Los peligros de la militarización en América Latina10 de agosto de 2011
Por Esther
Ceceña
La Jiribilla
Lectura relacionada:
Las lógicas del poder, que se transforman aparencialmente de
acuerdo con las situaciones y circunstancias históricas, adoptan formas
imperiales, como las que se expresan con los procesos de militarización, pero también formas “consensuales”
para imponer sus reglas del juego. Los “acuerdos” aprobados en la OMC
(Organización Mundial de Comercio), las reglas legitimadas del FMI (Fondo
Monetario Internacional), las disposiciones perversas de los tratados de libre
comercio e incluso las reglas de las democracias formales que padecemos son
algunas de las más destacadas formas de establecimiento consensual de las
relaciones de dominación. El imperialismo es una de las formas que asume la
dominación, pero no es la
única. Con la desaparición del imperialismo no se resuelve la
dominación, que abarca dimensiones tan complejas como las de las relaciones de
género, de cultura, de lengua y muchas otras que significan las prácticas
relacionales en los micro y macroniveles.
Como estudiosos de los fenómenos económicos y sociopolíticos
contemporáneos, como pensadores críticos y actores políticos, estamos obligados
a ser muy precisos y desentrañar la sustancia oculta de éstos sin
simplificaciones abusivas que en vez de contribuir a una buena comprensión y al
diseño de estrategias de lucha inteligentes, nos lleven a enfrentamientos de
conjunto, incapaces de penetrar por las porosidades del poder.
En la lucha de los pueblos
americanos, el problema no se terminaría aboliendo las relaciones de
explotación, aunque seguramente es un punto fundamental, sino que tenemos que
enfrentar simultáneamente problemas de clase, de discriminación racial, de
género y muchos otros que tienen que ver con la difícil conformación de una
socialidad impuesta, contradictoria y resistida. La colonización no sólo se
realizó en la esfera del trabajo o de la producción, sino que sobre todo se
enfocó a los cambios de mentalidad, a la extirpación cultural e histórica de
los pueblos mesoamericanos, caribeños y andinos, a la conquista de las mentes.
La esencia de las relaciones sociales, de las relaciones entre
sujetos que no están establecidos o conformados de una vez y para siempre, no
emanan “naturalmente” de las estructuras. Los sujetos se construyen a sí mismos
en el proceso social, en la lucha, en la resistencia, y a través de esa lucha
se van modificando también las formas y modalidades de la dominación.
No sería posible explicar de otro modo la tónica militarista que
invade las escenas de la “libertad de mercado” impulsadas por el neoliberalismo
como mecanismo privilegiado de reordenamiento social. No hay más libre mercado,
si es que lo hubo. Las normativas que se van estableciendo universalmente por
la vía de los tratados económicos y de las negociaciones en organismos
internacionales, como la OMC, no propician la libertad sino la imposición; pero
además se acompañan, cada vez más, de medidas de control militar y militarizado
ahí donde el rechazo de la población se manifiesta de forma organizada y/o
masiva.
La modalidad militarizada del
capitalismo de nuestros días juega con mecanismos de involucramiento
generalizado y aborda “científicamente” 1 la dimensión simbólica y
de creación de sentidos que permite construir un imaginario social sustentado
en la existencia de un enemigo siempre acechante y legitimar la visión guerrera
de las relaciones sociales y las políticas que la acompañan (Ceceña, 2004).
Esto supone que la militarización de las relaciones sociales es un fenómeno
complejo que no se restringe a las situaciones de guerra abierta, sino que incluye acciones de contrainsurgencia
muy diversas, que comprenden el manejo de imaginarios, todos los trabajos de
inteligencia, el control de fronteras, la creación de bancos de información de
datos personales, la introducción de nuevas funciones y estilos en las policías
ocupadas de la seguridad interna, e incluso la modificación del estatuto de la
seguridad en el conjunto de responsabilidades y derechos de los Estados.
