RED
NACIONAL DE ACCION ECOLOGISTA DE LA ARGENTINA
(AW) un
informe sobre el manejo y la producción de energía en nuestro país y la
invisibilización de los peligros y daños ambientales de la energía nuclear.
Atucha 2.
RENACE INFORMA
1 julio 2014
ATUCHA 2
El mayor peligro ambiental y la peor inversión en energía
1.700% de ineficiencia en la gestión de la balanza energética
Al inaugurar la central Nuclear Atucha 2, el ministro de
planificación Julio De Vido evitó toda mención a los peligros y riesgos
ambientales de la energía nuclear en general y de Atucha 2 en particular, y dio
algunas precisiones económicas parciales que vale la pena mirar de cerca.
El ministro recordó, como si fuera una buena noticia, que “desde
el 2006 hasta el presente, el Estado invirtió 14 mil millones de dólares en el
desarrollo de la energía nuclear.”
Otras informaciones nos dicen que el costo de una central nuclear
nueva, desde cero, es del orden de 3 mil millones de dólares; y que Atucha 2
tuvo un costo adicional de unos 2 mil millones por el atraso en su
construcción.
La central nuclear aportará 745 megavatios de potencia al sistema
interconectado nacional cuando esté funcionando en su plenitud. Las notas de
los medios oficialistas destacan que
esto significará además un ahorro en la balanza comercial energética del orden
de los 1.500 millones de dólares.
En esta nota sólo hacemos un somero listado de los peligros y
daños ambientales de la energía nuclear y de las alternativas energéticas con
las que contamos y desarrollamos, por razones de espacio, sólo una de ellas en
cada caso.
La invisibilización de los peligros y daños de la energía nuclear
En los setenta años de existencia de la tecnología para la
generación de energía por fisión, no se ha conseguido dar una solución
satisfactoria al problema de los riesgos que comportan los materiales
radiactivos debido a posibles accidentes, mala manipulación, vertidos y fugas a
lo largo de todo el ciclo nuclear y de los descomunales residuos radiactivos
producidos en él, que son el talón de Aquiles de esta tecnología [1].
Los residuos nucleares ya existentes son un grave problema al que
hay que buscar solución, y la mejor forma de comenzar a actuar, es dejando de
producirlos. Las distintas justificaciones que se han ofrecido para la
construcción de plantas nucleares han caído en el descrédito. El argumento que
afirma que esta energía no produce gases de efecto invernadero, resulta
paradójico frente a la enormidad de los argumentos adversos que esta tecnología
comporta. Y llaman poderosamente la atención con su esencia falaz, en boca de
teóricos y políticos. Esta tecnología es insustentable por naturaleza y la más
cara para la producción de electricidad en toda la historia humana.
La nucleoelectricidad nació de la mano y como vehículo de la era
atómica. El gigantesco y diversificado operativo montado por los Estados Unidos
en pos del desarrollo de la primera bomba y de la carrera misilística que le
siguió, que concluye con las dos bombas atómicas a finales de la Segunda Guerra Mundial.
La situación de los años sesenta agregó justificaciones a la
nucleoelectricidad, con el fantasma del inminente agotamiento de las reservas
petroleras, que se habían calculado entonces, para apenas 20 años más. La
política internacional fomentó entonces en dos décadas siguientes, un
incansable aliento a que los países en desarrollo instalaran sus centrales nucleares
de potencia. Argentina no fue la excepción, y puso en marcha Atucha I aguas
arriba del Río Paraná, a 7 km
de la ciudad de Lima, Partido de Zárate[2] en 1974, apenas a 70 km en línea recta de la
ciudad más densamente poblada y mayor centro productivo del país. Y Embalse Rio
III, en la provincia de Córdoba en 1984.
La catástrofe del reactor de Chernobyl ha demostrado que los
intentos de controlar la potencia de la división del átomo fallan y ocasionan
consecuencias sociales y ambientales muy graves, y tal como en Fukushima, se
desmorona el argumento de que estete tipo de cosas nunca pueden suceder.
