jueves, 28 de mayo de 2020

Contextualicemos e historiemos el drama actual de millones de trabajadorxs del conurbano bonaerense y las villas de CABA para acusar a los oligopolios locales e imperialistas y la complicidad del PJ secundado por la UCR y los derivados de ambos.

INFORME ESPECIAL- Los barrios populares del Conurbano bonaerense ante el coronavirus

En qué condiciones se lucha contra el coronavirus en los barrios más humildes de los primeros cordones de la provincia de Buenos Aires.
Por Marcelo Mache
La crisis sanitaria y la emergencia epidemiológica han despertado todas las alarmas en las villas, asentamientos y barrios populares, debido a las condiciones de hacinamiento y déficit estructural y sanitario que se padece en las zonas más humildes. La primera alarma la desataron las barriadas de la Ciudad de Buenos Aires, que al día de la fecha concentran más del 30% de los casos de contagios de toda la Ciudad. La falta de elementos sanitarios, agua potable, políticas de prevención y el hacinamiento en las viviendas exponen a los vecinos a una mayor propagación del virus. Ahora las miradas se vuelcan sobre el Conurbano bonaerense donde las mismas condiciones de la Ciudad se reproducen a gran escala: según fuentes oficiales existen unos 981 barrios populares que albergan a unas 328.393 familias (Subsec. de Hábitat, Min. de Desarrollo, Gob. Prov. Bs. As.). Si bien los datos de contagios en estos sectores aún son bajos, es de destacar que los testeos masivos recién han comenzado, con solo una decena de barrios sobre el total mencionado.
El propio gobierno nacional establece cuales son las condiciones que definen el concepto de Barrio Popular: son aquellos “barrios vulnerables en los que viven al menos 8 familias agrupadas o contiguas, donde más de la mitad de la población no cuenta con título de propiedad del suelo ni acceso regular a dos, o más, de los servicios básicos”. Es decir que uno de los elementos preponderantes en estos barrios es el hacinamiento de los habitantes..
Como la imagen lo manifiesta, Caba –donde esta crisis ha estallado en profundidad- alberga 57 barrios populares con 73.673 familias que habitan allí. Se trata de casi un 6% de estos barrios y un 22% de las familias en relación con el Conurbano. Los vasos comunicantes entre el Conurbano bonaerense y Caba son múltiples y están determinados por la dinámica urbana del Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba), que hace que la misma sea más que fluida.
La repentina preocupación por los habitantes de estas barriadas se debe a las consecuencias que una circulación comunitaria del virus podría tener en la región que concentra alrededor de un 30% de la población total del país.
La circulación comunitaria del virus es el resultado de un regreso a la actividad normal por fuera de la cuarentena. En los barrios populares los trabajadores se ven obligados a exponerse a estas circunstancias debido a que carecen de los medios materiales para garantizar el aislamiento de ellos y sus familias. Es lo que se ha visto recientemente en el barrio Olimpo de Lomas de Zamora donde la feria funcionaba con total normalidad: se trata del único recurso de los habitantes de la zona para poder costear el alimento de sus familias y las medidas preventivas que el Estado no garantiza.
Claudia y Raúl, vecinos del lugar, comentan que no está llegando la asistencia alimentaria y económica al barrio, por lo que los vecinos salen a arreglárselas como pueden. Cuando montan sus puestos, al rato viene la policía y los obliga a levantar. La gente se ve obligada a volver a su casa sin nada en las manos por lo que a los pocos días vuelven a intentar montar los puestos. Los responsables de esta situación no son los vecinos, quienes no tienen para comer, sino el gobierno que no arbitra los medios para evitar que la gente se vea obligada a salir a la calle.
Esta situación se replica, en mayor o menor medida, en los distintos barrios populares del Conurbano.
Testeos ”masivos” a cuentagotas
A dos meses del inicio de la cuarentena, el gobierno de la provincia acaba de resolver una política de testeos masivos en los barrios populares para tener datos más precisos del estado de situación. Esta resolución aparece tras varias semanas de no adoptar ninguna política sanitaria y alimentaria para las cientos de miles de familias que se encuentran viviendo bajo condiciones aberrantes, situación agravada por el impacto de la cuarentena. Así lo denuncian desde organizaciones como el Polo Obrero, el Frente Piquetero de Lucha y otros grupos piqueteros que han tomado distintas iniciativas: acciones nacionales y movilización central el primero de mayo; jornada nacional de lucha y concentración en el Obelisco el 6 de mayo y una acción callejera el martes último. Reclaman que escasea la comida, que no cuentan con elementos sanitarios ni desinfectantes para sus hogares, que tampoco reciben barbijos y elementos de prevención para circular por el barrio, que la mayoría de los inscriptos no ha cobrado el IFE y que el mismo se ha tornado insuficiente para paliar las necesidades familiares, al mismo tiempo que son millones los que han quedado afuera del beneficio.
