viernes, 31 de mayo de 2019

II. Destapemos a quienes sólo disputan la gobernabilidad del envenenamiento genocida-ecocida. Ocultan, por ejemplo, “el modelo de agronegocio en base a transgénicos y decenas de agrotóxicos, y en manos de un puñado de multinacionales. Cuatro empresas que dominan el mercado de semillas y agrotóxicos: Bayer-Monsanto, ChemChina-Syngenta, Brevant (Dow y Dupont) y Basf. En 2015 facturaron 85.000 millones de dólares y, según proyecciones de Bayer, llegarán 120.000 millones en 2025”.

Glifosato, transgénicos y un experimento a cielo abierto
30  de mayo de 2019


Por Darío Aranda
Bio diversidad
El herbicida más usado del mundo acumula denuncias y condenas millonarias en Estados Unidos. La multinacional Bayer (que compró Monsanto en 2018) con futuro incierto. Sentencias en Argentina, empresarios que proponen cerrar escuelas (para poder sembrar transgénicos), la ONU cuestiona el modelo y campesinos muestran que otro modelo es posible (y necesario).
“El glifosato es como agua con sal”. Lino Barañao, Ministro de Ciencia de Argentina.
“La ignorancia no mata, solo hace sufrir”, Jorge Gattini, ministro de Agricultura de Paraguay (en referencia a los campesinos que denuncian las fumigaciones con agrotóxicos).
"Es un herbicida de clase menos tóxica. Los humanos podrían incluso beber y no morir porque no tenemos la vía metabólica de las plantas. Además, es biodegradable en el suelo". Edilson Paiva, presidente de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (Ctnbio) de Brasil.
El herbicida glifosato, el más utilizado del agronegocio, ha tenido las defensas más insólitas de los gobiernos pro transgénicos, desde funcionarios hasta periodistas.
Cientos de estudios científicos, fallos judiciales y, sobre todos, miles de afectados por fumigaciones son la prueba de los efectos del herbicida.

Patria grande transgénica
Sólo diez países del mundo concentran el 98 por ciento de los cultivos transgénicos (con uso de agrotóxicos): Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá, India, China, Pakistán, Paraguay, Sudáfrica y Bolivia(1). Cuatro de ellos de América Latina y, junto a Uruguay, forman lo que la multinacional Syngenta llamó en una publicidad corporativa (2003) “la república unida de la soja”.
La patria grande sojera cuenta con 47 millones de hectáreas con soja transgénica(2). Abarca:
- El 66 por ciento de la tierra cultivada de Paraguay.
- El 52 por ciento de Argentina.
- El 35 por ciento de la tierra cultiva de Brasil.
- El 30 por ciento por ciento de Uruguay.
- El 24 por ciento de Bolivia.
Uno de los argumentos centrales de las empresas transgénicas era que, con las semillas modificadas genéticamente, se utilizarían menos químicos.
En Argentina, según datos oficiales del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), en 1995 se utilizaron 42 millones de litros de herbicidas. En 1996 se aprobó la primera soja transgénica (de Monsanto) y el crecimiento del uso de herbicidas fue geométrico: 252 millones de litros en 2011 (último año publicado por el INTA). El glifosato es el principal herbicida utilizado. En 2016, datos de la Casafe (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes) llegó a 290 millones de litros anuales.
El aumento del uso no se corresponde con el aumento de la superficie, sino con la necesidad de aumentar la cantidad por hectárea. El mismo INTA reconoce que en la década del 90 se utilizaba 1,95 litros por hectáreas. En la campaña agrícola 2011/2012 llegó a utilizarse nueve litros por hectárea. Se debe a la aparición de “malezas”, plantas no deseadas que crearon resistencia al glifosato. Por lo cual los productores utilizan cada vez más cantidad y además mezcla de venenos (2-4D y paraquat, entre otros).

