Elecciones en Perú
y
el autoritarismo de la anti-política
4 de junio de 2016
Por Andrés Emiliano Sierra
Martínez (Rebelión)
Frente a la segunda vuelta de las elecciones en el Perú se
presenta una situación en la que las alternativas electorales no son muy
alentadoras. Los horizontes de posibilidad ante la elección de uno u otro
candidato van de acuerdo a la consolidación de la política económica neoliberal
y el modelo neo-extractivista. También está en juego otro elemento importante
que vuelve llamativas las elecciones: el papel de Keiko Fujimori, hija del
ex-mandatario Alberto Fujimori, como la principal candidata a ganar la
contienda1. Aunque Alberto Fujimori se encuentra
preso todavía debido a los crímenes que cometió durante su presidencia, y a
pesar de que Keiko argumenta que su mandato sería diferente al de su padre, el
retorno del fujimorismo a la presidencia después de 16 años es una razón de
alarma no solamente para la población peruana sino para toda la región.
La alternativa electoral al retorno del
fujimorismo es la representada por Pedro Pablo Kuczynski, favorito de los
financieros, miembro de las facciones conservadoras en el país, y perteneciente
a la élite empresarial vinculada con intereses de capital extranjero. En
efecto, antes de su carrera política, Kuczynski estuvo involucrado en la
dirección de proyectos para diferentes corporaciones de capital privado,
principalmente en Estados Unidos. Este empresario incluso ha participado al
menos en una reunión del grupo Bilderberg2, y se mantiene cercano a los grandes
inversiones privados, interesados en ingresar al país por medio de
importaciones directas de capitales y la eliminación de toda restricción al
libre flujo de sus recursos.
Por lo tanto, en términos de propuestas de la
política económica y organización de la matriz productiva del país no existen
grandes diferencias entre los candidatos. Todo apunta hacia el hecho de que el
extractivismo, especialmente llevado a cabo por el sector minero, se mantenga
en el Perú como forma de generación de ganancias y acumulación de riquezas en
unas cuantas manos, a costa de la devastación ecológica y el despojo a las
comunidades locales (Castillo, 2011; Gudynas, 2011; Roca-Servat, y Palacio,
2016; Verdum, 2010; Zibechi, 2015). La coyuntura parece estar entonces en
términos de la determinación del grupo político que se volverá cercano al poder
en el Perú para hacer valer sus intereses incluso personales, ya sea el grupo
de Fujimori o el de Kuczynski, con sus respectivas alianzas.
De manera que, más allá de cualquier propuesta
política de fondo para la estructuración productiva del país, la cual es un
elemento no sometido a críticas y alineado con los intereses de élites con
vínculos transnacionales, se está presentando una polémica en torno a las
figuras personales de los candidatos y lo que significan. Es alrededor de las
personalidades y trayectorias individuales de los candidatos que se presentan
las verdaderas diferencias entre las alternativas a la presidencia, por lo que
la política en tanto discusión consciente de los problemas públicos y
organización de bases para el ejercicio del poder pasa a segundo plano. Nos
encontramos ante un escenario en el que son los grandes líderes acompañados de
sus grupos de expertos, y no los pueblos organizados, los que toman las
decisiones que orienten el rumbo del país.
Neoliberalismo y la negación de la política
La situación que se presenta es una entonces
en la que el elemento político, como dimensión de la vida social que tiene que
ver con los problemas comunes y la organización comunitaria de los asuntos
cruciales para la vida y reproducción de los pueblos, se deja fuera de las
discusiones. Esto excluye tanto a los frentes amplios disidentes como a las
fuerzas organizadas en torno a partidos tradicionales en favor de las
camarillas de expertos. La negación de la política como discusión emprendida
por el pueblo organizado en torno a sus problemas busca dejarse fuera, al más
puro estilo del modelo neoliberal de toma de decisiones.