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Escribe Eduardo Belliboni (dirigente nacional del Polo Obrero)
Eduardo Belliboni
Los operativos impulsados por el gobierno de la provincia consisten en una encuesta, casa por casa, en la que  los vecinos tienen que identificar los síntomas compatibles con el virus, y recién ante una sospecha de contagio se realiza el hisopado y el análisis del caso. Estos operativos se sustentan con la colaboración de voluntarios y voluntarias, y no con un despliegue de recursos de la provincia para atender las necesidades de la emergencia de forma urgente.
La falta de inversión en recursos humanos y materiales conlleva a que los testeos sean contadísimos, implicando una ínfima minoría del total de los barrios populares. Lo mismo vale para el criterio de seleccionar los lugares a testear, lo que carece de integridad: se testean algunos barrios por distritito, según las prioridades que establezca la gobernación junto a los intendentes, lo que no responde a criterios homogéneos. Por ejemplo, vecinos de La Matera, en Quilmes, donde se realizó el operativo, comentan que se trata de un barrio muy humilde pero con una importante extensión territorial, lo que hace que las familias no vivan tan hacinadas como en otros lugares del distrito y el Conurbano. También señalan que no se les brindó alcohol en gel ni barbijos ni ningún elemento sanitario, solamente folletería sobre el Covid-19.
Vecinos y vecinas organizadas en el Polo Obrero de La Matanza informan que en los barrios populares de González Catán, Laferrere e Isidro Casanova se cuentan decenas de contagios, y que en esos lugares el gobierno no realiza los testeos. Son lugares donde no hay políticas de desinfección ni sanitarias y donde escasean los alimentos. Los vecinos mencionan que se ha declarado zona liberada para el virus.
En el barrio La Pana, en Vicente López, los vecinos señalan que se comenta de distintos casos de Covid-19, pero que desde el municipio no brindan información al respecto. Solicitan que se realicen los testeos y que se brinde asistencia sanitaria y alimentaria. Lo mismo ocurre en el barrio Las Heras de José C. Paz, donde quienes allí habitan informan de distintos casos de contagios.
Los operativos tampoco redundan en alguna mejoría para los vecinos, quienes una vez retirado el montaje vuelven a la cotidianeidad de sus problemas, sin alimentos y sin elementos sanitarios.
La infraestructura de la pobreza
Una de las principales cuestiones que se replican en el conjunto de las barriadas populares es la carencia de infraestructura urbana y sanitaria, cuestión que agrava las condiciones de vida de las familias obreros.
Si bien los organismos oficiales no discriminan la información respecto a la infraestructura de los barrios populares según el área urbana que se trate, la Secretaría de Integración Socio-Urbana de la nación publicó el pasado 19 de febrero un relevamiento de las condiciones de los 4.416 barrios de todo el país. En el mismo se detalla que un 68% de los habitantes no accede formalmente al servicio de energía eléctrica; aunque muchos otros lo hagan por la vía informal esto repercute en un acceso limitado, condicionado por el colapso de precarias instalaciones improvisadas en lugares donde la energía eléctrica muchas veces suplanta la ausencia de gas natural. El 89% de los vecinos de estos barrios no accede al servicio de red de agua corriente, lo que conlleva distintos métodos precarios de abastecimiento e incluso el consumo de agua contaminada o no apta para su consumo. Esta restricción también hace al racionamiento de un bien esencial para la adopción de las medidas sanitarias y la prevención del contagio; en las barriadas humildes hay que escoger cómo usar el agua ya que no hay agua suficiente para todas las necesidades. El 98% de los habitantes de los barrios populares no cuenta con red de cloacas y en el 99% no se accede formalmente a servicio de red de gas natural, lo que implica que un 35% de estos hogares se calefaccionan con energía eléctrica. Teniendo en cuenta que la provincia de Buenos Aires reúne a 1.726 de los mismos (40%) y que solo el Conurbano alberga a 981 barrios (casi el 25% del total nacional), se trata de números acordes a la situación que viven millones de personas en las barriadas obreras del Conurbano.
