Napalpí, El Agüará y
Rincón Bomba, masacres de pueblos originarios argentinos en el siglo XX
3 de junio de 2019
Por Luciano Andrés Valencia (Rebelión)
A fines del
siglo XIX el Estado argentino llevó adelante un genocidio contra los últimos
pueblos originarios que aún resistían la incorporación de sus tierras a la
economía capitalista y a los mercados internacionales. Entre 1878-1879 el
entonces Ministro de Guerra, general Julio Argentino Roca, comandó la llamada
“Conquista del Desierto” contra los pueblos de la Nordpatagonia, que culminó
con miles de muertes, casi 12.000 prisioneros que serían reducidos a la
servidumbre y la incorporación de 15 mil leguas que pasaron a manos de
terratenientes nacionales y compañías extranjeras. Después, durante su primera
presidencia (1880-1886), se produjeron la “Campaña de los Andes” (1881-1883), donde se
hostigó a los pueblos cordilleranos hasta su rendición, y la “Campaña del Chaco”
(1885), en la que se masacró a más de 1000 originarios. Tras estas operaciones
militares, los últimos territorios que aún quedaban en manos de sus primeros
pobladores pasaron a incorporarse al Estado argentino.
Pero en el Chaco, el último de
los territorios incorporados, los enfrentamientos entre el Ejército y la
resistencia de los pueblos originarios se mantendría hasta bien entrado el
siglo XX. De hecho, este es el origen del nombre de su capital: Resistencia. Si
bien en 1917 se dio por concluida La región del norte argentino presenta poblamiento humano desde hace más de 4 mil años. A fines del siglo XIX estaba habitaba por cinco grupos originarios: a) mbayá-guakurúes: que incluía a los qom o tobas, mocovíes y abipones; b) los mataco-mataguayos: que incluía a los wichi o matacos; c) los chiriguanos; d) los chané; y d) los lule-vilelas.
Para “contener” a los pobladores originarios dispersos y prisioneros tras las campañas militares, el Estado creó las “Reducciones Indígenas”. Su función era mantener reunidos a los aborígenes en los momentos del año en que su fuerza de trabajo no era necesaria. Para la década de 1920 los qom y otros pueblos estaban incorporados como obreros en la producción de tanino, madera, algodón y azúcar, en condiciones de servidumbre.
Las causas de la huelga de 1924 hay que buscarlas no solo en la ocupación militar del espacio aborigen, sino también en las medidas que el gobierno territorial tomó ese año. Una de ellas fue la prohibición de que los originarios salieran a trabajar fuera del territorio chaqueño, impidiendo mejores condiciones de trabajo y salarios. Otra fue la prohibición de la caza, lo que los forzaba aún más a emplearse como asalariados de los hacendados criollos y europeos. Por último, una ley los obligaba a entregar al Estado el 15% de la producción de algodón -cuyo precio se había desplomado-, lo que agravaba aún más su situación económica.
A esto se suma el resurgimiento del chamanismo, bajo la forma de los movimientos milenaristas y mesiánicos. Eric Hobsbawm define al milenarismo como la esperanza de un cambio completo y radical en el mundo, que se reflejaría en el milenio. “Lo que lo hace milenario –dice Hobsbawm- es la idea de que el mundo, tal cuál es, puede –y de hecho lo hará- acabar algún día, para resurgir profundamente cambiado”. Martínez Sarasola señala la función que tiene el líder como “mesías” o “mensajero divino”. El mesianismo es una forma de milenarismo. Ambos autores señalan el carácter popular del movimiento, ya que la salvación no se dará individual sino colectivamente.
Entre los nuevos jefes chamanes que encabezaron el movimiento encontramos al mocoví Pedro Maidana y a los qom José Machado y Dionisio Gómez. En 1923 Gómez anunció que “iban a resucitar todos los que habían sido mal muertos por los
Los terratenientes comenzaron a azuzar el miedo a un alzamiento indígena para forzar al gobierno a actuar. El 19 de mayo el gobernador Fernando Centeno se reunió con los líderes rebeldes buscando una mediación y prometió mejoras laborales, por lo que los manifestantes optaron por desmovilizarse. Sin embargo, un mes después, al no verse cumplidas las demandas y ante el asesinato del chamán Sorai por la Policía y la confusa muerte de un colono francés –acaso por venganza-, la situación se disparó.
Los criollos y los europeos comenzaron a abandonar
El 19 de julio unos 130 efectivos de
Los atacantes no encontraron resistencia, ya que la concentración era pacífica y los chamanes habían advertido que el baile ritual los protegería de las balas. Martínez Sarasola nos dice que “el ataque de las fuerzas nacionales se convirtió lisa y llanamente en un fusilamiento”. Los heridos fueron degollados sin contemplación y los uniformados cortaron testículos, penes y orejas como trofeos de guerra que se expusieron en la Comisaría de Quitilipi.
