sábado, 19 de julio de 2014

III. “Estamos tratando, y ustedes lo comprenderán, de fijar la prioridad informativa en esta lucha a muerte contra el expansionismo del nazi-sionismo, y darles a conocer lo que realmente está ocurriendo…”.

La responsabilidad de Washington en Gaza

Por Editorial de La Jornada (La Jornada)Ayer (miércoles), pocas horas antes de que las fuerzas israelíes asesinaran a cuatro niños que jugaban futbol en una playa de Gaza, una comisión del senado estadunidense aprobó una partida de 622 millones de dólares para financiar sistemas de defensa de Israel; esto en el contexto de una ayuda militar global de Washington a Tel Aviv que asciende, en el presente año fiscal, a 3 mil 600 millones de dólares. Para el próximo periodo el gobierno de Barack Obama ha solicitado una suma similar. De acuerdo con un reportaje publicado ayer en estas páginas, las cifras indican que el mandatario ha mantenido e incrementado la asistencia militar pactada en 2007 por su antecesor, George W. Bush, quien se comprometió a aportar a las autoridades de israelíes 30 mil millones de dólares en 10 años para la adquisición de equipo bélico, en lo que llamó una inversión en la paz (La Jornada, 16/7/14, p. 27).

En realidad, tal inversión ha dejado hasta la fecha un saldo de cerca de 2 mil muertos y más de 6 mil heridos (parte importante de ellos, civiles), así como miles de viviendas y edificios demolidos sólo en los ataques masivos lanzados por el régimen de Tel Aviv contra la población de Gaza en 2008, 2009, 2012 y el presente año. En efecto, los cazabombarderos y los helicópteros de guerra empleados por los militares israelíes contra civiles inermes son, invariablemente, de fabricación estadunidense, como lo son, en parte, los explosivos (unas mil 500 toneladas de bombas) y las municiones lanzadas sobre los habitantes de Gaza.

En contraste con la total indefensión de los palestinos, el gobierno de Estados Unidos aporta centenas de millones de dólares para el desarrollo de un sistema israelí antimisiles destinado a atajar proyectiles rudimentarios lanzados desde la franja de Gaza que en una década han causado la muerte a una treintena de israelíes, civiles en su mayor parte.

En tales circunstancias, resulta inocultable la doble moral de Washington: por un lado, la Casa Blanca –esté habitada por republicanos o demócratas– habla de ayudar a la paz mientras despacha envíos masivos de armas a Israel; por el otro, invierte sumas estratosféricas en sistemas de intercepción para cohetes carentes de valor militar y con una capacidad destructiva casi simbólica –sistemáticamente presentados en los medios occidentales como una grave amenaza a los habitantes del Estado judío–, pero dota al régimen de Tel Aviv de aeronaves y de materiales bélicos con tecnología de punta y un poder devastador.

Es significativo, por cierto, que a pesar de la pregonada inteligencia de las armas israelíes (o estadunidenses) y de las declaraciones de los gobernantes de Tel Aviv de que no buscan matar a civiles inocentes, cuatro niños muertos fueron ultimados ayer en una playa de Gaza en presencia de periodistas internacionales, y todos los testimonios coinciden en afirmar que no había manera de confundirlos con combatientes ni con escudos humanos.

Así pues, el gobierno de Estados Unidos es inocultablemente corresponsable y cómplice de los crímenes de guerra que se están cometiendo contra la población de Gaza y no tiene autoridad moral alguna para presentarse como promotor de paz en un conflicto en el que es, de hecho, parte beligerante, y en el cual los agresores realizan una permanente siembra de rencores y de odios. Con estos hechos en mente, no deja de resultar paradójico que en ocasiones los funcionarios de Washington se digan sorprendidos por la virulencia antiestadunidense que adquieren diversas organizaciones fundamentalistas árabes e islámicas, cuando esa virulencia ha sido sistemáticamente alimentada durante décadas por la propia superpotencia.

Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2014/07/17/edito Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187419