En todas las fases del ciclo
del combustible nuclear se liberan o se acumulan materiales radiactivos, hecho
que se ha desatendido y ocultado durante mucho tiempo así como el efecto letal
de la radiación de bajos niveles[3]. El material nuclear, en un contexto de
corrupción gubernamental y ausencia de control como el que existe hoy en
nuestro país, es un riesgo adicional de robo y/o atentados, como los padecidos
ya en el país.
La minería del uranio ha
producido conflictos con poblaciones locales que no se benefician con la
extracción y que deben soportar los riesgos de la misma, como las poblaciones
de Carlos Paz (Mina Los Gigantes, Córdoba), Malargüe (Mina Huemul, Mendoza) o
proyectos tales como el de Gastre, en la provincia del Chubut. La CNEA
(Comisión Nacional de Energía Atómica) lleva años de desmanejo ambiental. El
Programa PRAMU creado hace casi diez años para la remediación de todos los
pasivos ambientales de la industria nuclear, no se ha ejecutado. A una década,
no hay respuestas. Muchas actividades productivas no contaminantes se ven
vedadas en estos sitios.
Un mero ejemplo: En 1978 se iniciaba la explotación de las
reservas uraníferas en el Valle de Punilla, Los Gigantes, a partir de un
convenio de la CNEA violando la Ley 24472 al concederle a un particular la
mineración del uranio con el agravante de ampararlo bajo la ley de Obras
Públicas para salvarlo de cualquier riesgo empresarial.
El resultado: un embalse abandonado de 8 hectáreas contaminado
con líquidos acidificados con trazas de uranio, radio y radón, desbordado con
las lluvias, drenando cauce abajo a la cuenca del Lago San Roque[4] que provee
además, el agua potable a la ciudad de Córdoba. Situación similar se vivió en
Malargüe, Mendoza, hasta que luego de años, la CNEA, que había negado
sistemáticamente el problema, empezó a hablar de remediación.
En ningún momento se incluye en el valor del Kw/h los costos de
remediación, los costos de transporte y seguros, los costos de puesta en marcha
de las centrales, los costos de prospección y extracción de uranio, el cierre
de minas agotadas, los valores millonarios de la desactivación, clausura y
confinamiento de las usinas al fin de sus vidas útiles, y fundamentalmente, los
costos de protección y control por miles de años, de los sitios adonde se
depositen los desechos. Todo ello hace, honestos cálculos mediante, que la
energía nuclear sea muchísimo más cara que la que jamás haya existido.
Se ha minimizado, se ha ocultado información, se ha impedido el
acceso a las investigaciones internas. Los investigadores hemos recibido las
angustiosas declaraciones de trabajadores de las áreas de operación con
material radiactivo, a los que no se les permitía revisar los resultados de los
estudios médicos periódicos. Hemos presenciado la caída del proyecto GASTRE al
desenmascarar que un informe geológico del área elegida era copiado del
basamento rocoso sueco, y que el emplazamiento se hallaba sobre una falla
geológica, cuando formalmente se había declarado como “zona sismica cero”.
Podríamos aquí seguir ampliando y enumerando casos puntuales. Pero el objetivo
es evidenciar que el discurso que envuelve la promoción de esta manera de
generar energía es un discurso que vela el real peligro y el costo social,
ambiental y económico de la misma.
Otras alternativas energéticas. El uso
racional de la energía
La mejor alternativa es y fue siempre el uso racional de la energía. También
fue la alternativa sistemáticamente ignorada: ahorrar energía da independencia
y autonomía, pero no genera ganancias y no tiene prácticamente posibilidades de
corrupción.
Por ejemplo, como decía la nota publicada en mayo de 2013 (http://renace.net/?p=3361),
cuyos argumentos se replicaron luego desde otros lugares[5],[6] , sólo
cambiando los pilotos mecheros de los calefones y estufas de los 7 millones de
usuarios conectados a la red de gas natural por encendedores piezoeléctricos,
se podrían ahorrar unos 500 millones de dólares en gas importado desde Bolivia,
el gas más barato que importa la Argentina. La inversión en reemplazar todos los
pilotos es del orden de los 200 millones de dólares, por única vez; la
ampliación de los usuarios conectados a la red indica la tendencia a que este
ahorro de energía será cada vez mayor.
