Represión y terror: la alianza que le permitió el triunfo
a Erdogan
2 de noviembre de 2015
Por Leandro Albani.
Las elecciones en Turquía se realizaron en un clima de plena
tensión. Erdogan logró su objetivo de aferrarse al poder a costa de la
represión
La represión permanente, el encarcelamiento de militantes de
izquierda, el cierre de medios de
comunicación opositores en apenas cuatro días, el asesinato de ciudadanos
kurdos -periodistas incluidos-, el asedio y ataque de las fuerzas de seguridad
a poblados y aldeas en el sureste del país, un atentado en Ankara que dejó más
de 100 muertos y el despliegue del terror y la psicosis entre los pobladores,
fueron las acciones que el presidente Recep Tayyip Erdogan y su partido, el AKP,
aplicaron y utilizaron desde junio pasado cuando las urnas se habían cerrado
ante ellos.
Desesperado por mantenerse en el poder, el presidente turco no
dudó en la estrategia a seguir frente al revés electoral: militarizar el país,
generar miedo en la población y llevar a la República turca al borde del
colapso interno. Desde junio hasta ayer, Erdogan no aplicó un plan organizado
desde una cabeza perversa, sino un minucioso y clásico manual que los sectores
de derecha, a nivel mundial, han sabido construir en todas estas décadas.
Porque el objetivo del mandatario turco es profundizar sus políticas
neoliberales, tender redes con los grupos más conservadores dentro del mundo
musulmán y combatir todo rasgo de progresismo en Medio Oriente.
Las elecciones de este domingo en Turquía, en las cuales el AKP
obtuvo la mayoría, no resistirían la avalancha de críticas si hubieran ocurrido
en otro país. Pero en Turquía, cuyo gobierno busca a toda costa avanzar con su
proyecto de control sobre Medio Oriente y barrer a la oposición interna,
los comicios fueron saludados por Estados Unidos y la Unión Europea. Aunque
detrás de estas elecciones un tendal de muertos y heridos lleven la marca de
Erdogan, el frenético dirigente islamista que pretende hacer de su tierra un
nuevo Imperio Otomano.
Con el 97% del escrutinio completo, el partido gobernante obtuvo
49,35 por ciento de los votos, superando con creces el magro resultado de los
comicios de junio pasado. De esta forma, la agrupación comandada por Erdogan
logró 316 diputados y la posibilidad de conformar un nuevo gobierno sin
convocar a las principales fuerzas políticas. En las elecciones pasadas, el AKP
discutió una posible administración de coalición con el MHP (ultraderecha) y
CHP (socialdemócrata), pero echó por tierra esta posibilidad.
Abocado a conseguir el control total, Erdogan desplegó una
política de terror, principalmente en la región del Kurdistán turco, donde se
levanta la principal resistencia a su gobierno. Con la excusa de combatir al
“terrorismo”, el AKP cometió atentados, como en la ciudad de Suruc, y acusó al
Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) de ser el responsable de
absolutamente todos los males de Turquía. Mientras tanto, dejó el terreno libre
para que los mercenarios del Estado Islámico (EI) utilizaran la frontera con
Siria como retaguardia y vía para el reabastecimiento de armas y tráfico de
petróleo.
Aunque el AKP obtuvo la mayoría parlamentaria, al gobierno de
Erdogan no le alcanza esa cifra para reformar la constitución de forma directa,
una de sus principales propuestas, que tiene un fuerte rechazo en la sociedad.
En segundo lugar en los comicios quedó CHP, que mantiene el 24,7%
de los votos y un total de 134 parlamentarios. El tercer partido que tendrá
representación parlamentaria es el HDP (Partido Democrático de los Pueblos,
conformado por el movimiento kurdo, sectores de la izquierda turca y
movimientos sociales), con el 10,3% de los votos y 59 escaños. Por último, el
MHP tuvo un retroceso del 16,29 al 11,97%, obteniendo 41 diputados.
Conocidos los resultados de los comicios, el co-presidente del
HDP, Selahattin Demirtas, aseguró que no se trató de una votación en igualdad
de condiciones. El dirigente denunció que su partido no pudo hacer una campaña
normal a raíz de los ataques sufridos. “El pueblo turco no recibe estos
resultados con alegría –agregó Demirtas-, incluso si un partido político ha
recibido el 50 por ciento de los votos. ¿Por qué? Porque muchas personas en
Turquía, en la actualidad, viven con miedo. Nadie sabe hasta dónde puede llegar
el partido gobernante”.
En la jornada electoral no faltaron inconvenientes, denuncias y
fuerzas de seguridad con órdenes de reprimir.
El diario turco Hurriyet Daily News denunció que varios de los
observadores electorales en Ankara y en Estambul denunciaron las presiones del
gobierno para firmar reportes en blanco sobre la situación en sus centros de
votación. Por su parte, la delegación catalana de observadores invitada por el
HDP reveló que la policía turca les impidió el acceso a los colegios
electorales. Eulàlia Reguant, diputada catalana de la CUP, declaró “que las
autoridades solo dejaron acceder a los observadores del OSCE (Organización para
la Seguridad y la Cooperación en Europa), invitados por el gobierno y que son
40 personas para todo el país”.
En Diyarbakir, capital del Kurdistán turco, la policía no perdió
el tiempo y cuando los pobladores salían a las calles para festejar los
resultados obtenidos por el HDP, arremetió con gases lacrimógenos para
dispersar a las personas. En la localidad de Van, las fuerzas de seguridad
atacaron a quienes esperaban para ejercer su derecho al voto, según informó la
agencia ANF. Al
cierre de esta edición, una explosión en la ciudad de Mardin había dejado como
saldo 25 personas heridas, cuatro de ellas de gravedad.
Mientras esto sucedía, Erdogan disfrutaba de los resultados que lo
confirmaban como presidente, pero también como uno de los peligros más latentes
para todo Medio Oriente.
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