lunes, 28 de octubre de 2019

“El punto es que nosotras empezamos a hablar de la contradicción que deja de ser capital/trabajo para pasar a ser capital/vida: en esa “vida” nosotras metemos todo: el trabajo, la reproducción”.

“Podemos dudar 

de todo”

28 de octubre de 2019
En diálogo con ANRed, Verónica Ávila, militante feminista del Partido Convergencia Social del Frente Amplio, sintetiza en una frase cómo se vive el estallido social en el hermano país. Crisis de cuidados, precarización de la vida y un horizonte en la lucha: “nosotras también nos cansamos de este sistema que nos tiene abandonadas”.

 A través de la cordillera, ciclo de entrevistas por whatsapp para ANRed.

 ¿Cómo se explica la crisis chilena en términos feministas? ¿Cuáles la matriz estructural que hace posible el estallido social en un país donde parecía que el capitalismo funcionaba bien?
«Esta crisis, explicada en clave feminista, tiene que ver con cómo se sostiene la producción y la reproducción de la vida», dice una voz al otro lado del teléfono, al otro lado de la cordillera. Con un acento pausado pero firme, Verónica Ávila intentará un análisis que ponga en duda todo, partiendo de algunas certezas de los feminismos organizados. “Desde que se instaló el sistema neoliberal en nuestro país, durante la dictadura militar (1973-1990), se privatizaron nuestros derechos básicos: el agua, la luz, el gas, la educación, la salud”.
Pero Chile despertó. “El alza del precio del transporte ha sido la gota que ha desbordado el vaso, en un país en el que la mitad de la población malvive con un pírrico salario mínimo, del cual tiene que destinar casi un 15% al pago de transportes. El salario no alcanza para el pago de la canasta alimentaria básica, alquiler, etc. La educación y la sanidad son privatizadas para beneficio de un puñado de multimillonarios y para exclusión de las mayorías. Debido a todo lo anterior, el 80% de los mayores de 18 años están endeudados”[1].
Con todo este estado de situación de la vida cotidiana de la sociedad chilena, Verónica se pregunta: “¿cómo producimos la vida si trabajamos por un salario miserable y, a su vez, tenemos que reproducir la vida de nuestras familias de manera gratuita y en condiciones precarias?”. Hay algo en la ecuación que no funciona y las feministas anticapitalistas la llaman crisis de la reproducción social. La teoría de la reproducción social muestra cómo la producción de bienes y servicios y la producción de la vida son parte de un proceso integrado: “si la economía formal es el lugar de la producción de bienes y servicios, las personas que producen tales cosas se producen a sí mismas fuera del ámbito de la economía formal a muy bajo costo para el capital”[2].
Esta situación no es excepcional a la sociedad chilena, sino que se despliega por todos los países del globo, manifestándose con mayor crudeza en aquellos del sur global. Las crisis recaen sobre los cuerpos y las vidas de las personas feminizadas de la sociedad. Las condiciones de precariedad a las que son sometidas las mujeres y disidencias sexuales en Chile se evidencian en qué tipos de trabajos destinados a ese sector: mayoritariamente, de cuidados o en condiciones insalubres. “En los 80/90, las mujeres accedemos con todo al mercado de trabajo pero continuamos haciendo el trabajo reproductivo de nuestras casas de manera individual; la mayor parte de las mujeres entra al mundo de los servicios, por lo tanto están de pie largas horas. Con la segunda ola de transnacionales, la mayoría de contratadas son mujeres y los salarios son muy, muy bajos”, dice Ávila y remata: “el punto es que nosotras empezamos a hablar de la contradicción que deja de ser capital/trabajo para pasar a ser capital/vida: en esa “vida” nosotras metemos todo: el trabajo, la reproducción”.
Del Mayo Feminista a la consigna “hasta que valga la pena vivir”
Chile lleva diez días de periodo de excepción, toque de queda, desaparecidxs, asesinatos, torturas y crímenes sexuales. Esta forma de funcionamiento del Estado, contemplada en la constitución que Pinochet y Ricardo Lagos acordaron con los partidos de la Concertación, ha sido desafiada constantemente por el pueblo chileno que ha salido a la calle pese a la feroz represión desatada por Policía de Chile y Carabineros. ¿Cuáles son los sedimentos de movilización popular que ayudó a construir el feminismo? ¿Qué aportes hizo el feminismo chileno a la lucha de clases? Esto no empezó ayer ni hace diez días, tampoco hace un año. Pero los estallidos populares no nacen de repollos.
Dice el documento de la Asamblea Feminista que se realizó el pasado viernes 25 en las escalinatas de la Biblioteca Nacional, en plena Alameda: “En los últimos años las mujeres hemos estado en las calles movilizándonos contra la precariedad de la vida y la violencia sobre nuestros cuerpos. Este 2019, en la huelga general feminista del 8 de marzo, fuimos miles; ahora seguimos presentes en un octubre donde somos millones quienes mostramos la indignación con este sistema y la urgencia de una transformación profunda, transformación que evidencia la crisis en que nos ha puesto el modelo patriarcal y neoliberal”[1].
Miles y miles de imágenes han pasado por nuestras retinas en estos últimos días. Desde la evasión masiva protagonizada por adolescentes agarradas de las manos hasta la abuela tirando piedras a los carabineros en la puerta del metro, pasando por las barricadas, la autodefensa mapuche o la marcha más grande de la historia de Chile. La consigna “hasta que valga la pena vivir” desnuda la disposición a la victoria que tiene un pueblo que ha despertado después de 30 años. Pero ese largo sueño no ha sido sin sobresaltos: la revolución de los pingüinos y el masivo paro plurinacional del pasado 8 de marzo marcaron una senda de organización y resistencia popular que hoy se expresa en masividad e irreverencia.
La precarización de la vida se manifiesta no sólo en las condiciones de empleo a las que acceden las mujeres y disidencias sexuales, sino también en la falta de políticas de estado con perspectiva de géneros. Sirven como ejemplo que, recién en 2017, Chile consiguió la ley de aborto por causales; o que las leyes no permitan calificar como femicidio los asesinatos entre parejas que no tienen convivencia. Para Verónica Ávila, “todo esto contribuye a la situación en la que estamos hoy porque las mujeres somos ‘ciudadanas de segunda clase’, somos subalternas junto a la población migrante, la población indígena, con las afro descendientes. Chile es esencialmente machista y nosotras también nos cansamos de este sistema que nos tiene abandonadas”. En la zona de sacrificio Quintero-Puchuncaví, una región contaminada por la industria termoeléctrica[2], han sido las mujeres quienes han salido a proteger los bienes comunes: la lucha por el agua, contra la contaminación o la defensa de los bosques.
Para Verónica, este movimiento y esta rebelión están recién terminando -o intentando terminar- con una larga transición: “porque lo que estamos reclamando sí pretende romper con el sistema instalado en la dictadura. Hoy empieza a terminarse esta transición de 30 años. La gran huelga del 8 de marzo y el salir a protestar constantemente por nuestros derechos reproductivos fueron gestando una fuerza potente que transversalizó la lucha feminista y que abrió varios aspectos: comenzamos a hablar de economía feminista, de trabajo y mujer, de democracia feminista, de la necesidad de tener Educación Sexual Integral”.

