TRAMA POLÍTICA Y POTENCIA SOCIAL
Balance y
perspectivas del gobierno “progresista”
14 de enero de 2014
Por Raúl Prada Alcoreza
¿Se puede abordar el tema distinguiendo clasificatoriamente lo
positivo y negativo? ¿Así como se aborda la metodología conocida del FODA,
diferenciando fortalezas, debilidades y potencialidades? El balance político no
es necesariamente de planificación institucional; aunque ésta tenga que ver, de
alguna manera, en algún lugar, con el balance político. Tampoco, mucho menos,
con la disquisición de lo positivo y negativo de un gobierno.(…)
Límites del Estado y transición
El Estado-nación es el Estado moderno. Bolivia
es este Estado-nación, desde la independencia. Hablar
de Estado aparente, para distinguir la condición de más Estado de la condición
de menos Estado, no es otra cosa que diferenciar, si se quiere, grados y formas
del mismo Estado. En todo caso, lo aparente, la condición de aparente, es el
mismo Estado. El Estado como tal, como sujeto, como unidad, como entidad
trascendente, no existe; lo que existe es el campo institucional, el campo
burocrático, el campo político, el campo social, el campo escolar, que
reinventan la institución imaginaria del Estado.
Una tesis sugerente es la que define el Estado
como campo de luchas. Como si distintas formas de Estado se disputaran la
hegemonía, la definición del perfil. Esta tesis es ilustrativa; empero, de ahí
a creer que una de las formas de Estado es la que va a liberar al pueblo, a la
sociedad, a los pueblos indígenas, no es más que “ideología”. Pueden, algunas
formas de Estado, mejorar las condiciones sociales, mejorar las condiciones de
las relaciones de intercambio del país con el sistema-mundo capitalista;
empero, de ninguna manera puede quebrar los límites del Estado, la estructura
nuclear del Estado; no puede modificar la función estatal. El Estado, como
campo institucional, como campo burocrático, como campo político, no puede sino
reproducir su mapa institucional, que no es otra cosa que la reproducción de
los diagramas de fuerzas, de las relaciones de dominación y de las estructuras
de poder, inscritas en el programa de esta fabulosa maquinaria. El problema en
las sociedades periféricas, en los Estado-nación subalternos, es que están, en
el marco del orden mundial, en el contexto del sistema-mundo capitalista, para
administrar la transferencia de recursos naturales a los centros y potencias
emergentes del sistema-mundo. Aún cuando sean más progresistas los gobiernos de
los Estado-nación, no pueden romper los límites impuestos por la dependencia. Para
hacerlo, están obligados a trastrocar no sólo los perfiles de los términos de
intercambio, sino las mismas estructuras y la geopolítica del sistema-mundo
capitalista. Este trastrocamiento no puede efectuarse en las condiciones de Estado-nación.
Se requiere de una transición política que vaya más allá del Estado-nación.
La potencia social, desplegada en la
movilización prolongada, no pudo atravesar los umbrales del Estado-nación. El
gobierno progresista preservó el Estado-nación como defensa; usó el Estado para
efectuar reformas, logró mejorar los términos de las relaciones de intercambio,
al nacionalizar los hidrocarburos, a su modo. Empero, al ser una forma
“progresista” del Estado-nación, no podía cumplir con la Constitución, que establece
tres condiciones de transición: las condiciones de plurinacional, comunitaria y
autonómica. En términos de transformaciones institucionales, esto equivale a la
destrucción del Estado-nación y a la construcción del Estado plurinacional. El
gobierno progresista hizo lo que estaba en su “instinto” político, preservar el
Estado-nación, optando por el camino de las reformas.
Esta es la contradicción del gobierno
progresista con la
Constitución. Para los movimientos sociales, la Constitución
es un ideal plasmado, que debe realizarse. Para el gobierno la Constitución es
un texto de propaganda. Esta es la contradicción del gobierno con los
movimientos sociales, por lo menos con los movimientos sociales efectivos, que
se dieron desde el 2000 hasta el 2005. Estas dos contradicciones son como
generadoras, por así decirlo, del resto de contradicciones, que se dan
proliferantemente en las dos gestiones de gobierno.
La potencia social, mejor dicho, la
composición lograda por la potencia social, tal como se plasmó, de acuerdo al
alcance de su irradiación, al no atravesar los umbrales del Estado-nación, fue
capturada por este mismo Estado. Sus fuerzas sirvieron para reproducir la nueva
forma de Estado-nación. Una forma populista investida con simbología indígena.
