A 20 años de la primera pueblada de Cutral Co y
el nacimiento de los piqueteros
21 de junio de 2016
Un
nuevo aniversario de las jornadas que marcan el nacimiento de un actor político
central para entender las últimas décadas de Argentina. El historiador Ariel
Petruccelli propone una crónica de los hechos de aquella semana que ubicó la
rebeldía de Cutral Co en la arena nacional.
Por Ariel Petruccelli en
8300 Web
Luego del traumático
proceso hiperinflacionario que puso fin prematuramente al gobierno de Alfonsín,
bajo el mandato de Carlos Menem se aplicó la más dura de las baterías de
recetas neoliberales conocidas hasta entonces en la Argentina. Se
privatizó un importante número de empresas públicas y la desocupación creció
exponencialmente. La resistencia social, política y sindical a las
privatizaciones fue sistemáticamente derrotada. En parte por complicidad de la
burocracia sindical, en parte por el efecto “disciplinador” de la
hiper-inflación, en parte por debilidad de la propia resistencia. Como sea, en
la primera mitad de los años noventa las reformas avanzaban raudamente, las
huelgas de resistencia eran aplastadas y el creciente número de desocupados
carecía de organización y de vías de acción por las que canalizar sus urgentes
reclamos.
Pero en 1996, una
original acción de masas inventaría el método, el nombre y la simbología de un
nuevo actor clave en la resistencia al neoliberalismo: los desocupados en
rebeldía. En la helada estepa patagónica nacían los Piqueteros. En sus rasgos
fundamentales, la historia fue así.
En la noche del 19 de
junio de 1996 el gobernador Sapag anunció la ruptura del contrato con la
empresa canadiense “Agrium” para construir una planta de fertilizantes. El
acuerdo había sido firmado por el anterior mandatario: Jorge Sobisch. Se
trataba de un contrato leonino: el Estado cedía los terrenos y la provisión de
agua y energía eléctrica, renunciaba a las regalías gasíferas del yacimiento
“El mangrullo” y, como si ello fuera poco, se comprometía a invertir 100
millones de dólares para la instalación.
Los pobladores de las
localidades de Cutral Co y Plaza Huincul no conocían en detalle los términos
del acuerdo; pero la construcción de la planta suponía empleo temporario para
unas 1.500 personas, más unos doscientos puestos permanentes. La desaparición
de estos largamente esperados puestos laborales encendió la mecha de la
rebelión, en unas localidades en las que la desocupación se había convertido en
una verdadera plaga.
La privatización de
YPF, la antigua empresa petrolífera estatal, había dejado en la calle a unos
4.000 trabajadores en una zona donde prácticamente no había otra fuente de
trabajo remunerado. A dos años de la privatización las indemnizaciones se
habían evaporado y en ambas ciudades había un tendal de desocupados, mientras
la pobreza se extendía como una mancha de aceite.
En la mañana del 20 de
junio de 1996 Radio Victoria, una FM cutralquense, trasmitió la noticia de la
ruptura del acuerdo con la empresa canadiense y abrió sus micrófonos para que
los oyentes dieran sus opiniones. Su papel fue muy importante para la
convocatoria de lo que a la postre sería una pueblada.
Poco a poco la
población se va plegando a los llamados, y empieza a prender la idea de
concentrar en la ruta, tentativamente frente a la Torre petrolera ubicada en el
acceso este de Plaza Huincul, sobre la ruta nacional Nº 22. Hacia las cuatro de
la tarde la gente comenzó a ganar masivamente la ruta.
En la convocatoria
inicial y en los primeros momentos de instalación de los piquetes, jugaron un
rol los “punteros” de la línea blanca del MPN, y en particular el ex-intendente
Grittini. Su objetivo era crearle un conflicto a Sapag, siguiendo la lógica del
enfrentamiento encarnizado que por entonces imperaba dentro del partido
gobernante. Sin embargo, el proceso se les fue rápida y completamente de las
manos. Hacia las 20 horas improvisadas reuniones sobre el terreno habían
decidido que el corte de la ruta sería total.
