¿Qué pasó en las
elecciones venezolanas?
Por Luís Britto García
Más
valen ideas que dádivas. La tarea es formar revolucionarios y no consumistas,
culminar una revolución y no competir en una subasta de votos. El
bolivarianismo puede recuperar sus contundentes mayorías aceptándolo así y
obrando en consecuencia.
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Hace
años denuncio que la Comisión y la Corte Interamericana
de la OEA quieren desconocer nuestros tribunales, para decidir en lugar de
ellos cuestiones relativas a la soberanía de Venezuela, como la legitimidad de
las elecciones. Así, el primero en cuestionar los comicios del 14 de abril es
Insulza, presidente de la OEA, quien exige “realizar una auditoría y un
recuento completo de la votación” y pone “a disposición de Venezuela el equipo
de expertos electorales de la OEA”. Vale decir, expertos extranjeros, y no el
Consejo Nacional Electoral, deben declarar quién ganó nuestras elecciones.
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Para
escoger al Presidente de Venezuela también se ofrecen voluntarios el gobierno
de Estados Unidos y el canciller de España, García Maspero, ambos demandando
recuento de votos al sistema electoral que Carter calificó como el “más
perfecto del mundo”. Por no contradecirlos, el candidato perdedor reclama asimismo
recuento manual de votos y en lugar de exigirlo por vías de derecho, convoca
motines que en dos días incendian o destruyen doce Centros de Diagnóstico
Integral, arrasan cuatro casas del PSUV y varios mercados solidarios y radios
comunitarias, acosan medios de
comunicación de servicio público y residencias de miembros del Poder Electoral,
asesinan a 8 compatriotas –uno de ellos quemado vivo- y dejan 124 heridos. Es
una pequeña muestra de lo que harían si llegaran a tomar al poder.
Desaparecerían los derechos a la atención médica gratuita, a alimentos
subsidiados, a la información alternativa, a la militancia progresista, al
sufragio y a la vida.
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La
Historia se repite, los guiones se remedan. Las elecciones que dieron el
triunfo a Ajmadineyah fueron desconocidas por una oposición que intentó
algaradas y motines para legitimar una intervención imperialista. Durante las
elecciones una agresión informática seguramente imperial hackea las cuentas de
twitter de Nicolás Maduro, del presidente de la Asamblea Nacional
Diosdado Cabello y de Teresa Maniglia, jefa de Prensa de
Miraflores, inhabilita la página web del Consejo Nacional Electoral y fuerza a
interrumpir Internet durante minutos para impedir la expansión del virus. No
son tecnologías al alcance de un candidato cuyo promedio académico apenas
remonta el diez.
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¿Tiene
la más mínima sostenibilidad la hipótesis de fraude? La lógica indica que
cualquiera dispuesto a perpetrar una superchería simularía millones de
sufragios de ventaja, y no una modesta mayoría de 262.473 votos. Por otra
parte, el Consejo Nacional Electoral por su propia cuenta ha recontado 54% de
los sufragios sin encontrar irregularidades, proporción más que suficiente para
descartar cualquier infracción. Y si la oposición de todos modos desconoce al
árbitro electoral, también está desconociendo el incremento de los sufragios
del cual se ufana, y los votos que llevaron a sus diputados a la Asamblea, y
cerrándose el camino para la participación en todas las elecciones venideras y
para convocar referendos revocatorios, pues sería contradictorio que se
sometiera a una institución a la cual deslegitima.
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¿Cómo
en sólo seis meses pudo el bolivarianismo perder 685.794 votos y la oposición
neoliberal ganar 679.099? ¿En verdad esos electores detestan que uno de cada
tres venezolanos esté estudiando, y en forma gratuita? ¿Aborrecen el servicio
médico sin costo de Barrio Adentro? ¿Les amarga que los patronos deban pagarles
prestaciones sociales? ¿Les subleva que seamos el país más feliz y con menor
desigualdad social en América Latina? ¿Odian tener pensión para su vejez? ¿Les
repugna que la Misión
Milagro devuelva la vista? ¿Les duele que el gobierno construya
para los sin techo quinientas viviendas por día? Si tantas ventajas los
molestan, nada les impide rechazarlas ¿Pero tienen que votar para que sus
compatriotas también las pierdan? ¿Y cuánto tiempo conservará la oposición
estos votos volubles?