Se puede decir, con cierta aproximación, que la composición histórico-política
plasmada de la potencia social, las fuerzas de los movimientos sociales, fueron
capturadas por su propio “producto”. Fueron capturadas por el Estado-nación,
por mediación, de un gobierno progresista, que también fue un “producto” de los
movimientos sociales, aunque también lo haya sido del mayoritario voto
electoral.
Ciertamente, la potencia social no desaparece,
aunque parte de sus fuerzas sean capturadas y sirvan para la reproducción del
poder. La potencia social sigue generando su energía vital, sólo que ahora se
encuentra en otra parte, generando resistencias a la política económica del
gobierno, que optó por el modelo extractivista. Generando alteratividades
minuciosas, detalladas, en la filigrana del campo politico y del campo social.
Desplegando nuevas fuerzas, todavía no articuladas, en la consecución de
alternativas. Resistiendo desde lo comunitario, lo común, a la expropiación
privada y pública. ¿Cuándo se dará lugar una nueva articulación, un nuevo
bloque popular, aprendiendo de esta experiencia dramática, que repite la trama
política? No lo sabemos. Lo que se sabe, no se puede perder de vista, es que
las tareas del momento corresponden a articular las nuevas resistencias, buscando
una nueva composición de la potencia social, capaz de atravesar los umbrales
del Estado-nación.
Las gestiones de gobierno
En el polo del poder, el gobierno es la acción
política del Estado. El gobierno es la ejecución, es el ejercicio de poder como
institucionalidad concentrada. El gobierno es la administración y la conducción
de la nave del Estado. Es el lugar donde se definen las políticas públicas. Se
toman las decisiones sobre la coyuntura y el periodo; se enfrentan los
problemas, los conflictos, de una u otra manera. Aunque la política económica
se encuentra condicionada por el sistema financiero internacional, de todas
maneras, el gobierno, puede definir márgenes de maniobra o entregarse de brazos
llenos a las determinaciones del sistema financiero mundial. Hablamos no del
gobierno de sí mismo, no del gobierno del hogar, tampoco del gobierno de la
ciudad, sino del gobierno del país, del gobierno del Estado.
La primera gestión de Evo Morales Ayma se hizo
cargo de un Estado en crisis. Seis años de luchas sociales desnudaron la crisis
múltiple del Estado-nación. El gobierno, resultado de una victoria electoral
contundente, al asumir el lugar vacío del ejercicio institucional del poder, se
vio ante el dilema inicial. ¿Qué hacer? ¿Qué clase de gestión efectuar?
¿Administrar el Estado? ¿Efectuar cambios radicales, desde el inicio?
Seguramente la decisión ha sido difícil, incluso si no había mucha “conciencia”
respecto a la implicación de las opciones. De todas maneras, la cúpula
adivinaba lo que se jugaba, desde las primeras decisiones de gobierno. Sabemos
que la opción se inclino por el realismo político. Se entiende que había más
argumentos a favor de esta alternativa; se corría menos riesgos y se ganaba
tiempo.
Esa primera decisión ya muestra la psicología
de los gobernantes. Hombres cautos, excluyendo de antemano toda audacia. La
audacia quedó para el discurso, no para la acción. En un ambiente
de alta legitimidad social, con movimientos sociales que salían victoriosos de
una lucha de seis años, contando con una movilización que ya había ventilado la
autogestión, que había mostrado vigorosos movimientos, capaces de sitiar y
tomar ciudades, la cautela de los gobernantes, es un síntoma de debilidad, no
de firmeza. Seguramente el temor de gobernar sin tener experiencia en la
administración pública influyó también en la decisión.
Digan lo que digan al respecto los voceros,
sobre todo el ideólogo del gobierno, no se puede ocultar esta primera
ambigüedad. Todo lo que se pueda decir a favor del realismo político, se lo
hace argumentando a favor de esta tesis; pero, no explica, de ninguna manera,
el por qué se optó por continuar con un forma de administración liberal,
continuando la gestión institucional del Estado, en un momento favorable de
correlación de fuerzas. Este primer paso, direcciona los siguientes.
