Acuerdo Repsol, un
premio a los vaciadores
Por Esteban Mercadante (Instituto
de Pensamiento Socialista-IPS)
El día de ayer se aprobó el acuerdo con Repsol para pagarle
generosamente por el 51% de las acciones de YPF S.A. El oficialismo, compuesto
por muchos que en los noventa fueron entusiastas de las privatizaciones
(empezando por la Presidenta) y que hace dos años sostenía que en el mejor de
los casos Repsol recibiría un pago simbólico, ahora pretende que el acuerdo
"amistoso" con Repsol expresa una posición firme ante los vaciadores
españoles.
Queremos detenernos en
algunos aspectos de lo votado ayer.
En primer lugar, las
condiciones del acuerdo son un resultado de la decisión que se tomó cuando se
expropió a Repsol, que fue mantener el esquema de lo que era “YPF SA”, es decir
la misma compañía que fue durante buena parte de los ’90, cuando ya estaba
avanzada la desregulación del sector hidrocarburífero y la penetración del
capital privado y extranjero en el sector. Como desde un primer denunciamos, lo
que se presentaba como una expropiación de YPF, con ley mediante, era apenas la
“recompra” mediante expropiación del 51% de las acciones por parte del Estado
para tomar el control de YPF S.A., en condiciones similares a la empresa
manejada por Estenssoro en los '90, anticipo de la entrada de Repsol. Hace dos
años, se quiso presentar como una medida de “soberanía hidrocárburifera” una
medida que apenas tocó el 51% de las acciones de una empresa que hoy maneja
apenas un tercio del petróleo, y 30% del gas que se extrae en la Argentina, y
en el caso de la refinación de petróleo YPF concentra el 54%. Señalamos que
esta medida limitada, que preservaba el estatus de empresa privada cotizante
(acá y en Nueva York) de YPS SA no permitiría atacar el problema energético de
raíz, e involucraría por las propias condiciones en que se estaba realizando,
onerosos costos para el país. El acuerdo que rubricó ahora el ministro Kicillof
con la compañía, sobre la base de la tasación realizada, y que aprobó el
congreso, confirma todo esto. Nosotros, así como otras fuerzas de izquierda y
sectores combativos de la clase trabajadora, que participamos de la lucha
contra las privatizaciones y nunca dejamos de plantear la reestatización bajo
control obrero, planteamos ante la crisis energética la necesidad de expropiar
sin pago y poner bajo control obrero todo el conjunto del sistema
hidrocárburifero, desde la extracción hasta la refinación. No sólo
Repsol sino también los activos de las empresas de Bulgheroni, de Cristobal
López, de Shell, de Chevron.
El gobierno dejó en pie a YPF S.A. y se obligó a
tasar el 51% del valor de la compañía para pagar a Repsol. Esto era meterse ya
en una trampa: la tasación no podía ser muy baja, ya que de ser así podría
haber afectado el valor bursátil de la compañía y su posibilidad de
financiamiento. ¿Por qué se metió en el gobierno en esta encerrona? Para
mantener una empresa bajo forma S.A. que permite un manejo más discrecional que
si se tratara de una empresa pública; y además para mantener los lazos con el
capital financiero internacional que permiten entre otras cosas que la empresa
sea una fuente de dólares. Dólares que el gobierno está haciendo entrar por la
ventanilla de YPF para que puedan ser utilizados para sostener los pagos de la
deuda, el déficit energético y otras gangrenas que son consecuencia de las
políticas de este gobierno que mucho habló durante estos años de “soberanía”
pero no afectó ni un ápice las condiciones de dependencia y la posición del
capital extranjero y los condicionamientos que impone el imperialismo en el
país.
Estas decisiones, envueltas en un cotillón de
"soberanía hidrocarburífera" hace dos años, y acompañados por el
Informe Mosconi que el acuerdo actual transforma en pura retórica sin efectos,
son las que ahoran obligan a garantizar a Respol un pago en mano 5 mil millones
de dólares (en realidad 5.500 millones porque el bono discount ya devengó
intereses por 500 millones), para lo cual se le entregan bonos por un valor de
6 mil millones. Y que con los intereses podrían representar para el Estado
pagos de 11 mil millones de dólares, buena parte de los cuáles se concentran en
los próximos diez años. Se pretende que este es un buen acuerdo. Sin duda que
lo es para los españoles, que si se quedan con los bonos en sus manos podrán
garantizarse un flujo de fondos bastante cercano a lo que giraban anualmente a
su casa matriz en concepto de remesas de utilidades. Nada mal para ser
“expropiado”, especialmente cuando fueron denunciados en su momento de
vaciadores (algo que dijo el propio ministro y con lo cual no podemos más que
estar de acuerdo, ya que lo denunciamos durante todos los años en los que tanto
Néstor Kirchner como Cristina Fernández consideraron a Repsol un gran aliado).
