Muchos aspectos del
actual ataque a Gaza pasan desapercibidos para la conciencia del mundo
La última catástrofe
en Gaza
Por Richard Falk
(Al-Jazeera-English)
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El doble rasero mediático de Occidente con respecto a la nueva y
trágica escalada de violencia israelí dirigida contra Gaza se resumieron en un
titular de una parcialidad absurda en la primera plana del New York Times: “Los cohetes
atacan Jerusalén; Israel se prepara para invasión de Gaza”, (NYT, 15 de
noviembre de 2012). Algo descodificado, el mensaje es el siguiente: Hamás es el
agresor, y si Israel lanza un ataque terrestre contra Gaza tiene que contar con
más ataques de cohetes. Es una paráfrasis sorprendentemente orwelliana de la
realidad.
La verdadera situación es, por supuesto, todo lo contrario: Es
decir que se puede asumir que la población indefensa de Gaza esté terriblemente
temerosa de un inminente ataque general israelí, aunque también es verdad, sin
minimizar la realidad de una amenaza, que algunos cohetes lanzados desde Gaza
cayeron sin causar daños (aunque hay que admitir las implicaciones amenazantes)
en los alrededores de Jerusalén y Tel Aviv. Hay una desproporción brutal en la
capacidad de infligir daños y sufrimientos entre ambos contendientes debido a
la total dominación militar israelí, lo que convierte en una perversidad esa
inversión de la preocupación por lo que podría ocurrir a la sociedad israelí si
se intensifica el ataque a Gaza.
La confianza de Hamás y de las diversas milicias de Gaza en los
cohetes indiscriminados, aunque sean totalmente imprecisos y generalmente
innocuos, es una violación criminal del derecho humanitario internacional, pero
la baja cantidad de víctimas y el ínfimo daño causado tienen que evaluarse en
el contexto general de la violencia masiva infligida a los palestinos. La
percepción generalizada no occidental del nuevo ciclo de violencia que
involucra a Gaza es que parece una repetición de la agresión israelí a Gaza a finales
de 2008, principios de 2009, que ocurrió de la misma manera entre el final de
elecciones presidenciales estadounidenses y las elecciones parlamentarias
programadas en Israel.
Buscando culpables
Existe la discusión usual con respecto a quién es responsable del
acto inicial de este nuevo despliegue de violencia. ¿Han sido los disparos
desde Gaza a través de la frontera contra un jeep blindado israelí o fue el
asesinato selectivo de Ahmed Yabari, el líder del ala militar de Hamás, con un
misil israelí unos días después? ¿O algún otro acto de un lado u otro? ¿O es la
violencia incesante contra el pueblo de Gaza originada por el bloqueo impuesto
desde mediados de 2007?
El asesinato de Yabari tuvo lugar unos días después de la
negociación, gracias a los buenos oficios de Egipto, de una tregua informal y
acordada, qué ironía, precisamente por Yabari, que actuaba por cuenta de Hamás.
Matarlo tenía el evidente propósito de realizar una importante provocación,
trastornando un esfuerzo cuidadosamente negociado de evitar otra secuencia de
“ojo por ojo, diente por diente” de violencia del tipo que ha tenido lugar
periódicamente durante los últimos años.
El asesinato de un personaje político palestino de tan alto perfil
como Yabari no es un acto espontáneo. Se basa en una vigilancia detallada
durante un largo período, y obviamente se planifica con la suficiente
antelación con la esperanza de evitar daños colaterales y por lo tanto limitar
la publicidad desfavorable. Un asesinato extrajudicial semejante, aunque es
parte integrante de la nueva cultura estadounidense de la guerra de drones, sigue siendo una
táctica de conflicto ilegal que niega a los dirigentes políticos del
adversario, separados del combate, cualquier oportunidad de defenderse de las
acusaciones e implica el rechazo de cualquier búsqueda de una solución pacífica
a un conflicto político. Equivale a la imposición de la pena capital sin el
debido proceso, una negación de los derechos elementales de un acusado.
Dejando de lado las sutilezas legales, la dirigencia israelí sabía
exactamente lo que estaba haciendo cuando rompió la tregua y asesinó a un
dirigente tan destacado de Hamás, considerado el más importante después del
primer ministro de Gaza, Ismail Haniya. Ha habido rumores y amenazas veladas
durante meses de que el gobierno de Netanyahu planificaba un importante ataque
a Gaza, y la oportunidad de los actuales ataques parece coincidir con la
dinámica de la política interna israelí, especialmente la práctica tradicional
de Israel de reforzar la imagen dura de la dirigencia de Tel Aviv como medio
para inducir a los ciudadanos israelíes a sentirse temerosos, pero protegidos,
antes de depositar sus votos.
Sitiados
Por debajo de la horrible violencia, que pone al descubierto la
extrema vulnerabilidad de las personas que viven cautivas en Gaza, una de las
comunidades más abarrotadas y empobrecidas del planeta, hay una horrenda
estructura de abuso humano a la que la comunidad internacional sigue volviendo
la espalda, mientras predica en otros sitios la adherencia a la norma de
“responsabilidad de proteger” cada vez que conviene a la OTAN. Más de la mitad de
los 1,6 millones de habitantes de Gaza son refugiados que viven en un área
total solo el doble del tamaño de la ciudad de Washington, DC. La población
sufre un bloqueo punitivo desde mediados de 2007 que hace intolerable la vida
diaria, y Gaza ha estado duramente ocupada desde 1967.