Ciertamente no se puede explicar la primera
gestión de gobierno sólo a partir de las estructuras de poder heredadas,
haciendo abstracción de los individuos que conforman el gobierno. Como tampoco
se puede explicar de manera inversa, sólo atendiendo a los perfiles
individuales de los gobernantes. Ambas perspectivas pecan de sesgo; la primera,
porque convierte en al gobierno en la ejecución antelada de lo establecido en
las estructuras de poder; la segunda, porque convierte al gobierno en una
comedia de conspiraciones banales. Aunque la primera perspectiva tenga, sin
lugar a dudas, más peso, sea más consistente analíticamente, no se puede obviar
la incidencia de las personas influyentes. En este sentido, vamos a intentar
interpretar la secuencia de la primera gestión a partir del la visualización
del periodo desde ambas perspectivas.
Evo Morales Ayma es el caudillo, el mito, la
convocatoria del mito. El constructo del imaginario colectivo. El símbolo
carnal del gobierno, convertido por la propaganda gubernamental en el símbolo
del “proceso de cambio”. De máximo dirigente de la Federación del Trópico de
Cochabamba pasó a ser el primer presidente indígena de la Republica de Bolivia,
después del Estado plurinacional de Bolivia, que de plurinacional sólo tiene el
nombre. Las decisiones políticas las toma el presidente, en primera o en última
instancia. Su carácter imperativo, su carisma, influyen mucho en el
comportamiento de su gabinete, incluyendo al mismo vicepresidente. Es difícil
hablar de él como un estratega, más es la espontaneidad, muchas veces
improvisada, y la intuición, algunas veces equivocada, acaecida erróneamente
cada vez más seguido en el segundo periodo de su gestión. Como en todo
caudillo, su imagen atrayente no es perdurable, se desgasta; es mantenida con
desesperación con publicidad y propaganda, como si estos medios
restituyeran el ánimo de la gente.
La persona de más influencia en el gobierno,
después del propio presidente, es Álvaro García Linera. Por su formación
política y académica, por venir de la experiencia de una organización que se
propuso la guerrilla como medio para resolver la cuestión del poder[5], por venir de un colectivo de interpelación
radical, de investigación y activista[6], tenía plena “consciencia” de lo que estaba
en juego en la decisión inicial del gobierno. El vicepresidente se convirtió de
radical en el ideólogo del realismo político. Es muy probable que haya sido él
quien más haya influenciado en la inclinación por la decisión inicial, fuera de
ser el responsable de la argumentación y justificación de la opción tomada.
Vamos a dejar las conjeturas sobre por qué lo hizo, por qué se convirtió en un
“pragmático”, pues esto nos llevaría a la especulación. A
partir de este momento, el vicepresidente asume el rol de ideólogo del
gobierno, pretendiendo también ser el teórico del “proceso”, que es otra
cuestión. Sus discursos, sus libros, publicados por la Vicepresidencia, sus
intervenciones, son la más clara expresión de una ideología “pragmática”, que
persigue sostener la justificación del decurso de un gobierno, que optó, desde
un principio por el reformismo y no por la transformación.
Los ministros fueron un resultado de la
composición de las fuerzas, aunque el presidente sea el que tome la primera y
la última palabra al respecto. No se puede decir que había una pugna de
tendencias, como el apresuramiento de los medios
de comunicación hicieron entender, recurriendo a esquemas acostumbrados. En un
ambiente confuso, donde había primero que orientarse, es difícil hablar de
pugna de tendencias. Menos decir que había una tendencia “alvarista” y otra
tendencia “evista”. Estas hipótesis hablan de la carencia del periodismo y de
los medios de comunicación. El
consenso sobre el realismo político fue compartido por todos.
Los celos individuales y mezquinos que pudiera
haber habido no pueden tomarse en cuenta para explicar el decurso de este
gobierno popular. Eso queda en los pasillos y nada más. La autoridad del
presidente era indiscutible; se acataba por consenso compartido o por decisión
del presidente. La relación de los hombres más influyentes con el presidente
ciertamente no es la misma, hay variedad y jerarquías. Empero, todos, sin
excepción, anteponían, en primer lugar, su voluntad para satisfacer las
demandas del presidente. No había, entonces tendencias, lo que había es una
adecuación de todos en el escenario institucional. Además de la necesidad de
aprendizaje y ganar experiencia.