Políticas de cuidado: organizades en defensa del pueblo
El feminismo nos ha enseñado la importancia de construir redes. En la imperiosa necesidad de construir un mundo nuevo, donde todas nuestras existencias sean posibles y valga la pena vivir, los feminismos en articulación estrecha con movimientos sociales y políticos emancipatorios han construido una red de redes de contención, lucha política y resguardo.
De Arica a Punta Arena, ABOFEM ha construido un piquete jurídico que funciona por correo electrónico y por teléfono para recibir denuncias, asesorar y presentar querellas respecto a la violencias política y sexual que el Estado está aplicando sobre los cuerpos de las mujeres y disidencias sexuales. También existe la Red de profesionales por el derecho a decidir que, con piquetes de salud apostados en la Federación de Estudiantes Chilenos, viene brindando servicios de contención “porque hay susto, hay una resistencia a normalizar la violencia pero viene siendo muy difícil. Además, los crímenes sexuales se instalaron en la dictadura como una forma de ataque particularmente hacia las mujeres. Violación como arma de guerra sobre las mujeres y disidencias sexuales. Hoy día hay un continuo sobre estos crímenes”.

Somos plurinacional
Verónica hace una pausa en su análisis sobre la situación actual de su país y pide a quien escribe que deje de manifiesto lo siguiente: “lo que está pasando en las ciudades de Chile, principalmente en la región metropolitana, es lo que las comunidades mapuches vienen resistiendo desde hace muchos años en el Wallmapu, a través de una embestida estatal en contra de su legítima lucha ancestral por el retorno de sus tierras y por el derecho a su cosmovisión, donde sus derechos han sido vulnerados de manera brutal. Ninguno de los gobiernos post dictadura han retomado las demandas del pueblo mapuche: hay un estado terrorista que ha actuado sobre la población mapuche en el sur y hoy día la gente que vive en las ciudades la está viendo en primera línea”.
En la petición de una asamblea constituyente y la construcción de una nueva constitución hay una voluntad muy clara de ser protagonistas de su propio tiempo histórico y ganarle la pulseada a los hambreadores de siempre. La sociedad chilena está exigiendo que los milicos vuelvan a los cuarteles, que se termine realmente el estado de excepción, que el Estado le dé explicaciones sobre los/las/les muert*s e información sobre les desaparecides. Pero sobre todo, el pueblo y las comunidades que habitan territorio plurinacional del Estado Chileno y el Wallmapu están escribiendo su propia historia, hasta que valga la pena vivir. Y los feminismos, la filosofía de que de es posible una vida digna, están dando sus puntadas a un tejido social que busca la emancipación y la libertad.
[1] Ver al final
[2] Para ver más, podés leer: “Quintero-Puchuncaví: del sufrimiento ambiental a la resistencia territorial”https://www.anred.org/2019/03/17/quintero-puchuncavi-del-sufrimiento-ambiental-a-la-resistencia-territorial/
[2] Batthachyara, T. TEORÍA DE LA REPRODUCCIÓN SOCIAL enhttps://marxismocritico.com/2018/09/18/que-es-la-teoria-de-la-reproduccion-social/

Más Noticias


Fuente: https://www.anred.org/2019/10/28/podemos-dudar-de-todo/

No hay comentarios:

Publicar un comentario