México: Encima de todo, una puñalada transgénica
29 de
noviembre de 2014
Por Elena Álvarez-Buylla*
En medio
del luto que nos sacude a raíz de la tragedia de Ayotzinapa, sorprende la
noticia de que la
Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios
(Cofepris) ha aprobado el libre consumo de 132 productos transgénicos, de los
cuales 50 por ciento corresponde a maíz, el resto son de algodón, soya y
canola, entre otros.
Esto
manifiesta entusiasta Alejandro Monteagudo Cuevas, director ejecutivo de
AgroBio México, pues mantiene el negocio en lo que se aprueba la siembra de
maíz transgénico, declaró recientemente.
Gracias a
una acción colectiva se logró la suspensión de la liberación de maíz
transgénico en México, con base en evidencias científicas sobre su impacto
nocivo en el ambiente y la biodiversidad del maíz nativo. El futuro del maíz,
ante retos de cambio climático y otros, depende de las variedades nativas
mexicanas, producto del cuidado de los pueblos autóctonos y que hoy aún
sustentan una parte importante de la producción nacional. La liberación de
maíces transgénicos las amenaza de múltiples formas.
Parece
que para compensar esta interrupción del negocio de productoras monopólicas de
transgénicos, y a costa de la soberanía alimentaria y la salud de todos, el
Estado aprueba el consumo de algunas más de sus líneas transgénicas. Este favor
a las trasnacionales coincide con que en varios países de Europa, Asia y América
rechazan los transgénicos. Es abundante la evidencia científica de los daños en
la salud por su consumo, incluyendo los agrotóxicos que se usan en su cultivo.
A
estudios hechos en animales se suman datos epidemiológicos en Paraguay,
Argentina y Estados Unidos, país en el que la salud de sus habitantes se ha
deteriorado aceleradamente en los últimos 20 años. El aumento de muertes a
causa de varios tipos de cánceres, diabetes, daño renal o por alteraciones
metabólicas, o incluso por enfermedades como Alzheimer, a partir de mediados de
la década de 1990, es pavoroso. Esto ha sido publicado en las revistas de mayor
reconocimiento científico. ¿Cuál es la causa de esta tendencia? Estudios
recientes indican que el consumo de transgénicos y sus agrotóxicos asociados
pudieran tener un papel causal.
Los transgénicos se empezaron a liberar
masivamente en Estados Unidos a principios de 1990. Uno de los componentes que
más claramente se correlaciona con la tendencia es el glifosato, llamado Faena
en México. Este herbicida se usaba desde aproximadamente 10 años antes de la
liberación de los cultivos transgénicos en Estados Unidos, pero empezó a usarse
masivamente en los transgénicos tolerantes al mismo. En Europa no se aprobó la
siembra de transgénicos tolerantes a este agrotóxico y se evita su consumo. La
correlación entre el aumento de la prevalencia de enfermedades y el uso de
glifosato y/o el cultivo de soya y/o maíz transgénicos tolerantes al mismo es
mayor a 90 por ciento en muchos de los casos a partir de mediados/finales de la
década de 1990. Aunque una correlación no indica causalidad, el hecho de que la
correlación sea tan alta para tantas enfermedades (22 estudiadas) indica que
este herbicida es un agente causal.
Los
estadounidenses están sujetos a contaminantes en agua, aire y comida, y al
parecer el glifosato afecta sistemas corporales que lidian con ellos. A pesar
de ello, el gobierno estadunidense sigue usando a su población de conejillos de
indias, no ha aprobado el etiquetado de transgénicos, y tampoco prohíbe el uso
del faena y otros agrotóxicos. Algunos expertos aluden a corrupción. Estos
expertos insisten en que las instituciones públicas que regulan el uso de estas
sustancias deberían aplicar el principio precautorio, más que esperar a que
aparezcan los daños. Éstos y la permanencia de los tóxicos en el ambiente son
difíciles de revertir; y ahora que se va conociendo la importancia de la
herencia epigenética, es probable que la exposición a tóxicos afecte a las
futuras generaciones, aun si los hijos y nietos de estas ya no estuvieran
expuestos. En ausencia de corrupción, el faena nunca se hubiera aprobado para
uso masivo y sería retirado del mercado. Además, la presencia y diseminación de
los organismos transgénicos mismos, que implican una contaminación con vida
propia e impactos impredecibles, será irreversible si no se para ya. Esto es
particularmente importante para centros de origen y diversidad, como es el caso
de México para el maíz. Ante los datos recientes en torno a los daños en salud
por el cultivo y consumo de transgénicos, lo único aceptable es impedir que
estos cultivos contaminen nuestro ambiente y alimentos. Su razón de ser es sólo
el lucro; a 20 años de su liberación no han alimentado a un solo hambriento del
mundo y tampoco han aumentado los rendimientos o disminuido el uso de tóxicos.
Por todo lo anterior, sorprende que el
actual y los dos anteriores gobiernos de México sacrifiquen nuestra soberanía
alimentaria y sanitaria, nuestro ambiente y alimento, así como nuestra salud, a
cambio de oscuros acuerdos comerciales. Las evidencias científicas de los
últimos años, que muestran una fuerte asociación entre el consumo de alimentos
transgénicos y la exposición a glifosato con el aumento de la prevalencia de
enfermedades tales como inflamación en el intestino, incidencia de ciertos
tipos de cánceres, alteraciones renales y enfermedades neurodegenerativas (por
ejemplo: Interdiscip Toxicol. 2013; Vol. 6(4): 159-184; ver
aquí) tendrían que
ser suficientes para impedir que este tipo de agrotóxicos contaminen nuestros
alimentos.
*
Coordinadora de campañas, UCCS (más información en: www.uccs.mx ),
e investigadora del Instituto de Ecología, UNAM
Fuente original: La Jornada Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Noticias/Mexico_Encima_de_todo_una_punalada_transgenica
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