La sojización de la
producción agraria es una marca de la Argentina del 2000. El modelo agrícola
argentino, la concentración de la tierra, la expulsión de comunidades, los
beneficiados, la complicidad del Estado, los agrotóxicos y las consecuencias
sobre el ambiente, además del proyecto de modificación de la Ley de Semillas
son algunos de los temas tratados en este informe radial sobre una de las
multinacionales emblema del capitalismo argentino de los últimos años.
Por La
Revancha.
Carlos
Vicente, miembro
del Grupo Argentino Acción por
la Biodiversidad, ilustra
algunas consecuencias del esquema productivo hegemónico: “El modelo agrícola que está en
marcha es un modelo que expulsa campesinos, que concentra la tierra, que
produce commodities, o sea mercancías para el comercio internacional y no
alimentos, que contamina con el uso intensivo que hace de agrotóxicos”.
Además de
Carlos, dialogaron con el programa radial Merardo Ávila Vázquez,miembro de la Red
de Médicos de Pueblos Fumigados y Horacio
Britos,integrante del Movimiento
Nacional Campesino Indígena. ¿Cuál
es la situación actual de modelo extractivista en Argentina? Actores
involucrados y propuestas.
“Estamos
usando el 60% de la tierra agrícola para sembrar soja”, afirma Carlos Vicente.
En este sentido, agrega que la soja que generamos es el forraje que se utiliza
principalmente en la
Unión Europea y en China para alimento del ganado, a partir
de una distribución de roles dirigidos por los poderes corporativos, liderada
por la especulación con los alimentos y la proliferación de pooles de siembra.
Merardo
Ávila Vázquez, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, alerta que esta
práctica extendida “está
produciendo un impacto ambiental muy grande” y avanza en la enumeración de
involucrados en el “agronegocio”: “el
Estado Nacional a través de exenciones, los productores de la mesa de enlace,
que son ya un grupo de empresarios cada vez más diferentes de los campesinos y
de los pequeños y medianos productores que conocíamos en Argentina y las
grandes empresas como Monsanto, Bayer, Bunge, que realmente son las que se
llevan las partes más importantes de las ganancias”.
Para
considerar las dimensiones del impacto ambiental y en la salud, Carlos Vicente
ofrece algunos números: “en
Argentina solamente en un herbicida se usan más de 200 M de l. de glifosato”. Según Merardo A. Vázquez, ese es el
agrotóxico que más se usa en el país: “es
un herbicida que mata todo tipo de planta, salvo las plantas a las que Monsanto
ha injertado algún gen para generarle una vía metabólica distinta a la que
tienen absolutamente todas las plantas de la naturaleza. De
manera que esas plantas manipuladas son resistentes, no mueren al estar
expuestas al glisfosato”.
Otro
problema que genera el uso de herbicidas tóxicos es la elaboración de semillas
con más resistencia a estos productos. Horacio Britos, del Movimiento Nacional
Campesino e Indígena, resalta que esta medida es parte del negocio de las
multinacionales. “Eso está
siendo una gran preocupación, porque va a redundar en mayor consumo de
agrotóxicos, en mayor fumigación de las comunidades rurales, contaminación en
el caso de los genes del maíz, por las variedades locales del país”. Este punto afecta directamente a las
formas locales de producción y la dependencia de actores externos: “en muchas zonas hay variedades de
cultivo y de multiplicación propia, como en el NEA y en el NOA, que se van a
contaminar con esta nueva semillas en términos genéticos”.
Este mes
se dieron a conocer los resultados de estudios encargados a la
Universidad de Buenos Aires por
casos de plaguicidas tóxicos y persistentes en sangre, en habitantes de
Malvinas Argentinas, en la Provincia de Córdoba: 7 de cada 10 personas dieron
positivo. En diálogo con La
Revancha, Carlos Vicente
subraya que “desde el punto de
vista regulatorio el Estado no hace investigaciones independientes que
garanticen la inocuidad o la falta de riesgo y el no impacto ambiental de los
cultivos que se están aprobando. Estamos en manos de corporaciones que presentan
sus propias investigaciones y con ellas se imponen las políticas públicas”. Este ataque al derecho a la
información impacta directamente en la libertad alimentaria: “significa privarnos de la libertad
de elegir qué queremos comer, qué queremos sembrar.”
Se trata
de la soberanía alimentaria
La
tendencia que concentra el poder en las multinacionales que gobiernan el
mercado agrícola va contra las libertades sociales e individuales. Según Carlos
Vicente “hay un camino muy
claro que es el que ha marcado la vía campesina desde el año 2006 que es el de
la soberanía alimentaria”. Esta
concepción busca revalorizar la autonomía de los países y las comunidades para
establecer políticas agrícolas. Traducido en metas concretas, para Acción por
la Diversidad implica“decirle no a los transgénicos, significa una reforma
agraria integral, semillas en manos de los campesinos y no en manos de los
monopolios, una producción agroecológica, toda una serie de políticas para
limitar este poder que alguna vez Leonardo Boff definió como una dictadura global de
las corporaciones”.
Una consecuancia de sacar de las manos de los campesinos esta
autonomía productiva es, como señala Horacio Britos, la limitación de la
posibilidad de autoabastecimiento. A través de creaciones genéticas, se alteran
semillas para que sean resistentes a los herbicidas que se comercializan y se
establecen derechos sobre esas creaciones. Sobre este punto, Horacio indica que “las multinacionales quieren
controlar todo lo que más puedan el intercambio de semillas y la
automultiplicación de semillas”. El
origen del problema es que “la
acumulación y mejora genética a nivel mundial se debe a los trabajos que llevan
a cabo los pequeños productores con los cultivos, con el guardar semillas desde
el milenio de la
humanidad. El hecho de privatizar algo que es un bien público
y social y cobrar derechos sobre algo que ha sido tarea de milenios de pequeños
productores, de comunidades originarias nos parece una locura, una sinrazón”. Desde el
Movimiento Campesino impulsan el armado de un “plan
agrario sustentable sobre la base de quienes hoy alimentan al mundo que son los
campesinos y campesinas de todo el planeta”. Horacio destaca que estudios
comprobaron que “a nivel
global, con el 24% de la tierra los campesinos y campesinas, los agricultores
familiares, los pueblos originarios producen el 70% de los alimentos en el
mundo”. Agrega que sólo “hacen falta políticas orientadas
hacia la soberanía alimentaria, hacía la producción agroecológica con una
redistribución de la tierra y sin privatización de las semillas ni semillas
transgénicas”.
Audio
completo:
También
podés escuchar a Gastón Mazzalay, de la Asamblea de Malvinas en lucha
por la vida, sobre el caso cordobés y Monsanto.
Audio:
Audio:
Además, te
dejamos las “10 razones contra
modificaciones de Ley de Semillas en Argentina”, que firman las organizaciones en las
que participan los entrevistados.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article7827
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