En relación a la medida más importante de las
dos gestiones de gobierno, que es la nacionalización de los hidrocarburos, se
puede decir que el hombre de influencia en la formulación del Decreto “Héroes
del Chaco” fue Andrés Solíz Rada. Sobre todo por su formación en la izquierda
nacional, viniendo de un grupo político de características marxistas
nacionalistas, que tenía como estrategia y convicción política la defensa de
los recursos naturales, la recuperación soberana de los mismos a través de las
nacionalizaciones[7]. El ministro de la nacionalización salió del
gabinete, cuando se tuvo que tomar nuevas decisiones “pragmáticas”, en relación
a PETROBAS. En una coyuntura cuando se comenzó a ceder ante esta empresa
trasnacional del país vecino, el ministro nacionalizador estaba demás.
Un paso dado condujo a otros. Del no cobro,
como corresponde, a PETROBRAS, por el excedente calorífero del gas húmedo, se
llegó a contratos de operaciones desnacionalizadores, entregando el control
técnico de la producción de hidrocarburos a las empresas trasnacionales. La
ventaja del gobierno, al nacionalizar fue mejorar los términos de las
relaciones de intercambio, mejorar notoriamente los ingresos del Estado, por
concepto de la explotación de los hidrocarburos. Este incremento repercutió en
la disponibilidad del Tesoro y de las instituciones involucradas en el reparto.
El problema es que esta mejora no puede ser el fin de una nacionalización, que
debería continuar dando pasos urgentes hacia la industrialización. Sin
embargo, el gobierno prácticamente se contentó con este logro. Las plantas
separadoras no pueden considerarse como el inicio de la industrialización, son
sencillamente plantas separadoras de la composición de los hidrocarburos.
La convocatoria a la Asamblea Constituyente
fue la otra medida crucial de la primera gestión del gobierno. Esta
convocatoria fue planteada, en primer lugar por las organizaciones indígenas,
CIDOB y CONAMAQ, apoyadas por el Pacto de Unidad, que incluye a las tres
organizaciones campesinas, CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB. Aunque una versión de
los dirigentes de las juntas de vecinos de El Alto dicen que la convocatoria a la Asamblea Constituyente
no estaba incluida en la Agenda de Octubre, la verdad es que la Agenda de los
movimientos sociales del país si la incluyeron. Por lo tanto, llegar a la Asamblea Constituyente
recogía el anhelo de las mayorías por fundar o refundar el Estado.
No vamos a entrar al detalle de la dramática
historia de la
Asamblea Constituyente. Nos remitimos a los textos que han
tratado el tema[8]. Lo que interesa, en este balance, es anotar
que cuando por fin se promulga la Constitución Política
del Estado (2009), la segunda gestión de gobierno no la cumple. No aplica la Constitución. Prefiere
continuar por el camino optado en la primera gestión, el camino de las
reformas, ocultando la distancia de sus políticas con la Constitución con una
abrumadora propaganda. ¿Por qué ocurre esto?
Hipótesis
La Constitución es lo que constituye
normativamente, legalmente, jurídicamente; es la composición jurídica y
política de un Estado. Son los cimientos jurídicos y políticos, si se puede
hablar así, del Estado. El que se haya elaborado una nueva Constitución,
después de la de 1826, considerando todas sus reformas constitucionales, es la
manifestación clara y la voluntad determinante de construir un Estado en
transición sobre nuevas bases. La principal inquietud constituyente tiene que
ver con la colonialidad, la herencia colonial, el haber dejado de lado a las
naciones y pueblos nativos al momento de la primera Constitución. En
la república no se incluyeron a las mayorías nativas. Ahora se trataba que las
mayorías plasmen su voluntad en la Constitución y en la construcción del nuevo
Estado.
El Estado que establece la Constitución de
2009 es un Estado plurinacional comunitario y autonómico, integrado por la
interculturalidad, en la perspectiva del sumak Kausay/sumaj qamaña[9]. Para construir este Estado plurinacional se
tiene que demoler lo que sostiene al Estado-nación y al Estado-nación mismo: la
institucionalidad moderna, homogénea, única. Un Estado plurinacional se
construye sobre el pluralismo institucional. Frente a este requerimiento, el
gobierno progresista retrocedió, “consciente” o “inconscientemente”. Vaya a
saber cuántos del gobierno entendían la significación histórica y política del
Estado plurinacional, las implicaciones y consecuencias de asumirlo y
construirlo. Lo cierto es que prefirieron desgañitarse en la publicidad y propaganda
de que ya somos un Estado plurinacional, como arte de magia de la promulgación
de la Constitución.
Era muy cómodo cambiar el vestido a la misma persona,
que cambiar de persona, que dejar nacer a otra persona.
