miércoles, 6 de noviembre de 2019

"El análisis nos dice que la política del Estado ante una crisis capitalista no puede dejar de responder, en sus lineamientos más gruesos, a los intereses y reclamos del capital. Lo cual implica asegurar las condiciones sociales y políticas sin las cuales los capitalistas no invierten. En consecuencia, los problemas fundamentales de los explotados no se deben a que tal o cual personaje de la política sea una mala o buena persona; o a que no responda a las necesidades del pueblo 'porque no pasó hambre'”.

Un dirigente sindical y socialista “desilusionado”

6 noviembre de 2019
Por Rolando Astarita
Rubén “Pollo” Sobrero, dirigente ferroviario y de Izquierda Socialista, y del FIT-U, afirmó en un reciente reportaje que se había desilusionado de Alberto Fernández. “Ya me desilusionó. El gabinete que está formando no es bueno; son todos menemistas”. También: “no puede ser que todos los días haya aumentos y Alberto no diga ‘che, paren un poco la moto’ (Clarín, 5/11/19).
Es llamativo que alguien que se considera defensor de las ideas de Marx esté “desilusionado” con un político burgués. Un político burgués que, para más precisiones, va a asumir la conducción del Estado con el apoyo, entre otros, de los gobernadores peronistas; de la burocracia sindical; la Iglesia; el aparato tradicional del Justicialismo; el kirchnerismo; el stalinismo (en todas sus variantes: PC, castrismo, maoísmo); y la inmensa mayoría de la intelectualidad progre nacionalista. ¿Qué esperaba el Pollo Sobrero? Es que para desilusionarse, en algún momento debió estar ilusionado. ¿Ilusionado con qué y por qué? ¿Ilusionado por el pasado menemista de AF? ¿Ilusionado porque AF prometió –en las elecciones, por supuesto- salir de la crisis poniendo plata en el bolsillo de la gente? ¿O por su propuesta de aumentar las jubilaciones con el dinero que se destina a las Leliq? Repito, ¿ilusionado con qué? ¿O es que se tragó el cuento de “el peronismo es la variante progresista frente al ‘neoliberalismo’ y ‘el capital financiero’”?
La cuestión, por supuesto, atañe a la crítica radical (de raíz) del marxismo a la sociedad capitalista: nuestro punto de vista es materialista, ponemos el eje en las relaciones sociales de producción. Por eso, en este respecto el análisis nos dice que la política del Estado ante una crisis capitalista no puede dejar de responder, en sus lineamientos más gruesos, a los intereses y reclamos del capital. Lo cual implica asegurar las condiciones sociales y políticas sin las cuales los capitalistas no invierten. En consecuencia, los problemas fundamentales de los explotados no se deben a que tal o cual personaje de la política sea una mala o buena persona; o a que no responda a las necesidades del pueblo “porque no pasó hambre”. No se trata de un problema moral, como acostumbran a pensar los amigos de la humanidad, sino socialPor eso es una tontería ilusionarse con que un alza generalizada de precios, en medio de la actual crisis económica, se modere siquiera un tanto con el llamado “del líder” a “parar la moto”. O que las cosas se arreglen porque en lugar de “menemistas” en un futuro gabinete haya alguna otra variante burguesa, apenas distinguible del “menemismo modelo 2019”. A lo que podemos agregar la pregunta: ¿qué es un “buen” gabinete para Sobrero? ¿Bueno para qué clase social? ¿O pretende que sea “bueno” flotando por encima de las clases sociales? 
En un enfoque más general, lo anterior se sintetiza en el consejo que daba Marx: es necesario añadir a la explotación y opresión que sufren los trabajadores y el pueblo, la conciencia de esa explotación y opresión. Y esto implica no hacerse ilusiones con políticos, partidos o instituciones burguesas (ilusión: “imagen formada en la mente de una cosa inexistente, que es tomada como real; también se la define como la esperanza o creencia vana con que alguien se siente contento”). Una concepción que es constitutiva de la lucha del marxismo por la ruptura política e ideológica de los explotados con los explotadores (ver aquí).
Por esta razón, en la nota antes citada, señalaba que “la crítica de las ilusiones subyace en el corazón de la obra del Marx maduro. Es que la crítica marxiana busca poner de manifiesto las conexiones reales, internas, del modo de producción y de la sociedad capitalista, y por este mismo hecho, no deja espacio para las ilusiones. De aquí resulta también un mensaje que puede considerarse “pesimista”, ya que viene a decir que en tanto subsistan las relaciones de propiedad capitalistas, los problemas de fondo de las masas trabajadoras van a persistir”. Y más abajo: “En la medida en que se alimenten esperanzas vanas en ‘salvadores’, en el Estado capitalista o en sus gobiernos, o en aparatos burocráticos, se preparará el camino para  nuevas frustraciones y derrotas. (…) Naturalmente, los ideólogos que en su momento alentaron la ilusión, jamás hacen balance de lo que dijeron o hicieron; cuando sobreviene el derrumbe del “proyecto”, disimulan, y se preparan para subirse al próximo tren del ilusionismo pequeño burgués o burocrático “progresista”.
Es, en definitiva, todo el objetivo de la crítica marxista: mostrar la desnuda realidad de las relaciones de explotación y opresión. Citándolo de nuevo, decía Marx: “la crítica que lucha contra estas realidades no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza de la pasión. No es el bisturí del cirujano, sino el arma de lucha”. ¿Qué lugar queda entonces para que un marxista se ilusione con un político como AF? Respuesta: sencillamente, ninguno.
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