Aranguren, el
fusible de los CEOs
15 de junio de 2016
Publicado por Observatorio Petrolero
Sur (OPSur)
El
lunes 6 varios barrios de Buenos Aires amanecieron cubiertos de afiches con la
cara del ministro de Energía, Juan José Aranguren, y un mensaje que decía: “Y
tú te vas, te vas, te vas”. Los afiches, que no llevaban firma, fueron el punto
más alto de una campaña que se había iniciado algunas semanas atrás,
fuertemente agitada por los medios
hegemónicos. A través de estos se hablaba de un quiebre en el gabinete
macrista, en donde el ex CEO de Shell habría quedado aislado -a tal punto que
habría presentado su renuncia en dos ocasiones- debido a que desde el gobierno
se lo culpaba de haber planificado mal las subas de gas y electricidad,
volviendo a agitar el fantasma de la conflictividad social. El objetivo de ese
discurso no era otro que desviar la atención sobre la mala política energética
hacia su principal responsable. Así, el tarifazo podía explicarse no como una
política de Estado, sino como un mal cálculo de Excel del ministro Aranguren,
convertido en un fusible que en el momento más conveniente puede saltar.
Felipe Gutiérrez
- La cronología del
tarifazo se inicia el 25 de enero, cuando a través de la Resolución 6/2016 se
retoma un definición de precios del Mercado Eléctrico Mayorista en base a
criterios económicos, tomando como referencia el precio sin subsidio a $1.427
por megavatio/mes, lo que en la práctica significó un aumento del 345%. Esta
medida fue acompañada de otras subas, como la de las naftas, que en mayo
acumularon una alza de 31% en 5 meses. Si la implementación del aumento de los
combustibles fue gradual (6% en enero, marzo y abril, más el 10% de mayo), con
el gas la política fue directamente de shock. El gobernador chubutense Mario
das Neves mostró boletas con un aumento de 1800% en su provincia, durante una
reunión entre Aranguren, el ministro del Interior Rogelio Frigerio y los
gobernadores patagónicos.
El objetivo de fondo del tarifazo es mantener
los programas de estímulo a las empresas operadoras, a través de una
transferencia de US$4 mil millones pagados por las y los usuarios y ya no por
el Estado. En materia de precios
la ruptura con la política de precios del kirchnerismo es evidente. A través de
subsidios estatales las boletas de luz, agua y gas estuvieron virtualmente
congeladas durante una década.
Sin embargo, el
plan macrista sostiene dos lineamientos del kirchnerismo.
·
El primero es el estímulo a las operadoras, que tuvo su inicio
en 2008 con el Programa Gas Plus que posteriormente sería complementado con
otros planes de incentivo a la extracción. En sintonía, el 18 de mayo el
Ministerio de Energía creó el Programa de Estímulo a los Nuevos Proyectos de
Gas Natural. En el texto de la resolución su objetivo es
bastante explícito: “resulta necesario continuar con los programas impulsados con miras a incrementar en el corto
plazo la producción de gas”, consigna. De este modo las empresas que no
hubieran sido beneficiarias de los anteriores planes de estímulo, recibieron el
compromiso del Estado de ser compensadas hasta alcanzar el valor de 7,5 dólares
el millón de BTU “en el caso que el beneficiario no hubiera recibido dicho
valor por la venta del gas en el mercado interno” (Resolución 74/2016). Este
anuncio fue acompañado por un alza de los precios del “gas viejo” en boca de
pozo [1].
·
Por otra parte, el sostenimiento de los
valores pagados a las operadoras mediante el incremento a los y las usuarias
fue la base de la política de precios de combustibles que sostuvo el Estado
Nacional desde la renacionalización parcial de YPF en 2012. Entre mayo de ese
año y diciembre de 2015 se aplicaron 24 aumentos de precios a los productos de
YPF, lo que significó una suba de, por ejemplo, un 137% de la nafta super en
Capital Federal, mientras que en Mendoza el aumento fue de un 154%[2].