Para cortar la ruta se
improvisaron barricadas con piedras y escombros, y se incendiaron neumáticos,
cuyo fuego servía también para combatir las bajísimas temperaturas del helado
invierno patagónico. Los lugares donde la ruta estaba cortada fueron bautizado
con un nombre que haría historia: “piquete”. Quienes bloqueaban la ruta eran,
pues, los “piqueteros”.
La protesta de Cutral
Co y Plaza Huincul no fue exclusivamente una acción de desocupados. Los
comercios apoyaron cerrando sus locales o enviando víveres, y una gran cantidad
de instituciones civiles se plegaron a la medida. Miles de
personas se concentraban en la ruta: llegaban caminando, en bicicleta o en
automóviles. Ello no obstante, eran básicamente desocupados los que montaban
guardia en los más de veinte piquetes, alimentaban con neumáticos las hogueras
de la rebelión, y se enfrentaban a los camioneros y automovilistas que
pretendían pasar.
Poco a poco sobre las
rutas se fue formando una interminable fila de camiones atascados. El jueves 20
de junio por la noche, ya nadie salía y nadie entraba de Cutral Co y Plaza
Huincul.
El viernes, a las 8 de
la mañana la Municipalidad de Cutral Co dispuso asueto. La siguieron la Cooperativa Copelco
(electricidad) y la comuna de Plaza Huincul. Se suspendió la actividad de los
establecimientos escolares. Rutas cortadas, aeropuerto paralizado, escuelas y
comercios cerrados, tal era el panorama imperante en la comarca petrolera
cuando comienza a cobrar fuerza un reclamo que parecía ser el punto de acuerdo
de todos los manifestantes: ¡Que venga Sapag!
Entre tanto, las autoridades
provinciales comenzaban a tomar nota de lo que sucedía. Sapag, con muy poco
tacto, echó más leña al fuego manifestando que ni él ni ninguno de sus
funcionarios viajaría a Cutral Co mientras hubiera “insubordinación”, y que no
negociaría con delincuentes. Lejos de comprender que lo que tenía en frente era
una auténtica pueblada, Sapag veía la realidad bajo el lente deformante de la
interna partidaria: para él todo era una zancadilla montada por los “blancos”.
Durante las seis
primeras horas del sábado 22 Radio Victoria, que había sido la gran convocante
de la pueblada, dejó de transmitir. La idea de su propietario –que comenzaba a
sentirse desbordado por la situación y que se creía responsable de lo que
ocurría– era descomprimir la
situación. Pero si la radio había sido el medio por el cual
la convocatoria se motorizó inicialmente, una vez que el proceso se puso en
marcha ya no dependió en absoluto de la pequeña emisora de FM. El sábado por la
mañana, lejos de descomprimirse, la protesta creció.
El domingo 23 es día
de tensa calma. Los cortes de ruta no dan muestra de debilidad. Sapag
manifiesta su disposición a dialogar, pero sólo con una delegación que viaje a
Neuquén. El obispo Agustín Radrizzani celebra una misa en Cutral Co y respalda la pueblada. Mientras
tanto, la jueza federal Margarita Gudiño de Argüelles toma cartas en el asunto,
al tiempo que crecen los rumores de un eventual desalojo violento a cargo de
fuerzas de gendarmería.
El lunes 24 es un día
de angustia y agitación. La jueza ya ha redactado la orden de desalojo y
solicitado al ministro del interior, Carlos Corach, el envío de los gendarmes.
Una multitudinaria asamblea tiene lugar en la Torre. Algunos
–entre los que se contaban ambos intendentes– opinan que hay que enviar una
delegación a la capital para negociar. Otros se mantienen firmes en el reclamo
de que Sapag negocie en Cutral Co. La asamblea no toma ninguna decisión.
