Su primera desaparición tuvo lugar durante la última dictatura militar, cuando el 27 de octubre de 1976 fue detenido ilegalmente y mantenido en cautiverio hasta el 25 de junio de 1979. Estuvo secuestrado en los Centros Clandestinos de Detención que funcionaron en cuatrerismo de Arana, en el "Pozo de Arana" y en las comisarías 5º y 8º de La Plata. Finalmente fue puesto a disposición del PEN en la Unidad 9 del Servicio Penitenciario Bonaerense.
Como testigo y querellante del juicio que condenó a Miguel Osvaldo Etchecolatz a la pena de reclusión perpetua por delitos de lesa humanidad en el marco del genocidio, Julio López brindó su testimonio. El día anterior a la lectura del veredicto, el 18 de septiembre de 2006, se produce su segunda desaparición en la Ciudad de La Plata.
Desde ese momento, organismos de DDHH -junto con un amplio marco de organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles y políticas- exigen su aparición con vida.
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Jorge Julio López
Por Asociación de Ex Detenidos DesaparecidosLos integrantes platenses de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos conocimos a Jorge Julio López en julio de 1999. Jorge, como lo llamábamos entonces, acababa de brindar su testimonio en el Juicio por la Verdad de La Plata, a pedido de la familia de Patricia Dell’Orto. A partir de allí, algunos compañeros mantuvimos contacto con él, avisándole cuando había alguna audiencia importante, yendo a alguna inspección ocular, intercambiando información sobre las causas o coordinando para presentarnos juntos a querellar por alguno de los centros clandestinos del Circuito Camps por los que habíamos pasado como detenidos-desaparecidos. Y escuchándolo, ya que no tenía otro ámbito donde pudiera hablar.
En estos años pudimos reconstruir detalles sobre gran parte de su vida, recordando conversaciones con él, reviendo sus testimonios judiciales, a través de muchas investigaciones periodísticas que medios gráficos y equipos de documentalistas realizaron durante estos cinco años.(...)
Su militancia en Los Hornos
Un grupo de jóvenes platenses decidió crear una agrupación desde la que se integraron a la Juventud Peronista y a Montoneros. En su mayoría, se conocían desde años atrás, del secundario, y vivían por la zona de plaza Castelli. Entre ellos se encontraban Ambrosio De Marco, Juan Carlos Gentile y Jorge Pastor Asuaje. En el primer lugar que encontraron un local fue en Los Hornos, en junio de 1973. Allí, en la calle 66 y 140, fundaron la Unidad Básica que llamaron “Juan Pablo Maestre”, en homenaje al militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) secuestrado y asesinado junto a su mujer, Mirta Misetich, en julio de 1971.
Abrieron la unidad básica el 18 de junio a la tarde, se instalaron ahí, pegaron carteles toda la noche invitando a recibir a Juan Domingo Perón, y todo el 19 se la pasaron buscando colectivos para ir hasta que lograron llenar un micro. Ezeiza significó un golpe durísimo para el impulso y el entusiasmo con que se estaban viviendo esos meses.En esa coyuntura, igual pudieron convocar a la gente del barrio para que se sumara a participar en actividades políticas y reivindicativas para el barrio, así como en actividades de recreación y asesoramiento. Uno de los primeros que se acercó, ya en esa segunda mitad del año 73, fue López. Él tenía por entonces 47 años y en un primer momento sólo se sumaba a las discusiones y actividades cuando podía, de vez en cuando, al regreso de sus largas jornadas laborales o de algunos viajes que debía hacer por algunas obras.
En una de las reuniones de la Unidad Básica lo apodaron “Partido Socialista”. Jorge Pastor Asuaje siempre relata la anécdota en que López, quien era un obrero peronista desde los años ‘40, durante una de las primeras reuniones a las que se acercó planteó que: “Esos que gritan Perón, Evita, Partido Socialista, no son peronistas”. Y aunque el palo era directo para los militantes de la Juventud Peronista que allí estaban, con humor pudieron revertir esa sentencia en la relación que fueron construyendo, que concluyó con el posterior acercamiento de López a la izquierda del movimiento. Allí se fueron forjando fuertes vínculos políticos y personales, en reuniones de discusión, de formación y de organización. Jorge Pastor Asuaje relató que cuando las cosas se pusieron cada vez más dura por la represión, López siguió participando, incluso arriesgándose. Aunque no era un militante de jornada completa, aportaba, con mucha seriedad y conciencia, a las reuniones, a las pintadas y a algunas otras tareas más riesgosas cuando hacía falta.
Patricia Dell’Orto comenzó a participar en la Unidad Básica en el verano de 1974 llevando adelante muchas actividades. Entre jóvenes y adultos, algunos eventos en “la Maestre” llegaron a congregar a más de 100 vecinos. Desde 1974, la represión parapolicial comenzó a arrasar con la experiencia de los centros políticos barriales en todo el país.