Algunos datos de este vaciamiento, consentido por los gobiernos de Néstor
Kirchner y Cristina Fernandez, lo dicen todo: entre 2003 y 2007 Repsol repatrió
según balances el 97% de sus utilidades, es decir destinó apenas un 3% para
inversión. El Informe Mosconi denunciaba que Repsol obtuvo entre 2008 y 2011
rentabilidad operativa de entre 1.300 y 1.800 millones de euros. Allí se señala
en la página 13, que "la rentabilidad neta del grupo Repsol fue creciendo
año a año, desde 1.014 millones de euros en 1998, pasando por un máximo de
4.997 millones de euros en 2010 para finalizar el año 2011 con una ganancia
neta de 2.544 millones de euros". Y más adelante, en la página 15, se
indica "Esto significa que mientras el patrimonio se mantuvo estable, e
incluso disminuyó en los últimos años como consecuencia de la política de
desinversión, las ganancias siguieron una tendencia creciente.". El
vaciamiento que denunciaban hace muy poco fue borrado de un plumazo. Repsol
debería devolver todas las divisas que se llevó del país para compensar el
saqueo realizado.
El ministro habló
largamente en el congreso, de los criterios para tasar una empresa. Pero no era
necesario “tasar una empresa” para tomar el control público de estos recursos
estratégicos (que como tales son propiedad del Estado), escandalosamente
entregados en los ’90 a los “conquistadores” españoles, así como se entregaron
tantas empresas a precios de remate a capitales privados (mayormente
extranjeros) y hacerse de fondos que fueron mayormente utilizados para pagar
deuda fraudulenta. Alcanzaba con tasar a valor fiscal los bienes expropiados.
Este último no fue ni es el criterio que nosotros hemos defendido; nosotros
hemos planteado expropiación sin pago y lo seguimos haciendo, pero permite
medir el grado extremo de concesiones a las que llega este acuerdo, que ahora
se quiere hacer pasar por bueno para la Argentina. Este
criterio fue por ejemplo el que aplicó el gobierno nacionalista burgués de
Lázaro Cárdenas en México, cuando expropió a 17 compañías petroleras
extranjeras. Estas corporaciones imperialistas empezaron a reclamar en la
prensa internacional una compensación por 400 millones de dólares, 2.000
millones de pesos mexicanos de ese momento (ver La Corte Suprema de
Justicia durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas, de Lucio Cabrera
Acevedo). La respuesta del Estado mexicano fue guiarse por el criterio de que
“el precio de la cosa expropiada se basará en el valor fiscal que de ella
figure en las oficinas catastrales o recaudadoras”. Es decir, el valor de
muebles e inmuebles considerados por el fisco mexicano (y no el valor del
mercado que las empresas declaraban). Con este criterio el capital reembolsado
por el Estado fue de poco más del 10% de lo reclamado por las empresas. El
gobierno argentino pactó pagar, en dinero contante y sonante (no otra cosa son
los bonos garantizando sí o sí 5 mil millones de dólares), el 33% de lo que
Repsol reclamó en su exigencia más exagerada, y el 50% de lo que pusieron por
escrito en la demanda ante el CIADI (y en realidad con los intereses lo que
deberá pagar la Argentina supera el 100% de lo reclamado por Repsol en el
CIADI, como dijimos más arriba). Como vemos, aún en términos de negociaciones
llevadas a cabo por gobiernos burgueses, el acuerdo “peleado” del gobierno se
deschava por la generosidad de sus concesiones.
Por último, señalamos
una última contradicción entre este acuerdo y lo que el ministro Kicillof
planteaba hace dos años. Por ese entonces decía que “Repsol va a tener que pagar
por el daño ambiental”. Hasta le puso números a este reclamo: alrededor de 5
mil millones de dólares sería el valor económico de los daños generados por
Repsol. El actual acuerdo “amistoso” con la compañía excluye cualquier
posibilidad de litigar a Repsol por los pasivos ambientales. No sólo resulta
escandaloso, sino que sienta un peligroso precedente. Ali Moshiri y John Watson
de Chevron deben estarse frotando las manos, en anticipación de la impunidad
ambiental que pueden experar se extienda a ellos.
Este acuerdo es emblema de toda la política energética que
se viene. Galluccio se frota las manos por los acuerdos que espera rubricar con
otras petroleras, tomando como modelo el convenio Chevron. Las petroleras se
preparan para hacer jugosos negocios, con la garantía de libre disponibilidad
de divisas por el equivalente a un 20% de la producción, que significa que
podrán repatriar alegremente todas sus ganancias.
Está planteado pelear por la anulación de este acuerdo, la
declaración del no pago de toda la deuda, incluidos los bonos que ahora se
entregan a Repsol, el no pago de ni un solo dólar a los vaciadores. Y la
inmediata expropiación de todos los activos de todas las empresas que conforman
el complejo hidrocarburífero, para ponerlas bajo gestión de los trabajadores,
rechazando los generosos acuerdos noventistas firmados con Chevrón, Dow
Chemical y otras firmas. Es fundamental pelear por este programa, para que sean
la clase trabajadora y los sectores los que decidan cómo se explota estos
recursos, de forma que pueda resultar compatible con la preservación del medio
ambiente, y qué destino se le da a la renta petrolera que hoy se distribuyen
las empresas imperialistas y los Estados provincial y nacional (que usan su
parte para pagar a usureros y subsidiar al capital).
http://puntoddesequilibrio.blogspot.com.ar/
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