Como dijimos en otros escritos, el gobierno progresista cayó en el mal de la
época: la inclinación desesperada por la simulación[10].
Para el gobierno, cuyo contenido “ideológico”
es el nacionalismo, cuya composición redefine populistamente el perfil
reformista, cuya retorica izquierdista repite el discurso de un
anti-imperialismo del siglo pasado, es inaplicable la Constitución, pues su
aplicación implica la destrucción del Estado-nación. En otras palabras, dejar
de ser gobierno bajo los códigos liberales y la gestión pública
institucionalizada. Ser otra clase de “gobierno”, como establece la
Constitución, en el marco del sistema de gobierno de la democracia
participativa y pluralista, era también la desaparición de los privilegios, de
las jerarquías, de la
burocracia. Después de conquistar el poder, lo menos que
quería era perderlo. Al optar por conservar el poder, en vez de destruirlo,
decidió por el camino de la reproducción del Estado-nación, optó por la misma
trama de todas las “revoluciones”, que cambian el mundo; empero, se hunden en
sus contradicciones.
Segunda gestión
La primera gestión de gobierno tuvo como
referente la Agenda de Octubre, la segunda gestión de Gobierno tiene como
referente la
Constitución. En la primera gestión se cumple parcialmente la
Agenda de Octubre; en la segunda gestión no se cumple con la Constitución. Este
decurso nos muestra que el gobierno progresista se aleja cada vez más de los
objetivos plasmados por los movimientos sociales, las naciones y pueblos
indígenas. El gobierno llega a situarse en una posición contrastante en el
decurso del “proceso de cambio”, se coloca como contra-proceso[11].
Dos son los conflictos que sitúan el lugar de
alejamiento del gobierno, su distanciamiento respecto de la Constitución; uno
es el conflicto del llamado “gasolinazo”; el otro es el conflicto del TIPNIS.
El conflicto del “gasolinazo” devela la relación concomitante del gobierno con las
empresas trasnacionales de los hidrocarburos. El pedido conocido de estas
empresas era de que no invertirían en exploración, tampoco lo hicieron en la
producción de carburantes, si no se modifican los precios congelados del
mercado interno; lo que equivale a revisar la Constitución. El
gobierno, con el argumento de la insostenible subvención a los carburantes
llega a subir los precios en un incremento insostenible para el pueblo,
alcanzando subidas hasta de un 80% y más. El levantamiento popular contra la
medida del gobierno lo obligó a retroceder. En otro texto dijimos,
parafraseando a Sergio Almaraz Paz, que el gobierno había cruzado la línea, sin
darse cuenta, se encontraba del otro lado de la vereda enfrentando a su pueblo[12].
El conflicto del TIPNIS fue más grave.
Retomando la misma figura, el gobierno cruzó una segunda línea, esta vez con
plena “consciencia” nacionalista, ahora se encuentra del lado de la vereda del
modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, enfrentándose a las
naciones y pueblos indígenas, enfrentándose a las comunidades indígenas. No
vamos a narrar aquí el dramático conflicto del TIPNIS; nos remitimos a los
textos que han tratado, de manera más pormenorizada el conflicto[13]. En este balance nos interesa apuntar este
hito en la conmensuración del desplazamiento del gobierno, alejándose cada vez
más de la Constitución y de los objetivos del “proceso de cambio”.
El camino sinuoso de las reformas
Tres bonos marcan la política social del
gobierno; el Bono Juancito Pinto, La Renta Dignidad , El Bono Juan Azurduy. El primero,
como un estipendio provisional para los estudiantes de primaria, con el objeto
de evitar la deserción escolar; el segundo, como un bono a los adultos mayores;
el tercero, como una atención a las madres embarazadas, con el objetivo de
incidir en los altos niveles de mortalidad materno infantil. Tres bonos, cuyas
características son de alcance coyuntural. Para lograr efectos estratégicos se
requiere inversión logística, de largo plazo, que impacte estructuralmente en
las condiciones y causas de los problemas que se quieren atender.
Tres logros económicos distinguen la política
económica del gobierno; la acumulación de las reservas internacionales, la
estabilidad económica y el mantenido crecimiento económico.
En el campo político ha mantenido su hegemonía
y preponderancia desde las elecciones de 2005. Con las elecciones del 2008 ha logrado controlar
los 2/3 del Congreso; con esta mayoría plena tenía las manos libres para
cumplir con la Constitución.