La influencia del sionismo en la sociedad israelí

Por Paula Frere Flesler (Rebelión)
No hay justificación para las violaciones, ni las hay para las matanzas; se trata de crímenes de guerra. Pero en ciertas condiciones la expulsión no es un crimen de guerra. No creo que las expulsiones de 1948 fueran crímenes de guerra. No se puede hacer una tortilla sin cascar los huevos. Uno tiene que ensuciarse las manos. Una sociedad que pretende matarlo a uno lo obliga a destruirla. Cuando hay que elegir entre destruir o ser destruido, es mejor destruir”
Así explica Benny Morris, historiador israelí, la limpieza étnica que hubo entre 1946 y 1948 para establecer, poco tiempo después, el Estado de Israel. Estas declaraciones al periodista Ari Shavit del periódico Haaretz, reflejan la mentalidad de muchos ciudadanos con respecto a este tema. Solamente con leer “una sociedad que pretende matarlo a uno lo obliga a destruirla” muestra una sociedad aquejada de permanente manía persecutoria. La mentalidad del ataque preventivo es la que ha servido en bandeja la insostenible situación que se vive actualmente, aquella en la que el árabe quiere dominar e invadir, y por tanto, es necesario restringir su espacio y capacidad de actuación para que el estado israelí pueda seguir desarrollándose.
Tras la desaparición de tres jóvenes israelíes el pasado 30 de junio de este año, Israel vuelve a mostrar su cara más oscura, y este hecho reafirma una vez más que las medidas precautorias del gobierno israelí hacen mella en Palestina, con 189 muertos y miles de heridos. Los ataques han arrasado la zona, miles de viviendas destrozadas, desplazando a miles de personas, las cuales buscan refugio ante las inminentes agresiones.
Gran parte de la sociedad israelí busca justificar estas políticas a través de comentarios, vídeos e imágenes en muchas redes sociales. Un usuario de facebook hace el siguiente comentario: “Nos cuesta ser aceptados fuera del traje a rallas del campo de concentración y menos poder defendemos y mucho menos usar la fuerza, somos 15 millones queremos un espacio ínfimo del planeta que históricamente nos corresponde y tendrán que matar seis millones de hermanos más para que la lastima nos de paz”.
Pero qué se puede esperar cuando gran parte de la sociedad piensa con firmeza que los árabes quieren transformar el continente europeo en Eurabia, e incluso que en España desean recuperar Al Ándalus. Parte de estas reflexiones se apoyan en el sionismo, movimiento que lleva inculcándose desde el siglo XIX y que busca recuperar la Tierra Prometida.
Entonces si desde años, si desde la infancia, solo escuchas y estudias que esa tierra te pertenece, que los pueblos vecinos quieren acabar con el estado judío y reconquistar sus antiguas naciones, la primera reacción de un humano es la preventiva. Y esto es lo que a día de hoy vemos y escuchamos.
Noam Chomsky e Ilan Pappe lo describen muy bien en el libro “Gaza en crisis”: “Los mecanismos negacionistas israelíes son muy efectivos, pues funcionan como una exhaustiva herramienta de adoctrinamiento que abarca la existencia completa del ciudadano, de la cuna a la tumba. Esta herramienta garantiza al Estado que sus ciudadanos no se sentirán confusos ante los datos y la realidad o, al menos, que no tendrán problemas morales.”
El gobierno israelí ha conseguido mantener a su pueblo unido y confiado en las medidas territoriales que se toman en el país. Ha creado una consciencia única e imbatible, donde los hechos diferentes a la “establecida” no tienen lugar, véase lo sucedido con Ilan Pappe, profesor de historia israelí, quien fue expulsado del país por promulgar ideas equívocas.
Pero Pappe logró difundir sus pensamientos y reflexiones por otras vías. En una conferencia en Stuttgart, Alemania, explica: todos los acuerdos de Oslo por la paz no funcionaron y nunca lo habrían hecho, ya que lo que realmente sucede es el colonialismo sionista que no parará hasta conseguir un estado más fuerte y vacío de árabes. La única solución posible es la construcción de un único estado secular que garantice la convivencia entre todas las religiones, pero antes habrá que desprogramar a muchos civiles de la población israelí.
Esta afirmación confirma una vez más la teoría sionista, es decir, si la sociedad israelí, o al menos parte de ella, no conoce otra historia que la programada por el gobierno, supone que su postura seguirá siendo la misma, y que ante un posible ataque, es mejor la prevención. Probablemente en este siglo no se recurra a un nakba tan fuerte como se hizo en los años cuarenta porque la sociedad internacional no lo permitiría. Pero sí que existe un cerco que reduce el territorio palestino al mínimo y los israelíes apoyan esas decisiones.
Entonces para proponer una solución a esta complicada situación habría que empezar por recontar la historia y ofrecer más perspectivas al pueblo israelí, para que tomen conciencia de todas las realidades, no solo la suya. Solo en ese momento podría hablarse de una incipiente paz, y empezar a negociar una convivencia entre ambos pueblos, que se asemejan mucho más de los que ellos piensan.
Sin embargo, mientras que el gobierno fije sus pautas y el pueblo no las revoque, el conflicto entre Israel y Palestina no tendrá caducidad. Solo a través de la información y la concienciación de las personas sobre esta situación logrará poner punto y final a una guerra que ha dejado un número incontable de víctimas y secuelas que perdurarán a lo largo de muchos años.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187445 


No hay comentarios:

Publicar un comentario