¿Por qué gritamos con los
docentes?
Porque reclaman algo justo.
Porque nosotros no podemos ni queremos pagar una
escuela privada y, entonces, defendemos la pública.
Porque en las villas también tenemos a los pibes
en casa muchos días al año y en muchos casos hasta perder la escolaridad, por
las inundaciones que nos aíslan en los pasillos, como consecuencia de la falta
de cloacas y el incumplimiento de las leyes de urbanización que bastardean los
mismos que bastardean el paro.
Porque “todos los años lo mismo” es un argumento
para defender la medida, no para atacarla.
Porque las diferencias internas de cualquier
gremio conforman una parte indispensable de la democracia y no un recurso
chicanero para deslegitimar los mandatos de asambleas masivas.
Porque muchos les reclaman a los responsables de
las aulas lo que no se animan a reclamarles a los responsables de la educación.
Porque quienes debieran contener a los chicos en
estos días son los responsables de haber administrado pésimamente los recursos
públicos, en beneficio de muchos privilegiados que ahora exigen docentes en las
aulas.
Porque mienten sobre sus salarios, quienes no
pueden con sus verdades.
Porque no fueron los maestros quienes decidieron
qué presupuesto asignarle a cada ministerio, ni los que aceptaron que sus
derechos fueran utilizados como variable de ajuste.
Porque, en todo caso, la explotación o
manipulación en las escuelas privadas debe ser rectificada, y no ratificada
para exigirle a los estatales ese nivel de sumisión.
Porque la experiencia de haber laburado en negro
o en condiciones infrahumanas en cualquier rubro no es un parámetro, ni un
mérito, sino una deuda como sociedad, que difícilmente podremos saldar mientras
no nos animemos a aprender de los que se animan a enseñar.
Porque no hay medida más “extrema” que llenar
las aulas de trabajadores precarizados.
Porque no queremos “dejar” a los chicos en el
colegio, sino saber que van a educarse en manos de personas que podrán abocarse
a ellos, con las condiciones justas garantizadas.
Porque no queremos que nuestro futuro esté
subyugado a las energías sobrehumanas de laburantes exprimidos.
Porque ya hubo demasiados marzos de medidas
creativas, pacíficas, tolerantes y contemplativas, que sólo perpetuaron el conflicto.
Porque si los pibes pueden entender que San
Martín luchaba por la libertad de los pueblos, también pueden entender que los
docentes luchan por los derechos de esos mismos pueblos.
Porque queremos que nuestros pibes aprendan a
defender lo suyo.
Porque nadie habla del paro de los funcionarios
que debieran estar resolviendo el conflicto.
Porque estos docentes son los mismos que luchan
por la infraestructura y los insumos de estas mismas escuelas.
Porque la escuela pública somos nosotros.
Porque los verdaderos responsables cobran mucho
mejor que cualquier docente.
Porque el salario de los maestros, siempre, es
una inversión.
Porque el educador que decidió parar no paró:
nos está educando.
Porque los trabajadores del Estado no pueden
cobrar en negro.
Porque los “pobres” estamos afectados por el
paro, pero mucho más por el sistema que les impone tener varios empleos a la
vez.
Porque hubo que luchar mucho para que existiera
el derecho a huelga.
Porque los pibes merecen la plena atención y
concentración de los hombres y mujeres que se abocaron a semejante desafío.
Porque 12 días sin clases es grave y un mes sin
clases sería más grave, pero una eternidad de abusos es mala educación.
Porque Scioli todavía ni se enteró que Luciano Arruga no empieza la escuela desde hace 5
años.
Porque amar al Estado es pararse de manos por la
educación pública.
Porque la dignidad es infinita, no
cuatrimestral.
Porque alguna vez los gobiernos deberán aprender
la lección.
Porque el salón de actos está funcionando horas
extras, en la calle.
Porque nuestros docentes han dado sobradas
muestras de amor a nuestros barrios.
Porque los maestros también son padres, que
quieren a sus hijos en las escuelas.
Porque las escuelas también son madres que
quieren a sus hijos con los maestros.
Porque los hijos también son escuelas que
quieren a sus padres con los maestros.
Porque a nosotros nos enseñaron que al docente
se lo respeta.
Y porque Carlos Fuentealba está presente.
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¡FUERZA, MAESTROS!
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