En los demás terrenos son inciertos sus
logros, hasta discutibles.
Una nueva reforma educativa definida por la Ley Avelino Siñani
y Elizardo Pérez, con enunciados recogidos de la Constitución; empero,
contrastando en la los artículos operativos. Una reforma educativa consensuada
corporativamente con el gremio de los maestros; uno de los estamentos más
conservadores de la sociedad, inclinados a la demanda economicista, aposentados
en el privilegio de contar con trabajo y sueldo garantizados. Una reforma
educativa, que como en el resto de la administración estatal, mantiene la misma
institucionalidad escolar y educativa, teniendo como núcleo el aula, médula del
diagrama disciplinario de la modernidad, no tiene perspectiva de impacto en la
tarea de descolonización. Esto a pesar de la retórica del modelo social
comunitario productivo.
La movilidad social se ha debido al impacto
del incremento presupuestario en los gobiernos, del país, de los departamentos,
de los municipios, incluyendo a las universidades. También se puede decir que
se ha debido al impacto del crecimiento económico, sin entrar en detalles que
representa este indicador estadístico. Nos remitimos a los textos que analizan
el tema[14].
El proyecto de industrialización es un
soberano fracaso. Las empresas públicas implementadas por el gobierno o no se
ponen en marcha, o son deficitarias, o son un reverendo bluff. La Empresa de
Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA), se ha convertido en una agencia
comercializadora; está muy lejos de haber dado un primer paso en la consecución
de la soberanía alimentaria. Lo grave es que esta dedicación comercializadora,
justificada para evitar la escalonada de precios de los bienes alimentarios, ha
comenzado a afectar a la producción del país; por ejemplo, a los pequeños y
medianos productores de arroz, quienes no pueden competir con los precios del
arroz importado de Paquistán. No hablamos aquí de las empresas estatales ya
establecidas desde antes y después de la revolución de 1952; YPFB y COMIBOL.
El programa Evo Cumple ha desatado una
escalada sin precedentes de corrupción. No se rinden cuentas, no aparecen las
obras, cuando aparecen están muy mal construidas, mostrando papablemente que
disminuyeron los costos reales, aunque se mantuvieron los costos ficticios en
los presupuestos. Lo peor ocurrió en el programa de vivienda; empresas
fantasmas que se llevaron la plata, dejando sin casas a los supuestos
beneficiarios. Cuando se terminan de construir las viviendas, aunque sea en
parte, suben los costos, y terminan acabados con materiales baratos. Si recientemente
ha habido un esmero en corregir este desastre, de ninguna manera compensa el
desfalco al erario del país. Sorprende que la Contraloría tenga los ojos
vendados ante estos lamentables sucesos conocidos por todos, sobre todos los
involucrados, de las zonas y regiones referenciales de los proyectos.
La decantada lucha contra la corrupción ha
terminado siendo un instrumento de persecución de los opositores. Un
ministerio, el Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la
Corrupción, se encarga de investigar más sobre las corrupciones pasadas, de los
anteriores gobiernos, que la expandida corrupción desatada en el presente, el
habido en las gestiones del gobierno progresista. Este programa de lucha contra
la corrupción y por la transparencia más parece una capa estridente que cubre
la efectiva corrupción proliferante.
Lo que notablemente ha avanzado es la
construcción de carreteras. Podríamos decir que la vertebración caminera del
país ha sido de los proyectos mejor ejecutados, sin descontar los problemas
relativos a los acabados de algunos tramos, sin tomar en cuenta la repetida
inclinación a los sobreprecios.
En el plano internacional, el principal
emblema del gobierno fue la defensa de la madre tierra. Este postulado cayo a
los suelos por el doble discurso, como dice James Petras, discurso radical
afuera y ortodoxo en la implementación de políticas monetaristas dentro; pero,
sobre todo ortodoxo en el modelo extractivista. El último discurso creíble del
presidente fue en Copenhague, Cumbre del Clima de Copenhague 2009 (COP15),
cuando hablo ante cien mil activistas del mundo, declarando la guerra al
capitalismo en defensa de la madre tierra. En Cancún, (COP
16), la
posición boliviana quedó solitaria, mientras los aliados del ALBA se
apresuraban a aceptar la ilusión y la dependencia del capitalismo verde. El
presidente ya no gozaba de credibilidad, sobre todo después del conflicto del
TIPNIS.
