Sembrando
nabos sobre las espaldas del pueblo
20 de
julio de 2015
Por
Arturo D. Villanueva I.
(Rebelión)
Aunque teóricamente se espera lo contrario, las
relaciones entre el pueblo y el Estado tienden naturalmente a la
confrontación y la disputa, principalmente por el tipo de uso y la
administración que se hace de aquel poder delegado en las urnas.
Esta tensión permanente que se produce en la interacción y las relaciones
entre ambos actores (cuando van más allá de la dinámica normal de la
cotidianidad), es lo que explica y permite mejorar y profundizar o, por
el contrario, degenerar y envilecer la democracia, entendida ésta como
el gobierno del pueblo.
Cuando se impone el efecto negativo de la
dinámica, entonces se deriva hacia formas de gobierno generalmente
autoritarios y déspotas que buscan imponer sus designios al margen de la
voluntad o el mandato popular. Entre los termómetros más efectivos y
claros para medir esta dinámica, encontramos a los conflictos sociales,
las movilizaciones y las protestas. En la duración, magnitud y extensión
que abarcan estos momentos de crisis, no sólo se establece la gravedad
de la situación y los acontecimientos, sino también sus alcances de cara
a la gobernabilidad y la estabilidad de un régimen.
Teniendo en mente estas ideas y los conflictos
y tensiones sociales que en el caso de nuestro país, Bolivia, son
bastante más recurrentes (tanto porque se han acumulado innumerables
deudas y tareas históricas, como porque somos un pueblo rebelde
permanentemente convocado por una vocación transformadora), me viene a
la mente la frase que titula este artículo, atribuida a un expresidente,
que denota exactamente todo lo contrario. Es decir, que este pueblo
sería más bien proclive al abuso y la arbitrariedad, hasta el punto de
poderse sembrar nabos sobre sus espaldas.
Tan controvertida afirmación que
definitivamente no parece tener la menor consideración sobre el
temperamento y carácter del pueblo, se explicaría en la dejadez, el
quemimportismo, la abulia, la pasividad o el abandono que suele
apoderarse, sin explicación razonable o, por otra parte, como resultado
de haber caido preso del miedo, la confianza extrema o de la
malicia/astucia de quienes gobiernan.
Y viene a colación todo lo anterior, cuando revisando solo y muy someramente lo sucedido en este primer semestre de la tercera gestión gubernamental del presidente Evo Morales, se advierte una sistemática y amplia aprobación de medidas orientadas a operativizar y llevar a la práctica la decisión de exacerbar el extractivismo y la explotación salvaje de los recursos naturales y la Madre Tierra. Me refiero a los Decretos Supremos 2195 de noviembre de 2014, 2298 de marzo, 2366 y 2368 de mayo y 2400 de junio del presente año, relacionados todos ellos a la exploración y explotación hidrocarburífera. A ellos que se adjunta el paquetazo de nueve leyes y decretos anunciados por el Presidente en vísperas del aniversario de la gesta libertaria de la ciudad de La Paz, y que corresponden a los acuerdos de la Cumbre Agropecuaria del agronegocio.
La gravedad del asunto no está relacionada
únicamente con la cantidad de medidas adoptadas, que equivalen a un
paquetazo extractivista, sino que llegan hasta el punto de NO perdonar
siquiera la condición de las Áreas Protegidas del país
(donde se
pretendía conservar algunos espacios de naturaleza, biodiversidad y
bosques), tampoco respeta los derechos de los pueblos indígenas a los
que se les niega y conculca sus derechos constitucionales a la
autodeterminación y la consulta de buena fe, libre, previa e informada,
con el argumento de que los procesos de consulta son largos; sino que a
la par de ello, también arremete (en consonancia con los intereses
agroindustriales del agronegocio), con un conjunto de medidas orientadas
a expandir la frontera agrícola, quemar y chaquear grandes extensiones
de bosques y biodiversidad, e introducir cultivos extensivos para su
comercialización y exportación como commodities, en desmedro de la
seguridad y la soberanía alimentaria y nacional del país. Es decir,
medidas que al final contraerán un país y un pueblo esquilmado, a pesar
de los circunstanciales y siempre insuficientes ingresos que se
obtendrán por la venta y enajenación de nuestros recursos.
Por eso no resulta impertinente preguntarse si no se están
sembrando nabos en las espaldas del pueblo… y hasta cuándo será posible
hacerlo.
Arturo D. Villanueva I. es Sociólogo, boliviano. Cochabamba; Bolivia. Julio 17 de 2015.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201271
Arturo D. Villanueva I. es Sociólogo, boliviano. Cochabamba; Bolivia. Julio 17 de 2015.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201271
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