sábado, 31 de mayo de 2014

“Estamos en manos de corporaciones que presentan sus propias investigaciones y con ellas se imponen las políticas públicas”. Informe (30 de mayo de 2014)

La sojización de la producción agraria es una marca de la Argentina del 2000. El modelo agrícola argentino, la concentración de la tierra, la expulsión de comunidades, los beneficiados, la complicidad del Estado, los agrotóxicos y las consecuencias sobre el ambiente, además del proyecto de modificación de la Ley de Semillas son algunos de los temas tratados en este informe radial sobre una de las multinacionales emblema del capitalismo argentino de los últimos años.

Por La Revancha.

Carlos Vicente, miembro del Grupo Argentino Acción por la Biodiversidad, ilustra algunas consecuencias del esquema productivo hegemónico: “El modelo agrícola que está en marcha es un modelo que expulsa campesinos, que concentra la tierra, que produce commodities, o sea mercancías para el comercio internacional y no alimentos, que contamina con el uso intensivo que hace de agrotóxicos”.
Además de Carlos, dialogaron con el programa radial Merardo Ávila Vázquez,miembro de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados y Horacio Britos,integrante del Movimiento Nacional Campesino Indígena. ¿Cuál es la situación actual de modelo extractivista en Argentina? Actores involucrados y propuestas.

“Estamos usando el 60% de la tierra agrícola para sembrar soja”, afirma Carlos Vicente. En este sentido, agrega que la soja que generamos es el forraje que se utiliza principalmente en la Unión Europea y en China para alimento del ganado, a partir de una distribución de roles dirigidos por los poderes corporativos, liderada por la especulación con los alimentos y la proliferación de pooles de siembra.

Merardo Ávila Vázquez, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, alerta que esta práctica extendida “está produciendo un impacto ambiental muy grande” y avanza en la enumeración de involucrados en el “agronegocio”: “el Estado Nacional a través de exenciones, los productores de la mesa de enlace, que son ya un grupo de empresarios cada vez más diferentes de los campesinos y de los pequeños y medianos productores que conocíamos en Argentina y las grandes empresas como Monsanto, Bayer, Bunge, que realmente son las que se llevan las partes más importantes de las ganancias”.

Para considerar las dimensiones del impacto ambiental y en la salud, Carlos Vicente ofrece algunos números: “en Argentina solamente en un herbicida se usan más de 200 M de l. de glifosato”. Según Merardo A. Vázquez, ese es el agrotóxico que más se usa en el país: “es un herbicida que mata todo tipo de planta, salvo las plantas a las que Monsanto ha injertado algún gen para generarle una vía metabólica distinta a la que tienen absolutamente todas las plantas de la naturaleza. De manera que esas plantas manipuladas son resistentes, no mueren al estar expuestas al glisfosato”.

Otro problema que genera el uso de herbicidas tóxicos es la elaboración de semillas con más resistencia a estos productos. Horacio Britos, del Movimiento Nacional Campesino e Indígena, resalta que esta medida es parte del negocio de las multinacionales. “Eso está siendo una gran preocupación, porque va a redundar en mayor consumo de agrotóxicos, en mayor fumigación de las comunidades rurales, contaminación en el caso de los genes del maíz, por las variedades locales del país”. Este punto afecta directamente a las formas locales de producción y la dependencia de actores externos: “en muchas zonas hay variedades de cultivo y de multiplicación propia, como en el NEA y en el NOA, que se van a contaminar con esta nueva semillas en términos genéticos”.

Este mes se dieron a conocer los resultados de estudios encargados a la Universidad de Buenos Aires por casos de plaguicidas tóxicos y persistentes en sangre, en habitantes de Malvinas Argentinas, en la Provincia de Córdoba: 7 de cada 10 personas dieron positivo. En diálogo con La Revancha, Carlos Vicente subraya que “desde el punto de vista regulatorio el Estado no hace investigaciones independientes que garanticen la inocuidad o la falta de riesgo y el no impacto ambiental de los cultivos que se están aprobando. Estamos en manos de corporaciones que presentan sus propias investigaciones y con ellas se imponen las políticas públicas”. Este ataque al derecho a la información impacta directamente en la libertad alimentaria: “significa privarnos de la libertad de elegir qué queremos comer, qué queremos sembrar.”

Se trata de la soberanía alimentaria
La tendencia que concentra el poder en las multinacionales que gobiernan el mercado agrícola va contra las libertades sociales e individuales. Según Carlos Vicente “hay un camino muy claro que es el que ha marcado la vía campesina desde el año 2006 que es el de la soberanía alimentaria”. Esta concepción busca revalorizar la autonomía de los países y las comunidades para establecer políticas agrícolas. Traducido en metas concretas, para Acción por la Diversidad implica“decirle no a los transgénicos, significa una reforma agraria integral, semillas en manos de los campesinos y no en manos de los monopolios, una producción agroecológica, toda una serie de políticas para limitar este poder que alguna vez Leonardo Boff definió como una dictadura global de las corporaciones”.

Una consecuancia de sacar de las manos de los campesinos esta autonomía productiva es, como señala Horacio Britos, la limitación de la posibilidad de autoabastecimiento. A través de creaciones genéticas, se alteran semillas para que sean resistentes a los herbicidas que se comercializan y se establecen derechos sobre esas creaciones. Sobre este punto, Horacio indica que “las multinacionales quieren controlar todo lo que más puedan el intercambio de semillas y la automultiplicación de semillas”. El origen del problema es que “la acumulación y mejora genética a nivel mundial se debe a los trabajos que llevan a cabo los pequeños productores con los cultivos, con el guardar semillas desde el milenio de la humanidad. El hecho de privatizar algo que es un bien público y social y cobrar derechos sobre algo que ha sido tarea de milenios de pequeños productores, de comunidades originarias nos parece una locura, una sinrazón”. Desde el Movimiento Campesino impulsan el armado de un “plan agrario sustentable sobre la base de quienes hoy alimentan al mundo que son los campesinos y campesinas de todo el planeta”. Horacio destaca que estudios comprobaron que “a nivel global, con el 24% de la tierra los campesinos y campesinas, los agricultores familiares, los pueblos originarios producen el 70% de los alimentos en el mundo”. Agrega que sólo “hacen falta políticas orientadas hacia la soberanía alimentaria, hacía la producción agroecológica con una redistribución de la tierra y sin privatización de las semillas ni semillas transgénicas”.
Audio completo:
También podés escuchar a Gastón Mazzalay, de la Asamblea de Malvinas en lucha por la vida, sobre el caso cordobés y Monsanto. 
Audio:
Además, te dejamos las “10 razones contra modificaciones de Ley de Semillas en Argentina”, que firman las organizaciones en las que participan los entrevistados.


Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article7827

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