De los 24 distritos que componen el Conurbano los que más se destacan por concentrar más barrios y familias en relación a la extensión de su territorio son: Lomas de Zamora con 64 barrios y 51.038 familias; Quilmes 65 barrios y 41.899 familias; La Matanza 115 barrios y 53.339 familias; Lanús 31 barrios y 21.563 familias; San Martín 55 barrios y 19.860 familias. Se trata de ciudades ya densamente pobladas donde esta situación se agrava en las barriadas populares debido al desplazamiento de trabajadores desde las zonas céntricas a las periféricas con motivo del encarecimiento de los alquileres, la disminución del poder adquisitivo de los salarios o, directamente, la situación de desempleo.
En las casas de estos barrios humildes es difícil encontrar habitaciones que no se compartan entre varios niños o adultos, lo que hace a una situación de mayor vulnerabilidad frente al contagio del virus.
A su vez, las edificaciones, en la mayoría de los casos, son de tipo precarias. Las familias trabajadoras montan sus hogares con elementos no aptos para la vivienda, chapas, restos de otros materiales; en muchos casos carecen de pisos de cemento o aislantes del suelo y lo mismo vale para los techo; el calor impacta en el verano y el frio penetra en los duros inviernos; la humedad se cuela por todos los rincones y los suelos suelen encontrarse contaminados. La suma de todos estos factores colabora en disminuir las defensas de quienes habitan en las barriadas y los vuelve más propensos a contraer todo tipo de enfermedades.
En este punto, las responsabilidades políticas saltan a la luz. La mayoría de los distritos del Conurbano bonaerense son un producto de las políticas de los “Barones del Conurbano” (PJ), con epicentro en la reproducción de las condiciones de miseria que se replican en los barrios populares. La ausencia de obras públicas de fondo, urbanización, acceso a la vivienda, políticas sanitarias, etc. es la contraparte del despliegue de punteros y acciones clientelares para mantener y regimentar a los sectores más golpeados.
Los herederos de los Cariglino, Descalzo, Othacehé, Pereyra, Ishii, Curto, West, Quindimil, etc. no han modificado un ápice esta política. Kirchneristas, Renovadores, Cambiemos, y otras vertientes, han caracterizado sus gestiones con un agravamiento de la crisis estructural y la aplicación de medidas cosméticas. Los negocios inmobiliarios y los vínculos con las grandes patronales de los distritos han estado a la orden del día, mientas las condiciones en los barrios populares se agravan. Es lo que sucede en los distritos de la Cuenca Matanza-Riachuelo con las reiteradas inundaciones, el colapso de los hospitales zonales, el hacinamiento en los barrios populares de los distritos del 1° cordón del Conurbano, la contaminación de los suelos de estos barrios, y una larga lista.
Ni el paso de algunas gestiones de Cambiemos (Quilmes) optó por revertir esto; lo mismo vale para la continuidad de Grindetti en Lanús, donde zonas como Monte Chingolo y Villa Caraza concentran decenas de asentamientos.
El aislamiento en los barrios
Bajo estas condiciones no es para sorprenderse que la realización de la cuarentena en las barriadas populares esté condicionada por la realidad material que viven sus habitantes. 
El hacinamiento en los barrios más densamente poblados obliga a que sus habitantes eviten permanecer en sus casas, ya que ahí corren más riesgo por carecer de un espacio propio para evitar el contacto. De ahí a que se vea barrios con una intensa circulación de vecinos, muchos de ellos sin barbijos u otros elementos de seguridad sanitaria por carecer de recursos económicos para hacerse de estos.
La idea de una cuarentena familiar tampoco es posible, porque los adultos deben salir a realizar las compras o a cobrar las prestaciones sociales que perciben, donde a su vez se ponen en contacto con otros cientos de trabajadores y desocupados, como se ha visto en las extensas filas de los bancos.
A la situación de hacinamiento, la carencia de servicios y la falta de infraestructura urbana, debemos sumarle la realidad económica, laboral y alimentaria de los vecinos.
Entre las principales causas que impiden el cumplimiento de la cuarentena se encuentran las dificultades económicas que atraviesa una población donde prima la desocupación, el trabajo precario y los empleos peores pagos, como la construcción u otros oficios.
