Papa Francisco
5 de agosto de 2014
5 de agosto de 2014
Por Saad Chedid (Rebelión)
“Por esto es que
conviene tener despierto permanentemente en el hombre lo que es grande
y
convertirlo en su propia grandeza.” Antoine de Saint-Exupéry.
“Para el
profesor Eduard W. Said el intelectual tiene una misión moral, decir la verdad
por más incómodo que fuera, criticar los sistemas de dominación estructural y
trabajar por un futuro moral para la humanidad.”
Papa Francisco, usted
nos dijo que rezáramos a Dios para lograr la paz en Gaza.
Pero lo que no nos
dijo es a cuál Dios había que rezar.
Porque, además, si sus
feligreses, los 1.000 millones de católicos, lo hicieron, nada lograron. No
pasó nada Todo lo contrario.
Y ¿sabe por qué pienso
que no pasó nada?
Porque, disculpe, no
es el mismo Dios el del mensaje de Jesús, el del amor y el perdón, que el que
le endilgaron, en un libro que llamaron Biblia, como Antiguo Testamento, que es
un dios del odio, de la guerra, militarista y genocida, y que es el que siguen
y adoran los que hoy están en el gobierno del Estado de Israel, controlados por
rabinos enfermos y paranoicos.
Y que Harold Bloom
describiera magistralmente en su libro Jesus
and Yahweh, the names divine. Y
el rabino Jacob Neusner, también lo describe como antagónico con el de Jesús,
en su libro Jews and
Christians, The Myth of a Common Tradition,donde nos dice que hablar de una
tradición común es una gran mentira.
Pero que usted, papa
Francisco, y toda la iglesia católica considera y nos dicen, desde hace siglos,
que los dos son uno y el mismo dios.
Perdone, pero yo no
creo eso, más, creo, con Harold Bloom y Jacob Neusner, que es una gran mentira
y que la iglesia católica y usted mismo, si es que quiere que le sigamos
creyendo y haciendo los que nos pide, debe aclararnos.
Porque, sabe, papa
Francisco, si fuera el mismo dios no les permitiría a los terroristas
encaramados en el gobierno del Estado de Israel seguir masacrando todos los
días, cada minuto, cada segundo, a niñas y niños palestinos, ancianas y
ancianos palestinos.
Y, lo más terrible
aún, es que gozan con sus muertes anónimas.
Porque, recuerde papa
Francisco, Jesús decía: “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los
niños, no entraréis en el reino de los cielos.”
Y los encaramados en
el Estado de Israel y sus rabinos, le ordenan a chicos de 18 a 21 años, cuando hacen el
servicio militar, en el Tzahal, que lo que deben hacer es matar a los niños, de
entre 4 y 10 años.
La última es la
prédica de una diputada israelí que dijo que hay que matar a las madres para
que no tengan hijos.
Y qué decirle del
heroico padre Jorge Hernández, quien, pese a las bombas y el peligro de ser
alcanzado por una en cualquier momento, aún sigue allí y se queda a cuidar a
sus niños desvalidos y ancianos enfermos.
El padre Jorge
Hernández cree en El, aunque no lo sepa, el dios que Jesús invocó, y no en el
Jhwh de los judíos. Y El lo cuida.
Y, ¿entonces papa
Francisco?
¿A quién le rezamos? A
El, a quien invoca Jesús en la cruz, o al Jhwh de los judíos, deidad
terriblemente celosa de que ‘su pueblo’ no se mezcle con otros pueblos, y por
eso sus seguidores quieren tener un Estado de sólo judíos?
Para mí, papa
Francisco, se me hace difícil seguir sus consejos y por eso le pido que me
ayude a comprender este dilema que se me plantea, porque creo, sí, creo, que
usted es una buena persona.
También debo aclararle
que no me importa que sea papa del catolicismo, concepción que tan mal le hizo
con sus persecuciones de siglos a los judíos, acusándolos de la más terrible y
estúpida mentira de la historia humana: de ser los que mataron a Dios.
Y que millones de
ingenuos lo creyeron y lo, lo más grave aún, es que siguen creyendo.
Papa Francisco, eso no
es posible, nadie puede matar a Dios, y muchos menos una horda de fanáticos
ladrones y salteadores de caminos, como el propio Jesús los llamara.
“Sepulcros blanqueados
por fuera y llenos de hez por dentro”, fueron, entre otras, las frases
lapidarias de Jesús para aquellos ‘ladrones y salteadores de caminos’ que ya
desaparecieron de la
historia. Y no dejaron herederos. Se fueron con el viento de
la historia, como tantos otros pueblos de la antigüedad. No
dejaron herederos.
