La marca depredadora. Impactos socioambientales
de las multinacionales en América Latina
01/07/13
Ane Garay y Silvia M. Pérez
La idea de que la atracción y exportación de capital transnacional
es la principal fuente de crecimiento económico, progreso y “desarrollo” se ha
consolidado, como si de un axioma irrefutable se tratase, en el actual orden
neoliberal. Pero atraer y promover Los análisis clásicos sobre el desarrollo tienden a plantearse en un nivel teórico que ignora deliberadamente la interdependencia del sistema económico con otras dimensiones de
La economía ecológica explica que economía, sociedad y naturaleza no son partes diferentes y aisladas. Al contrario: todo sistema económico es producto de un sistema social que, a su vez, vive, se organiza y extrae los recursos que necesita de un ecosistema. El ecosistema ofrece determinadas posibilidades e impone unos límites físicos al modelo de organización social y económico. Preservar el equilibrio ecológico pasa por respetar estos límites. Es decir, para ser sostenible, el sistema debe consumir energía y recursos y generar residuos en la medida en que la tierra es capaz de renovarlos y asimilarlos. Desde esta perspectiva, es evidente que el capitalismo, un sistema que para su propia supervivencia precisa mantener un consumo creciente de recursos y energía y que está orientado exclusivamente hacia la maximización del lucro individual, es medioambientalmente insostenible.
Pero más allá del planteamiento de la economía ecológica, existe un amplio consenso en torno al papel de los ecosistemas en la economía y el bienestar humano, hasta el punto de que la sostenibilidad ha sido asumida e incorporada a la agenda de la cooperación internacional. Así, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) formulados por Naciones Unidas, a través del objetivo 7 (que pretende garantizar la sostenibilidad ambiental), incluyen metas e indicadores que ver con:
- La incorporación de los
principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas
nacionales y la reducción de la pérdida de recursos del medio ambiente;
- La pérdida de biodiversidad;
- El acceso a agua potable y
servicios básicos de saneamiento;
- La mejora de la vida de las y
los habitantes de barrios marginales.
ODM, transnacionales, medioambiente y desarrollo
El consenso internacional en torno a la relevancia de la preservación medioambiental, así como las denuncias de múltiples colectivos sociales, han hecho que las multinacionales dediquen muchos esfuerzos en proyectar una imagen de sostenibilidad que legitime sus acciones. De la retórica de
Sin embargo, las transnacionales son responsables de innumerables impactos socioambientales. Sus prácticas, según muestran multitud de investigaciones, son sistemáticas y requisito indispensable para la obtención de la máxima rentabilidad, objetivo último (en eso sí coinciden todos los análisis) de las grandes empresas.
Si tenemos en cuenta, simplemente, los limitados parámetros propuestos por el ODM 7, y analizamos la contribución de la inversión extranjera directa y las transnacionales a cada una de esas metas en América Latina, llegamos a la conclusión de que sus prácticas no contribuyen en modo alguno al desarrollo.
En cuanto a la meta 1 (incorporación de principios del desarrollo sostenible en políticas y programas nacionales y reducción de la pérdida de recursos del medio ambiente), las multinacionales en América Latina han fomentado el modelo extractivista imperante en la región gracias a la asimetría jurídica comercial y al poder de sus lobbies, que inhiben en muchos países la puesta en marcha de legislaciones para preservar el medioambiente.
El alza de los precios de las materias primas en los mercados internacionales en los últimos años se ha traducido en una tendencia neoextractivista de las economías de América Latina. La explotación de grandes minas de carbón, oro y otros recursos naturales para la exportación está atrayendo crecientes flujos de IED: en 2010 el 43 por ciento del total de la entrada de IED en Sudamérica estuvo destinada a la explotación de materias primas, fundamentalmente minería metálica, hidrocarburos y alimentos.
Precisamente la actividad petrolera y gasista tiene impactos particularmente graves para los ecosistemas: desplazamientos de tierra y modificación del curso de las corrientes de agua (en la fase de exploración), deforestación, destrucción del entorno (para la construcción de plantas y vías de acceso), vertidos, incineración de sustancias, fugas y derrames, emisión de gases contaminantes y lluvias ácidas, entre otros. Las corporaciones más denunciadas por sus impactos medioambientales son las dedicadas al sector minero y petrolero. El papel crucial de estos sectores en el capitalismo hace que, a pesar de estar bajo protección, muchas regiones con alto valor ecológico estén siendo explotadas y destruidas.
Por otro lado, las multinacionales no sólo contribuyen a la pérdida de biodiversidad (meta 2) sobreexplotando especies (el caso del cultivo de camarón de
Un ejemplo significativo de los impactos de las multinacionales sobre la biodiversidad es el del parque nacional Aguaragüe en Bolivia [5]. Más allá de tener una importancia ecológica e hidrológica vital para la región (cerca del 70 por ciento del agua para consumo humano y agricultura del Chaco boliviano proviene de este parque) [6] y de ser territorio del pueblo guaraní, concentra multitud de intereses económicos que presionan e impactan sobre la biodiversidad y las poblaciones de toda la región (multinacionales de los hidrocarburos, infraestructuras, explotación maderera, monocultivos transgénicos e hidroeléctricas operan en el parque).
El cien por cien de la superficie del parque está sujeta a las actividades y concesiones hidrocarburíferas. Está atravesado por varios gasoductos que trasladan el gas producido por empresas como Repsol, Petrobras, Petroandina, YPFB o British Gas. Varios informes denuncian la contaminación de cuencas y suelos que afectan a la biodiversidad, cultivos y salud.
La meta 3, que pretende asegurar el acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento, se ve también obstaculizada por los intereses de las transnacionales, que juegan un papel fundamental en los procesos de privatización y acaparamiento del recurso. América Latina, la región más rica del mundo en agua dulce, es clave para las empresas que pretenden hacerse con la gestión del agua y saneamiento de sus ciudades. Al mismo tiempo, la creciente actividad de las corporaciones mineras tiene serios impactos sobre los recursos hídricos, con severos efectos sobre el medio ambiente y las poblaciones.
Es el caso de la mina de oro Cerro Blanco, de
¿Son las transnacionales esenciales para un desarrollo humano sostenible o más bien son protagonistas de la depredación socioambiental?
Ane Garay y Silvia M. Pérez son investigadoras del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad.
Este artículo ha sido
publicado en el número 56 de Pueblos – Revista de Información y Debate,
abril de 2013.
Fuente: http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Globalizacion/La_marca_depredadora._Impactos_socioambientales_de_las_multinacionales_en_America_Latina
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