Apertura del ciclo Pensar Cromañón
13 de junio de 2007, por
Palabras
leídas en la charla inaugural del ciclo Pensar Cromañón, el 12 de junio de 2007.
Por
Diego Rozengardt, familiar de una víctima.
(...)El
30 de diciembre de 2004 quedará instalado en la memoria como el momento, inédito
para nuestra historia en el que en el mismo acto y en una trampa similar a una
cámara de gas, a 200 familias se les arrebató la vida de sus hijos e hijas,
niños, adolescentes y algunos adultos; en que 4000 personas experimentaron el
horror para llevarlo en su cuerpo, en su sangre, en su memoria, por el resto de
su vida. Es el momento también que dejó claramente expuesto para todo aquel que
quiera verlo que nuestra juventud está llena de héroes, gente capaz de arriesgar
todo por salvar al amigo, por ayudar al conocido o aún para rescatar simplemente
al que lo necesita.
Pero el 30
de diciembre de 2004 quedará instalado en la memoria también como la evidencia
más cruel de todo lo malo que hemos construido. 200 muertes evitables, 200
muertes por la fatídica concurrencia de codicia, irresponsabilidad y corrupción.
CROMAÑÓN
podría haber provocado un gran debate en torno a las responsabilidades de lo que
ha ocurrido. Pero,
en una sociedad tan mediatizada, con grandes intereses, corporaciones,
complicidades y posiciones de privilegios casi inexpugnables, el debate se ha
ido diluyendo. Mucho
ha costado distinguir entre las responsabilidades penales, las políticas y las
sociales.
Quizás una
gran ambigüedad acompañe la representación que nuestra sociedad construye acerca
del lugar de las víctimas. Por un lado, la autoridad que genera el haber
padecido un hecho violento habilita al protagonismo y a la apelación a la
sociedad. Pero a la vez se
expresa la negación de la palabra reflexiva, se resta autoridad al pensamiento
de las víctimas, encerrándolas en el lugar de la lástima mediatizada.
Por un lado, se justifica la expresión del dolor, aunque no de la furia y se
niega la posibilidad o el derecho de transitar de la desesperación a la
participación, del grito a la consigna, de la defensa a la demanda sostenida
para desmantelar a fondo los mecanismos que producen las muertes injustas, a la
lucha firme contra la corrupción y la impunidad.
CROMAÑÓN forma parte de la disputa por los derechos humanos. Los Derechos Humanos, su vigencia, de un modo u otro, han formado parte de las banderas políticas de los oprimidos en todas las épocas y las sociedades. En la Argentina, el significante “derechos humanos” ha adquirido en los últimos tiempos, connotaciones particulares y forma parte de las disputas simbólicas por el modelo social que necesitamos construir. Los organismos sociales que desde finales de los 70 y mediante su lucha han producido gran parte de las ideas políticas y sociales en nuestro país, han impuesto el término “derechos humanos” en la agenda de los gobernantes y ya es utilizada en forma generalizada: desde el poder para legitimar sus formas y modos de hacer política y desde otros sectores para reclamar por condiciones de vida más dignas. CROMAÑÓN, aún siendo el hecho más trágico que recuerde la Ciudad de Buenos Aires, aún habiendo producido tantos muertos como el atentado de Atocha y una cifra cercana al hundimiento del Crucero Belgrano, en una muerte colectiva evitable, no es asumido ni acompañado socialmente de un modo decidido. De hecho, dio lugar a uno de los mecanismos más perversos que en nuestro país funcionan desde hace décadas: la culpabilización de la víctima y la deslegitimación de su discurso y su accionar, instalando ideas engañosas, versiones manipuladas y hasta infames acusaciones que no respetaron ni a los muertos. Lograron separar de nosotros a una parte de la sociedad permeable a esas operatorias. Crearon una versión falsa de los familiares de Cromañón para que el reclamo no sea atendido. De esta manera, algunos pudieron volver a hacer sus negocios y a intentar relegitimar sus privilegios políticos.
A
estos mecanismos nefastos queremos decirles NUNCA MÁS. Como
le hemos dicho NUNCA MÁS a las dictaduras, NUNCA MÁS al terrorismo de Estado,
hoy queremos decir NUNCA MÁS a la falta de memoria, a la corrupción, a la
impunidad, a las formas corruptas de hacer negocios, de hacer política, de hacer
“justicia”, NUNCA MÁS a la muerte absurda de nuestros jóvenes.
Para
ello los hemos convocado, para
hacer más limpia nuestra rabia, para buscar juntos las palabras que nos ayuden a
entender lo que ocurrió y a construir oportunidades de hacer mejor la vida de
nuestros jóvenes, de nuestra ciudad, de nuestro país.
Los hemos convocado para
construir una posibilidad para hacer una reflexión profunda que nos ayude a
encarar el futuro con algunas ideas y, sobretodo, con esperanzas.
Algunas
preguntas nos orientan en la reflexión:
·
¿Por qué
pasó CROMAÑÓN?
·
¿Qué
aspectos del sistema se expresaron en CROMAÑÓN?
·
¿Cuáles son
las responsabilidades de los jóvenes, del rock, de los asistentes a espectáculos
musicales o deportivos?
·
¿Por qué
caló tan hondo en la sociedad el discurso de que la destitución del entonces
jefe de gobierno Aníbal Ibarra fue un “golpe institucional”?
·
¿Qué fue y
qué es el rock, en particular en nuestro país y en Buenos Aires?
·
¿Cuál fue el
rol que asumió el ámbito del rock en la lucha de sentidos que atraviesan los
jóvenes y como espacio que procura integrar y contener la diversidad de
realidades y experiencias que los constituyen?
·
¿Por qué, al
decir de un periodista, CROMAÑÓN es el hecho maldito de los derechos humanos?
·
¿En qué
sentido y con qué alcance se puede identificar a las víctimas de estas muertes
políticas, de estos crímenes sociales y habilitar socialmente el lugar de su
lucha?
·
¿Cuáles son
los mecanismos que producen el ánimo social para pasar en un momento a las
víctimas al lugar de victimarios cuando éstos se transforman en fiscales de la
impunidad y la corrupción?
·
¿Por qué,
dos años y medio después, el pedido de “justicia” de las víctimas no muestra la
masividad de las primeras convocatorias?
·
¿Qué pasa en
el aparato judicial con esta causa?
Pensar CROMAÑÓN es pensar en CROMAÑÓN,
pensar sobre
CROMAÑÓN, pensar desde CROMAÑÓN. Es
pensar sin olvidar acerca de qué estamos pensando, pensar sin dejar de recordar
sobre quiénes estamos pensando, pensar sin dejar por un instante de amar a
quienes recordamos, sin abandonar su memoria. Porque ellos son los que no pueden
ya pensar, debemos hacerlo nosotros. Pensar
CROMAÑÓN es buscar la justicia, es construir el camino para derrotar a la
impunidad,
a la forma de hacer negocios que olvida a la seguridad y la vida de los otros, a
la forma de hacer política que se dedica a acomodar a los amigos y a hacer caja
de cualquier modo, a las conductas sociales que olvidan del cuidado de sí y del
respeto del semejante.
Pensar CROMAÑÓN es sostener el valor de la vida,
es incluir a la muerte de los nuestros en la vida cotidiana de todos nosotros,
para resguardar la vida de ellos en el único modo en que nos dejaron: en el
recuerdo, en la lucha, en ser cada vez mejores. Pensar
Cromañón es, por último, hacer que los chicos de Cromañón estén presentes, ahora
y siempre.
(...)
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