Sustituciones discursivas y mutaciones
prácticas
Por Arturo D. Villanueva
Imaña (Rebelión)
A medida que se hace cada vez más remota y prácticamente
irreversible la posibilidad de que el proceso de cambio y transformación
abandone el rumbo desarrollista, extractivista y sometido a los intereses
capitalistas antinacionales que ha tomado; se hace cada vez más patente la
voluntad y decisión gubernamental de proceder en reversa y a contramarcha de lo
jurado frente a la Constitución y el pueblo.
Se advierte que de manera sigilosa y sutil,
pero sistemática, se va permeando el sentido común popular y sustituyendo aquel
eje discursivo que originó las revueltas sociales de inicios del siglo y la
aprobación de la
nueva Constitución Política del Estado, para que se imponga
una nueva agenda nacional que traiciona y abandona aquel mandato. Es como si se
hubiese producido una especie de mutación genética propiciado por ese virus tan
contagioso que suele hacer presa de algunos gobernantes, y que ha hecho
prevalecer el mezquino interés por reproducir el gobierno a como dé lugar, por
encima de la necesidad y el compromiso expreso de transformar la economía, el
Estado y la sociedad.
Prácticamente durante todo el segundo periodo
gubernamental iniciado el 2010, aquel mandato constitucional fue totalmente
abandonado, para darse a la tarea de realizar cuanto emprendimiento económico,
obra y construcción se pudiese. Mucho mejor si cuenta con el requisito
elefanteásico que impacta socialmente y asegure réditos político electorales,
así como los económicos que inclusive han catapultado el surgimiento de una
nueva élite pudiente, con el añadido de reforzar las relaciones prebendales,
paternalistas y patriarcales que se han reproducido.
En fin de cuentas, ha primado el impulso
desarrollista que ha exacerbado la lógica capitalista de un extractivismo
salvaje que no tiene reparos para ir en contra de los derechos de la Madre Tierra , de los
pueblos indígenas y aún de aquel paradigma alternativo del Vivir Bien que se
perfilaba en los inicios del proceso. Todo ello, para favorecer la atracción (y
consecuente dependencia y sometimiento) a las inversiones financieras
transnacionales, el consumismo, la competencia y la búsqueda de una
extraordinaria acumulación material de riqueza.
Sintomáticamente, este impulso extractivista y
desarrollista predominante, ha logrado detener(se) en la recuperación de los
hidrocarburos y las nacionalizaciones, que ya se ha anunciado que concluyeron
en el país. A cambio, dichas medidas iniciales son sustituidas subrepticia y
sutilmente, por una política antinacional que (anulando toda competencia del
Estado y embargando la soberanía nacional sobre sus recursos naturales),
propicia y alienta prioritariamente la iniciativa privada y la explotación
salvaje de los recursos mineros del país, que ha sido entregada a la iniciativa
de las empresas transnacionales y el cooperativismo antinacional. Al mismo
tiempo, tampoco se ha preocupado por resolver la extranjerización de las
tierras productivas del Oriente, que en grandes extensiones latifundiarias se
encuentran en propiedad y explotación de extranjeros.
Como colofón y observando lo que sucede en
algunas organizaciones sociales, sucede que mientras la dirigencia nacional de
campesinos y colonizadores adoptan y emulan prácticas y roles despóticos sobre
las comunidades y las bases que conforman sus confederaciones (con toda la
connotación colonial y autoritaria que ello significa), para instruir que el
voto no sea cruzado (bajo amenaza de ejercer justicia comunitaria y/o afectar
los proyectos de desarrollo que tuviesen); los principales candidatos del
oficialismo, se han dado a la tarea de establecer acuerdos electorales con las
antiguas élites reaccionarias dominantes, que sistemáticamente se opusieron y
rechazaron el proceso de transformación. Mientras unos empeñan toda su fe y
compromiso electoral, los otros negocian y embargan compromisos con sus
enemigos.
Lo singular y llamativo de esta situación, es
que no sólo se trata de una circunstancial alianza electoral con entidades y
dirigencias opositoras y tradicionalmente reaccionarias, sino que se ha
decidido otorgarles el liderazgo político nacional. En buenas cuentas, ello
supone sustituir y suplantar al bloque social hegemónico de las organizaciones
sociales que decidieron respaldar y sustentar aquel proceso de cambio y
transformación democrático cultural. Al efecto, basta ver las candidaturas
principales del oficialismo a la Asamblea Legislativa.
Vaya forma de encarar el cambio y practicar ética política…
Arturo D. Villanueva Imaña. Sociólogo.
Cochabamba.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=189176
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