El martes 25 es el día
clave. A las ocho y cuarto llegan la jueza y los gendarmes al primer piquete.
Son 400 hombres con 33 vehículos, un carro hidrante y seis perros. La noticia
de la llegada de las tropas se expande por las ciudades a toda velocidad, y
espontáneamente miles de personas comienzan a concentrarse en la Torre.
Los gendarmes pasan la
primer barricada sin encontrar resistencia. Las fuerzas represivas, sin
embargo, se topan con los primeros signos de malos augurios: el carro hidrante
queda inutilizado por una hora larga, a causa de un alambre de púas que se le
enroscó en el diferencial. Para su sorpresa, además, lo que tienen en frente es
una verdadera multitud que incluye a casi todos los segmentos y clases
sociales, y no meramente –como esperaban– una turba de desocupados
zaparrastrosos. Mientras tanto, en la Torre se discutía ansiosa y
acaloradamente las acciones a seguir. Cuando las tropas finalmente se
aproximan, comienza la refriega: un numeroso grupo de piqueteros enfrenta a
piedrazos a los gendarmes que avanzan arrojando agua y gases. Eran las 10 de la
mañana.
Nuevamente, los
represores no las tienen todas consigo: un potente viento patagónico dispersa
los gases, inutilizándolos, y vuelve contra las tropas el agua arrojada por el
hidrante. El marcial avance se detiene. Desconcertada, la jueza se dispone a
dialogar. En una combi se aproxima al núcleo de la concentración humana que
rodea la Torre. La
gente pide que la jueza salga de la camioneta para hablar. Margarita Gudiño
accede, y en un episodio memorable es prácticamente izada hasta el techo de la
camioneta por un joven cuyo rostro se halla cubierto por un pasamontañas y que
levanta a la pálida jueza tomándola de las honorables asentaderas. Margarita
Gudiño se esfuerza por disimular el temblequeo de sus rodillas y de su voz.
Finalmente, dirigiéndose a los manifestantes, se declara incompetente y se retiró
del lugar.
Entre los 20.000
manifestantes hay júbilo, algarabía. Y no son pocos los que se dirigen a
despedir a las tropas a piedrazo limpio. Pasadas las 15 los gendarmes,
humillados, se retiran definitivamente.
Con la salida
represiva descalabrada por completo, Sapag debe abandonar intempestivamente el
Encuentro de Gobernadores Patagónicos reunido en La Pampa. A las 17:30 llega
a Cutral Co y se instala en el municipio. En una conferencia de prensa anuncia
que no irá a la Torre.
Pero cuatro horas después debe cambiar su posición, aceptando
dialogar con los piqueteros en la vieja Torre de YPF. Los piquetes no se levantan,
pero se acuerda un encuentro entre una comisión de piqueteros y el gobernador
para el día siguiente.
El miércoles 26 de
junio, una comisión de piqueteros formada por 17 representantes elegidos en
asamblea, espontáneamente liderados por la hasta entonces ignota Laura Padilla,
presentan a Sapag un petitorio. Así, luego de una semana de tensión se llegó a
un arreglo por medio de la firma de un acuerdo manuscrito entre el gobernador
–muy abatido– y representantes de la pueblada.
Pasada las cuatro de
la tarde, una eufórica asamblea aprueba en la Torre el acuerdo y levanta las
medidas de fuerza. En Cutral Co y Plaza Huincul todo el mundo festeja. Pero la
alegría durará poco tiempo. Con tal de descomprimir la situación, Sapag les
había prometido a los piqueteros el oro y el moro. Pero una vez que las rutas
estuvieron despejadas los acuerdos fueron papel mojado. En la región petrolera
comenzó a crecer el descontento y a hablarse de traición. Las condiciones para
una segunda pueblada comenzaban a gestarse. Menos de un año después, el volcán
volvería a estallar.
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