Desde la década de los noventa han entrado en
desprestigio los partidos políticos tradicionales, en un momento de crisis de
la forma clásica de hacer política (Ferrero, 2014). Esta situación ha tenido
como correlato el hecho de que para las elecciones se formen frentes políticos,
impulsando proyectos asociados a grupos de poder no necesariamente organizados
en un partido político. Aunque esto abriría la puerta para la participación
ciudadana amplia y en contra del monopolio electoral por los partidos
tradicionales, ha devenido en una completa des-potenciación de la política de la
organización popular en favor de la anti-política de la élite empresarial.
El retorno del fujimorismo a la escena
principal de las elecciones en el Perú también habla de una completa negación
de la política en favor del autoritarismo elitista como modelo de gobierno. En
efecto, el juego democrático abre la posibilidad de que los aliados y
principales beneficiarios de la dictadura tomen el poder, manteniendo la
situación de privilegio que les otorgaba un gobierno autoritario, y pasando por
encima de la gran mayoría de la población explotada, desplazada, o incluso
asesinada por el modelo de acumulación de capital que perpetúa el poder de las
élites. La anti-política neoliberal es una de toma de decisiones en manos de
las élites, en detrimento de cualquier forma de organización, tradicional o
alternativa, que involucre amplias cantidades de ciudadanos informados y
movilizados. Al final del día esta forma de ejercicio del poder protege a los
dictadores, reflejando una serie de características pertenecientes al modelo de
gobierno autoritario y excluyente.
La negación de la política discusión incluso
en torno al posible indulto al ex-presidente Alberto Fujimori busca ser
despolitizada por su hija Keiko. En efecto, cuando cuestionada sobre el posible
indulto a su padre si es elegida, la candidata señaló que el tema del perdón y
liberación de su padre se resolverá en espacios jurídicos y legales, mas no los
políticos3. Nos encontramos claramente con el
autoritarismo la anti-política cuando se presentan discursos en los que la vía
política se descarta como espacio para decidir respecto de un asunto sumamente
político como es el excarcelar a un político acusado de violaciones graves a los
derechos humanos durante su gobierno, durante el cual no está de más decir que
también impulsó las reformas pertinentes para la implantación del modelo de
política económica neoliberal en el Perú.
Elecciones en una sociedad post-conflicto
Frente al posible indulto de Fujimori las
leyes se convierten incluso en instrumentos de protección a las élites,
desmantelando la política de defensa a los derechos humanos y dejando todo el
agravio cometido contra las víctimas de la dictadura como un asunto resuelto. Al
señalar que la vía jurídica y legal será la forma de resolver el tema de la
libertad de su padre, Keiko Fujimori deja de lado la importancia de la
participación de un pueblo organizado para decidir en torno a su memoria misma,
y la forma de sancionar su propio pasado. En medio de una situación en la cual
no ha sido para nada satisfactoria ni radical la reparación de los daños
producidos por la guerra y la dictadura, se plantea el perdón de los culpables.
Esto se presenta como una afrenta más a la
población asesinada y violentada por la dictadura, en su mayoría campesinos e
indígenas, históricamente pisoteados por las élites peruanas. En efecto, la
des-potenciación de la política como vía para la resolución de este tipo de
conflictos está por lo tanto acompañada de la negación de toda una serie de
consecuencias y problemáticas representadas en el Conflicto Armado Interno
(CAI) de las décadas anteriores. Siguen existiendo desaparecidos en el Perú, y
gente que los busca incansablemente. Siguen siendo reales los asesinatos, las
violaciones, las torturas llevadas a cabo por el ejército durante los años del
CAI. El retorno del fujimorismo al poder, y el posible indulto del antiguo
presidente representan un carpetazo definitivo a la búsqueda de justicia.