Comparemos:
Atucha 2 – inversión, por lo menos unos 5 mil millones de dólares;
mejoramiento de la balanza energética: unos 1.500 millones de dólares anuales.
Mejoramiento balanza energética/inversión=1.500/5.000= 0,3
A estos gastos que a la inversión inicial inmediata hay que
agregarle los gastos de funcionamiento y mantenimiento de la central nuclear; y
los gastos de gestión de la central nuclear una vez que termina su vida útil, y
de los residuos nucleares, de las llamadas cenizas nucleares, que son mucho
mayores que la inversión inicial, y durante tiempos tan largos que podríamos
decir “para siempre”.
Cambio los mecheros - inversión: unos 200 millones de dólares;
mejoramiento de la balanza energética: unos 500 millones de dólares anuales.
Mejoramiento balanza energética/inversión=500/200=2,5
Esto significa que es casi 17 veces más redituable (1.700% más
eficiente) este uso racional de la energía (contabilizando sólo la inversión
inicial) que el desarrollo de la energía nuclear en lo que hace al mejoramiento
de la balanza energética.
Otros usos racionales, otras opciones energéticas
La sustitución de los pilotos a gas por pilotos piezoeléctricos es
sólo una de las pequeñas posibilidades de uso racional de la energía y cambio
de la matriz energética.
El uso racional de la energía y la diversificación de la matriz
energética tiene múltiples alternativas, de la cual la energía nuclear es
claramente muy perjudicial y largamente más ineficiente.
Otras alternativas son:
- Uso racional de la energía en las estufas de tiro balanceado,
que así como están diseñadas e instaladas pierden por lo menos la mitad de la
energía calórica.
-El aprovechamiento de las energías renovables
-Producción de gas a partir de residuos orgánicos urbanos y
rurales.
-Ahorro energético por reciclado de residuos
-De manera inmediata la promoción de la instalación de calefones
solares
- Refrigeración solar
-Desarrollo del transporte fluvial
-Promoción de la producción local para disminuir la necesidad de
transporte a media y larga distancia.
-Promoción de la producción agroecológica, de bajos insumos
energéticos.
-Promoción del uso del transporte colectivo en vez del transporte
individual.
-Promoción de la fabricación y uso de la bicicleta como transporte
urbano.
-Promoción del transporte eléctrico urbano, con el correspondiente
desarrollo de la fabricación de motores eléctricos y baterías de alta
eficiencia, con su recuperación y reciclado.
-El desarrollo del hidrógeno como vector energético que permite,
entre muchas otras virtudes, superar las limitaciones temporales de las
energías renovables.
-Forestaciones diversificadas con fines múltiples, que incluya el
aprovechamiento energético.
-Promoción de la producción y uso de estufas y cocinas a leña de
alto rendimiento y eficiencia.
Además, nuestros equipos de investigadores, en vez de estar
orientados al desarrollo de la peligrosa y obsoleta energía nuclear, con los
inmensos riesgos que genera, se dedicarían, por ejemplo, a la optimización del
aprovechamiento de las energías alternativas, el hidrógeno como vector
energético y la producción de motores eléctricos y baterías de alta eficiencia
que contemplando todo su ciclo de vida.
Entonces sí nos podríamos insertar en el mundo con el desarrollo
de la buena tecnología que todos estamos necesitando.-
* Ing.
Claudio Lowy, BIOS, RENACE – ecolowy@gmail.com (011) 15-64675187
* Lic. Silvana Buján, BIOS, RENACE – ecosil@copetel.com.ar (0223) 155019937
Fuente:
http://www.agenciawalsh.org/index.php?option=com_content&view=article&id=12603&Itemid=131
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