El Ministerio de Agricultura
presentó las estimaciones de la producción de soja correspondiente a la zafra
2006/07, que ascendería a más de 6 millones de toneladas, si se cosecharán en
su totalidad las 2.227.455
hectáreas sembradas durante este periodo. Esta posible
zafra fue calificada como “todo un éxito” por las autoridades agrícolas y los
productores del sector, luego de tres años consecutivos de pérdidas a causa de
la sequía que afectó al país.
Por Rosalía Ciciolli
"En contrapartida, esta producción récord de la oleaginosa trae aparejada
el preocupante incremento de las expulsiones de los campesinos de sus tierras,
quienes cada vez con más frecuencia se ven obligados a emigrar a los centros
urbanos cercanos, a lo que se suma la impunidad que sigue reinando en el país
para los sojeros que asesinaron a Silvino
Talaverarociándolo con glifosato y, por supuesto, la preeminencia creciente
de Monsanto que cada año incrementa de manera
exorbitante sus ganancias a nivel local por las regalías recaudadas mediante la
comercialización de las semillas transgénicas y los agrotóxicos en Paraguay.
El relevamiento de datos sobre la zafra se realizó en los departamentos
de San Pedro, Canindeyú, Alto Paraná, Itapúa, Misiones y Caaguazú. Igualmente,
se incluyeron los cultivos de Guairá, Caazapá y Amambay. Entre los resultados
más destacados se menciona una primera estimación de rendimiento agrícola medio
en torno a los 2.780 kilos por hectárea. Este informe confirma la tendencia
esperada de producción que llegaría a los 6 millones de toneladas, cifra récord
histórico de la soja en el país. El máximo volumen producido hasta ahora fue
durante la temporada 2002/03, con 4,2 millones de toneladas. Esto demuestra que
cada año se incrementa la cantidad de hectáreas sembradas en el país. Pero como
ya no existen bosques que tumbar, ni tierras fiscales, entonces los sojeros
optan por “apoderarse” de las propiedades rurales perteneciente a las familias
campesinas.
Y es que las ganancias producidas por la exportación de la oleaginosa
resultan muy tentadoras, más aún si se tiene en cuenta que el mayor porcentaje
de la recaudación va a parar al bolsillo de los sojeros. Para muestra basta un
botón: Paraguay destina gran parte de su producción
primaria a las exportaciones. Del total de la zafra obtenida, envía un 70 por
ciento a los mercados internacionales, preferentemente Europa, Sudamérica y Asia.
Si se toman los niveles históricos y se extrapola a la producción estimada de 6
millones de toneladas, se tendrá entonces una oferta exportable superior a las
4 millones de toneladas. Si se plantea un precio FOB de 180 dólares la
tonelada, se tendrá entonces un ingreso de 750 millones de dólares para este
año, según lo indicado por los técnicos del Ministerio de Agricultura.
Pero, ¿adónde va a parar todo ese dinero? Pues, evidentemente, no a los
bolsillos de la población ni mucho menos a los de los humildes agricultores que
siguen sufriendo los embates altamente nocivos de los cultivos de soja, en
todos los sentidos.
La soja, sinónimo de expulsión de campesinos
Conviene investigar, pues, cuáles son las consecuencias de la superproducción sojera anunciada con bombos y platillos por las autoridades
agrícolas locales. Según informes no oficiales provenientes del Alto Paraná y
Canindeyú, en donde el 40 por ciento del territorio de ambos departamentos
–equivalentes a 2 millones de hectáreas–, está ocupado por colonos brasileños,
más conocidos como “brasiguayos”, en los últimos años se ha registrado un
fuerte desplazamiento de los campesinos paraguayos hacia los centros urbanos.
La expansión cada vez más rápida de los cultivos de soja implantados por
los “brasiguayos” obliga a los labriegos a vender sus tierras y emigrar a las
ciudades, aumentando así los bolsones de pobreza y abandono en las zonas
periféricas de los centros urbanos.
Según estimaciones no gubernamentales, los “brasiguayos” son
propietarios de la casi totalidad de los 1,5 millones de hectáreas sembradas
con soja en los departamentos de Alto Paraná y Canindeyú, a 330 y 464 kilómetros de
Asunción, respectivamente. Esto implica que la gran mayoría de los 37 mil
brasileños que viven en las zonas rurales de estos departamentos son hacendados
medianos, poseedores de propiedades cercanas a las 500 hectáreas o más,
que los coloca a un nivel económico comparable a la de clase media alta urbana
paraguaya.
En las mismas zonas habitan cerca de 295 mil paraguayos,
incluidos los descendientes de inmigrantes brasileños con residencia legal. No
existen registros sobre qué cantidad de habitantes son hijos de brasileños. En
localidades como Santa Rita, Naranjal, San Cristóbal, Iruña, San Alberto, Santa
Fe, en el departamento de Itapúa, a unos 373 kilómetros de la
capital del país, la población está compuesta, en casi un 90 por ciento, por
colonos brasileños y sus descendientes. Allí se habla, se lee y se educa en
portugués.
Ante la evidente ausencia del Estado paraguayo en estos
distritos, los colonos brasileños fundaron por su cuenta escuelas, contrataron
maestros y atienden otros aspectos como la salud y la seguridad. Es así
que la mayoría de las comisarías están asentadas en propiedades privadas, en
tanto que las residencias de los efectivos policiales son donadas por los
“brasiguayos”, y hasta las patrulleras que utilizan pertenecen a ciudadanos
civiles no paraguayos. (...)
La mayor porción de la torta para
Monsanto
La compañía Monsanto está muy afanada en asegurase el
mercado interno, siendo que Paraguay
es el cuarto productor mundial de soja transgénica. Sólo en el caso de la soja
paraguaya los beneficios económicos para Monsanto rozarían los 450 millones de dólares
anuales. De los 2,2 millones de hectáreas sembradas con la oleaginosa durante
el periodo 2006/7 en el territorio paraguayo, se estima que 1,7 millones lo
fueron con soja transgénica.
O sea que con las ganancias obtenidas solamente en Paraguay, Monsanto obtiene ingresos cercanos a la
inversión que realiza en investigación y desarrollo de materiales transgénicos,
que orillan los 500 millones de dólares al año.
A todo esto hay que sumarle el pago de las regalías por el uso de la
biotecnología, que ya generó grandes beneficios a los sojeros paraguayos, según
el representante de Monsanto en Paraguay,Hernán
Passini, aunque es la multinacional la que siempre se queda con la mejor
parte de la torta. Nada
menos que el 65 por ciento de las recaudaciones por estas regalías va a parar a Monsanto,
mientras que un 10 por ciento va al Instituto Nacional de Biotecnología
Agrícola (Inbío), otro 17 por ciento a los semillistas, y el 8 por
ciento restante para los agroexportadores.
El pago de las regalías por la soja RR se inició con la campaña sojera
2004/2005. Cada año el precio es fijado en julio por el Inbío bajo ciertos parámetros establecidos.
Para la presente campaña el precio acordado es de 3,09 dólares la tonelada.
Ante toda esta maquinaria “matacampesinos”, las organizaciones sociales
y de labriegos ya lanzaron un grito de advertencia, por el aumento de los
riesgos y amenazas que este nuevo producto representa para la población rural,
que ahora deberá enfrentar a un enemigo mucho más potente y poderoso que
envenena el organismo humano y que lo va matando más rápido que antes, mientras Monsanto se lleva del país millones de dólares
en regalías (...)".
No hay comentarios:
Publicar un comentario