Abel Ramos reside en el barrio Celina de La Matanza y comenta la necesidad que tienen los trabajadores de buscar changas en el barrio para lograr la subsistencia de sus familias, cuestión que es impedida por la Municipalidad y la policía. Denuncia a su vez que el gobierno no se hace cargo de los insumos de limpieza y de brindar alimentos a quienes se encuentran en esta situación, razón por la cual muchos, como el, asisten a los comedores de las organizaciones sociales –como el Polo Obrero- para conseguir algo de alimentos. “Hasta hace dos meses he estado trabajando en una especie de servicio de vigilancia, pero a raíz de todo esto que ha acontecido he sido despedido. Prácticamente me he quedado en la calle. He tratado de hacer algunas changuitas por ahí y también he estado vendiendo en forma ambulatoria, pero también se me ha restringido por parte de la policía” comenta Abel.
Esta situación se repite en la mayoría de los lugares, donde ante la ausencia de medidas económicas acordes a la crisis y ante el dilatamiento de los plazos en la percepción del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), de escasos $10.000, los vecinos y vecinas salen a vender sus productos caseros, alimentos y otras artesanías y productos.
Esta situación ha llevado a extremos como lo que sucede en el barrio Olimpo, ubicado en la zona de Cuartel IX en Lomas de Zamora. Allí se encuentra un enorme barrio popular con una fuerte concentración de vecinos y vecinas de la comunidad boliviana, muchos de los cuales no reciben la magra asistencia económica del Estado debido a que se tratan de extranjeros o no han podido regularizar su situación ha falta de políticas para tal propósito. Las familias del barrio ya no saben cómo hacer para llegar a fin de mes y se ven obligados a salir a la calle a vender lo que puedan para comprar lo esencial para alimentar y cuidar a sus familias. Algo similar ocurre en los barrios de Fiorito y Budge.
La actividad económica en los barrios tiende a resurgir en la misma medida que el Estado no garantiza los recursos materiales para desarrollar la cuarentena. Según un informe del Instituto del Conurbano de la Universidad de General Sarmiento (El Conurbano en la cuarentena II) en los barrios populares de desenvuelven actividades como la albañilería y oficios, venta de comida casera, trabajos textiles, venta de artículos usados, feriantes, changas dentro del barrio y comercios de proximidad. El mismo informe indica que solo un 45% de los consultados informan un alto acatamiento de la cuarentena, mientras que la tendencia que se impone es hacia la flexibilidad de la misma, producto de las necesidades sociales y materiales.
Otro reflejo de la realidad de los barrios es que la apertura de ciertas actividades económica también ha impactado en una mayor circulación de los barrios, con el movimiento de los trabajadores que acuden a realizar sus tareas. En otros casos, como el del Frigorífico Federal, la propia actividad del establecimiento, violando todos los protocolos de sanitarios, generó un foco de infección en el barrio La Paz (Quilmes) donde se encuentra instalado.
Romina, del barrio Villanueva de Moreno, da crédito al informe y dice “En Moreno no hay cuarentena. Muchos trabajamos informalmente, la mayoría vive de changas. Es muy difícil llevar a cabo la cuarentena”:
Crisis sanitaria
Romina sigue “Lo sanitario es lo esencial. En un barrio, al menos en este barrio, tenemos una sola salita y no funciona: no hay insumos ni profesionales”. Misma situación relata Ludmila de Lanús, del barrio Acuba en Caraza, quien menciona que la salita del barrio no permanece abierta siempre, razón por la cual lo vecinos tienen que movilizarse al Hospital Evita, el cual no queda cerca del barrio.
En Lomas de Zamora, la Municipalidad viene efectuando operativos, de “aislamiento social comunitario” de los barrios, donde se cierran los accesos de lugares seleccionados y se monta una especie de operativo sanitario. Sin embargo, pasado el mismo todo vuelve a la normalidad: la carencia de insumos, ingresos y alimentos.
Nilda, del barrio Maquinista Savio, que traviesa los distritos de Pilar y Escobar, solicita una desinfección urgente en la zona ya que al problema del Covid-19 se le suma los estragos que hace el dengue en las barriadas. “Es un lugar abandonado por los dos municipios. Ninguno de los dos quiere decir la verdad de la cantidad de los casos que hay en cada municipio” menciona Nilda.
