratado el asunto aquí, aquí, aquí, aquí). En la reciente
campaña electoral, sus ejes fueron la crítica al “viejo y corrupto sistema
político” y la afirmación de que “Grecia es sinónimo de lucha y dignidad”. Una
frase hipócrita con la que procura tapar una realidad indisimulable:
prácticamente todas las decisiones económicas fundamentales “han sido hechas por
los ministros europeos de Finanzas y por los responsables de los bancos
centrales, y cualquier desviación amenaza con detener los pagos de ayuda [se
refiere a la refinanciación de la deuda]” (Bloomberg).
Tal vez esto ayude a explicar
por qué, a diferencia de lo ocurrido hace nueve meses, el triunfo de la
formación izquierdista no despertó el entusiasmo en las masas. Apenas un puñado
de simpatizantes anduvo de festejo por las calles de Atenas. De hecho, solo el
56% de los electores concurrieron a votar, el porcentaje más bajo desde los
años 1990; aunque Syriza logró apenas un uno por ciento menos que en
enero. Tsipras tuvo el apoyo de Podemos, de España, de Die Linke, de
Alemania, y del PC francés.
En
seguida de conocidos los resultados, Tsipras anunció que continuará la alianza
gubernamental con el partido de derecha nacionalista Griegos Independientes
(que logró el 3,7% de los votos). Naturalmente, los mercados y el establishment económico recibieron el triunfo con
tranquilidad. El premier fue felicitado, entre otros, por Martin Schultz, el
presidente del Parlamento Europeo, y por Jeroen Dijsselbloem, presidente del
Eurogrupo. Diego Ferro, director de Greylock Capital Management, un fondo que
es fuerte inversor en deuda griega, manifestó a Bloomberg que “ahora se ha
quitado la incertidumbre porque Tsipras tiene el mandato político para
implementar las medidas de austeridad y Grecia debería empezar a moverse hacia
adelante”. De hecho, los bonos griegos subieron muy fuerte desde el 15 de
julio, cuando Tsipras aceptó el severísimo plan de ajuste.
Destaquemos también que el
segundo puesto fue para Nueva Democracia, partido conservador de derecha, que
obtuvo el 28% de los votos. En tercer lugar quedaron los nazis de Amanecer
Dorado, con el 7%, y cuartos los socialdemócratas con el 6,4%. Unidad Popular,
el partido que se formó a partir de la escisión de la Plataforma de Izquierda
de Syriza, no logró siquiera el 3% de los votos. UP rechaza el programa de
Bruselas y plantea una salida del euro (lo que implicaría una devaluación) y un
programa reformista burgués. Está liderado por el ex ministro de Energía
Panagiotis Lafazanis, y tiene como referente a Costas Lapavitsas, un economista
heterodoxo que hace centro en la crítica al sistema financiero internacional.
El
repetido fracaso de una táctica política repetida
En la parte final de una de las
notas citadas más arriba, planteé que “la izquierda debería tomarse en serio
una recomendación de Marx: aprender a luchar sin ilusiones. Entendiendo por
‘ilusión’ una esperanza sin fundamento real de lograr lo que se anhela. Para
esto, lo primero es presentar las cosas de forma realista. Es que no hay nada
más desmoralizador que llevar a las masas a callejones sin salida. Y no hay
nada más estúpido que convertirse en comparsa por izquierda de la
desmoralización organizada. Es el primer paso, además, para avanzar hacia la
independencia de clase”.
Las
elecciones que acaban de realizarse en Grecia son el resultado más puro de esa
“desmoralización organizada” a la que hacía referencia en esa nota. Pero
también desnudan el fracaso de las tácticas de “apoyos críticos”, que
instrumentan una y otra vez partidos de izquierda.
Tengamos
presente que la idea que subyace en esta orientación es la de “acompañar desde
la izquierda el proceso abierto”, en la creencia de que cuando la dirección
reformista-burguesa “traicione”, la izquierda será reconocida como “la
verdadera defensora del programa originario”. Las tácticas de entrismo, que ya
he criticado en otras notas, (ver aquí, aquí, aquí, aquí), se basan en este
supuesto. Pero para aplicarlas se maquillan caracterizaciones de clase y se
disimulan las incoherencias y utopías de los programas reformistas. La
orientación consistente en “exijamos que cumplan con su programa”, en la
esperanza de que las masas “sacarán las conclusiones revolucionarias pertinentes”,
tiene este enfoque como telón de fondo. Otra variante de la misma política es
llamar a “profundizar y radicalizar el programa reformista en un sentido
anticapitalista”, a fin de que “los trabajadores movilizados superen a los
dirigentes pequeñoburgueses conciliadores”.
Pero en la realidad nada de esto
funciona como se piensa en la izquierda que va a funcionar. Es que de alguna
manera la gente intuye que en el modo de producción capitalista existen
restricciones que no se pueden superar con discursos o elecciones. De ahí que
en un punto termine dándole la espalda a los “espejitos de colores” que tratan
de vender los reformistas pequeñoburgueses al estilo Unidad Popular.
Por eso
también, cuando no se tiene una alternativa social de fondo, se cae en el
desánimo y la desmoralización, aun cuando haya habido movilizaciones y luchas,
como fue el caso en Grecia. Es que los combates reivindicativos y contra los
ajustes, en medio de la crisis económica y sin un horizonte político superior al
existente, terminan en un callejón sin salida. En otros términos:
no existe la superación espontánea del capitalismo por la sola movilización.
Tampoco se superan espontáneamente, y en una dirección anticapitalista, las
variantes de socialismos burgueses y pequeñoburgueses, con su capacidad
camaleónica para sobrevivir y engatusar. De ahí que el resultado final de los
“apoyos críticos” sea, paradójicamente, el mantenimiento de los mecanismos de
dominación burguesa.
Termino
con una idea del autor de El Capital que puede ayudar a la reflexión. Refiriéndose
al rol de la crítica, Marx decía que “la teoría se convierte en poder material
cuando prende en las masas. Pero la teoría puede prender en las masas a
condición de que argumente y demuestre ad hominem, para lo cual
tiene que hacerse una crítica radical” (“En torno a la Crítica de la Filosofía
del Derecho de Hegel”). En cualquier caso, la breve e intensa experiencia de
Syriza es merecedora de un balance serio y argumentando.
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Fuente: https://rolandoastarita.wordpress.com/
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