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Mas no
son estos logros del bolivarianismo los culpables de la declinación de
sufragios. Por todo programa, el candidato opositor se limitó a prometer
obsesivamente que mantendría las misiones sociales del gobierno, las mismas que
sus partidarios incendiaron o demolieron al conocer los resultados. También
copió meticulosamente los colores, los emblemas, las consignas, las gorras, las
chaquetas, los gallardetes del chavismo. Algo bueno deben de tener para que los
adversarios se disfracen con ellos.
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¿Qué ha
cambiado en esos seis meses? Examinemos la coyuntura. Perdimos
un dirigente incomparable, pero su obra está ante nosotros exigiendo que la completemos. Arreciaron
los sabotajes eléctricos. Se volvieron sistemáticos los cortes de agua. Pocas
semanas antes de las elecciones hubo una inoportuna devaluación del 47%, y los
capitalistas acapararon, especularon, provocaron desabastecimientos y
dispararon la inflación sin sufrir sanciones ejemplares.
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Analicemos
las tendencias constantes. Reconozcamos el desgaste que aflige a toda obra
humana. Luego, la perduración del burocratismo matavotos, la eternización de
trámites innecesarios y repetitivos, la proliferación de procedimientos que
sólo pueden ser iniciados cn una página web que no abre nunca, que sólo pueden
ser concluidos personalmente y que engendran gestores y corrupción. Tengamos en
cuenta la incapacidad del capitalismo de ocupar el 7,6% de desempleo y el 40,9%
del empleo informal. El centenar de periódicos, la centena de televisoras, el
millar y medio largo de radios de la oposición continuó mintiendo,
desinformando, calumniando sin que ninguna medida les pusiera coto.
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La
oposición sembró el pánico valiéndose de una Encuesta Nacional de Victimización
y Percepción de Seguridad Ciudadana 2009 del Instituto Nacional de Estadística,
según la cual ese año habrían fallecido 19.133 víctimas de la violencia. Las
últimas elecciones enseñaron que las encuestas no son confiables. Pero con ésta
el especialista en Guerra Sucia J.J.Rendón y el candidato perdedor insuflaron
en el electorado una paranoia que casi se vuelve victoria. Las autoridades
competentes no mostraron datos reales para desvirtuar esta percepción
terrorífica. Tampoco hubo medidas para detener el paramilitarismo y el
sicariato, responsables de más de tres centenares de asesinatos de dirigentes
sociales, y de innumerables crímenes horrendos y sin sentido que parecerían
perpetrados con el exclusivo propósito de difundir la alarma y el sentimiento
de indefensión. No se hizo valer el hecho de que las gobernaciones manejadas
por la oposición muestran el más alto índice delictivo. El miedo es un proceso
del cerebro sauriano, que no obedece a la lógica ni atiende a la razón.
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El
bolivarianismo rescató de la pobreza grandes sectores a los cuales los medios opositores engañan predicándoles que pueden
volverse oligarquía. Entre los recursos desesperados de la oposición estuvo una
oferta por twitter de un aumento de salario de 45% y hasta de 50% contra el 40%
ofrecido por el gobierno. Poco vale ese electorado de 5%. Siempre digo que
revolución sin ideología es piñata ante la cual la gente se arrodilla hasta que
se acaban los caramelos. El problema es cultural. Quizá el proceso debería
emplear a fondo a sus intelectuales. Más valen ideas que dádivas. La tarea es
formar revolucionarios y no consumistas, culminar una revolución y no competir
en una subasta de votos. El bolivarianismo puede recuperar sus contundentes
mayorías aceptándolo así y obrando en consecuencia. Todo tiene remedio, salvo
la muerte.
Fuente: http://www.dariovive.org/?p=5914
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