Israel ha tratado de engañar al mundo presentando su narrativa de
retirada de buena fe de Gaza en 2005, que fue explotada por militantes
palestinos en aquel entonces como una oportunidad de lanzar mortíferos ataques
con cohetes. La contra-narrativa, aceptada por la mayoría de los observadores
independientes, es que la retirada israelí de tropas y colonias fue poco más
que un simple redespliegue a las fronteras de Gaza, con absoluto control sobre
lo que entra y lo que sale, manteniendo una temporada de caza para matar a su
gusto, sin tener que rendir cuentas y sin consecuencias adversas y respaldada
sin cuestionamiento por el gobierno de EE.UU.
Desde el punto de vista del derecho internacional, la supuesta
“desconexión” de Gaza de Israel no puso fin a su responsabilidad como Potencia
Ocupante según las Convenciones de Ginebra, y por lo tanto su plan maestro de
someter a toda la población de Gaza a severas formas de castigo colectivo
corresponde a un continuo crimen contra la humanidad, así como a una flagrante
violación del Artículo 33 de la Cuarta Convención de Ginebra. No es sorprendente
que tantos que han observado de cerca el sufrimiento de Gaza la hayan descrito
como “la mayor prisión al aire libre del mundo”.
El gobierno de Netanyahu mantiene una política que se comprende
mejor desde la perspectiva del colonialismo mediante asentamientos. Lo que
distingue el colonialismo de asentamientos de otras formas de colonialismo es
la decisión de los colonialistas de no solo explotar y dominar, sino de
apropiarse de las tierras y superponer su propia cultura a la de la población
indígena. Al respecto, Israel se aprovecha de la división entre Hamás y Fatah y
trata de inducir a los palestinos oprimidos a renunciar a su identidad junto
con su lucha de resistencia llegando incluso a exigir a los palestinos en
Israel que juren lealtad a Israel como “Estado judío”.
En realidad, a diferencia de Cisjordania y Jerusalén Este, Israel
no tiene ambiciones territoriales a largo plazo en Gaza. La solución israelí a
corto plazo para su denominado “problema demográfico” (es decir, sus
preocupaciones por el aumento de la población de palestinos con respecto a los
judíos) podría facilitarse considerablemente si Egipto absorbiera Gaza o si
Gaza se convirtiera en una entidad permanentemente separada, siempre que
pudiera desmilitarizarse de un modo fiable. Lo que hace que Gaza sea
actualmente útil para los israelíes es su capacidad de manejar el nivel de
violencia, tanto como distracción de otras preocupaciones (por ejemplo ceder en
relación con Irán; la expansión acelerada de las colonias) y como un medio de
convencer a su propio pueblo de que siguen existiendo enemigos peligrosos a los
que hay que enfrentarse con el puño de hierro del militarismo israelí.
Ninguna paz
En el trasfondo, pero no muy lejos del entendimiento de los
observadores, existen dos asuntos estrechamente relacionados. El primero es el
grado de inviabilidad al que ha llevado la continua expansión de las colonias
israelíes la creación de un Estado palestino por medio de negociaciones
directas. El segundo, subrayado por la reciente fusión de las Fuerzas de
Netanyahu y Lieberman, es la medida en que el proceso de gobierno israelí ha
adoptado indirecta e irreversiblemente la visión de un Gran Israel que incluye
todo Jerusalén y la mayor parte de Cisjordania.
El hecho de que los dirigentes occidentales sigan repitiendo el
mantra de la paz mediante negociaciones directas es una expresión de la más
burda incompetencia o de total mala fe. Washington y los demás que piden la
reanudación de negociaciones directas nos deben a todos, por lo menos, una
explicación de cómo se puede establecer un Estado palestino dentro de las
fronteras de 1967, cuando significa el desplazamiento de la mayoría de los
600.000 colonos armados que actualmente son defendidos por el ejército israelí
y están presentes en toda Palestina ocupada. Una explicación semejante también
tendría qué mostrar por qué se permite que Israel legalice silenciosamente las
casi 100 colonias “avanzadas” esparcidas por Cisjordania que antes eran
ilegales, incluso según la ley israelí. Semejantes acciones hacia la
legalización merecen la urgente atención de todos los que siguen proclamando su
fe en una solución de dos Estados, pero se ignoran.
Lo que nos hace volver a Gaza y Hamás. Los máximos dirigentes de
Hamás han dejado muy claro una y otra vez que están abiertos a una paz
permanente con Israel si este se retira totalmente a las fronteras de 1967 (22%
de Palestina histórica) y este acuerdo está apoyado por un referendo de todos
los palestinos que viven bajo la ocupación.