Y aquellos judíos,
rabinos integrantes del sanedrín que le pidieron al representante del emperador
romano que crucificara a Jesús, también desparecieron llevados por el viento de
la historia, por eso, papa Francisco, la acusación de siglos de la iglesia
católica de que los judíos son el puedo deicida, es la más estúpida de las
acusaciones jamás lanzada contra un grupo humano.
Nadie, papa Francisco,
nadie puede ser deicida. Ningún ser humano y muchos menos un grupo humano
cualquiera puede ser acusado de tamaña insensatez, como lo hizo la iglesia
católica durante siglos, contra los judíos.
Y por esa
responsabilidad, ahora, la iglesia católica, y usted, guardan silencio ante las
masacres que sufre el pueblo palestino, perpetradas por un grupo de imbéciles,
que se dicen judíos, (¿lo son?), encaramados en el poder de un Estado colonial,
y, entonces, papa Francisco, usted nos pide que recemos.
¿A quién? ¿A cuál de
los dos dioses? ¿Al del Antiguo Testamento, o al del Nuevo Testamento? ¿Se
puede seguir hablando de semejante mentira histórica?
Pero, como todavía no
se puede cambiar, papa Francisco, a cuál hay que rezar: ¿Al de los judíos o al
de Jesús?
Porque sabe, papa
Francisco, le digo con toda franqeuza, para mí no son el mismo. Son dos
distintos. Que los mezclaron y engañaron a los pueblos durante todos estos
siglos. Con ese libro que llamaron “La Biblia”.
Pero fue y es la
iglesia católica y usted mismo el que sigue diciendo eso, no los judíos que
siempre dicen que Jhwh, su dios, es único y el que los cuida y los hace
pervivir pese a las persecuciones de la iglesia católica, que ahora, además,
dicen, la ha hecho arrodillarse antes su poder omnímodo.
Su antecesor escribió
dos libros (o más) en los que nos dijo que El, el dios de los cristian os, era Jhwh, el dios de los judíos. Una
gran falacia. Y Joseph Aloisius Ratzinger, lo sabía.
Por eso, papa
Francisco, usted calla y nos dice: recen a dios.
Pero no nos dice a
cuál dios.
Porque dios es sólo
traducción del Zeus griego, devenido en Deus en latín y Dios en castellano.
Y, si no es ese, es
sólo un genérico sin definir a ninguno, y por eso decimos los dioses griegos,
los dioses romanos, los dioses de la India, los dioses africanos, etc. etc.
¿Sabe usted a cuál? ¿O
usted tampoco sabe?
Porque su antecesor
dijo que dios tiene nombre. Y dijo que ese nombre era Jhwh, el dios de los
judíos. Una gran falacia.
Papa Francisco, yo me
pregunté muchas veces, después de leer a su antecesor, ¿qué diría Jesús, si
viviera, de semejante falacia?
Su antecesor sabe que
los griegos cuando tradujeron los Evangelios cambiaron el nombre de El, por
Zeus, y los latinos por Deus, y los españoles por Dios.
Y su antecesor cambió
los nombres y escribió que era Jhwh. El dios de los judíos, sin aclarar que se
había hecho el mismo cambio en lo que ustedes llaman el Antiguo Testamento,
esto es, pusieron Zeus, por Jhwh, y su antecesor escribió, volviendo sobre el
texto traducido y nos dijo que Dios es Jhwh.
Claro, lo hizo sin
decirnos que el traductor puso Zeus, en lugar de Jhwh, y Ratzinger hace el
malabarismo de volver al nombre original, con lo que su pensamiento es
tautológico. Jhwh se traduce por Dios, y luego Dios se traduce por Jhwh, y por
eso para él Dios tiene nombre. El del traducido. Gran falacia digna del mejor
de los sofistas.
Y, sabe papa
Francisco, tengo la impresión de que esta debacle caída sobre el pueblo
palestino, es consecuencia de haberse usted entrometido y haber llamado a dos
ex presidentes, al del Estado de Israel, Shimon Peres, que al día siguiente de
hablar con usted terminaba su mandato, y el de la Autoridad Nacional
Palestina (ANP), que no era presidente, porque su mandato
había caducado en 2009.
Y este último no
llamaba a elecciones porque el pueblo palestino había quemado en la Ribera Occidental
y en la Franja de Gaza, su imagen colocada en carteles gigantes, por
considerarlo lo que es, un traidor.
Y no sólo a él, sino también
a todos sus representantes en los países donde tiene delegaciones la ANP.
Todos ellos por cuidar
sus puestos, guardan silencio ante la masacre del pueblo palestino, mientras
nosotros, argentinos, levantamos nuestras voces de protesta contra tamaño intento
de genocidio del pueblo palestino de la Franja de Gaza.
