Argentina:
Monsanto y los modelos de vivir, según la academia
"En horas en las
que se celebra un año de bloqueo a la multinacional de agronegocios más grande
del mundo, vale poner en foco las fisuras del sistema académico que exhibió la
lucha de Malvinas Argentinas. Frente a quienes dan argumentos técnicos para
avalar a una empresa referente del modelo extractivo, irrumpen otras voces de
la academia que eligen pintarse de pueblo."
Por Leonardo Rossi / Septiembre de 2014
Marcelo Conrero se
puso en el centro de la
escena. Tras firmar un acuerdo con Monsanto, el decano de
Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) se ubicó
como un emblema de la academia que bajo argumentos técnicos cuestiona la lucha
ambiental. Más allá de que el acuerdo entre la unidad académica y la
multinacional está suspendido, frente a las críticas que recibió por ejemplo
del Concejo Superior de la UNC, el debate de fondo pasa por la mirada de las
entidades educativas públicas frente a la cuestión socio-ambiental. El decano
decidió acordar con la empresa que busca instalar 219 silos para acopiar maíz
transgénico en la localidad de Malvinas Argentinas, y que es resistida desde
hace dos años por la ciudadanía; que tiene frenado el emprendimiento por el
Poder Judicial; y rechazado su estudio de impacto ambiental por la Provincia. Pese a
diversos informes presentados por biólogos y médicos, también de la UNC, que
advierten sobre los riesgos del plan de trabajo de Monsanto en Malvinas,
Conrero sostiene que “se habla de cualquier otra cosa menos de qué se va a
hacer en esa planta”. Y vas más allá: “La planta no libera cascarilla, no se
manipula agroquímicos, lo único que se hace es el curado de la semilla”. El
curado al que hace referencia corresponde al uso de 350.000 litros de
agroquímicos al año, con la planta funcionando a un 20 por ciento de su
capacidad, según informa la
empresa. El uso de químicos alcanzaría 1.750.000 litros
por año, en la máxima capacidad operativa.
En diálogo con este
cronista, Conrero se muestra confiado en sus argumentos. Cree lo que dice. No
titubea ni se exhibe a la
defensiva. Está convencido. La charla se centra en el acuerdo
presentado el 22 de agosto, cristalizado en una resolución decanal que
establece un convenio de cooperación de la unidad académica con Monsanto. Allí
se avanza en puntos de cooperación técnico-profesional, asesoramiento,
divulgación e intercambios en materia agronómica. Un ítem saliente es la
posibilidad de revisar el estudio de impacto ambiental que la empresa presentó para
instalarse en Malvinas, rechazado este año por Ambiente de la Provincia. Según
esa cartera “no se brindaron las respuestas idóneas” para los aspectos que
generan impactos ambientales negativos, como la gestión de residuos peligrosos
y de efluentes líquidos. Ambiente había enfatizado que Monsanto propuso
utilizar “sin mayores especificaciones” una variedad de subproductos de la
obtención de semillas de maíz, equivalente a 247.7 toneladas diarias,
equiparable a los residuos sólidos urbanos diarios de una población de 250.000
habitantes”. “El responsable del Estudio de Impacto ambiental, no es otro que
Jorge Dutto, actual Secretario General del Decano”, denunció la Federación Universitaria
de Córdoba en un reciente comunicado.
En el punto 5 de su
anexo, el convenio fijaba para el bimestre agosto-septiembre la revisión del
estudio de impacto ambiental de la Planta de Procesamiento de Semillas de Maíz
en Malvinas Argentinas. Conrero da otra versión de este dato al que le puso su
firma. Consultado sobre esta posible evaluación, con fecha de realización,
sostiene que se iba a “revisar la evaluación de impacto ambiental en el caso de
que se la dejaran presentar”. En esa misma línea de potenciales acciones dice
que “en caso de que se instale” se “(van a) hacer monitoreos”. Esas auditorías
también tenían fecha de ejecución en el suspendido convenio: enero a diciembre
de 2015. En las últimas horas, Monsanto informó a través del diario La Voz del
Interior que no presentará un nuevo estudio hasta fines de 2015, una vez
pasadas las elecciones.