La guerra y su desenlace en la dictadura es
claramente una cuestión política, que no se puede resolver des-potenciando a la
política en favor de la vía jurídica, a la manera que desea Keiko Fujimori, en
una abierta negación histórica de que el país está en una situación de
post-conflicto con muchos asuntos aún por resolverse (Arce, 2013; El Comercio,
2015; Pérez, 2015). Hoy se pretende reanudar la vida política de una sociedad
post-conflicto llevando a cabo elecciones con normalidad y dejando de lado
incluso los elementos más terribles que han conducido al conflicto mismo dentro
de una sociedad. La coyuntura actual es también producto de los acontecimientos
que sacudieron al Perú en las últimas décadas, y no puede ser negado,
despolitizado u olvidado a la manera buscada por la anti-política autoritaria
de las élites.
Uno de los elementos detrás del regreso del
fujimorismo al poder es la desarticulación de la memoria popular, dejando fuera
la política de espacios claros de resistencia, en favor de una desmemoria
manipulada. Esta desmemoria se vuelve puerta de entrada a la impunidad de
dictadores como Alberto Fujimori y sus aliados que corrompieron el sistema
político peruano y lo manipularon en favor de la élite del poder. El olvido
también implica la impunidad de todos los militares que cometieron infinidad de
crímenes en contra de la población durante el CAI, así como durante la
dictadura.
Con todo, en el Perú hay un sector de la
población que se ha movilizado para manifestar públicamente su repudio al
fujimorismo y su posible retorno a la presidencia4. Este es un elemento no menor, pues
frente a las posibilidades de indulto de los responsables de tanto sufrimiento
en el país durante la dictadura hay grupos que se organizan para recordar, y
para anunciar a la población el peligro del olvido. La organización de sectores
populares cada vez más amplios se convierte en un medio para combatir la
impunidad, así como para buscar que las conquistas del pasado se mantengan y
profundicen.
Organización contra el autoritarismo y la
desmemoria
En efecto, una respuesta frente a la negación
autoritaria de la política como vía para la resolución de conflictos pasados y
para la definición del futuro nacional, es la organización radical de las bases
populares. Frente a la exclusión de las formas de lucha política tradicionales
y alternativas en favor de las élites en el espacio electoral, es crucial
disputar todos los espacios de participación establecidos, luchando por una
forma de tomar decisiones radicalmente democrática. También se vuelve
importante generar nuevos espacios de lucha y ejercicio del poder, que sean
capaces de mantener viva la memoria para que se castigue a los asesinos, e
incluso de cuestionar con profundidad el modelo neo-extractivista de
devastación de los territorios y la población que se busca implantar pase lo
que pase en las elecciones.
La coyuntura peruana requiere de politizar la
memoria, radicalizar la participación ciudadana, y politizar la toma de
decisiones en torno a la dinámica productiva del país. Para esto es
fundamental, y vale la pena repetirlo las veces que sea necesario, impulsar la
organización de diferentes actores para generar estructuras de ejercicio del
poder desde las bases. El autoritarismo se mantiene con vida por el olvido de
las víctimas en favor del perdón de los dictadores, y por cooptación del
ejercicio de la política por las camarillas de expertos y la élite del poder.
Frente a la anti-política del personalismo y la desmemoria, la organización
radical de las bases explotadas, ultrajadas, y desposeídas, se convierte en
espacio de una resistencia viva.
Frente al ejercicio de una política
autoritaria y excluyente, favorable al modelo económico neoliberal, la
participación de la población se amplia por medio de la organización para la
lucha política. Al final de la jornada, la mayor derrota es pensar que no se
puede hacer nada más allá de las boletas electorales, y que todo está dicho con
el resultado de una elección cargada del personalismo vulgar del protagonismo
elitista. La resistencia frente a la dictadura empieza por el ejercicio
colectivo de una memoria politizada en las organizaciones populares, que se
convierta en punto de partida para la transformación de una sociedad en la cual
hay todavía un largo camino que recorrer hacia la justicia.
Notas: (...)
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213073
s.
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