Haití
Cien años de ocupación y de resistencia
10 de agosto de 2015
10 de agosto de 2015
Por Henri Boisrolin(Brecha)
Cien años atrás, a fines de julio de 1915, tropas de Estados
Unidos entraban a Haití para evitar la instalación de un gobierno contrario a
sus intereses. Permanecerían casi 20 años, gobernando a sangre y fuego, con un
sistema muy cercano al esclavismo. Henri Boisrolin, coordinador del Comité
Democrático de Haití, recuerda esa historia.
Hay fechas en la historia de los pueblos de enorme valor simbólico
pues marcan un punto de inflexión determinante en todos los aspectos de su
vida. Es el caso de la ocupación estadounidense de Haití iniciada hace un
siglo.
En 1915, la Marina de Guerra de Estados Unidos
desembarcó en Puerto Príncipe, ocupando en pocos días las ciudades más
importantes del país y estableciendo un control militar de sus aduanas que
duraría hasta su retirada, el 15 de agosto de 1934. En aquel momento, sobre
todo entre 1911 y 1915, Haití vivía una severa crisis política: levantamientos
populares, asesinatos políticos, exilios forzados, cambios sucesivos en la
presidencia (seis presidentes tuvo entonces Haití). Aquella crisis se agudizó
con el golpe de Estado de febrero de 1915 contra el general presidente Vilbrun
Guillaume Sam. Luego de su derrocamiento, éste fue linchado por manifestantes
en las calles de Puerto Príncipe. Pero como aquel levantamiento popular contra
Sam amenazaba varios intereses comerciales estadounidenses en el país y
planteaba la posibilidad de que Rosalvo Bobo, considerado por muchos un líder
nacionalista y antiimperialista, emergiera como el próximo presidente, el
gobierno estadounidense decidió invadir para preservar su dominio económico.
El primer objetivo de la estrategia militar
yanqui fue obtener el control de los puertos marítimos y del comercio, proteger
los ingresos de los aranceles, y tomar el control directo del país.
Establecieron el Convenio haitiano-estadounidense en 1916, redactaron una nueva
Constitución en 1918 e impusieron reformas económicas en función de sus propios
intereses y un trato racista en todos los niveles de la vida.
Cabe recalcar que la tragedia no terminó con
la salida oficial de las tropas en agosto de 1934, sino que prosiguió después,
destruyendo la vida de millones de ciudadanos por varias generaciones.
El 28 de julio de 1915, fecha de desembarco de
los soldados norteamericanos, representa una bisagra que marcó la evolución de
la formación social haitiana, y, al mismo tiempo, uno de los primeros pasos del
expansionismo estadounidense en el Caribe. Salvo para los historiadores
defensores de los intereses del imperialismo norteamericano y de las clases
dominantes haitianas, queda claro para todos que esta ocupación transformó a
Haití en una perfecta neocolonia de Estados Unidos a través de un largo proceso
de destrucción –mediante una violencia inusitada– de las estructuras económicas
y disposiciones legales creadas y adoptadas desde el triunfo de la gran
revolución antiesclavista de 1804.
A partir de aquella ocupación –que sigue hasta nuestros
días bajo otras formas–, el imperialismo atribuyó a Haití, en la división
internacional del trabajo, el papel de principal productor de mano de obra
barata para sus empresas instaladas tanto en este país como en otros del
Caribe. Una razón que explica el proceso de empobrecimiento cada vez mayor del
pueblo haitiano, la destrucción de la economía rural, el hambre, el desempleo,
y el éxodo masivo de millones de personas hacia otros lugares. La ocupación, en
consecuencia, no trajo beneficio alguno para el pueblo haitiano, y fue
responsabilidad exclusiva de Estados Unidos y de sus cómplices en Haití. Todo
planteo contrario es simplemente un discurso perverso para justificar lo
injustificable.
Pasado el tiempo, no se ha podido hasta ahora
establecer fehacientemente la cantidad de víctimas de la ocupación. Varios
historiadores haitianos las cifran en más de 15 mil. Pero hubo acontecimientos
durante esos 19 años de especial crueldad. En esta lista aparecen la masacre de
campesinos en Marchaterre, la imposición de un sistema de trabajo denominado
corvée, que no era otra cosa que la vuelta a la esclavitud al suponer el
trabajo gratuito de los pequeños campesinos, por ejemplo, en la construcción de
caminos, y el terrorismo implementado por los ocupantes para vencer a la
resistencia guerrillera de los cacos. En este marco, es propicio rendir
homenaje a los patriotas que se opusieron y lucharon por todos los medios , fundamentalmente a los principales líderes
de los cacos: Charlemagne Péralte y Benoit Batraville. Éstos, a través de sus
batallas y posicionamientos antiimperialistas, dejaron ejemplos que nos guían.
Ejemplos que no podemos olvidar en nuestra lucha actual en contra de la Misión
de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití, la Minustah, una
muestra clara de que la ocupación imperialista sigue.
Marchaterre es, a su vez, un acontecimiento
que la historiografía oficial intenta sepultar bajo el manto del olvido.
Durante una marcha pacífica, el 6 de diciembre de 1929, cuando varios miles de
campesinos desfilaban en ese lugar al grito de “abajo los impuestos, abajo la
ocupación, abajo la miseria”, los militares estadounidenses abrieron fuego,
asesinando a 22 personas e hiriendo a otras 51. Violaron luego a mujeres y
niñas e incendiaron las casas de los campesinos.
Rememorar el inicio de la ocupación no puede ser por tanto un simple
ejercicio académico sino una obligación ligada a la voluntad política de seguir
la lucha por la recuperación de la soberanía de Haití y el derecho a la autodeterminación. Un
combate que merece ser acompañado por todos los luchadores democráticos y antiimperialistas
–sobre todo los de América Latina–, para ayudarnos, entre otros objetivos, a
echar a la Minustah.
Fuente original: http://brecha.com.uy/
Fuente original: http://brecha.com.uy/
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201963
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