El 3 de septiembre, el
decano suspendió el convenio, tras la declaración de rechazo que recibió de
parte del Consejo Superior de la
UNC. El órgano universitario planteó que el convenio apuntala “la
pretensión de la empresa de radicarse en Malvinas Argentinas, generando
confusión en la opinión pública, en relación a la posición asumida por esta
Universidad en consideraciones anteriores”, en referencia al rechazo que ya
había expresado en 2012 la
UNC. Conrero no oculta su disgusto con ese posicionamiento.
“Estoy preocupado por la falta de interés en debatir el tema de fondo que es la
instalación de una planta procesadora de semillas”, sostiene. Y avanza en un
primer argumento para defender su posición: “La comunidad de Malvinas es una de
lasque más necesidades laborales tiene”. Este mismo planteo fue utilizado por
la multinacional que se presentó en la ciudad prometiendo 400 nuevos puesto de
trabajo, dato que fue repetido tanto por el gobierno nacional y de Córdoba. Es
cierta la necesidad laboral en Malvinas, localidad, que según el censo cordobés
de 2008, presenta un 25,7 por ciento de los hogares con Necesidades Básicas
Insuficientes y un 36 por ciento de la población económicamente activa
desocupada. La promesa de Monsanto se vino abajo pronto, en cuanto se conoció
su aviso de proyecto: en su etapa de funcionamiento completo empleará a 215
personas, y otorgará 19 empleos más a través de servicios tercerizados. La
mitad de los puestos serán operarios técnicos, a los que se suman algunos
puestos para ingenieros, y otros administrativos. En la ciudad, de 14 mil
habitantes, sólo el 12 por ciento de la población tiene la secundaria completa.
Más allá de que el debate central no pasa por la cuestión laboral, la falsedad de
las promesas habla de la empresa y de quienes replican sus slogans.
Una empresa modelo
“Se ha estado
discutiendo sobre el nombre de una empresa y nosotros como universidad no
tenemos atribuciones para debatir sobre el nombre de una empresa cuando está
legalmente constituida. Ahí está la diferencia de criterios. Hay activistas que
vienen haciendo un trabajo que lo respeto si bien no lo comparto que generan
tensiones que hacen que no se deje debatir el tema real”, defiende el decano.
Acerca de fijar postura en torno a la empresa, su nombre, imagen y valoración,
Conrero picó en punta, y lo hizo con el sello de la facultad que encabeza. El
artículo 3 del convenio señala “que Monsanto es una compañía de reconocida
trayectoria a nivel nacional e internacional en las áreas de industrias de
biotecnología, semillas y productos de protección de cultivos, que ha asumido
un Compromiso de Agricultura Sustentable basado en los pilares de Producir Más,
Conservar Más y Mejorar la Calidad de vida”. Cualquier parecido con la web de
la multinacional no es coincidencia.
Otra versión de la
empresa denuncian las organizaciones como la Vía Campesina. Monsanto
aplica “tácticas agresivas” para imponer sus paquetes tecnológicos. Dan cuenta
de eso la condena por publicidad engañosa en Francia o la demanda por
biopiratería en la India, los reveses a sus semillas de maíz en Europa. Una
tras otra, estas prácticas están registradas en las más de 500 páginas del
libro el Mundo Según Monsanto de la periodista francesa Marie Monique Robin. Un
dato a mencionar también es la posición dominante de la empresa en el mundo de
los negocios agropecuarios, punto insoslayable a la hora de pensar la capacidad
de presión frente a los poderes públicos: la centenaria empresa estadounidense
controla el 27 por ciento de las semillas comerciales y el 90 por ciento
específicamente en soja, apunta el Grupo ETC.
