Agentes
naranja
23 de noviembre de 2014
23 de noviembre de 2014
El naranja aluvional espera en los bordes de las
rutas, empuja en las cartelerías urbanas, resalta en las páginas de los diarios
y envuelve las combis que circulan con una sola palabra: Presidente. Daniel
Scioli cumplirá el año que viene ocho extensos y arduos ejercicios provinciales
a cargo de la Gobernación más compleja. La que aglutina a más del 35% de la población
del país. Aquella paradójica donde impone un modelo ortodoxo policial y
clientelista, donde la pobreza, la marginalidad y la vulnerabilidad se
cronifican y, a la vez, lo lanzan, al Gobernador Naranja, a la carrera estelar
por la Presidencia. El ,
que descree de las maldiciones y de las cruces de sal que la historia ha
asestado de este lado de la
General Paz.
Por
Silvana
Melo para APe
A estas
alturas, ya tiene su presupuesto. Que no es cualquier presupuesto: es el
presupuesto del tobogán que lo depositará (está convencido) en el sillón de
Cristina cuando ella se levante y lo deje para volver a Calafate. Por eso es un
presupuesto plagado de policías, de armas, de patrulleros y chalecos antibalas.
Y escaso de educadores. Un presupuesto descollante de oleaje naranja. Y pobre
en programática infantil. Un presupuesto de campaña, de oro hacia afuera, de
hierro hacia adentro. Que confirma un statu quo de desigualdad extrema. Un
estado que incluye a unos entre algodones y a otros entre ortigas. Los últimos son
mayorías.
El monto
para gastar en 2015 aumentó en un 36%, en un sinceramiento del porcentaje
inflacionario previsible que, hacia la gente, no se reconoce jamás. A la salud
y la educación, sin embargo, les tocó un aumento más petiso: 28%. Porque la
gran estrella es, nuevamente, la seguridad: se disparó un 66%, a costa de los
paquetes de programas sociales que, de todas maneras, suelen gozar de un nivel
indecoroso de subejecución.
El Gobernador Naranja ha tomado
decisiones de campaña coherentes con su patrón filosófico. Aumenta el poder de
fuego del Estado y disminuye las herramientas de defensa de las franjas más
débiles. Que son las más inseguras. Y no tanto por su propiedad privada (que
suele ser escasa) sino por su azarosa alimentación, su deterioro sanitario, su
vivienda deficitaria, su frío en los inviernos, sus incendios en los veranos.
Nada de esto se resuelve con ninguno de los 246 mil millones de pesos con que
el Gobernador armó su esquema presupuestario.
Nada de
esto se resolvió con la emergencia en seguridad decretada hace seis meses (600
millones de pesos para comprar 1.000 móviles equipados, 30.000 chalecos
antibalas, 10.000 armas con sus municiones), que desjerarquizó la otra
inseguridad, la más sostenida, la que nace de las vísceras y se desviste en la
calle día tras día: seis veces menos (104.760.000) eran destinados a la
alimentación, la salud y la atención diaria de los chicos que viven en
organizaciones sociales a la buena del dios que atiende en los escritorios de
la Secretaría de Niñez o de los programas UDI (Desarrollo Social). Con una
aleatoria decisión política de pagar o no los programas becarios, según el
humor de los funcionarios de turno. Que, lamentablemente para los niños y las
organizaciones (parias sistémicos) suele ser malo.
Nada de
esto se resolverá con la incorporación de 25 mil nuevos policías. 15 mil de
ellos para una nueva fuerza, esta vez local. Las políticas de seguridad y
social se abrazan en un solo concepto, profundo y definitorio (también, acaso,
definitivo): la consolidación de las herramientas represivas (una sábana que
cubre hasta la nariz) para disciplinar a la multitudinaria desnudez de los
pies. La seguridad no es el abrigo de los desnudos. Sino el castigo a los
resistentes. El CELS y la Comisión por la Memoria calculaban unas 280 muertes
en manos policiales durante un año de la emergencia.
Desde el 2008, las partidas para
Educación caen porcentualmente sin pausa: desde el 33,2% al 27,81 para 2015.
Pero éste es un presupuesto de campaña:
el aluvión naranja se llevará un 40% más de inversión publicitaria que en 2014.
Por las dudas, el inmaculado Servicio
Penitenciario Bonaerense tendrá un presupuesto aumentado en un 57%. Preparadas
y amorosas, sus cárceles, para recibir a tantos de los 220.000 chicos que se
guarecen, desdeñados por el Estado, en las organizaciones sociales. Con becas
de 450 pesos intocados desde 2009. Apenas 99 millones (de 246 mil) que a veces
se pagan y a veces no. O los 1675 que viven en hogares y que le cuestan al
Estado poco más de dos millones. Que a veces se pagan y a veces no. O los 6250
que pasan por los centros de día, con becas de 650 pesos. Una erogación de
3.750.000 pesos que a veces se pagan y a veces no.
Más
policía y más cárceles redondean con moño y brillantina el presente ideológico
con el que el Gobernador Naranja aspira a llegar a la Nación.
Si es que
se calza la pata de conejo, cruza los dedos y toca madera. Porque hay que
vencer la oscura condena de la Provincia.
Jamás un
gobernador fue elegido presidente. Ni con la policía.
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