Israel, con el respaldo de Washington, adopta la posición de que
Hamás es “una organización terrorista” a la que se debe excluir siempre de los
procedimientos diplomáticos, excepto, por supuesto, cuando la negociación sirve
los propósitos de Israel. Lo hizo en 2011 cuando negoció el intercambio de
prisioneros en el que varios centenares de palestinos fueron liberados de las
prisiones israelíes a cambio del soldado israelí Gilad Shalit, o cuando parece
conveniente aprovechar la mediación egipcia para obtener un alto el fuego
temporal.
Como nos recuerda el celebrado activista israelí por la paz, y exmiembro
de la Knéset , Uri
Avnery, un alto el fuego en la cultura árabe, hudna en árabe, se considera que está
santificado por Alá y se ha utilizado y respetado desde la época de las
Cruzadas. Avnery también informa de que hasta que lo asesinaron Yabari estuvo
en contacto con Gershon Baskin, de Israel, explorando las posibilidades de un
alto el fuego a largo plazo, de lo que informaron a los dirigentes israelíes
que, como era de esperar, no mostraron ningún interés.
Esperando justicia
Hay otro hecho en esta renovación del conflicto que involucra
ataques a Gaza. Israel insiste a veces en que ya que no es, según sus
afirmaciones, un poder ocupante, sino que se encuentra en un estado de guerra
con Gaza gobernada por Hamás. Pero si esto se considerase la descripción legal
adecuada de la relación entre los dos países, Gaza tendría los derechos de un
combatiente, incluida la opción de utilizar fuerza proporcionada contra los
objetivos militares israelíes. Como argumenté antes, una descripción legal
semejante de la relación entre Israel y Gaza es inaceptable. Gaza sigue estando
ocupada y esencialmente indefensa e Israel como ocupante no tiene derecho legal
o ético de ir a la guerra contra el pueblo y el gobierno democrático de Gaza
procedente de unas elecciones libres, bajo control internacional, a principios
de 2006.
Al contrario, su obligación decisiva como ocupante es proteger a
la población civil de Gaza. Incluso si la cantidad de víctimas de la violencia
actual, hasta ahora, es baja en comparación con la Operación Plomo Fundido ,
la intensidad de los ataques aéreos y marítimos contra el indefenso pueblo de
Gaza, provoca terror en los corazones y las mentes de todas las personas que
viven en la Franja, una forma de violencia indiscriminada contra el espíritu y
la salud mental de todo un pueblo que no puede medirse en sangre y carne, sino
refiriéndose al miedo traumatizante que han generado.
Oímos muchas afirmaciones en Occidente en cuanto a una supuesta
disminución de la guerra internacional desde el colapso de la Unión Soviética
hace veinte años. Semejantes afirmaciones son en cierta medida bienvenidas,
pero la gente en Medio Oriente aún no se ha beneficiado de esta tendencia,
menos que nadie el pueblo de Palestina Ocupada, y especialmente el pueblo de
Gaza que sufre del modo más agudo. Este espectáculo de una guerra unilateral en
la que Israel
decide cuánta violencia desencadenar, y Gaza espera sus ataques disparando
salvas de cohetes insignificantes desde el punto de vista militar como gesto de
resistencia, es una violación vergonzosa de los valores de la civilización. Esos
cohetes propagan el miedo y causan trauma entre los civiles israelíes incluso
cuando no alcanzan objetivos y representan una táctica inaceptable. Pero esa
inaceptabilidad tiene que verse en el contexto de las tácticas inaceptables de
un Israel que tiene todo en su mano en el conflicto.
Es muy alarmante que ahora incluso ciudad más sagrada esté
amenazada por los ataques, pero la permanencia de las condiciones de opresión
del pueblo de Gaza, llevan inevitablemente a niveles crecientes de frustración,
gritos de auxilio que el mundo ignora desde hace décadas. ¡Son gritos pidiendo
ayuda! ¡Darse cuenta no es exagerar! Para obtener una perspectiva basta con
leer un reciente Informe de la ONU que concluye que el deterioro de los
servicios y las condiciones hará que Gaza sea inhabitable en el año 2020.
Totalmente aparte de los méritos de los motivos de queja de los
dos lados, un lado es omnipotente en lo militar y el otro se agazapa
atemorizado sin posibilidad de defensa. Una realidad tan grotesca pasa
desapercibida para la conciencia del mundo debido al escudo geopolítico detrás
del cual Israel recibe luz verde para hacer lo que le dé la gana. Una circunstancia
semejante es moralmente insoportable y debería ser inaceptable políticamente.
Toda persona, gobierno, e institución de buena voluntad tiene que oponerse
activamente en todo el globo.
Richard Falk es Profesor Emérito de Derecho
Internacional en la Universidad de Princeton y Distinguido Profesor Visitante
de Estudios Globales e Internacionales en la Universidad de California, Santa
Bárbara. Es autor y editor de numerosas publicaciones a lo largo de cinco
décadas, y recientemente editor de “El Derecho Internacional y el Tercer Mundo:
reformulando la Justicia” (Routledge, 2008). Aunque desde 2009 es Relator
Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Palestina, el gobierno
de Israel no le ha permitido entrar a los Territorios Palestinos
Ocupados. Twitter: @rfalk13
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=159431
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