¿
Saben o no saben?
“Yo acudí ante un
requerimiento de la comunidad, y después de dos años no saben todavía qué va a
hacer esa planta”, dice Conrero en base a su experiencia personal. “Eso sí me
preocupó”, agrega con tono serio. Su deseo, dice, es “que la comunidad conozca
que de qué se trata la planta y que tome la decisión final”. “La mala difusión
que se ha hecho del tema, porque se habla de cualquier otra cosa menos de qué
se va a hacer en esa planta, ha llevado a confusiones y a un pueblo a estar con
muchos problemas durante dos años.”
Casi a la par de
estas palabras que larga el decano, sale a la luz un informe del Conicet,
encabezado por el investigador Víctor Mazzalay, que contradice al titular de
Ciencias Agropecuarias. El documento reporta que 94, 94 por ciento de los
encuestados se reconoce informado sobre el proyecto de Monsanto; nueve de cada
diez reclama una consulta popular para definir la instalación o no de la
planta; y 64,86 por ciento votarían por el ‘no’ a Monsanto en Malvinas
Argentinas.
CIENCIA vs ciencia
Aunque la planta aún
no está habilitada, Conrero está convencido de la capacidad de control
ambiental que tendrá la misma, y de su bajo impacto. “Hay 43 plantas en zonas
similares”, dice como para establecer un paralelo. Ninguna de las otras plantas
tiene este tamaño. En Malvinas Monsanto planea acopiar semillas para 3,5
millones de hectáreas. El titular de la Red Universitaria
de Ambiente y Salud (Reduas), Medardo Ávila Vázquez, contrapone: en la planta
que Monsanto tiene en Rojas, y exhibe como modelo, “la polución se siente y
están a dos kilómetros”. “En Estados Unidos, las plantas están a siete
kilómetros o más de los poblados”. En Malvinas estará a 700 metros de la escuela. Con “una
escala similar a las otras 43 plantas juntas”.
En la planta
procesadora de semillas, explica Conrero “se deschala, se saca la semilla, se
clasifica, se tamaña, y se hace un curado para que el productor no lo tenga que
hacerlo en el campo en condiciones no controladas”. El biólogo Raúl
Montenegro, de la Cátedra de Biología Evolutiva Humana de Psicología de la UNC,
apuntó en un informe (2012) que a partir del deschalado “pueden desprenderse
partículas orgánicas contaminadas con residuos de plaguicidas”. “Además de ser
potencialmente transportables por viento, pueden generar depósitos secundarios,
disponibles para sucesivos episodios de distribución eólica” de “plaguicidas
que se hayan aplicado en las partidas de espigas ingresantes, como “endosulfán,
sulfato de endosulfán, clorpirifós, 2,4-D, glifosato”.
Otro trabajo,
realizado por las cátedras de Medicina Psicosocial, Alergia e Inmunología,
Medicina I, y Clínica Pediátrica de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC
advirtió a la población de Malvinas que “vivir alrededor de los acopios de granos es
de alto riesgo para patología respiratoria”, debido al polvillo provocado por
la cascarilla de maíz rociado con herbicidas, fungicidas e insecticidas. El
informe publicado por la Reduas dio cuenta de las problemáticas sanitarias que
ya padecen los vecinos, a causa por ejemplo de las pulverizaciones aplicadas en
la producción sojera. “La patología respiratoria suma 551 afectados” entre 3563
encuestados, “con una prevalencia de 15,46 por ciento para todos los grupos
etarios”. “Es un 50 por ciento más alta que la estimada como frecuente en EEUU
(hasta 10 por ciento). Malvinas presenta “el perfil de enfermedades que se
reitera en las poblaciones expuestas a pesticidas aerolizados” y “someter a
esta población a un nuevo golpe en su salud ambiental”, como el que implicaría
esta planta semillera “no es recomendable desde el punto de vista médico e
intolerable desde el punto de vista social”.