En el barrio San Ignacio, en José C. Paz., los vecinos alertan de dos casos de coronavirus que fueron derivados al Hospital Mercante. Denuncian que el municipio no se hace cargo de la limpieza y desinfección del lugar y que la tarea la han realizado vecinos exponiendo su salud. También señalan que ambos contagiados circularon durante días con los síntomas, a falta de cualquier medida preventiva por parte del Estado, por lo cual los contagios pudieron haberse propagado. Los vecinos llamaron a la policía y les dijeron que la Municipalidad solo se encarga de desinfectar otros sitios, como las inmediaciones del Coto, pero no en los barrios.
Norma, del barrio Santa Bernardita, en Esteban Echeverría, denuncia la falta de asistencia del municipio ante la propagación del dengue y los casos de coronavirus que los vecinos conocen. Señala que aunque varios ya han cobrado el IFE este se presenta como insuficiente para paliar las necesidades en los barrios.
La atención sanitaria ha decaído como nunca: a las falencias corrientes ahora se le suma el colapso de todo el sistema sanitario. En el barrio Los Pinos, de Pte. Perón, una niña de 9 años falleció debido a que se le negó asistencia médica por no ser considerado un caso “urgente”.
Las salitas funcionan deficitariamente, la atención de los especialistas en muchos casos se ha cortado, los Caps y UPA (ambas denominaciones para los centros de atención primaria) se encuentran vaciados o convertidos en anexos para la instalación precaria de eventuales contagiados de Covid-19. Toda la atención en los principales centros médicos de cada distrito se ve empeorada drásticamente con la crisis, sin mencionar que se encuentran fuera del radio de los barrios populares.
Ollas populares contra el hambre
La escasez de alimentos y provisiones del Estado ha dado lugar a que en la mayoría de los barrios populares se impulsen comedores y ollas populares, donde los vecinos acuden con sus platos y recipientes a servirse una ración de comida: un fenómeno que no se veía desde hace tiempo en las barriadas.
 Las compañeras Gladys, Sonia y Daria, del comedor del barrio Unión en La Matanza, comentan que ven más miseria de la que ya había “la gente sin trabajo recurre a los comedores, merenderos, van de uno a otro lado para tener para comer al mediodía, a la tarde o a la noche, para los chicos, porque las familias mayormente son de 3, 4 o 5 chicos y a veces hay más chicos. Se complica. No hay trabajo”, comenta una de ellas. Al mismo tiempo señalan que muchas de las mujeres que realizaban changas de limpieza en hogares se han quedado sin esos ingresos, por lo cual la situación se agrava para estas familias.
Actividades de este tipo se replican en todos los barrios y son impulsadas por las organizaciones sociales a puro pulmón. Los pedidos a los municipios para que brinden alimentos frescos son desoídos. Solo el Polo Obrero impulsa más 200 ollas populares en distintos barrios, y los mismo hacen otras organizaciones barriales.
Las barriadas se organizan
El cuadro que exponen los barrios populares del Conurbano bonaerense es crítico allí por donde se lo vea. La política de intendentes, gobernador y el presidente no han modificado en lo más mínimo estas condiciones estructurales de pobreza y miseria. Las medidas que ahora se toman tampoco buscan revertir esta situación, sino que van a la rastra de un fenómeno que amenaza con convertir a los barrios del Conurbano en una bomba epidemiológica.
Los trabajadores ocupados y desocupados de estos barrios están sacando conclusiones aceleradas acerca de los intereses que defienden quienes nos gobiernan. La necesidad y las condiciones expuestas empujan a que se multiplique el acercamiento de estos sectores a los comedores barriales y las organizaciones de lucha que actúan para transformar esta realidad.
Ahí se inscriben las jornadas que viene protagonizando el Polo Obrero con el Frente Piquetero de Lucha y otras organizaciones, por la conquista de alimentos, insumos sanitarios, un ingreso económico de $30.000 por mes, el pago inmediato del IFE y todas y cada una de las reivindicaciones populares. También la labor de larga data respecto a la denuncia de las condiciones de vida que prevalecen en los barrios, villas y asentamientos precarios del Conurbano bonaerense, lugar donde habita el sector más golpeado de la clase obrera.
La situación actual se presenta como un agravante de las condiciones penosas en las que viven millones de trabajadores y trabajadoras. El combate contra el coronavirus debe ser encarado con la organización de estas barriadas obreras y el control obrero y popular de la crisis.

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