lunes, 20 de enero de 2020

Advirtamos: "Es imposible pensar en una supervivencia de la civilización humana en esta matriz productiva y energética. Es preciso dejar de poner expectativas en tejes y manejes de países como Estados Unidos, Francia, Japón, Rusia y Australia, por citar algunos, que con discursos más o menos “verdes” lo único que garantizan es la continuidad de la crisis en pos de sus ganancias".

INCENDIOS EN AUSTRALIA

La casa está en llamas: Australia expone brutalmente la crisis climática

3 de enero de 2020
Un primer ministro y su vice aliados al lobby de combustibles fósiles, un líder opositor preocupado por quedar bien, daño irreparable a la biodiversidad y un éxodo masivo de miles afectados por las consecuencias de una crisis que dista mucho de ser natural.
@valeriafgl
Koalas, canguros, reptiles, la Gran Barrera de Coral, bosques tropicales... Imposible no asociarlos con Australia. Todo eso ha sido amenazado o directamente aniquilado en los últimos años en el país oceánico debido al avance intenso y sin pausa de la crisis climática. Australia se ha convertido en uno de sus ejemplos más crudos.
”Crecimiento exponencial de la polución del aire en las grandes ciudades, del agua potable y el medioambiente en general; calentamiento global del planeta, comienzo del derretimiento de los dos casquetes polares (Groenlandia y Antártida), multiplicación de cataclismos ‘naturales’; comienzo de destrucción de la capa de ozono; destrucción, a una velocidad creciente, de los bosques tropicales y reducción rápida de la biodiversidad por la extinción de millares de especies; agotamiento de los suelos, desertificación; acumulación de residuos, principalmente nucleares, imposibles de manejar, ya sea en los continentes o en los océanos; multiplicación de los accidentes nucleares y amenaza de un nuevo Chernóbil; polución de los alimentos por los pesticidas y otras sustancias tóxicas o por manipulaciones genéticas, ‘vaca loca’ y otras carnes con hormonas…” ( [1]).
Australia muestra hoy varios de estos aspectos de la crisis ecológica y climática global. Primero declararon en “alerta máxima” la Gran Barrera de Coral australiana, el mayor arrecife del mundo, patrimonio de la humanidad según la Unesco. Albergaba cuatrocientos tipos de coral, mil quinientas especies de peces y cuatro mil variedades de moluscos. A mediados de 2019 la Autoridad del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral anunció que, a causa del aumento en la temperatura marina y la acidificación oceánica, el estado de los corales, en dos tercios al norte del arrecife entre 2016 y 2017, había pasado de “pobre” a “muy pobre”, una situación que califican de “muy grave” en el principal país exportador a nivel mundial de carbón, uno de los combustibles fósiles que más contribuye a la emergencia climática. Se habla de un blanqueamiento masivo de los corales y se anuncia, sin catastrofismo alguno, que la maravilla submarina australiana está muriendo.