“Son estudios que no
tienen que ver con una planta procesadora de semillas. No hay cascarilla de
maíz”, refuta Conrero. “No hay sustancia que liberar. Cascarillas al ambiente
no se libera. Lo único que hay es un secado, hacer correr viento caliente sobre
un tubo donde pasa la
semilla. Se mezcla todo, hay gente en contra de los
transgénicos, en contra de la aplicación de agroquímicos. Ahí no se manipula
agroquímicos, lo único que se hace es el curado de la semilla.” La propia
empresa dio estimaciones en su aviso de proyecto que apuntan un uso de
plaguicidas de 1.750.000
litros anuales. Como si el destino de Malvinas estuviese
marcado por el agronegocio, Conrero remata: “Y otra de las cuestiones es que si
en esa zona si no se instala la planta y se hiciera soja tiene más riesgo de
contaminar ante las aplicaciones de agroquímicos”.
Medardo Ávila Vázquez defiende el trabajo
realizado desde la Reduas. “Los silos naturalmente no pueden tener los granos quietos
porque fermentan. A partir del secado, 30 por ciento de humedad del choclo la
tienen que llevar a 13 por ciento, el calor sale por un lado llevando polvito.
Y los silos de almacenaje también generan una nube de cascarilla. Pueden poner
filtros, pero quién va a controlar esos filtros de más de 200 silos.” El médico
compara con un caso en plena ciudad de Córdoba, el de la planta de Porta en
barrio San Antonio donde se elabora etanol a base de maíz. “Hemos medido
cascarilla de maíz en barrio san Antonio,” que sale de esa planta, y “tiene
atrazina”, producto prohibido en Europa y de masivo uso en la producción
maicera Argentina. Según la Organización Mundial de la Salud “hay pruebas de
que la atrazina puede inducir tumores de mama en ratas”. Desde la RAP-AL,
colectivo de técnicos que analizan los impactos ambientales de la agricultura
industrial, este producto genera “irritación severa de ojos, piel y vías
respiratorias”, y a largo plazo podría interferir “con el sistema endócrino
provocando en la reproducción y malformaciones congénitas”.
“El problema es el curado de semillas, en el
que se usan químicos muy persistentes, una parte queda al agua y el suelo”,
describe Ávila Vázquez. La alarma se enciende, por ejemplo, al saber que se
utilizarán “800 litros
por año de clotianidina, conocido como Poncho, de la empresa Bayer , un
químico terriblemente persistente”. Este insecticida, advierte, “está prohibido
en Europa”. “Claramente, todo eso va a caer al ambiente.”
Academia y pueblo
La planta de Monsanto
está frenada por el Poder Judicial. La empresa asegura que en 2015 volverá a la
carga para poder instalarse, y presentará un nuevo estudio de impacto
ambiental. El legislador Santiago Clavijo advierte: “Monsanto no puede
presentar un nuevo estudio porque se autorizó su instalación en una zona que la
Ley de Uso del Suelo vigente en Córdoba no lo permite”, ya que se habilitó esa
actividad industrial en un área no contemplada a ese fin. Mientras tanto
continúan los debates y la academia juega un rol clave en legitimar o no este
tipo de emprendimientos, modelos productivos, y perspectivas en los modos de
vida de la ciudadanía.
En horas en las que se celebra un año de bloqueo a la
multinacional de agronegocios más grande del mundo, vale poner en foco las
fisuras del sistema académico que exhibió la lucha de Malvinas Argentinas.
Frente a quienes dan argumentos técnicos para avalar a una empresa referente
del modelo extractivo, irrumpen otras voces de la academia que eligen pintarse de pueblo.
Fuente original: http://leonardorossi.wordpress.com/ Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Argentina_Monsanto_y_los_modelos_de_vivir_segun_la_academia
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