Caracterizar el momento actual sobre la base de la
militarización de las visiones y estrategias hegemónicas no descarta la
identificación de la guerra, de la sustancia de la guerra, como un elemento
inmanente, consustancial, de las relaciones capitalistas. Pero si bien la
guerra es sólo otra forma de entender la competencia, históricamente se van
modificando los énfasis o los terrenos en los cuales se desatan las estrategias
de clase, en este caso de la clase dominante, y en que se configuran las
diferentes modalidades o momentos en las relaciones de dominación. Hace algunos
años nadie hablaba del militarismo como elemento dominante y, sin embargo,
estábamos en este mismo sistema. Se hablaba del neoliberalismo, del mercado, de
que el eje ordenador de la sociedad eran las relaciones de mercado y que era a
través de estas relaciones de mercado como se disciplinaba y como se concebía a
la sociedad en su conjunto.
Hoy eso nos resulta insuficiente para
entenderla, pero también le resulta insuficiente al poder para reorganizarla y
controlarla; entre otras cosas porque es una sociedad que se mueve tanto, que
se insubordina tanto, que no permitió que el mercado la disciplinara, obligando
a los poderosos a usar otro tipo de herramientas. No quiere decir que el
mercado desaparezca como disciplinador, quiere decir que la dimensión militar
se sobrepone al mercado desplazándolo de su carácter de eje ordenador, que la
visión del mundo adopta un contenido particularmente militarizado, y que es a
partir de la visión militar que la totalidad no solo se reordena sino que cobra
un nuevo sentido.
La hegemonía consiste en universalizar una visión del mundo,
pero la universalización se hace de muchas maneras. A través de imágenes, a
través de imposiciones, de discursos, de prácticas.
Con respecto a la militarización de los últimos tiempos, la batalla más importante la están
ganando los poderosos en el terreno cultural, a través de una serie de
mecanismos entre los cuales destacan los medios
de comunicación. Están ganando la batalla en la medida en que logran convencer
de que el mundo es un lugar de competencia, de disputa, en el que tenemos que
batirnos unos con otros para ocupar nuestro espacio, por lo demás, siempre
incierto. Tenemos que competir entre nosotros por un empleo, por los planes de
desempleo, por la seguridad social. Batirnos a muerte para que nos incluyan en
el reino de los explotados y precarizados, como si esa fuera nuestra utopía de
mundo para el futuro.
Esa batalla cultural es una batalla por la
construcción de sentido, no es de colocación de bases militares. La
militarización se está metiendo en las cabezas y no solamente en las bases
militares. Se está metiendo en las leyes, antiterroristas o simplemente de
control de movimientos como son los regímenes de tolerancia cero que nos
convierten a todos en sospechosos.
Percibo que en términos de los paradigmas de militarización para
América hay una construcción de capas envolventes en las cuales se van
abarcando diferentes dimensiones de establecimiento de relaciones de
sometimiento. Entre esas capas envolventes se encuentran, como círculos
concéntricos, los cambios de normativa, el establecimiento de normas
continentales para la seguridad interna, el cuidado de las fronteras, los
ejercicios militares en tierra, los ejercicios en los ríos y canales de
internación en los territorios, el establecimiento de una red continental de
bases militares y los ejercicios navales que permiten circundar todo el
continente, estableciendo una última frontera, más allá de las jurisdicciones
nacionales.
