domingo, 17 de junio de 2012

II. Sepamos que la masacre de campesinos en Paraguay se da en medio de un intenso acaparamiento de tierras y semillas que lidera Monsanto


El Ministerio de Agricultura presentó las estimaciones de la producción de soja correspondiente a la zafra 2006/07, que ascendería a más de 6 millones de toneladas, si se cosecharán en su totalidad las 2.227.455 hectáreas sembradas durante este periodo. Esta posible zafra fue calificada como “todo un éxito” por las autoridades agrícolas y los productores del sector, luego de tres años consecutivos de pérdidas a causa de la sequía que afectó al país.
Por Rosalía Ciciolli
"En contrapartida, esta producción récord de la oleaginosa trae aparejada el preocupante incremento de las expulsiones de los campesinos de sus tierras, quienes cada vez con más frecuencia se ven obligados a emigrar a los centros urbanos cercanos, a lo que se suma la impunidad que sigue reinando en el país para los sojeros que asesinaron a Silvino Talaverarociándolo con glifosato y, por supuesto, la preeminencia creciente de Monsanto que cada año incrementa de manera exorbitante sus ganancias a nivel local por las regalías recaudadas mediante la comercialización de las semillas transgénicas y los agrotóxicos en Paraguay.

El relevamiento de datos sobre la zafra se realizó en los departamentos de San Pedro, Canindeyú, Alto Paraná, Itapúa, Misiones y Caaguazú. Igualmente, se incluyeron los cultivos de Guairá, Caazapá y Amambay. Entre los resultados más destacados se menciona una primera estimación de rendimiento agrícola medio en torno a los 2.780 kilos por hectárea. Este informe confirma la tendencia esperada de producción que llegaría a los 6 millones de toneladas, cifra récord histórico de la soja en el país. El máximo volumen producido hasta ahora fue durante la temporada 2002/03, con 4,2 millones de toneladas. Esto demuestra que cada año se incrementa la cantidad de hectáreas sembradas en el país. Pero como ya no existen bosques que tumbar, ni tierras fiscales, entonces los sojeros optan por “apoderarse” de las propiedades rurales perteneciente a las familias campesinas.
  
Y es que las ganancias producidas por la exportación de la oleaginosa resultan muy tentadoras, más aún si se tiene en cuenta que el mayor porcentaje de la recaudación va a parar al bolsillo de los sojeros. Para muestra basta un botón: Paraguay destina gran parte de su producción primaria a las exportaciones. Del total de la zafra obtenida, envía un 70 por ciento a los mercados internacionales, preferentemente Europa, Sudamérica y Asia. Si se toman los niveles históricos y se extrapola a la producción estimada de 6 millones de toneladas, se tendrá entonces una oferta exportable superior a las 4 millones de toneladas. Si se plantea un precio FOB de 180 dólares la tonelada, se tendrá entonces un ingreso de 750 millones de dólares para este año, según lo indicado por los técnicos del Ministerio de Agricultura.

Pero, ¿adónde va a parar todo ese dinero? Pues, evidentemente, no a los bolsillos de la población ni mucho menos a los de los humildes agricultores que siguen sufriendo los embates altamente nocivos de los cultivos de soja, en todos los sentidos.

La soja, sinónimo de expulsión de campesinos
Conviene investigar, pues, cuáles son las consecuencias de la superproducción sojera anunciada con bombos y platillos por las autoridades agrícolas locales. Según informes no oficiales provenientes del Alto Paraná y Canindeyú, en donde el 40 por ciento del territorio de ambos departamentos –equivalentes a 2 millones de hectáreas–, está ocupado por colonos brasileños, más conocidos como “brasiguayos”, en los últimos años se ha registrado un fuerte desplazamiento de los campesinos paraguayos hacia los centros urbanos.

La expansión cada vez más rápida de los cultivos de soja implantados por los “brasiguayos” obliga a los labriegos a vender sus tierras y emigrar a las ciudades, aumentando así los bolsones de pobreza y abandono en las zonas periféricas de los centros urbanos.

Según estimaciones no gubernamentales, los “brasiguayos” son propietarios de la casi totalidad de los 1,5 millones de hectáreas sembradas con soja en los departamentos de Alto Paraná y Canindeyú, a 330 y 464 kilómetros de Asunción, respectivamente. Esto implica que la gran mayoría de los 37 mil brasileños que viven en las zonas rurales de estos departamentos son hacendados medianos, poseedores de propiedades cercanas a las 500 hectáreas o más, que los coloca a un nivel económico comparable a la de clase media alta urbana paraguaya.

En las mismas zonas habitan cerca de 295 mil paraguayos, incluidos los descendientes de inmigrantes brasileños con residencia legal. No existen registros sobre qué cantidad de habitantes son hijos de brasileños. En localidades como Santa Rita, Naranjal, San Cristóbal, Iruña, San Alberto, Santa Fe, en el departamento de Itapúa, a unos 373 kilómetros de la capital del país, la población está compuesta, en casi un 90 por ciento, por colonos brasileños y sus descendientes. Allí se habla, se lee y se educa en portugués.

Ante la evidente ausencia del Estado paraguayo en estos distritos, los colonos brasileños fundaron por su cuenta escuelas, contrataron maestros y atienden otros aspectos como la salud y la seguridad. Es así que la mayoría de las comisarías están asentadas en propiedades privadas, en tanto que las residencias de los efectivos policiales son donadas por los “brasiguayos”, y hasta las patrulleras que utilizan pertenecen a ciudadanos civiles no paraguayos. (...)

La mayor porción de la torta para Monsanto

La compañía Monsanto está muy afanada en asegurase el mercado interno, siendo que Paraguay es el cuarto productor mundial de soja transgénica. Sólo en el caso de la soja paraguaya los beneficios económicos para Monsanto rozarían los 450 millones de dólares anuales. De los 2,2 millones de hectáreas sembradas con la oleaginosa durante el periodo 2006/7 en el territorio paraguayo, se estima que 1,7 millones lo fueron con soja transgénica.

O sea que con las ganancias obtenidas solamente en Paraguay, Monsanto obtiene ingresos cercanos a la inversión que realiza en investigación y desarrollo de materiales transgénicos, que orillan los 500 millones de dólares al año.

A todo esto hay que sumarle el pago de las regalías por el uso de la biotecnología, que ya generó grandes beneficios a los sojeros paraguayos, según el representante de Monsanto en Paraguay,Hernán Passini, aunque es la multinacional la que siempre se queda con la mejor parte de la torta. Nada menos que el 65 por ciento de las recaudaciones por estas regalías va a parar a Monsanto, mientras que un 10 por ciento va al Instituto Nacional de Biotecnología Agrícola (Inbío), otro 17 por ciento a los semillistas, y el 8 por ciento restante para los agroexportadores.

El pago de las regalías por la soja RR se inició con la campaña sojera 2004/2005. Cada año el precio es fijado en julio por el Inbío bajo ciertos parámetros establecidos. Para la presente campaña el precio acordado es de 3,09 dólares la tonelada.

Ante toda esta maquinaria “matacampesinos”, las organizaciones sociales y de labriegos ya lanzaron un grito de advertencia, por el aumento de los riesgos y amenazas que este nuevo producto representa para la población rural, que ahora deberá enfrentar a un enemigo mucho más potente y poderoso que envenena el organismo humano y que lo va matando más rápido que antes, mientras Monsanto se lleva del país millones de dólares en regalías (...)".


No hay comentarios:

Publicar un comentario