Los fabricantes de
desastres ‘naturales’
A raíz de los fallecidos en
el marco de las recientes inundaciones y rememorando la Masacre de Cromañón y
de Once, Guillermo Almeyra reflexiona sobre las causas de las mismas: "¿Qué hay de ’natural’ en
todos estos delitos y crímenes, en esta utilización clasista de los bienes
públicos, en esta total despreocupación por la naturaleza y por los
trabajadores y los pobres? Los muertos han sido asesinados por un sistema
criminal, los destrozos que ascienden a varios miles de millones de dólares
(entre 5 y 6 mil millones, se calcula) fueron causados por ineptos,
especuladores, corruptos. Lo ’natural’ es político".
En Argentina, en diciembre
de 2004, un incendio en un local para bailes sin salida de
emergencia y con el doble de clientes de lo permitido causó la muerte de 194 personas y heridas a otras 1432.
El local funcionaba gracias a la corrupción de los funcionarios y policías que
debían controlarlo.
En febrero
de 2012, un tren cargado de pasajeros embistió la estaciónMiserere en Buenos Aires, con un
saldo de 51 muertos y 600 heridos: la
empresa privada que administra el ferrocarril no invirtió en mantenimiento o
seguridad y dos sucesivos Ministros nacionales de Transporte corruptos la cubrieron. Desde
entonces no hay cambio alguno en el transporte ferroviario, que es una bomba de
tiempo.
La capital de la
provincia de Buenos Aires, La Plata, sufrió inundaciones en
2002, 2005, 2008, 2010 y ahora, en 2013 colapsó ante unas fuertes lluvias que
mataron 51 personas.
En la capital del
país, Buenos Aires, cada vez que llueve copiosamente se
inundan barrios enteros y quedan durante días sin agua potable, sin luz, sin
nada, de modo que miles de ancianos y niños quedan encerrados
en los pisos superiores al tercero, sin baño, sin comida ni agua, sin medicinas
ni ascensor y sin luz. Las calles empedradas, que drenaban las lluvias, fueron
asfaltadas; nadie limpia las bocas de tormenta, que se tapan con la basura;
donde antes había casas bajas, con jardín o terreno alrededor, donde habitaban
una familia, se construyen torres de más 15 pisos, con cuatro departamentos por
piso, que consumen agua, luz, gas y necesitan transporte o estacionamiento para
sus coches. Sin embargo, no hay inversiones en electricidad, gas, desagües y
las calles se transforman en depósitos de coches (que la inundación se lleva) o los
autos de los ricos se guardan en las cocheras en los subsuelos (donde el agua
los tapa durante días). Las plazas, que antes tenían césped y árboles que
absorbían las lluvias, son ahora de cemento.
Los arroyos afluentes del Río de la Plata han
sido mal entubados y el drenaje hacia el río es imposible. Cerca
de La Plata, para construir barrios para los ricos, han levantado el nivel de
los terrenos de modo que el agua escurre hacia los barrios más bajos, poblados
por pobres. La construcción de la autopista Buenos Aires-La
Plata también se hizo elevando el nivel de la misma, pero sin hacer drenajes
bajo la obra, de modo que la carretera se convierte en un dique natural.
Aunque el servicio
meteorológico decreta un alerta roja con fuertes lluvias, no se limpian las
calles ni las cloacas y, por si fuera poco, las máximas autoridades de la
ciudad de Buenos Aires o de La Plata, si va a llover en fin de semana, se van
de vacaciones (en la reciente inundación el alcalde de Buenos Aires, Mauricio
Macri, estaba en una playa brasileña, a 2 700 kilómetros ,
y su jefe de gobierno en Turquía, y el alcalde de La Plata, en el norte
brasileño). No sólo no existe la menor coordinación entre la Capital Federal y
la provincia lindante, aunque el agua no reconoce fronteras
políticas, sino que, además, el gobierno nacional, en su pugna política con
ambos gobiernos, se despreocupa ante los problemas de los habitantes y apuesta al desprestigio del alcalde
de Buenos Aires y del gobernador de la provincia de Buenos Aires si no pueden
resolver nada.
El capital necesita
que los trabajadores ganen poco y vivan mal en barrios inadecuados porque eso
los abarata y aumenta por consiguiente las ganancias.La especulación inmobiliaria los arroja además a
los suburbios, en zonas técnicamente inhabitables. Los
gobiernos nacional o municipal cierran los ojos ante este problema.
El gobierno nacional,
que basa la economía en la exportación de cereales, no hace nada ante la
deforestación del territorio nacional y la extensión continua del cultivo y de
la exportación sobre todo de soya por unos pocos oligopolios que controlan el
ingreso de las divisas extranjeras y el resultado es la concentración de la
población rural en las ciudades y la destrucción de suelos y del sistema hídrico,
además de la desertificación que cambia el clima y no protege la vegetación
nativa, reguladora de las privatizaciones.
A eso se agrega que el recalentamiento global
tiene un responsable claro: el tipo de industrialización
depredador, sobre todo en los países altamente
industrializados. ¿Qué hay de “natural” en todos estos delitos y crímenes, en
esta utilización clasista de los bienes públicos, en esta total despreocupación
por la naturaleza y por los trabajadores y los pobres? Los muertos han sido
asesinados por un sistema criminal, los destrozos que ascienden a varios miles
de millones de dólares (entre 5 y 6 mil millones, se calcula) fueron causados
por ineptos, especuladores, corruptos. Lo “natural” es político.
Como en el Distrito
Federal, en México,
cuando el terremoto de 1985, mientras las autoridades brillaban por su ausencia
a la hora del rescate y de la ayuda, centenas de miles de voluntarios, sobre
todo jóvenes, ayudaron a los inundados, les trajeron ropa, alimentos, abrigos.
En los barrios los vecinos salvaron a la viejita de al lado, a los niños,
albergaron a los que habían perdido todo. Además, están exigiendo
organizadamente, con manifestaciones, la reanudación de la luz, de los
servicios esenciales y soluciones de fondo. Algunos barrios de clase media
pobre comienzan a crear comisiones territoriales de vecinos.
Aunque el gobierno
nacional, en una tardía reacción, organizó una visita de la presidente a los
barrios pobres de Buenos Aires y La Plata y movilizó a la juventud oficialista
para distribuir ayuda, la mayor parte de ésta ha sido espontánea e inmediata y
se organizó sin esperar a nadie. El gobierno nacional recuperó un poco de
credibilidad, pero se produjo una ruptura entre los administradores al servicio
del capitalismo y las víctimas de éste y reapareció la solidaridad de clase,
volviendo a recuperarse en parte la autoorganización. En
este año electoral y de crisis eso tendrá repercusiones políticas.
Fuente original: La Jornada Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article6012
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