Desde Irak hasta la Patagonia, los
poderosos han puesto hoy especial cuidado en construir una legalidad que
justifique sus acciones de intromisión. Ante una legitimidad fuertemente
cuestionada se generalizan las leyes antiterroristas que tienden a crear, por
un lado, una complicidad entre todos los Estados y por esa vía van imponiendo
políticas y juridicidades supranacionales y, por el otro, una paradójica
situación similar a la de un estado de excepción permanente en el que todos los
ciudadanos serán rigurosamente vigilados porque todos son sospechosos, aunque
todavía no se sepa ni siquiera de qué. Generalmente de pretenderse sujetos. El
derecho se coloca al servicio de la impunidad aunque se reivindique democrático
y los cuerpos de seguridad empiezan a construir el panóptico que vigila desde
todos los ángulos: con cámaras de video en los bancos, en los semáforos, en las
calles transitadas; que permite la interceptación telefónica en casos que así
lo ameriten; que permite la tortura cuando se trata de detenidos catalogados
como terroristas sin ningún juicio previo, y que admite la detención de
cualquier ciudadano sin orden de aprehensión previa, simplemente para
investigar. Es decir, se trata de imponer la cultura del miedo en una población
que no podrá saber previamente a la detención si era sospechosa de algo, como
medio para paralizar y disuadir de conductas terroristas o insurgentes. Los
delincuentes comunes tienen construida toda otra red de relaciones que solo
casualmente son tratados de acuerdo a estas mismas normas.
Como parte del panóptico y nuevamente como otra de las paradojas
de los discursos del poder, al lado de la pregonada libertad de tránsito para
las mercancías, las inversiones y los cuerpos de seguridad, se ha ido
restringiendo cada vez más el libre tránsito de personas. Los mejores y más
trágicos ejemplos son las fronteras impuestas al pueblo palestino en su propia
tierra y los muros de contención a migrantes desesperados en la frontera entre
México y EE.UU. y en el sur de España, no obstante, las fronteras no siempre se
cierran de manera tan visible y evidente. Mucho más sutil pero quizá más
peligroso por la amplitud y alcances que puede llegar a tener es el control de
inteligencia que hoy utiliza los adelantos de la tecnología para aprovechar el
tránsito a través de las fronteras como mecanismo de seguimiento personalizado.
El panóptico se materializa en las nuevas fotografías que incluyen los
pasaportes, con reconocimiento de iris o con otro tipo de identificación
biogenética que inmediatamente incorporan los movimientos de la persona a un
banco de datos centralizado en EE.UU. y que está a disposición de los servicios
migratorios de la región (en el caso nuestro del continente americano) como en
otro momento y con menos recursos tecnológicos ya se hizo con el Plan Cóndor.
La eficacia macabra con la que el Cóndor desarticuló los movimientos sociales
en los años de las dictaduras militares en América del Sur tiene hoy posibilidades
multiplicadas al poder usar tecnologías que son a la vez mucho más precisas y
mucho más abarcadoras; sin embargo, tiene en contra, evidentemente, el
aprendizaje de los pueblos y su capacidad de lucha y resistencia.
Este control de fronteras y la imposición de leyes con
implicancias supranacionales, combinado con la dilución de los límites
internacionales, convierten en una ilusión las soberanías nacionales. La
pretensión de privatizar las aduanas de México, los tratados transfronterizos
para la gestión de recursos naturales que caen bajo la jurisdicción de más de
un Estado y que están permitiendo evadir leyes nacionales, por ejemplo, son
mecanismos de conculcación de soberanía. En el acuífero guaraní, por citar un
caso muy delicado y relevante, la negociación se hace entre los cuatro países
implicados y con la intervención de EE.UU. (en el esquema del cuatro más uno)
mediante el apoyo experto del Banco Mundial. Lo mismo ocurre con selvas,
oleoductos u otros recursos que pasan a ser tratados ya sea como novedosos y
por tanto no contemplados en las legislaciones nacionales, ya sea como
problemas de “seguridad nacional”. Y en este continente se sabe que seguridad
nacional es seguridad de EE.UU. en el territorio que no es de EE.UU., o no solo
en territorio que es de EE.UU. Las fronteras, que hasta ahora eran custodiadas
por las fuerzas garantes de la seguridad interna en la vieja acepción, hoy se
han convertido en zonas de seguridad estratégica custodiadas cada vez más por
los cuerpos de seguridad del gendarme mundial.
