Esclavos resignados, víctimas victimarias
6 de septiembre de 2014
Por Guillermo Almeyra.6 de septiembre de 2014
También en el campo de la visión de sí mismos y de la sociedad el capitalismo ha logrado que la inmensa mayoría de la humanidad haya retornado al siglo XIX y considere que el sistema en que vive es natural y el único posible y que el racismo, el nacionalismo, el colonialismo y la explotación son algo normal e inevitable. No podemos ignorar que el capitalismo, con la dominación de las mentes, la explotación y la represión, ha cosificado a la mayoría de
Sólo algunos
contingentes obreros en algunos países, o pueblos como el palestino, forjado en
la lucha por su tierra y su libertad, combaten a la defensiva tratando de
preservar las conquistas sociales y de civilización logradas por los luchadores
anarquistas, socialistas, comunistas o anticolonialistas nacionalistas
revolucionarios de los dos últimos siglos. El capitalismo ha reforzado su
conquista de las mentes de las grandes mayorías y reconquistó buena parte del
terreno perdido por las grandes esperanzas revolucionarias del siglo pasado. La
inmensa mayoría de los seres humanos no se plantea hoy la necesidad de acabar
con el sistema sino, apenas, el de suavizarlo consiguiendo un “capitalismo
social”, gobiernos “progresistas” o “un mundo donde quepan todos los mundos”
(es decir, un capitalismo que tolere espacios precapitalistas o comunitarios
subordinados).
Como en la Alemania
nazi, la gran mayoría de los israelíes apoya a los asesinos fascistas como
Netanyahu, odia mortalmente a los palestinos y es racista. Como en la “Madre Coraje ” de
Bertoldt Brecht, ni 30 años de guerra devastadora bastan para cambiar esa
mentalidad de esclavo resignado que considera que todos los desastres sociales
son naturales, como los terremotos. Como en el “Cándido” de Voltaire, las
terribles desgracias no impiden a los nuevos doctores Pangloss proclamar que
vivimos “en el mejor de los mundos posibles”. Me ha sucedido, al escribir sobre
el llamado ”modelo chino” mencionando las centenas de millones de pobres, los
bajísimos salarios, la inexistencia de verdaderos sindicatos, la dictadura
paternalista de un partido repleto de millonarios “comunistas”, que varios
lectores respondiesen por escrito que ojalá México estuviese como en China,
aceptando por consiguiente un grado de explotación y de opresión intolerable y
una destrucción ambiental similar o peor a la de Inglaterra en la
época de Dickens hace dos siglos y medio.
Vivimos en una
sociedad preñada de guerras más devastadoras que las del pasado, marcada por el
retorno del colonialismo y la posibilidad incluso de un desastre ecológico que
haga imposible la vida de nuestra especie pero a la que la inmensa mayoría de
la población parece resignarse.
No podemos ignorar que
el capitalismo, con la dominación de las mentes, la explotación y la represión,
ha cosificado a la mayoría de la Humanidad. Es necesario tomar conciencia de la
realidad y partir de ella para transformarla. Es vano intentar revivir el
pasado medieval con sangrientos Califatos o tratar de revivir, aislándolas, las
viejas formas comunitarias de organización precapitalista totalmente
transformadas por el mercado. Los importantísimos lazos ideológicos o
comunitaristas del pasado pueden dar, en cambio, elementos para enraizar la
lucha por la reconquista de las mentes a la idea de la superación del
capitalismo como sistema de miseria, degradación, explotación y destrucción del
ambiente.
Lleva a terribles
errores creer que los revolucionarios socialistas podrán salir de su
aislamiento en pocos años simplemente con un abnegado trabajo sindical
democrático si no dan simultáneamente batalla por la construcción de una conciencia
anticapitalista. O pensar que un movimiento democrático de tipo electoral será
victorioso y reconocido por un sistema dispuesto a todo con tal de preservar el
poder. Es utópico y lleva a la pasividad el repudio de la política. Porque
una cosa es repudiar la corrupción y la politiquería y otra pretender apartarse
de la lucha política que se da todos los días, negándose a caminar juntos,
aunque sea un metro, junto a otros que combaten al mismo enemigo pero con
objetivos y razones diferentes.
A quienes digan que mi
visión es desalentadora, les respondo que la lucidez no lleva por fuerza al
desaliento. Por el contrario, obliga a ver la lucha en la continuidad histórica
de los combates de los pueblos por su liberación. Otras épocas de la historia,
como la que siguió al derrumbe del mundo antiguo o las guerras de religión en
Europa y las conquistas coloniales, han sido aún más negras de ésta aunque
menos peligrosas para la continuidad de la civilización y la preservación del
planeta. El “principio esperanza” tiene una base firme en la historia aunque la
liquidación del capitalismo no se vea en el horizonte y ni siquiera esté
asegurada.
Si se quiere construir
el futuro hay que hacer un claro balance del pasado y sacar enseñanzas del por
qué de los fracasos de anarquistas, socialistas, comunistas, trotskistas,
nacionalistas socializantes para poder pensar, a partir de las luchas y para
las luchas, las reivindicaciones que en cada país, partiendo del espesor
político cultural de los trabajadores más avanzados, unan a los diversos
sectores sociales en protesta o rebelión.
La liberación será
obra de los trabajadores mismos y ellos deben dirigir y decidir la lucha,
construyéndose como sujeto político del cambio social apoyándose en los
elementos que les aporten la investigación sobre los grandes problemas locales
y nacionales y los estudios históricos sobre las luchas del pasado. En esta
necesaria combinación entre las luchas contra el capitalismo y el
debilitamiento de la dominación del mismo sobre las conciencias reside la base
del optimismo consciente de las dificultades que permite esperar que la mayoría
que apoya hoy a Netanyahu lo recordará con horror dentro de unos años y que
quienes naturalizan al capitalismo lucharán para derrivarlo.
Fuente:
http://www.anred.org/spip.php?article8447
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