José José Natanson
(director de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur) comienza su nota "Las
razones de la minería" enfocando las
necesidades de
la
economía
capitalista. Dice:
"(...)La minería
atraviesa un período de auge mundial que se explica por varias razones. La
primera son las innovaciones tecnológicas, que hoy permiten explotar minerales
dispersos en áreas relativamente amplias, superando así el agotamiento de la
tradicional explotación de veta. La segunda es la escalada de precios resultante
de la voracidad de algunos países emergentes en procesos de intensa
industrialización, en particular China, que hoy consume el 46 por ciento del
acero, el 40 por ciento del cobre y el 50 por ciento del carbón que se produce
en el mundo, lo que la ha convertido en lo que los economistas, esos virtuosos
del lenguaje, definen como un monopsonio (un actor económico que logra controlar
el mercado por su capacidad de consumo, algo así como un monopolio de la
demanda). Además, la debacle de los mercados financieros convencionales
disparada por la crisis mundial de 2008-2011 llevó a muchos especuladores a
refugiarse en las materias primas, lo que también contribuyó a aumentar sus
precios.
Junto con África y
algunas zonas de Asia, América del Sur es una de las regiones más ricas en
minerales del planeta. En los últimos años, casi todos los países han visto una
expansión acelerada de la actividad. En Brasil, por ejemplo, la producción de
bauxita pasó de 19,3 millones de toneladas en 2003 a 29 millones en 2010,
mientras que la de hierro creció de 263,7 a 370 millones de toneladas. En Perú,
que hoy lidera el ranking minero de la región, las exportaciones totales
registraron en 2011 el record de 45.726 millones de dólares, lo que representó
un incremento de 28 por ciento en comparación al año anterior: de ellas, el 58
por ciento son minerales. Las exportaciones mineras provenientes del Mercosur
ampliado pasaron de 13 mil millones de dólares en 2003 a 42 mil millones en 2009
(todos datos de la Cepal)".
Continúa con la lógica del capitalismo e imperialismo de priorizar el 'Mercado
global' sobre la capacidad de autodeterminación de los pueblos recurriendo a:
"El investigador
uruguayo Eduardo Gudynas, muy crítico con el auge de la minería y las
condiciones sociales y ambientales en las que se desarrolla, distingue sin
embargo diferentes realidades (“Estado compensador y nuevos extractivismos”,
revista Nueva Sociedad Nº 237).
Para Gudynas,
países como Perú y Colombia practican un extractivismo clásico, en el cual las
empresas trasnacionales desempeñan un rol centralísimo, con escasos o nulos
controles estatales, mientras que otros países han intentado esquemas más o
menos articulados, más o menos efectivos, que tienden a incrementar el papel
regulador al Estado y aumentar los porcentajes de apropiación de la renta
minera, ya sea mediante la creación de joint ventures (contratos de riesgo
compartido) entre empresas nacionales y extranjeras, como en Bolivia, donde la
Korea Resource se asoció con la Corporación Minera, sea a través de la creación
de empresas estatales, como en Catamarca o Santa Cruz, o vía la imposición de
nuevos tributos, como las retenciones argentinas o ecuatorianas.
Gudynas aclara que
nada de esto modifica la inserción subordinada en la economía mundial de los
países sudamericanos, que siguen siendo “tomadores de precios” y que se han
mostrado incapaces de coordinar entre sí estrategias conjuntas al estilo de las
potencias petroleras reunidas en la OPEP. Al final, las pulsiones del boom
minero resultan tan irresistibles como las de la soja y condenan a los países de
la región a su rol de exportadores de productos con escaso valor agregado, un
problema no por conocido menos real y que ha sido retratado infinidad de veces,
por ejemplo, por el padre del cine boliviano, Jorge Ruiz, en un documental cuyo
título lo dice todo: Un poquito de diversificación económica".
Después
de introducirnos en las diferencias que establece
Gudynas, entra de
lleno en el maquiavelismo.
Señala:"En este contexto,
decir que los gobernadores cordilleranos argentinos son “gobernadores mineros”
es tan correcto como afirmar que Evo Morales u Ollanta Humala son “presidentes
mineros”. Todos ellos enfrentan la resistencia de las comunidades locales al
desarrollo de algunos de estos proyectos, como sucedió con el plan de la empresa
australiana Republic Gold Limited para invertir 59 millones de dólares en la
mina de oro Amayapampa, en el suroeste de Bolivia, o con el proyecto aurífero
Conga, en Perú. En Bolivia, el intento de construir una carretera para unir las
regiones de Cochabamba y Beni a través del Parque del Territorio Indígena
Isiboro Sécure generó el rechazo de las comunidades que lo habitan, quienes
fueron ferozmente reprimidas por la policía, a punto tal que Evo Morales tuvo
que cambiar medio gabinete y anunciar la suspensión del proyecto.