Como dijimos en otros textos, las políticas,
los programas, las alianzas de integración continental, son más una ocupación
burocrática, de encuentros altisonantes de presidentes y cancilleres, con
efectos comunicativos; empero, ocurre, paradójicamente, que esta pose
integracionista contrasta con efectivas realizaciones hacia la integración de la Patria Grande. Es
como calmar la consciencias con escenarios grandilocuentes, mientras nuestros
pueblos padecen la separación[15].
Como podemos ver, el camino de las reformas,
escogido por el gobierno, es sinuoso y contradictorio. No se puede decir, de
ninguna manera, que no ha mejorado ciertas condiciones de vida de las mayorías,
sobre todo de los sectores organizados y corporativizados. Sin embargo, no hace
otra cosa que repetir, en menor escala, y de una manera inacabada, la
experiencia del Estado de Bienestar. Sus políticas están muy lejos de lo que
exige la perspectiva del sumak kausay/sumaj qamaña. Ya lo dijimos, no es el
camino de la Constitución, sino se trata de un recorrido contrastante.
Una pregunta es pertinente: ¿Estaba en manos
de los gobernantes hacer algo distinto? Se puede decir que dentro de
determinados márgenes sí; pero, el problema son los márgenes de los que no
podía salir. Su límite ineludible. Al optar por el camino de las reformas y no
por las transformaciones estructurales e institucionales, se embarcó en la
trama política ya tejida e inscrita en la geopolítica del sistema-mundo
capitalista. Los márgenes de lo posible en los ciclos del capitalismo excluyen
transformaciones que puedan afectar las estructuras de poder y la reproducción
ampliada de capital. Todo lo demás, al interior de estos márgenes, puede estar
permitido, incluso si se logra en pugna con las políticas vigentes del orden
mundial y del sistema financiero internacional. Lo que está permitido es la
querella por los términos de relaciones de intercambio; de ninguna manera, el
cuestionamiento a las estructuras de poder definidos.
En parte, se puede decir, que asistimos a la
reiteración del drama de las “revoluciones”, particularmente de los gobiernos
reformistas, ahora llamados progresistas. En principio pueden tener buenas
intensiones, creer en la certeza de su realismo político, encaminarse en
reformas de impacto; empero, en la medida que forma parte de una maquinaria
chirriante, acoplada, del Estado, cuyas lógicas inherentes escapan a los
ocupantes de turno; ellos terminan convertidos en engranajes de esta
instrumentalidad estatal. Los márgenes de maniobra dejan de ser tales, se
convierten en los márgenes de lo ilícito en el marco de lo lícito. Los
individuos terminan optando por salidas privadas. Quizás nunca lleguen a saber
en qué momento dieron el primer traspié que los arrastró a la vorágine de la estafa. Enmascarados ,
llenos de escudos, tienden a usar retoricas con pretensiones de radicalismo,
creyendo, en el fondo, que lo que hacen, puede estar permitido, mientras se
siga sosteniendo la lealtad al “proceso”, compartiendo una figura desvencijada
del “proceso”, como fatalidad o como finalidad.
Conclusiones
1. No se sale de la trama política, inscrita
como formato, si no se teje otra trama.
2. Para que las composiciones de las dinámicas
moleculares de la potencia social, para que las fuerzas constituidas por la
potencia social, no sean capturadas por las redes institucionales del poder, es
menester la desmesura y la proliferación abundante de las líneas de fuga.
3. La organizaciones sociales no son, de por
sí una garantía, para resistir a la atracción del poder, del polo ficticio del
poder, que se alimenta de potencia social. Es menester que la movilización
pueda atravesar los límites de las representaciones, que son otras prácticas,
delegadas, de las formas polimorfas de poder.
4. Para mantener la permanente creación de la
potencia social, es menester mantener abierta, de manera permanente, la
capacidad inventiva, la flexibilidad de las composiciones y organizaciones
sociales, haciendo recaer el condicionamiento en la facultad dinámica y
participativa, no en los efectos molares, estadísticos, orgánicos e institucionales.
5. El polo ficticio del poder, las
instituciones imaginarias, deben ser absorbidas por el polo “real”, la potencia
social. Esto puede ocurrir en transiciones continuas emancipadoras y
liberadoras.
6. La caída de la potencia social, de las
fuerzas y composiciones de la potencia social, de la movilización prolongada
boliviana, en las redes institucionales del Estado-nación, se debió a que las
anteriores condiciones de posibilidad no se cumplieron.
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