Si bien la suba es similar a la del dólar, va totalmente en contra de los
precios internacionales del barril de petróleo que, según el indicador de referencia
WTI, era de US$106,1 en mayo de 2012 y de US$41,8 en diciembre de 2015, cuando
asumió Macri. De este modo, el gobierno de Cristina Fernández desacopló el
petróleo del valor internacional, creando el “barril criollo”, uno de los más
caros del mundo. Su objetivo era sostener el efímero “boom de Vaca Muerta” que
se vio fuertemente amenazado por la baja del precio del petróleo. No solo los
puestos de trabajo sino que la totalidad del proyecto -principal y casi única
salida a la crisis energética que esbozó el kirchnerismo- estuvo en entredicho
debido a que por sus fuertes costos es “marginalmente rentable” solo con un
barril a US$84, en palabras de Galuccio. Según cálculos realizados por el
diario Rio Negro, esta transferencia de los consumidores a las petroleras
significará unos US$ 6 mil millones durante 2016 (Rio Negro, 17/01/2016).
“Es la política,
pavote”
La reacción al
tarifazo comenzó en los lugares más fríos del país. El 25 de mayo cerca de 3
mil personas marcharon bajo la lluvia en Bariloche
para manifestarse en contra de las subas. Días antes habían presentado un
amparo con más de 32 mil firmas, buscando retrotraer las tarifas al valor de
marzo. Similares acciones legales se repitieron en todo el país. También
reaccionaron otros sectores como el comercio y la industria, que según la Unión Industrial
Argentina (UIA) perderían unos 200 mil puestos de trabajo
producto de la suba de los servicios. Y aunque Aranguren sostuvo que este era
un reajuste gradual y no un shock, a los trabajadores de la recuperada cerámica
Zanon no les quedó tan claro eso cuando llegaron las facturas de gas (que
aumentó de $ 700 mil a casi $ 8 millones en un mes) y electricidad, (de $ 360 a $ 800 mil) teniendo que
destinar cerca de 9 millones de pesos a servicios; el triple de lo que la
gestión obrera reparte como sueldos.
De manera tardía, a
comienzos de mes, el gobierno retrocedió en algunas de las medidas: puso un
tope de 400% a la suba en el sector residencial y 500% en el comercio. En el
interin una serie de declaraciones públicas tanto desde el
gobierno como de la oposición, así como la filtración de un supuesto
acorralamiento del gabinete al ministro, buscaban situarlo a Aranguren como
único responsable del tarifazo. A esto abonaban sus
antecedentes: no sólo proviene de Shell, sino que es sinónimo de Shell
Argentina. Luego de trabajar 37 años ahí, recibió $16 millones en acciones de
la multinacional, que casualmente tuvo amplios beneficios con el nuevo
gobierno. Primero porque su filial Shell Western se adjudicó siete de las ocho
licitaciones de contratos de barcos de gasoil para este invierno; y luego por
el contrato de compra de gas a Chile -que a su vez se lo compra a la British Gas , empresa
de Shell- a US$ 6,9 el millón de BTU, un 128% más caro que el gas boliviano.
Aranguren se defendió señalando que no hay incompatibilidad pues sus acciones
son de Shell Internacional y no de su filial Argentina y que todas las
decisiones que involucraron a operadoras, fueron firmadas por subalternos. A
estos antecedentes se suma su particular estilo de afrontar el conflicto, como
cuando justificó las subas frente al Intendente de San Martín, diciendo que
“tenía una planilla de Excel que cumplir”.
En efecto la
planilla fue llenada de manera particular. Arrojó subas similares en hogares de ingresos muy
dispares sin
considerar que este aumento golpea distinto a los presupuestos familiares, aún
cuando porcentualmente sea lo mismo. De igual manera con las empresas, mientras
las grandes pueden recomponer su presupuesto a partir de la suba de los
servicios, el impacto sobre los empleos en las medianas y pequeñas es mucho
mayor. Aún más gráfico es que no se hayan tenido
consideraciones geográficas para limitar las subas, tomando en
cuenta las grandes diferencias de temperatura en una punta del país y la
otra.
Sin embargo, el problema no pasa por una mala
planificación -aunque el tarifazo
demuestre los límites de la política de Excel- ni
sólo porque el ministro sea un representante de las empresas -aunque los riesgos están a la vista y
siendo denunciados penalmente- si no que tiene que ver con una abierta política de
beneficio (“estímulo”) a las grandes corporaciones con el objetivo de atraer
capitales.
