¿Por qué estamos ante un nuevo crimen
social?
Parece mentira que en pleno siglo XXI, en el corazón del capitalismo argentino, una lluvia más abundante de lo normal haga colapsar el territorio y arruine la vida de miles de personas que ven como lo acumulado durante toda una vida de trabajo se va con
Por Gonzalo Sanz Cerbino.
Para Mauricio Macri, se trató
de una “tragedia climática”. Una
vez más (porque no es la primera vez que pasa) el jefe de gobierno porteño
adjudicó lo sucedido a imprevisibles factores climáticos, como si lo único que
pudiera hacerse para evitar el caos fuera rezar para que no llueva tanto. Peor
aún, luego de varios episodios similares, ya resulta poco creíble seguir
hablando de lo imprevisible que resultan las inundaciones. Funcionarios del gobierno nacional
salieron inmediatamente a criticarlo, resaltando las demoras en
la concreción de obras de desagote pluvial o la ausencia de medidas
preventivas, como un plan de emergencia para recolectar la basura y evitar que
se tapen los sumideros. Sin embargo, tuvieron que llamarse a silencio en menos de 24 horas, ya que la
capital provincial que cogobiernan con Scioli terminó peor que la ciudad, con
casi 50 muertos.
Adjudicar lo
sucedido a fuerzas incontrolables de la naturaleza, como hacen los gobernantes
buscando disimular su propia inoperancia, es deliberadamente falso. Las
inundaciones son, en primer lugar, producto de la ocupación del espacio.
Que es una actividad humana y que está a nuestro alcance controlar. Tanto en la
capital como en la provincia hay zonas inundables y zonas que no lo son: si no
se ocuparan las zonas bajas, no habría inundados. A su vez, la intervención del
hombre sobre esos espacios puede modificar la forma en que se absorbe el agua
de lluvia. Así, la construcción de desagües, aliviaderos o canales pueden
transformar una zona inundable en una habitable. A la inversa, la intervención
humana, eliminando zonas naturales de absorción, puede convertir una zona en
inundable. En este sentido, estas muertes tienen causas sociales antes que causas
naturales. En tanto vivimos en una sociedad capitalista, las
inundaciones son el producto de sus patrones de ocupación del espacio. Buenos
Aires, como toda metrópoli burguesa, comenzó con la ocupación de las tierras
altas, prudentemente alejadas de las cuencas de los arroyos que atravesaban Otros fenómenos que tienen que ver con la ocupación capitalista del espacio operan haciendo que ciertas zonas sean más propensas a inundarse ante tormentas fuertes. Arquitectos e ingenieros coinciden en señalar que la expansión urbana va reemplazando a su paso terrenos que filtran el agua (espacios verdes, por ejemplo), por terrenos impermeables (cemento). A su vez, la construcción de los cimientos de edificios interpone barreras subterráneas a la circulación y el drenaje del agua de lluvia. Por otro lado, algunas obras públicas (plazas secas, reemplazar empedrado por asfalto) contribuyen a la impermeabilización de los terrenos y la contracción de los drenajes naturales. El boom de la construcción en los últimos años ha hecho que las grandes metrópolis sean entonces más vulnerables a las inundaciones.
Cada capitalista individual que participa del negocio solo se preocupó de su ganancia, y la sumatoria de iniciativas particulares ha dado por resultado una ocupación anárquica del espacio, en donde las grandes inundaciones son moneda corriente. El estado ha procurado no entorpecer este gran negocio, sin intervenir para regular sus consecuencias. El caos en el transporte y en la recolección de basura, por ejemplo, son producto de este crecimiento incontrolado de la ocupación urbana. La ausencia de un plan hidrológico, que adecuara los canales aliviadores acompañando el boom de la construcción, es sin duda una de las razones detrás todo este caos. Ningún burgués va a preocuparse por ello porque el único motor para la inversión es la obtención de ganancias. Y tampoco lo hacen los gobiernos, más preocupados por derrochar recursos en iniciativas cosméticas, aquellas más inmediatamente visibles que son las que dan votos. Los muertos que nos ha dejado el agua no son entonces el resultado de imprevisibles catástrofes, sino un producto de la anarquía capitalista en que vivimos. Un crimen social.
Gonzalo Sanz Cerbino, Dr. en Historia, es integrante del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales/Razón y Revolución.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article5992
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