La burbuja del fracking
Por Paco Ramos / Ecologistas en Acción.
En
los últimos dos años se ha podido observar cómo la petición de permisos de
investigación de hidrocarburos ha aumentado de manera más que considerable en
el Estado español. Según el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, desde
el año 2008 el incremento ha sido de más del 67%. Detrás de esta avalancha se
encuentra la implantación de una técnica de extracción de gas natural llamada
fractura hidráulica (o fracking, en su horrible anglicismo)
que permite explotar yacimientos “no convencionales”, es decir, aquellos que no
se hayan explotado de manera masiva debido a sus altos costes energéticos y
económicos, en muchos casos también ligados a su difícil accesibilidad. Hasta
el momento el fracking solamente se ha desarrollado a gran escala en los Estados Unidos.
Esta técnica consiste
básicamente en la realización de una perforación en el suelo, entre mil y tres
mil metros de profundidad, hasta alcanzar las formaciones rocosas que,
potencialmente, contienen gas metano en sus poros. Una vez alcanzada esa
profundidad, se procede a realizar perforaciones más o menos horizontales para
así fracturar el sustrato mediante la utilización de explosivos y la inyección
a grandes presiones de un fluido de fractura compuesto por agua, arena y productos
químicos. Con ello se consigue la extracción del gas metano, que al liberar la
presión fluye hasta alcanzar la superficie.
Los impactos sobre el
medio son numerosos y se han documentado ampliamente. Los fluidos utilizados
son altamente contaminantes y requieren un tratamiento como tales. Además,
pueden ocurrir filtraciones hacia los acuíferos, lo que hace que el daño a
soportar sea incalculable.
Alrededor de la
fractura hidráulica se han ido erigiendo una serie de mitos que en muchas
ocasiones resultan ser falsos: desde que se trata de la solución a la escasez
de combustibles fósiles hasta que ayudan a mitigar el cambio climático. Pero es
que, además, todo indica que en realidad estamos ante una nueva burbuja
financiera.
Según la experiencia
adquirida en Estados Unidos durante la explotación con fractura hidráulica, se
estima que es necesario invertir 42.000 millones de dólares para perforar más
de 7.000 pozos anuales y así mantener el nivel de flujo de gas que los mercados
requieren. Ahora bien, lo que resulta más alarmante incluso que las enormes
cantidades de capital que demanda la fractura hidráulica, es constatar que en
el año 2012 el valor del gas obtenido a través de ella fue de 32.500 millones
de dólares. Es decir, una cantidad menor de la que se invierte. De lo que se
deduce que la fractura hidráulica no solamente es un negocio ruinoso en lo que
se refiere a la conservación del medio ambiente, a la protección de la salud o
en lo relativo a la rentabilidad energética, sino que también lo es económicamente.
Las
ganancias, en bolsa
Durante los últimos
años las empresas financieras de Wall Street han estado promoviendo el gas de
esquisto (o gas de lutitas gasíferas, muy ricas en materia orgánica) de manera
frenética, con lo que sus precios se situaron por debajo de los costes de
producción. Dicha bajada de los precios se provocó con la intención de hacer
más atractivas las empresas dedicadas a la fractura hidráulica y sus acciones.
De esta manera, con las fusiones y compra-venta de acciones, e incluso de empresas
enteras, los actores de Wall Street salían beneficiados gracias a este tipo de
transacciones. Ahora bien, como toda burbuja financiera, se confiaba en que la
extracción de gas de esquisto se mantuviera en cantidades constantes en
sintonía con las primeras estimaciones realizadas. Pero dichas estimaciones se
han demostrado superiores a los datos de extracción en porcentajes que varían
entre un 100% y un 400%. Este dato, unido al hecho de que aproximadamente el
80% de los pozos estadounidenses son “antieconómicos”, ya que el dinero que se
obtiene de la venta del gas extraído es inferior a la inversión, dan como
resultado un escenario en el que las bases físicas sobre las que se quiere
asentar el negocio financiero no se sostengan. La extracción de gas de esquisto
mediante fractura hidráulica no es suficientemente cuantiosa, no se realiza a
un alto ritmo y resulta demasiado costosa tanto energética como económicamente
para que se pueda hacer negocio con ella.
En un ejemplo más de
la interrelación entre el mundo financiero y la economía real, y sus efectos
perjudiciales en la toma de decisiones democráticas y en la protección de la
salud de las personas y del medio ambiente. Esta evidencia nos lleva a lo
siguiente: la publicitada independencia energética que supuestamente se
perseguía en Estados Unidos era una falacia. Fue inducida artificialmente y ni
siquiera la promesa de desarrollo económico local a medio-largo plazo, o la
creación de puestos de trabajo, se han cumplido a pesar de tan abultadas inversiones.
Los indicadores de desarrollo económico local (como la ventas minoristas o el
ingreso medio de los hogares) en los condados donde se realizaron las obras
principales no superaron la media estatal, salvo en los primeros momentos de
las explotaciones. Además, los empleos directos de toda la industria del gas y
el petróleo se calculan en menos del 0,5 por mil del total de aquel país desde
2003. Lo cual no puede interpretarse, ni mucho menos, como un cambio
cuantitativo importante en el ámbito laboral.
Después
del estallido
La apuesta por el gas
natural no convencional extraído mediante fractura hidráulica es una decisión
energética, económica, ecológica y estratégicamente errónea.
El aprovechamiento
energético por medio de la fractura hidráulica es mucho más bajo de lo previsto
dados los altos consumos de energía que provoca su extracción. Además, en el
futuro aún será menor, lo que traerá consigo la perforación de nuevos pozos en
un loco intento por extraer gas a un precio cada vez mayor. La sustitución total
o significativa de los hidrocarburos convencionales por los no convencionales
parece imposible, pues no podrían sostener energéticamente el tipo de sociedad
actual.
Por todo ello la
viabilidad económica de los propios yacimientos se verá perjudicada: la burbuja
de la fractura hidráulica estallará. Aunque muchos pozos tengan que cerrar por
motivos económicos, las consecuencias medioambientales perdurarán por siglos,
en forma de contaminación de acuíferos y otras modificaciones nefastas para los
ecosistemas.
Entretanto, se habrán malgastado esfuerzos muy valiosos y
se habrá perdido un tiempo precioso para acometer el necesario viraje hacia un
modelo energético en el que las energías renovables sean las predominantes,
reduciéndose paulatinamente el consumo energético.
¿Como las punto.com?
Las empresas
relacionadas con la fractura hidráulica no han parado de hablar de los
beneficios que traerá esta técnica. Sin embargo, quienes han trabajado para
estas empresas o con ellas saben que está lejos de ser una panacea energética.
En 2011, en pleno boom de este sistema extractivo, cientos de correos
electrónicos y documentos internos sobre este polémico asunto salieron a la luz. Para quien hubiera
creído las promesas de estas industrias, la decepción debió de ser mayúscula:
cuestionan que el potencial anunciado de los yacimientos pueda ser extraído y
queda patente que el descenso de la producción es mucho más rápido de lo que se
esperaba. Todo esto lleva a algunos trabajadores de la propia industria a
comparar la fractura hidráulica con el crack de las punto.com o con un esquema
Ponzi: la propia industria sabe que la fractura hidráulica es una nueva burbuja
especulativa.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 27, JULIO DE 2013.
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