Elecciones
venezolanas: Una auténtica elección
Por James Petras (Rebelión )
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de
Bustillo
(...)Las dinámicas sociales y la campaña presidencial
La clave para el triunfo en la reelección de Chávez es mantener la
atención en los temas socioeconómicos: los programas de sanidad y educación
universal, el enorme plan de viviendas públicas puesto en marcha, los
supermercados subvencionados por el Estado, la mejora del transporte público en
las áreas más densamente pobladas. Cuanto mayor sea la polarización social
nacional entre la élite empresarial y las masas, menos probable es que la
derecha pueda aprovechar la desafección popular hacia las autoridades locales
corruptas e ineficientes. Cuanto mayor sea el nivel de solidaridad social entre
los trabajadores asalariados y los informales, menos probable será que la
derecha pueda apelar a las aspiraciones de estatus de los trabajadores y
empleados que han visto mejorada su situación y han accedido a estilos de vida
de clase media, curiosamente durante el periodo de prosperidad inducido por
Chávez.
La campaña de Chávez se basa en la promesa de continuidad de la
prosperidad social, el mantenimiento de la movilidad social ascendente y de las
oportunidades, un llamamiento a mejorar la sensibilidad frente a la igualdad
social y la justicia... y cuenta con un sólido 40 por ciento del electorado
listo para ir a las barricadas por su Presidente. Capriles atrae a diversos
grupos contradictorios: un sólido núcleo del 20 por ciento del electorado, compuesto
por las élites bancaria, empresarial y, especialmente, la agraria, junto con
sus respectivos empleados, directivos y profesionales, que anhelan un retorno
al pasado neoliberal, a una época en que la policía, el ejército y las agencias
de inteligencia mantenían a los pobres confinados en sus barrios de chabolas y
el tesoro del petróleo fluía hasta sus cofres. El segundo de los grupos que se
ven atraídos por Capriles es el de los profesionales y los pequeños empresarios
temerosos de la expansión del sector público y de la "ideología
socialista" que, sin embargo, deben su prosperidad a los créditos baratos,
el aumento de la clientela y el gasto público. Los hijos e hijas de este sector
próspero son los "activistas" que ven en la caída del gobierno de Chávez
una oportunidad de retomar el poder y el prestigio que pretenden haber tenido
antes de la "revuelta de masas". La abierta adhesión de Capriles al
neoliberalismo y al golpe militar de 2002 y sus fuertes lazos con la élite
empresarial, Washington y sus homólogos derechistas de Colombia y Argentina
hacen confiar a la clase media en que su promesa de mantener las misiones
sociales de Chávez es pura demagogia por motivos tácticos electorales.
El tercer grupo, con el que Capriles no cuenta pero que le resulta
vital para conseguir un resultado respetable, es de la clase media baja y los
pobres urbanos de las pequeñas ciudades de provincias. Ante ellos, Capriles se
presenta como un seguidor "progresista" de las misiones sociales de
Chávez, para poder atacar la ineficiencia y las irregularidades de los
funcionarios y administradores locales y la inseguridad pública. La
hiperactividad de Capriles, su demagogia populista y sus intentos de explotar
el descontento local le aseguran algunos votos de las clases bajas, pero sus
relaciones con la clase alta y su largo historial de agresivo apoyo al
autoritarismo de derechas ha impedido que las masas se pusieran de su lado.
Por su parte, Chávez esta haciendo hincapié en sus enormes logros sociales, una década
espectacular de crecimiento elevado, disminución de las desigualdades (el
índice más bajo de América Latina) e índices muy elevados de satisfacción
popular con el gobierno. Los fondos para los programas sociales de Chávez han
sabido aprovechar un año de recuperación económica tras la recesión mundial (5
% de crecimiento previsto para 2012), precios del petróleo de tres dígitos y un
entorno político regional favorable, por lo general, que incluye una tremenda
mejora en las relaciones bilaterales con Colombia.(...)
A pesar de las enormes mejoras que ha aportado el gobierno de Chávez a las clases bajas y el sólido apoyo con que cuenta entre los pobres, la emergente clase media producto de
Probablemente Washington no favorecería un golpe de Estado o una campaña de desestabilización
tras las elecciones si Capriles pierde por un margen significativo. La
popularidad de Chávez, las leyes sobre prestaciones sociales, las ganancias
materiales y el crecimiento dinámico de este año le aseguran una victoria por
un margen de 10 puntos. Chávez conseguirá el 55 % de los votos y Capriles el 45
%. Washington y sus acólitos derechistas planean consolidar su organización y
prepararse para las elecciones al Congreso del próximo diciembre. La idea es ir
"ocupando las instituciones" con el fin de paralizar las iniciativas
del ejecutivo y frustrar el intento de Chávez de seguir adelante con una
economía socializada.
El talón de Aquiles del gobierno se encuentra
precisamente en el ámbito local y estatal. Los funcionarios incompetentes y
corruptos deberían ser sustituidos por dirigentes locales eficientes y
controlados por la comunidad, capaces de poner en marcha los programas
inmensamente populares de Chávez. Y Chávez debería prestar mucha más atención a
la política y la administración local para poder igualar allí sus éxitos en
política exterior. El hecho de que la derecha sea capaz de juntar medio millón
de manifestantes en Caracas no se basa en el atractivo ideológico de un pasado
ruinoso y golpista, sino en su habilidad para sacar partido de las quejas
crónicas de carácter local que no han sido solucionadas: delincuencia,
corrupción, apagones y cortes de agua.
En la
elección de octubre 2012 no sólo está en juego el bienestar del pueblo
venezolano sino el futuro de la integración y la independencia latinoamericana
y la prosperidad de millones de personas que dependen de la ayuda y la
solidaridad de Venezuela.
Una victoria
de Chávez proporcionará una plataforma para la rectificación de un proyecto
social básicamente progresivo y la continuación de una política exterior
antiimperialista. Su derrota proporcionaría a Obama –o a Romney- un trampolín
para relanzar los programas neoliberales y militaristas existentes antes de la era Chávez , durante la
infame década Clinton (los noventa) de expolio, saqueo, privatizaciones y
pobreza.
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