En diversos casos los ríos o lagos son los que marcan las
fronteras. Pues bien, estos son justamente los espacios privilegiados de
localización de los ejercicios militares conjuntos (con EE.UU., se entiende)
actualmente. Los ríos son un canal de penetración muy distinto al que se estaba
utilizando cuando se hacían los ejercicios directamente en tierra y permiten
además no sólo la utilización de fuerzas anfibias, sino la definición de
actividades tanto en agua, como en tierra, matando dos pájaros de un tiro. En
esta situación se encuentra la zona del río Paraná, y en algún momento estuvo
la del río Usumacinta, entre México y Guatemala. Curiosamente, cuando se trata
de ejercicios ribereños, es más fácil evadir la aprobación de los Congresos de
los países limítrofes porque el río aparece como territorio relativamente
neutro. Es como si se estuviera ante una legislación ausente o vacía ya que se
refiere a un territorio fluido y no fijo.
Una de las capas envolventes más
importantes por su capacidad de influir en los modos de uso de los territorios
y en los modos de control de los sujetos críticos consiste en la colocación de
bases militares de EE.UU. en puntos seleccionados del continente con dos
propósitos explícitos y evidentes: garantizar el acceso a los recursos
naturales estratégicos y contener, disuadir y/o eliminar la resistencia ante
las políticas hegemónicas y la insurgencia abierta. Actualmente, EE.UU. cuenta
con un sistema de bases que ha logrado establecer dos áreas de control:
1. El círculo formado por las islas del Caribe, el Golfo de
México y Centroamérica, que cubre los yacimientos petroleros más importantes de
América Latina y que se forma ya no solamente con las bases de Guantánamo,
Reina Beatriz, Hato Rey, Lampira, Roosevelt, Palmerola-Soto Cano y Comalapa,
como fue hasta 2009, sino que ahora incorpora las nuevas posiciones convenidas
con Colombia (7), Panamá (11) y Honduras (2), además de las bases itinerantes,
mucho más flexibles, ubicadas en los 43 buques de guerra que Costa Rica ha permitido
actuar en sus aguas territoriales desde julio de 2010.
2. El círculo que rodea la cuenca amazónica bajando desde
Panamá, en el que el canal, las riquezas de la región y la posición de entrada
a América del Sur han sido esenciales, y que se forma con las bases colombianas
ya viejas (Larandia, Tres Esquinas, Caño Limón, Marandúa y Riohacha), con las
posiciones que comparten en Perú (Iquitos, Pucallpa, Yurimaguas y Chiclayo), y
con todas las nuevas de Colombia y Panamá.
Algo que podría concebirse como la última frontera o la capa
envolvente más externa, está conformada por los ejercicios militares en los
océanos Pacífico y Atlántico y en el mar Caribe: en todo lo que circunda a
América Latina. Hasta ahora la percepción que se tenía era la de ejercicios
circunstanciales y esporádicos y en parte por esa razón no se les ha concedido
demasiada importancia. Mucho menos se les ha considerado parte de la estrategia
continental de control. Sin embargo, se trata de ejercicios sistemáticos, que
permiten realizar un patrullaje constante alrededor de América Latina y
mantener ahí una presencia más o menos permanente. Son ejercicios que tienen un
carácter secuencial, evolutivo, y que marcan en verdad un circuito de frontera
que, por ser externa a las aguas territoriales de los países correspondientes,
queda a cargo, nuevamente, del gendarme mundial a través de su IV flota.
Ahora bien, estas capas envolventes, que atañen a América Latina
en su conjunto, van a estar focalizadas en tres áreas distintas en las que
parecen atender a tres estrategias diferenciadas. Esas tres subregiones se
caracterizan también por tres paradigmas distintos de dominación y sus
diferencias geopolíticas son muy claras. En los tres casos, por diferentes
razones, se trata de puntos estratégicos tanto por los recursos que albergan,
como por su posición geográfica específica.