Ese proceso puede
ser rastreado en las políticas de fomento al extractivismo, pilar económico de
la gerencia macrista. La trilogía aumento de los subsidios a las petroleras +
quita a las retenciones al campo[3] ($16 mil millones en 2015) y la
minería ($3300 millones) + fin del cepo, evidencia una
política orientada a asegurar la estabilidad financiera de los sectores
concentrados que controlan las principales actividades extractivas del país,
con particular énfasis en la
exportación. En ese sentido hay una suma de decisiones que
son ideológicas y que van más allá del problema de pesos más o pesos menos.
Esta concepción
quedó en evidencia cuando el Ministerio de Energía lanzó los pliegos de lo que
será la licitación de proyectos de energía renovables. El modelo elegido busca
la construcción de megaproyectos y las condiciones entregadas sólo pueden ser
cumplidas por las grandes corporaciones internacionales de la materia. No
sólo el modelo extractivo del macrismo, sino el que lo sustenta, el energético,
busca ser concentrado y de alto impacto socioambiental.
Volver al mundo
En esa misma línea
está la importación de gas por Chile, que es un negocio caro y no demasiado
relevante para el escenario energético nacional. Sin embargo sus razones se
explican más allá del posible enriquecimiento indirecto que le puede generar a
un ministro. El negocio no está solo en el gas sino en a quién se le está
comprando, en este caso a Chile, país que es visto como modelo por la
administración macrista, en particular por su apertura comercial[4].
El ministro de Energía chileno, Máximo Pacheco destacó que la firma del acuerdo
es el “inicio de una nueva etapa en la integración energética entre Chile y
Argentina”. Macri viajará a ese país durante la primera semana
de julio para sumarse como observador en la reunión de la Alianza del Pacífico,
instancia multilateral conformada por México, Colombia y Perú, además de Chile,
que se ha transformado en el principal espacio regional de interlocución con
EEUU. hasta el punto de sumarse al Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica (TPP) a través del cual Washington pretende aumentar su influencia en
la región.
Aunque por el
momento el Mercosur seguirá siendo la principal referencia continental de
Argentina, remplazar gas boliviano por la importación desde Chile es una señal
muy clara. En última instancia Macri
pretende sumarse al TPP, para abrir una nueva época de acuerdos comerciales.
Además, antes de ir a Chile, participará en un foro empresarial en Colombia, y
después se embarcará a Bélgica para agilizar las
negociaciones de un posible Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el
Mercosur, gestiones que hasta antes de su victoria electoral
estaban congeladas. La movida chilena, entonces, no es un abandono del espacio
Mercosur, sino una diversificación de mercados (antes les llamábamos países).
Es este marco político
el problema que se plantea hoy en materia energética, donde la permanencia de
Aranguren no es anecdótica, pero su eventual destitución sí. En definitiva, el
problema no es que Aranguren tenga poco tacto político, como dice Clarin, ni sólo
es problemática su incompatibilidad para ejercer cargos públicos. El fondo del
asunto es la reorientación extractiva de Macri que, como escribió en su
Facebook, se prepara para esa “Argentina que viene”, que “vuelve al mundo”.
Fuentes Consultadas:
Ministerio de Energía
y Minería (18/05/2016) Resolución 74/2016, Programa de Estímulo a los Nuevos
Proyectos de Gas Natural. Creación
Río Negro, 17/01/2016
(Javier Lojo) Subsidios a petroleras suman más de u$s 6.000 millones
[1] Los programas
estímulo durante el kirchnerismo estaban destinados a la perforación de nuevos
pozos o la reactivación de los que estaban paralizados. Si bien el macrismo le
da una continuidad a esa política, también subió los precios para los pozos que
ya están en producción.
[2] Datos obtenidos de la
página web de la Confederación de
Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines y del diario Los Andes
[4]Aunque la economía argentina es dos veces más grande que
la chilena, recibe solo un 25% de los capitales extranjeros que ingresan en ese
país (Cepal, 2015)
Fuente: http://www.opsur.org.ar/blog/2016/06/15/aranguren-el-fusible-de-los-ceos/
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