La significación económica que ha adquirido la minería ayuda a entender por qué líderes como Lula o Evo, que difícilmente puedan ser calificados como conservadores, insisten con ella. No tanto por la capacidad de los emprendimientos mineros de crear trabajo o articularse virtuosamente con otras actividades económicas, pues en general funcionan como enclaves bastante cerrados, pero sí por su impacto en las exportaciones, con sus cruciales efectos en la balanza comercial de economías siempre sedientas de divisas, y como vía para incrementar los recursos fiscales, a través de la apropiación de un porcentaje variable de la renta minera.
Si se mira bien,
esto es lo que está sucediendo en Argentina, donde la minería contribuye a
fortalecer las cuentas fiscales de provincias con entramados productivos muy
frágiles, como Catamarca o La Rioja o San Juan, y a mejorar la balanza
comercial: se calculan unos 4 mil millones de dólares de exportaciones mineras
en 2011 y, lo que es todavía más importante, con tendencia creciente (aunque,
claro, debido a cargas tributarias comparativamente más bajas que las que pesan
sobre, por ejemplo, la soja). En todo caso, la minería alimenta las
exportaciones en un momento en el que ha reaparecido, aunque moderada, la
temible “restricción externa”, que tantos problemas ocasionó a la economía
argentina en el pasado. Y no sólo aquí. En Brasil, donde el gobierno acaba de
anunciar un fabuloso ajuste fiscal, la minería constituye un rubro importante de
exportación (la compañía brasileña Vale Do Rio Doce es de hecho la segunda
minera más importante ¡del mundo!)".
Termina
su nota aclarando:"Como tantas otras
cosas, el debate un poco exasperante que se vive hoy en Argentina es la versión
local de una tendencia más amplia.
Sin meterme en la cuestión de fondo
(¿contamina la minería?, ¿crea progreso o es una garantía de expoliación y
atraso?), creo que vale la pena revisarlo desde un punto de vista más político".
Y por
último,
estigmatiza a los pueblos que se rebelan contra la invasión de la megaminería a
cielo abierto. Recurre a la lógica y el sentido común que el capitalismo nos
inculca para que naturalicemos su perversión de la economía y de la democracia.
Veamos cómo describe en vez de analizar:
"Puede ser hasta
obvio decirlo, pero en medio de una discusión estridente, en la que algunos
medios insospechados de sensibilidad ambiental se han vuelto ecologistas
furiosos, quizá sea necesario: los gobernadores cordilleranos que apuestan a los
emprendimientos mineros acaban de ser revalidados popularmente con porcentajes
en algunos casos altísimos de votos. Con todo su cianuro, José Luis Gioja se
impuso, hace apenas dos meses, con casi el 70 por ciento de los sufragios.
¿Quiere decir esto que Gioja tiene razón, o que los sanjuaninos no se
equivocaron al votarlo? Ciertamente no: la idea de que el pueblo siempre tiene
la razón es una pavada galáctica, desmentida por la historia cientos de veces.
Aparte del hecho de que “razón” significa poco en política, no prueba nada,
salvo tal vez una cosa: los sanjuaninos creen que es el hombre más adecuado para
manejar su provincia, lo que al menos podría invitar a los analistas porteños a
preguntarnos por los motivos de esta adhesión, y a explorar con cuidado temas
fundamentales pero olímpicamente obviados en el debate actual, como la relación
entre minas y votos, que es la relación entre ecología y democracia.
Una pista
interesante en este sentido es la sugerida por Mario Wainfeld: “la licencia
social”, es decir, la aprobación de las poblaciones involucradas a través de
mecanismos como plebiscitos o referéndums, como condición para la realización de
los proyectos mineros. Este tipo de consultas ayudarían a generar un debate
amplio acerca de las ventajas y desventajas de los emprendimientos y permitirían
definir situaciones trabadas de manera democrática. El problema, me parece,
surge cuando se hila más fino y se avanza en cuestiones de implementación, la
primera de las cuales es el alcance. ¿Quiénes deberían votar? ¿Los habitantes de
la ciudad de Famatina? ¿Los del departamento? ¿O todos los riojanos, que tras la
reforma constitucional del ’94 se convirtieron en los únicos propietarios de su
subsuelo? No hace falta ser Artemio López para adivinar que el resultado
variaría sustancialmente(...)".
Fuente original: www.extractivismo.com
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=145891
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