La primera región es la constituida por Colombia y su área
circundante. Yo destacaría dos elementos en este caso, relacionados con la
estrategia contrainsurgente y de ocupación militar: 1. el experimento de la
polarización, acompañado de una sistemática ruptura de tejido comunitario, para
valorar hasta dónde es posible dominar, controlar e incluso hegemonizar a
través de un esquema de polarización exacerbada con solo dos opciones
antagónicas, y 2. hasta dónde es posible, a partir de asentamientos o de
construcciones sociales como la colombiana, el control de la que EE.UU. considera la
mayor amenaza hoy en el continente, que es Venezuela, evaluando el carácter de
las tensiones fronterizas que se desarrollan y la capacidad de control de la
insurgencia venezolana desde Colombia.
La segunda subregión es la del Caribe y la cuenca del Golfo de México,
extendida hasta Venezuela. La estrategia regional en esta zona avanza por dos
líneas: la ocupación directa por un lado, y la creación de acuerdos que
propician la extraterritorialidad de EE.UU., asumida por el Comando Conjunto
mediante el establecimiento de la jurisdicción del Comando Norte del ejército
abarcando el área Canadá-EE.UU.-México completa, por el otro.
El enclave paradigmático de ocupación directa en este momento se
localiza en Haití, aunque, evidentemente, con fuertes implicaciones para Cuba.
Haití es un caso muy importante porque es donde se está ensayando otra manera
de establecer la hegemonía a través de la complicidad casi obligatoria de todos
los ejércitos del continente, sin olvidar la de Francia , que asegura
tener ahí un conflicto de intereses. La ocupación de Haití, así sea por los
llamados cuerpos de paz, es una ocupación militar impuesta. Todos sabemos que
la figura de cuerpos de paz fue creada como parte de los mecanismos de
penetración contrainsurgente de la USAID en los momentos inmediatos posteriores
a la Segunda
Guerra Mundial. Aunque ahora esta figura esté sancionada por
la ONU, la conformación latinoamericana de los ocupantes de Haití está
involucrando una estrategia que hasta ahora no había tenido éxito, y es que los
países de América Latina todavía no acaban de aceptar en las Conferencias
Hemisféricas la construcción de la fuerza militar hemisférica, como fuerza
multinacional, porque saben el riesgo que tiene en términos de pérdida de
soberanía y, sin embargo, en los hechos ha sido puesta en funcionamiento a
través de su participación en Haití; son soldados latinoamericanos los que
están a cargo del disciplinamiento y la represión al pueblo haitiano, de la
destrucción de sus organizaciones políticas en razón de su supuesta incapacidad
para autogobernarse.
Después del terremoto de 2010 la ocupación militar de Haití
cambió de carácter, pues fue directamente el Comando Sur el que se estableció
en este territorio, subordinó a la misión internacional de la ONU y tomó el
control de las comunicaciones y del funcionamiento interno del país,
estableciendo un enclave militar de primer nivel en el centro del Caribe.
La línea de la extraterritorialidad que ha impulsado EE.UU.
avanza en el otro costado del Golfo de México bajo el manto de un acuerdo, una
“alianza”, que construye como fronteras externas las que circundan el bloque
trinacional de América del Norte. Frontera externa compartida que debe ser
defendida en colaboración por los cuerpos de seguridad y fuerzas armadas de los
tres países cuyos territorios conforman el área de seguridad interna. La
Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), mediante
un acuerdo ejecutivo no sometido a las instancias de representación ni mucho
menos a la sociedad en su conjunto, ha entregado la soberanía, de manera
voluntaria, a las fuerzas del orden de EE.UU. y abrió la puerta para implantar
el Plan México (Iniciativa Mérida), que combina y en cierto sentido supera al
Plan Colombia.
De este modo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) se amplía hacia la integración energética que resolverá la crisis de
EE.UU. en este renglón y hacia la integración de políticas y acciones de
seguridad bajo los criterios dictados por el Comando Conjunto de EE.UU. que
incluyen, entre otras cosas, la misión de garantizar el acceso irrestricto a
los recursos considerados indispensables para la seguridad nacional (de EE.UU.,
claro). Es decir, las riquezas de México quedan legítimamente encadenadas a los
intereses estratégicos estadounidenses, además de la extensión de las medidas
adoptadas después del 11 de septiembre de 2001 en la Ley patriótica, referentes
al combate a la subversión, terrorismo y disidencia. La conculcación de
derechos ciudadanos a que se ha sometido al pueblo estadounidense se extiende
al tratamiento de los pueblos canadiense y mexicano.
