Terrorismo
de estado a la veracruzana
18 de junio de 2015
18 de junio de 2015
Por Rafael de la Garza Talavera (Rebelión)
De acuerdo con la definición de Miguel Bonasso
(Terrorismo de Estado, 1990) el terrorismo de estado es “… un modelo estatal
contemporáneo que se ve obligado a transgredir los marcos ideológicos y
políticos de la represión "legal" (la consentida por el marco
jurídico tradicional) y debe apelar a "métodos no convencionales", a
la vez extensivos e intensivos, para aniquilar a la oposición política y la
protesta social, sea ésta armada o desarmada.” El ataque perpetrado el pasado cinco de junio en Xalapa en contra de ocho estudiantes de la Universidad Veracruzana
cumple sin duda con los elementos básicos de la definición citada. Veamos por
qué.
La coyuntura política en la que se dio el ataque estuvo marcada
por el proceso electoral en un municipio que claramente ha demostrado su
oposición al PRI en los últimos años. El movimiento #YoSoy132 tuvo en Xalapa la
fuerza suficiente para distinguirse en al ámbito nacional por su vitalidad y
empuje. Pero además, las acciones encabezadas por estudiantes universitarios
fortalecieron la tendencia opositora al darle el triunfo a AMLO en todo el
estado y en la capital del estado, en donde el PRI no ganó una sola casilla
para la diputación federal, triunfó ampliamente al candidato a diputado federal
del PRD. Hoy se vuelve a repetir la historia pero con Morena. Sin duda estamos
frente a un agravio para los mapaches pero sobre todo para un gobierno
acostumbrado al carro completo.
Xalapa ha sido testigo de un crecimiento importante del movimiento
estudiantil en los últimos años, particularmente en la Unidad de Humanidades en
la que se concentran las carreras de Sociología, Historia, Letras, Idiomas y
Antropología. El movimiento estudiantil ha contribuido de manera importante a
que distintas protestas tomen fuerza y sean visibles incluso fuera del estado.
Al mismo tiempo ha construido opciones de participación entre las que destacan
el Comedor Autónomo, localizado en Humanidades, así como acciones de ocupación
urbana como en su momento lo fue Casa Magnolia. Lo anterior es sólo la punta de
iceberg de una corriente crítica en el estado, encabezada por el movimiento
estudiantil, que ha generado la creación de grupos y colectivos dirigidos a la
formación política y el trabajo comunitario.
Esta vitalidad del movimiento estudiantil ha sido sin lugar a
dudas una piedra en el zapato del gobierno estatal, el cual ha respondido con
ferocidad. Baste recordar la represión llevada a cabo por fuerzas regulares
acompañadas de los habituales ‘civiles’ la noche del 15 de septiembre de 2013,
cuando estudiantes y reporteros fueron agredidos sin miramientos en la plaza
principal de la ciudad, al mejor estilo del gangsterismo político. A este hecho
habría que agregar todas las intimidaciones y amenazas sufridas por estudiantes
vía telefónica o directamente al mantenerlos ‘vigilados’ que sólo eventualmente
llegan a las páginas de los periódicos y que sistemáticamente ignoran las
autoridades encargadas de la seguridad pública.
La utilización de ’medios
no convencionales’ por parte del gobierno veracruzano para contener el malestar
social y la oposición crítica no se ha dirigido exclusivamente a los
estudiantes sino a periodistas, miembros de ONG’s y a todo aquello que esté en
contra de la dinámica estatal. El caso de las desapariciones forzadas en el
estado no puede ser excluido de la dinámica represiva así como los feminicidios
y los secuestros. Es difícil ignorar que, frente al debilitamiento de la
legitimidad de las instituciones y la necesidad de imponer la venta de los
recursos naturales del estado, las autoridades en Veracruz han decidido
utilizar todos los medios posibles a
su alcance para contener la protesta social.
En el caso que nos ocupa, el ataque a ocho estudiantes no responde
exclusivamente a una lógica determinada por el proceso electoral y la
impotencia de los dueños del poder frente a la derrota en Xalapa. En realidad
forma parte también de la lógica represiva estatal porque al perder claramente
la capacidad de responder a las demandas de la ciudadanía ha decidido echar
mano de la fuerza para salir adelante con sus proyectos políticos y su necedad
en mantener un modelo de desarrollo a todas luces incompatible con los
intereses de las mayorías.
Al final, el ataque a los universitarios demuestra no sólo la
crispación de las autoridades frente al crecimiento y organización de la
protesta social sino un odio profundo (¿odio jarocho?) hacia los estudiantes
que con su enorme vitalidad y generosidad han mantenido viva la oposición
pública al gobierno. En un estado caracterizado por los altos niveles de
violencia social y el enorme costo que implica la protesta para sus
integrantes, los estudiantes universitarios han demostrado su inquebrantable
compromiso ético, defendiendo los principios básicos de una sociedad que aspita
a la democracia como su eje central. El ataque perpetrado el pasado cinco de
junio en Xalapa contra los ocho estudiantes es un crimen de odio (la saña con
que fueron golpeados y luego la negligencia de las autoridades de seguridad
para atenderlos lo confirman), para intimidar no sólo a los estudiantes
activistas sino a todos aquellos que estén dispuestos a convertir la protesta
en un acto de dignidad. Al igual que la desaparición forzada de los estudiantes
normalistas de Ayotzinapa representa sin lugar a dudas una muestra más en la
dinámica del terrorismo de estado que vivimos.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=200100&titular=terrorismo-de-estado-a-la-veracruzana-
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