Mientras tanto, desde la avioneta se arrojaron sustancias inflamables para quemar las viviendas. Los cuerpos de los masacrados fueron arrojados a fosas comunes. El número total de asesinados se calcula en 200 personas.
Poco después, los diputados nacionales del Partido Socialista (PS) Antonio de Tomasso y Mario Bravo (primer legislador originario argentino), denunciaron la masacre y pidieron la conformación de una Comisión Investigadora (CI). Por entonces gobernaba el hacendado Marcelo T. de Alvear de
El 29 de agosto el ex director de la Reducción de Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga denunciaba: “La matanza de indígenas por la Policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio para que no pudieran servir de testigos si viene
El Informe de la CI denuncia la barbarie de los “representantes de la civilización”: “Los desgraciados nunca creyeron lo que les iban a hacer, de suerte que no intentaron defenderse. Sonó la primera descarga, a la cual surgió con algún intervalo, una segunda y una tercera, continuando el fuego a discreción. La primera fue alta, en su mayoría, pero causó algunas bajas, la segunda y la tercera, bien dirigidas, barrieron las tolderías y entonces se produjo el pánico y el desbande.
Debe tenerse en cuenta que el mago o Dios Gómez había dicho que las balas de los
Respecto al trato a los líderes espirituales dice que: “a Maidana se lo mató de forma salvaje, y aunque cueste decirlo en esta Cámara, se le extirparon los testículos para exhibirlos como trofeo de batalla. Se le cortaron también las orejas”.
El gobernador Centeno, en su declaración ante la CI, quiso justificar la masacre diciendo que se trató de un enfrentamiento, aunque no pudo explicar por qué no hubo muertos entre los uniformados.
El levantamiento de Napalpí y El Agüará fue un movimiento pacífico que no provocó muertos entre los colonos criollos y europeos. Sin embargo, fue brutalmente reprimido por el Estado.
Otro movimiento milenarista pacífico surgió en Pampa del Indio en 1933. El profeta Tapaniak prometió la llegada de aviones con alimentos que pondrían fin al hambre de su pueblo. En 1934 el movimiento fue reprimido por la Policía y su líder encarcelado. Otro movimiento surgido en el Zapallar –hoy General San Martín- en 1935 tuvo el mismo destino: en 1937 fue desarticulado por la Policía y su líder Natochi asesinado.
Frente a esta situación, muchos grupos originarios optaron por armarse para resistir a la explotación de los terratenientes y la represión del Estado. En 1933 se registraron combates en la cercanía del fortín El Descanso. En 1936 varias comunidades atacaron la expedición del teniente Enrique Fa en el Río Pilcomayo, pero fueron derrotadas y sus líderes sometidos. En 1938 se disolvió el Cuerpo de Gendarmería de Línea, declarando que las operaciones de “limpieza (étnica)” en el Chaco estaban concluidas.
En 1947
Para los pueblos pilagá de Formosa, la situación no mejoró con la llegada del gobierno de Perón. Recluidos en “Reducciones” eran obligados a realizar trabajos agrícolas por un salario miserable que rara vez cobraban o lo hacían con descuentos o por medio de bonos que se podían canjean en muy pocos almacenes de la zona.
En marzo de 1947 cientos de trabajadores rurales -mayoritariamente de la etnia pilagá- se movilizaron desde Las Lomitas (Formosa) hasta Tartagal (Salta) para trabajar en el Ingenio San Martín, propiedad del político y hacendado Robustiano Patrón Costas. Les habían prometido un pago de $6 por día, pero al momento de culminar las tareas agrícolas les pagaron solo $2,50 el día. Cuando fueron a reclamar ante el propietario, los expulsaron del lugar.
En la primavera de ese año cientos de familias pilagá, provenientes de los parajes de Pozo Molina, Pozo Navagan, El Descanso y Cacique Coquero, entre otros, se concentraron para reclamar por esta estafa en el descampado de Rincón Bomba, en cercanías del Escuadrón 18 de Gendarmería de Las Lomitas. Eran liderados el sanador Tonkiet (
Luego de varios días el gobierno de Perón envió desde Buenos Aires tres vagones del Ferrocarril Belgrano con ropas, medicinas y alimentos, de los cuales llegaron solo dos y con alimentos en mal estado, lo que provocó intoxicaciones masivas y decenas de muertes. Sin embargo algunos sobrevivientes sugieren que los productos provenían de los almacenes de la zona que exponían los alimentos a la contaminación con gamexane (insecticida para hormigas).