La represión en Los Hornos
Julio fue secuestrado por primera vez en la noche del 27 de octubre de 1976 de su casa de calle 140 y 69, en la localidad de Los Hornos, provincia de Buenos Aires. En esos días, entre octubre y noviembre de 1976, también secuestraron a otras doce personas del mismo barrio y de la “Juan Pablo Maestre”. La unidad básica también fue acribillada y quemada. Algunos fueron liberados enseguida, la mayoría permanece desaparecida.
Aunque su señora, Irene, realizó de inmediato la denuncia en la comisaría Tercera de los Hornos (que por ese entonces era la 11°), no obtuvo ninguna respuesta. Sin contacto con otros ámbitos, y con dos hijos pequeños, de 6 y 10 años, fue poco lo que Irene pudo hacer para instalar el reclamo por la desaparición de su esposo. En esa ocasión López estuvo detenido-desaparecido durante 160 días hasta que fue “blanqueado”. Después permaneció 812 días detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.En su declaración, él narró con muchísimo nivel de detalle cómo lo subieron en un carromato, le pusieron un pulóver encima de la cabeza y lo ataron con las mangas y con un alambre. No podía ver. En el carromato ya habían subido al ciudadano paraguayo Norberto Rodas, quien continúa desaparecido. Los llevaron a un centro de detención, con paredes descascaradas de color rosa que estaba cerca del aeropuerto. Allí estuvo dos días, escuchó a Etchecolatz decir: “Mirá, voy a felicitar al personal porque han agarrado a estos dos montoneros”. En ese lugar, López creía que estaba a cargo el personal de la Brigada de Investigaciones de la Plata.
A Julio y a Rodas los torturaron toda la noche y después los pusieron en una celda que tenía dos ventanitas desde donde se veía el aeropuerto. A la mañana, cuando venía el viento del sur, sentían olor a chancho. El sabía que Venturino tenía un criadero de chanchos por esa zona y se dio cuenta de que estaba en el lugar donde antiguamente funcionó la División Cuatrerismo de Arana. En su declaración en el Juicio por la Verdad, López planteó que supo por distintas versiones sobre la existencia de fosas comunes, información que fue confirmada a partir del hallazgo de restos óseos en el año 2009. De Cuatrerismo de Arana recordó como compañeros de cautiverio a Raúl Bonafini y a una mujer “gorda” de Villa Elisa. (...)
Con las declaraciones de Jorge Julio López quedaron involucrados gran cantidad de represores en las causas que están abiertas en La Plata por las víctimas y centros pertenecientes al “Circuito Camps”. En sus testimonios identificó a genocidas como Ramón Camps, Miguel Osvaldo Etchecolatz, Hugo Guallama. Del Destacamento de Arana (Cuatrerismo) recordó dos apodos, “Pancho” y “Doctor Metralleta”, del Pozo de Arana, a Francisco Joaquín Urcola y Carlos Ramón “Manopla” Gómez; de la Comisaría Quinta, Julio César Garachico; y de la Comisaría Octava identificó al Comisario Acosta, Agente Gigena, Agente Vargas y Agente López. Sobre su detención en la Unidad 9 recordaba a un teniente coronel, Calderón Montero, que lo entrevistaba allí y que luego reconoció en un diario como del Regimiento de Patricios, aunque luego quedó cierta duda sobre si era efectivamente ese el apellido.
López no se permitió olvidar: “Los argentinos tienen que saber”
Después de su salida de la cárcel, Julio comenzó otra etapa. Con dos hijos adolescentes que criar, en el barrio humilde de donde lo habían sacado, en plena dictadura todavía, volvió a hacer lo que sabía: changas de albañil, manteniendo el silencio sobre lo que había vivido. Silencio dentro y fuera de su casa. Así, en estas condiciones, este albañil, con mínima instrucción (había llegado a segundo grado de la escuela primaria), empezó a escribir. Al principio fueron papeles escritos a escondidas, dictados por la memoria del horror. Cualquier tarde podía echar mano al reverso de una publicidad, una servilleta o un trozo de bolsa de cal para plasmar con su lápiz de albañil cualquier recuerdo que brotara.De Arana, salió con una promesa hecha a Patricia Dell’Orto: si él salía, le diría a su beba, Mariana, que la mamá la quería. Y esa promesa a Patricia fue lo que lo motivó a aguantar todo lo que aguantó, dándole la tranquilidad necesaria para sobrellevar las frustraciones por la sensación de impunidad reinante hasta llegar a la instancia del juicio a Etchecolatz.
Jorge ejercitó su memoria durante treinta años; no se permitió a sí mismo olvidar. El tenía algo que hacer, que era alguna vez dar testimonio, no sólo por él, sino por aquellos que vio morir, aquellos que estuvieron con él en los diferentes centros clandestinos de detención. Aquello que no podía decir, que nadie quería escuchar, Jorge Julio Lopéz lo volcaba en cuanto papel caía en sus manos, contando desde el día del secuestro hasta su paso por la Unidad 9. Así, estos textos lo ayudaron a mantener fresca y vívida su memoria, hasta el momento en el que pudo hablar, 20 años después de su liberación. (...)
Este artículo forma parte del número especial “Julio López” de la revista Tantas Voces... Tantas Vidas de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos, editada en septiembre de 2011. Fuente:http://www.anred.org/spip.php?article5378
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