Al río llegó
la sangre
28 de noviembre de 2014
Por: Alfredo
Grande (APE)
En la cultura
represora el cántaro, ese empedernido luchador, de tanto ir a la fuente de sus
pesares, termina rompiéndose. El problema para la cultura represora no es
derramar sangre. Lo único que le importa es que no llegue al río. Porque el
río, triste e inapelable mensajero, dirá que no solamente las aguas bajas
turbias, sino que bajan ensangrentadas. El cinismo que es el modo habitual de
esquivar y burlar toda injusticia, proclama que “por suerte la sangre no llegó
al río”. La sangre derramada, negociada, manipulada, astutamente utilizada, es
un mal necesario. Siempre habrá sangre entre ustedes, rezan en voz baja los
mercaderes de todos los templos de la muerte.
La sangre tiene mil nombres, desde costo social del ajuste, inflación que se come el salario, minería a cielo abierto, fracking, contaminación ambiental, hambre planificada. La pedagogía del gatillo fácil hizo escuela, y ahora sigue siendo fácil para la policía, pero no solamente. Robo y asesinato coinciden, por eso en estos tiempos de las democracias
victoriosas, hay crimen perfecto. Algunos llaman a esto impunidad.
"La anestesia de la víctima
aumenta la crueldad del victimario"
(Aforismo implicado AG)
El móvil para asesinar es robar, lo cual en otros tiempos eran lógicas diferentes. La banalidad del mal es, también, la banalidad de asesinar. Al contado o en cuotas. La para mí mal llamada violencia de género es un asesinato y con alta tasa de reincidencia. Asesinato fácil. Es bien sabido y también es bien ignorado que el castigo no tiene carácter disuasivo. Con la única excepción de las tiranías más crueles que someten por el terror.
Si la democracia recurre al terror organizado desde el Estado, como fuela triple A (alianza
anticomunista argentina, ya que las siglas con encubridoras), entonces nunca
más podrá ser honrada. Hoy las cárceles son vicariatos del terrorismo de
Estado. Institutos para niños y niñas, también. Las villas que de miseria
pasaron a ser dignas, también. A mi criterio, uno de los más resonantes éxitos
de la cultura represora es haber instalado el tabú de la violencia y el tabú
del odio. O sea: las dos herramientas para enfrentar a un enemigo cruel y
despiadado, esta cultura del falso amor logró anestesiarlas. El amor al
represor, que en la jerga del psicoanálisis implicado se denomina “ideal del
superyó”, es un veneno letal para el cual hay antídotos, pero que no tienen
difusión.
La violencia es la brusca y súbitainterrupción de un devenir. Si ese devenir es por ejemplo el exterminio, que por otra parte es la constante de ajuste desde que los godos nos descubrieron a la fecha, la violencia es justa y necesaria para detenerla masacre. Tres
registros son necesarios diferenciar: agresión, violencia y crueldad. La
violencia de género es crueldad de género, porque implica una planificación
consciente del sufrimiento, del dolor, de la mortificación.
Exactamente igual que la tortura. Por eso me
permití parafrasear a José Martí: “y para el cruel que me arranca el corazón
con que vivo, cardo y ortiga cultivo, nunca más la rosa blanca”.
La crueldad es la violencia que interrumpe el devenir amoroso dela vida. Del amor al
terror. Pero es la víctima, alienada en los mandatos de la cultura represora,
que no solamente sigue amando a su ángel exterminador, sino que además no puede
aprender a odiarlo. La anestesia de su legítima violencia, que es además el
ejercicio de su legítima defensa, es una sentencia firme de muerte. La obsesión
de no culpabilizar a la víctima impide que la víctima salga de ese lugar letal.
El victimario, torturador, exterminador, no va a dejar de asesinar aunque lea
todas las noches el código penal y todas las tardes las leyes contra la
violencia de género.
"Honrar por mandato
no es honrar la vida
sino honrar la muerte"
(Aforismo implicado AG)
Las bestias deben morir, al menos de muerte cultural. Penosamente, las que mueren son las víctimas, y ya están muertas porque no han podido entender, y además se les ha mentido siempre, que los amores que matan no son amores. Pero matar por amor es otro triunfo de la cultura represora. Se encubre que es un asesinato fríamente calculado.
Cada mujer violentada tiene en su propia subjetividad avasallada, las armas para reprimir a su represor. Sin temor a ejercer violencia liberadora, sin temor de odiar a su exterminador. El amor es algo demasiado importante para dárselo a los que no aman. Deberá des aprender todos los mandatos de la cultura represora para darse cuenta de que la violencia es sacar lo que sobra y el amor es poner lo que falta. Entonces no solamente la sangre no llegará al río, sino que no habrá más sangre que los mercaderes puedan seguir negociando.
Fuente: http://www.argenpress.info/2014/11/al-rio-llego-la-sangre.html
La sangre tiene mil nombres, desde costo social del ajuste, inflación que se come el salario, minería a cielo abierto, fracking, contaminación ambiental, hambre planificada. La pedagogía del gatillo fácil hizo escuela, y ahora sigue siendo fácil para la policía, pero no solamente. Robo y asesinato coinciden, por eso en estos tiempos de las democracias
victoriosas, hay crimen perfecto. Algunos llaman a esto impunidad.
"La anestesia de la víctima
aumenta la crueldad del victimario"
(Aforismo implicado AG)
El móvil para asesinar es robar, lo cual en otros tiempos eran lógicas diferentes. La banalidad del mal es, también, la banalidad de asesinar. Al contado o en cuotas. La para mí mal llamada violencia de género es un asesinato y con alta tasa de reincidencia. Asesinato fácil. Es bien sabido y también es bien ignorado que el castigo no tiene carácter disuasivo. Con la única excepción de las tiranías más crueles que someten por el terror.
Si la democracia recurre al terror organizado desde el Estado, como fue
La violencia es la brusca y súbitainterrupción de un devenir. Si ese devenir es por ejemplo el exterminio, que por otra parte es la constante de ajuste desde que los godos nos descubrieron a la fecha, la violencia es justa y necesaria para detener
La crueldad es la violencia que interrumpe el devenir amoroso de
"Honrar por mandato
no es honrar la vida
sino honrar la muerte"
(Aforismo implicado AG)
Las bestias deben morir, al menos de muerte cultural. Penosamente, las que mueren son las víctimas, y ya están muertas porque no han podido entender, y además se les ha mentido siempre, que los amores que matan no son amores. Pero matar por amor es otro triunfo de la cultura represora. Se encubre que es un asesinato fríamente calculado.
Cada mujer violentada tiene en su propia subjetividad avasallada, las armas para reprimir a su represor. Sin temor a ejercer violencia liberadora, sin temor de odiar a su exterminador. El amor es algo demasiado importante para dárselo a los que no aman. Deberá des aprender todos los mandatos de la cultura represora para darse cuenta de que la violencia es sacar lo que sobra y el amor es poner lo que falta. Entonces no solamente la sangre no llegará al río, sino que no habrá más sangre que los mercaderes puedan seguir negociando.
Fuente: http://www.argenpress.info/2014/11/al-rio-llego-la-sangre.html
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