Una catástrofe anunciada

Para Greenpeace Australia, la destrucción de los corales se debe a que “continuamos desenterrando combustibles fósiles y las emisiones de Australia están aumentando”. Ya en la década del 70 los científicos comenzaron a medir y preocuparse por la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Y en 1988 los periódicos ya hablaban del calentamiento global. Cuatro años antes Australia se había consolidado como el principal exportador de carbón. Tan pronto como en 1995, en la primera COP en Berlín, el Estado australiano se alineó con Arabia Saudita y Estados Unidos para desdeñar toda colaboración para la reducción mundial de emisiones.
El desastre actual no es ninguna novedad, salvo para aquellos que jamás escucharon lo que la ciencia tenía para decir y siguieron embarcados en la matriz destructiva del capital. Y la ciencia dijo mucho: propuso desde educación a la comunidad, eficiencia energética e impuestos al carbono hasta alentar la investigación sobre energías limpias y renovables.El lobby de los combustibles fósiles pudo más. Y hoy Australia está ardiendo.
El primer ministro actual, el conservador Scott Morrison, aseguró semanas atrás que no había “evidencia científica” que conectara la oleada de incendios con la crisis climática global, añadiendo que las emisiones de gases de efecto invernadero del país representan un “1.3 % a nivel mundial”. Durante el desastre se fue de vacaciones a Hawai.
Su principal opositor, el líder laborista Anthony Albanese, se encargó de visitar las minas de carbón para respaldar la exportación del mineral en plena crisis de incendios a mediados de diciembre. También habla de tomar acciones contra la emergencia climática, claro.
Australia ha sido criticada dura e hipócritamente, hay que decirlo, en la última edición del G20. Los países miembros señalaron que la respuesta del país oceánico a la crisis climática ha sido una de las peores, lo cual es cierto, ya que ha venido aumentando sus emisiones desde 2014, cuando el primer ministro Abbott abolió el impuesto al carbono, de por sí una medida limitada, que había introducido la primera ministra laborista Julia Gillard. Pero ¿y por sus casas cómo andamos?
La respuesta de Scott Morrison, hoy repudiado en las zonas afectadas por los incendios, con éxodos masivos, decenas de muertos y desaparecidos, además de la devastación de 480 millones de especies animales, es alcanzar el compromiso de reducir la mitad (367 millones) de las 695 millones de toneladas de emisiones que se espera para 2030 a partir de créditos por el “rendimiento excesivo” de objetivos anteriores y no por la reducción real de emisiones. Una actitud que no sorprende de quien llegó a alinearse con Trump y Bolsonaro en su boicot a las campañas contra la crisis climática, amenazando con prohibiciones y represión a la protesta.
No es una película posapocalíptica
Las playas de Malua Bay, Bastion Beach, Batemans Beach, entre otras de Nueva Gales del Sur y Victoria, los estados más afectados, se poblaron con miles de evacuados, tanto nativos como turistas, que quedaron varados o bien debieron buscar refugio tras perder sus casas bajo las llamas.
Tormentas de polvo, eléctricas, humo y llamas que cubren de rojo el ambiente pintan un cuadro desolador para mujeres, niños, ancianos, hombres y animales obligados a escapar a las costas. Se declaró el estado de emergencia en Nueva Gales del Sur y el estado de desastre en Victoria.
Decenas de comunidades quedaron aisladas, a la espera de socorro, mientras las temperaturas superan los cuarenta grados y los incendios se extienden en el territorio. El buque de la Armada HMAS Choules comenzó a realizar evacuaciones masivas este viernes 3 desde Mallacoota, Victoria, donde hay cuatro mil personas atrapadas, entre lugareños y turistas, que serán rescatadas junto a sus animales. Una catástrofe humanitaria sin precedentes en el sureste australiano.

Qué hacer

Tras el fracaso de la COP25 en Madrid, cuya presidencia mantuvo Chile pese a la enorme movilización social contra la desigualdad y la represión de Piñera y la herencia neoliberal, quedó más que clara la ineficacia de estos encuentros diplomáticos entre Estados a la hora de tomar acciones concretas contra la crisis climática y ecológica. No podría ser de otra manera: las principales potencias en estas conferencias son responsables de la mayor cantidad de emisiones y prácticas nocivas con el medioambiente y la población de los países que someten a sus políticas.
La juventud, embanderada con los conocimientos que la ciencia fue elaborando a lo largo de estas décadas, fue protagonista en 2019 de las movilizaciones más grandes de la historia, con millones en las calles de todo el mundo motorizados por los “Viernes por el Futuro” de Greta Thunberg. Una juventud que señala a las corporaciones y los Estados como responsables de la inminente catástrofe.
¿El fin del capitalismo o el fin del mundo?, se preguntaba Joel Kovel, uno de los fundadores del ecosocialismo, en su libro de 2002. Lo cierto es que la lógica capitalista, su economía de mercado y su “progreso” (basado en la desigualdad, el despilfarro de recursos y bienes naturales, el consumo irracional, la destrucción y el saqueo del medioambiente) “amenazan directamente, a mediano plazo, la propia supervivencia de la especie humana. La protección del medioambiente natural es, en consecuencia, un imperativo para la humanidad [2]”.
Sobran ejemplos de cómo los sectores populares organizados arrancaron conquistas contra el ánimo de lucro y saqueo capitalistas. Los frenos a la instalación de (más) plantas de carbón en India, la apuesta por energías renovables contra la quiebra del astillero Harland & Wolff en Irlanda o, más cerca en tiempo y espacio, el triunfo popular en Mendoza en defensa de la ley 7722 que protege el agua de la megaminería contaminante, por ejemplo.
Es imposible pensar en una supervivencia de la civilización humana en esta matriz productiva y energética. Es preciso dejar de poner expectativas en tejes y manejes de países como Estados Unidos, Francia, Japón, Rusia y Australia, por citar algunos, que con discursos más o menos “verdes” lo único que garantizan es la continuidad de la crisis en pos de sus ganancias.
La clase trabajadora, junto a la ciencia, la juventud y las comunidades afectadas, está llamada a liderar la pelea por una transición hacia energías limpias y renovables, despojando a los bancos, las empresas capitalistas y sus partidos del control y las decisiones, impulsando la lucha de clases para terminar con el sistema capitalista y poner todos los resortes de la economía mundial en manos obreras, únicas interesadas realmente en frenar esta barbarie.

Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/La-casa-esta-en-llamas-Australia-expone-brutalmente-la-crisis-climatica

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