Desde una perspectiva geopolítica, poner a las fuerzas de
seguridad estadounidenses como custodia de las fronteras mexicanas no afecta
solamente a los mexicanos, sino a toda la región caribeña y centroamericana.
Con la ASPAN, la Iniciativa Mérida
y la ocupación de Haití; con las bases militares y los patrullajes y ejercicios
constantes en esta región se garantiza el cuidado de las cuencas petrolíferas
del Golfo de México y Venezuela; se controlan los pasos más importantes de los
migrantes y las drogas; se mantienen bajo vigilancia los procesos cubano,
venezolano y en general del bloque del ALBA; y se sienta el precedente de los
nuevos tratados de integración que se intenta imponer en el continente y que
han permitido recientemente la creación de la Iniciativa de Seguridad del
Caribe.
El otro eje del paradigma, el otro ensayo de estrategia, es el
caso de Paraguay. Corazón de una subregión que si bien ha sido escenario de
acción de dictaduras militares que se significaron por su creatividad perversa
en todo tipo de torturas y por ser máquinas implacables de desaparición y
muerte, hasta ahora solo tenía la base de Mariscal Estigarribia, con una pista
de aterrizaje para tránsito pesado en el centro de la zona hidrocarburífera (el
Chaco). Los ejercicios conjuntos en Paraguay han sido sistemáticos y hoy se
complementan con la instalación de una Base de Operaciones en la zona norte,
concedida a EE.UU.
El cono sur concentra una enorme porción del agua dulce del
planeta en sus abundantes ríos y lagos, en los acuíferos subterráneos y en los
glaciares del sur, además de minerales y otros recursos valiosos como petróleo
y gas, particularmente en Argentina y Bolivia. Es en este sentido de una
importancia indudable.
El sobredimensionamiento de la
presencia militar estadounidense en la región amazónica-caribeña ocurrido en
los últimos cinco años principalmente, hace pensar que los próximos movimientos
se harán hacia el sur, intentando llenar los vacíos o escasos posicionamientos
en el cono sur.
Paraguay ha sido hasta ahora uno de los principales puertos de
entrada y es donde tienen ya sentadas algunas posiciones importantes. Perú es
el otro punto con el que se logran tender algunos entramados que en conjunto
permiten un control bastante aceptable de la región.
Las nuevas elecciones en Perú podrían significar un cambio en
las posibilidades de EE.UU. en esta región, pero es previsible que la
estrategia trazada previamente siga su curso y vaya permitiendo una nueva
situación de dominio y articulación continental a través de la Alianza del
Pacífico, del nuevo estilo del protagonismo colombiano con el presidente Santos
y de la complicidad de las oligarquías locales con los proyectos de Washington.
Para nosotros, pensadores críticos y luchadores sociales, esta
coyuntura abre nuevos retos y desafíos más profundos.
Nota:
1- Así como la
introducción del “taylorismo” y “fordismo” supuso un estudio cuidadoso de los
procesos de trabajo y su transformación “científica” con base en su
desagregación en tiempos y movimientos, a la vez que el ambiente y organización
del trabajo era objeto de la aplicación de dinámicas de estimulación y
corresponsabilidad, recientemente los estudios sobre sistemas complejos
experimentan con estímulos al comportamiento de colectivos diversos, y los medios de comunicación buscan las mejores
alternativas para la creación de sentidos, no solo en términos de contenidos,
sino de imágenes y manejo de tiempos y secuencias. Todo esto vinculado a los
campos de control y contrainsurgencia directamente generados por el Comando Conjunto
de EE.UU.
Fuente original: http://www.lajiribilla.cu/ Fuente: http://emancipacionobrera.blogspot.com.ar/2011/08/los-desafios-de-las-emancipaciones-en.html
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