Y su heroica
resistencia, pese a la estupidez de algunos de sus dirigentes, los de Hamás y
los de Fatah, sigue en pie soportando gloriosamente la muerte de su hijos y
estará allí cuando todos nosotros ya no estemos, Y tampoco los asesinos que los
quieren eliminar de la geografía y de la historia. Y sus estúpidos dirigentes, lanzadores
de cañitas voladoras, con las que pretenden hacerse los valientes. Sólo
insensatez humana.
Y también insensatez
humana la de los colonos europeos jázaros, conversos judíos, que creyeron
construir un Estado de los judíos. Los Ben Gurion, y Menahem Begin y Yitzhak
Shamir y Yitzhak Rabin y también con Arik Sharon. Ya no están. Se los llevó el
viento de la historia.
Como se llevará al criminal de Netanyahu y a sus sucesores.
El pueblo palestino
sobrevivirá, sus asesinos no.
Y ¿qué decirle de eso
que llaman ‘los países árabes’, con sus opulentas fortunas, incalculables,
cuyos príncipes compiten para ver quién construye el edificio más alto? Pobres
seres humanos que no saben de la fragilidad de sus vidas y que a esos edificios
también se los llevará el viento de la historia como pasó antes con los pueblos
que habitaron esas regiones.
Construyeron templos y
monumentos colosales. No quedó nada, sólo ruinas enterradas en las arenas de
los desiertos, que todo se fagocitan.
Países árabes. A veces
me causa gracia escuchar esa frase. Todos enfrentados entre ellos y sólo
compitiendo como niños por mostrar quién tiene la mayor fortuna. Ninguno ha
movido el dedo meñique por la vida del pueblo palestino. Cuando, en lugar de
construir un edificio más alto, debieran dedicar esas fortunas a ayudar al
pueblo palestino.
Y qué no decirle de la
vergüenza del nuevo gobierno egipcio, cerrando las fronteras para que el pueblo
palestino quede sólo a merced de sus victimarios: los israelíes.
El Egipto de la
grandeza y de la lucha anticolonialista de Gamal Abdel Nasser y la Argelia de
Lacheraf y Boumediene, olvidados en el camino del viento de la historia que
todo se lo lleva.
Y entonces, el dolor y
la angustia que nos invade por no poder hacer nada desde aquí, desde la
Argentina, sino escribir y escribir, sabiendo que también estos escritos se los
llevará el viento de la historia, mientras los terroristas y asesinos sonríen
desde sus oficinas marmóreas en Tel Aviv, porque se saben apoyados y cuentan
con el silencio cómplice de los poderosos de Washington, de Moscú, y de Beiging
y de los lacayos de Gran Bretaña y Francia, todos componentes del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas. Otra de las farsas con que nos dijeron que
resolverían los problemas del mundo.
Y el torpe de John
Kerry pidiendo la devolución de un soldado israelí, supuestamente, como los
tres chicos encontrados muertos, prisionero del gobierno de Gaza, cuando este
había caído en el campo de combate, asesinado por las balas del Tzahal, no de
los palestinos.
Mientras no dice una
palabra de los miles de muertos y heridos del pueblo palestino, ni de sus niños
masacrados, sino y sólo pide que haya paz, como si su palabra tuviera algún
valor para los terroristas de Tel Aviv.
Y, ¿sabe qué, papa
Francisco?, yo que creo conocer la mentalidad de los terroristas asesinos que
gobiernan el Estado de Israel, desataron todos los demonios y muertes contra el
pueblo palestino para decirle a usted: “Papa Francisco, nuestro dios, Jhwh, es
el más poderoso, y usted y sus rezos nada lograrán. Y como prueba de ello, vea
lo que hacemos. Y nada ni nadie podrá detenernos.”
Y, sabe, papa
Francisco, no quiero hablar de aquel acompañante musulmán que tuvo usted en el
encuentro entre los dos presidentes caducos. Porque usted se horrorizaría si
supiera quién es. ¿O lo sabe?
De viejo que me estoy
poniendo ya no tengo temor de nada. Y menos de los hombres que detentan poder,
porque aprendí de ese gran palestino que fue Edward W. Said, mi amigo, que un
intelectual es aquel que se para frente al poder y le dice lo que siente como
verdad.
Sin temor alguno.
Y eso me pasa a esta
edad ya caminada.
Y ¿sabe qué, papa
Francisco?
Aún creo en usted y
por eso la frase de Saint-Exupéry.
Porque creo que usted
sería capaz de ir a Gaza y poner su cuerpo anteponiéndolo a las bombas y a las
balas de los terroristas del Estado de Israel, y decirles como lo hiciera
Jesús: “Eli, Eli, perdónalos porque no saben lo que hacen.”
Y, ¿sabe qué papa
Francisco? Las bombas y las balas se detendrían en el aire.
Pero sólo si usted
fuera capaz.
Rezar es necesario,
pero no suficiente desde usted.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188083
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188083
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