Durante los primeros días de octubre, el funcionario Abel Cáceres, encargado de la Reducción “Bartolomé de las Casas”, dependiente de la Dirección de Protección al Aborigen de
El 10 de octubre en horas de la tarde, efectivos de
Los testimonios de los sobrevivientes, que pudieron hablar muchas décadas después, dan cuenta de la brutalidad represiva: “ni siquiera pudimos enterrar a los muertos”, “los árboles quedaron llenos de agujeros por los disparos”, “a todos les faltó un hijo, les faltó un padre, les faltó una abuela”, “estábamos amontonados como una bandada de patos. Sin poder beber agua. Los gendarmes le pidieron al traductor del cacique Tapiceno que les dieran una chica y ellos nos dejarían ir. Entonces agarraron a la chica más linda y el comandante de la tropa la violó. (…) cuando volvió no cumplió su palabra, nosotros seguimos cautivos”, “a los niños se los llevaron unas hermanas religiosas y nunca más aparecieron. No sabemos qué pasó con ellos” (del documental Octubre Pilagá, de
El 11 de octubre, un día después del primer fusilamiento, un Documento Confidencial y Secreto, firmado por el Director General de Gendarmería coronel Natalio Faverio informó al ministro del Interior Ángel Borlenghi sobre un supuesto levantamiento indígena y sobre la movilización de tropas por parte del Ministerio de Guerra a cargo de José Humberto Sosa Molina. El 16 de octubre un Documento Confidencial y Secreto firmado nuevamente por Faverio anunció que un avión JU-52T-153 había despegado el día anterior desde
De
hecho el día 12 de octubre, mientras se estaba llevando a cabo una masacre en
Formosa, el general Perón dio un discurso por el “Día de la Raza” reivindicando
la conquista española. El 17 de octubre hicieron un acto por el “Día de la
Lealtad”, al cumplirse dos años de las movilizaciones populares llevaron a la
liberación de Perón -encarcelado en este entonces por el gobierno militar de
Farrel- ajenos completamente a lo que estaba sucediendo.
Se calcula que fueron
masacradas entre de 500 y 750 personas de las etnias pilagá, qom, mocoví y
wichi, además de las torturas, violaciones y apropiaciones de niños/as para ser
entregados a instituciones Finalizada la masacre, las familias prisioneras fueron trasladadas a las Colonias Aborígenes de Francisco Muñiz y Bartolomé de las Casas, para ser “reducidas” a trabajos forzados bajo la administración de la Dirección de Protección al Aborigen y la vigilancia de
Los principales diarios de la época, tanto oficialistas como opositores (La Prensa, La Razón, Crítica, Noticias Gráficas), fueron cómplices de este genocidio, publicando notas en donde hablaban de “asaltos a la población
Al
igual que las masacres de Napalpí y El Aguará, las de Formosa también fueron
llevadas a cabo por un gobierno que se presentaba como “nacional y popular”.
Tanto la UCR como el peronismo siguen sin reconocer la responsabilidad de sus
gobiernos en estos crímenes contra la humanidad.
Casi 60 años después de estos
hechos, el 1º de abril de 2005, Testimonios de sobrevivientes también fueron recopilados en el documental Octubre Pilagá (2010), de
Pero por entonces también vivía uno de los genocidas: el alférez Leandro Santos Costa, que fue condecorado por su «valerosa y meritoria» acción. Luego de esto se dedicó a la abogacía, y ejerció como juez durante
En la actualidad, la fuerza que llevó a cabo estas masacres -
Pero al mismo tiempo, la tenaz lucha de las asociaciones pilagá para lograr una condena por el genocidio sufrido nos demuestra también la imprescriptibilidad de estos delitos y la obligación de los Estados de responder por ellos. Constituyen de este modo un valioso antecedente para víctimas y sobrevivientes de otros genocidios que, pese al tiempo transcurrido, continúan reclamando Justicia y Reparación.
Bibliografía:
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Asquini, Norberto; (2002) “La masacre de Napalpí en el Chaco”, Caldenia, suplemento cultural
del diario La Arena, Santa
Rosa, 15 de septiembre.
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Ahumada, Gustavo ;
(2015) “Ratifican que la masacre contra la étnia pilagá es un delito de lesa
humanidad”, Infojus, http://www.infojusnoticias.gov.ar,
10 de octubre.
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Hobsbawm, Eric J.; (1983) Rebeldes primitivos, Barcelona,
Ariel.
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Lozza, Arturo; (2010) “La masacre de Rincón Bomba”, Pájaro Rojo, http://pajarorojo.com.ar, 29 de julio.
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Mapelman, Valeria ;
(2010) Octubre Pilagá,
documental.
·
Martínez Sarasola, Carlos; (2011) Nuestros paisanos los indios,
Buenos Aires, Del Nuevo Extremo.
·
Valencia, Luciano
Andrés; (2018) “Las
masacres de Napalpí y El Aguara”, en: Boletín de la Revista de Historia, www.revistadehistoria.es,
9 de noviembre.
·
Vicat, Mariana; (2008) Caciques
indígenas argentinos, Buenos Aires, Ediciones Libertador.
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