Negar la realidad
“No pueden ocultar la realidad. Quieren tapar el sol con la mano”, explicó el científico Andrés Carrasco en 2009. Jefe del laboratorio de Embriología Molecular, ex presidente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), confirmó en laboratorio que el glifosato producía malformaciones en embriones anfibios y alertó que era transpolable a humanos.
Sufrió una campaña de desprestigio mediática y política. El periodista Matías Longoni, desde Clarín, llamó “supuesto estudio” al trabajo de Carrasco. Puso en duda su existencia y la reputación de unos de los mayores embriólogos de Argentina. “La industria agrícola se puso en alerta. Las cámaras Casafe y Ciafa aclararon que el glifosato ‘está clasificado en la categoría de menor riesgo toxicológico’. En voz baja, el sector asegura que se trata de una nueva ofensiva oficial para ‘demonizar’ a los productores de soja”, escribió el periodista que cubrió el tema agro durante 18 años en Clarín, que rara vez cuestiona las consecuencias del agronegocios y funciona como agencia de prensa de las compañías del agro.
El diario La Nación también apuntó contra Carrasco y, al igual que los “periodistas del agro”, salieron en defensa del glifosato, los transgénicos (y de las empresas que los venden y, casualidad, pautan en esos medios).
El 27 de noviembre 2017, ya desde su pyme periodística “Bichos de campo”, repleta de publicidades de las empresas de agrotóxicos, Longoni celebró: “¡Larga vida al glifosato! O mejor, un poco más de vida al glifosato. Los alemanes, cuando quieren, golean. Lo hicieron con Brasil en el mundial de fútbol y ahora lo hacen con Francia, en la disputa dentro de la Unión Europea (UE) por prohibir o prorrogar la vida útil del controvertida herbicida glifosato. La votación para decidir si se renovaba la licencia del producto fue ganada, una vez que los alemanes se decidieron a jugar, por 18 a 9.”.

Desde el sector político, la defensa al glifosato fue (y es) encabezada por Lino Barañao, ministro de Ciencia durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y titular de la cartera con Mauricio Macri. En 2009 descalificó a Carrasco desde el programa de TV de Héctor Huergo, uno de los mayores lobbistas del agronegocio (director del suplemento Clarín Rural) y desde el Congreso de Aapresid (Asociación de Productores de Siembra Directa). “El glifosato es como agua con sal”, señaló en un entrevista en la Radio AM 530, de las Madres de Plaza de Mayo. Ningún funcionario kirchnerista lo cuestionó.

A fines de 2015, días previo a asumir como ministro de Ciencia de Mauricio Macri, volvió a defender el uso de químicos, con un argumento poco científico: “Con los antibióticos también hay mal uso y muertes, y nadie se queja”.
Carrasco falleció en mayo de 2014 y dejó la mejor definición para el glifosato y los transgénicos: “Es un experimento masivo a cielo abierto”.

El relato transgénico
Acto 1. El agroquímico (en este caso el glifosato, en la década del 60 fue el insecticida DDT) no afecta la salud ni el ambiente.
Acto 2. No hay pruebas científicas.
Acto 3. La pruebas científicas no son concluyentes o “existen dos bibliotecas” (a favor y en contra).
Acto 4. Son nocivos pero si se utilizan bien no hay riesgos (en ese momento proponen soluciones técnicas para su uso, hoy llamadas “buenas prácticas agrícolas”).
Acto 5. Reemplazo de ese químico por otro (y vuelta al “acto 1”).
El agronegocio utiliza la misma estrategia que las tabacaleras (durante décadas negaron que producían cáncer) y que las petroleras (durante medio siglo negaron el cambio climático).
El teatro del agronegocio se monta sobre un mito principal: los transgénicos son necesarios para alimentar la creciente población mundial. Argumento desmentido incluso por la propia FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), espacio que apoyó el avance transgénico en el mundo. El hambre del mundo no se debe a la falta de alimentos, sino a su injusta distribución.

 Paren de fumigar”
En los primeros años de la década del 2000 nació en Argentina la “Campaña Paren de Fumigar”, espacio de referencia en la producción de material y debates sobre el impacto sanitario de los agroquímicos. Asambleas, charlas, movilizaciones y todas las acciones imaginables para proteger la salud de la población. En decenas de localidades lograron ordenanzas que limitan las fumigaciones y, en otras impulsaron la vía judicial.
La ONG Naturaleza de Derechos (3) sistematizó los fallos que frenan las fumigaciones con agrotóxicos:
2003. Loma Senés (Formosa).
2008. Alberti (Buenos Aires) e Ituzaingó Anexo (Córdoba).
2009. San Jorge (Santa Fe) y Alberti (Buenos Aires).
2010. La Leonesa y Las Palmas (Chaco). Alberti (Buenos Aires).
2011. Las Antillas (Salta).
2012. Alberti (Buenos Aires) e Ituzaingó Anexo (Córdoba).
2013. Alberti y Mar del Plata (Buenos Aires), Merlo (San Luis).
2014. Paraná (Entre Ríos), Coronel Suárez y Mar del Plata (Buenos Aires).
2015. Guernica (Buenos Aires) y Totoras (Santa Fe).
2016. Alberti (Buenos Aires) y Piamonte (Santa Fe).
2017. Santa Ana (Entre Ríos).
2018. Entre Ríos y Chascomús (Buenos Aires)
2019. Pergamino y Exaltación de la Cruz (Buenos Aires) y Entre Ríos.

Jueces y fiscales tienen herramientas para frenar las fumigaciones, sobre todo la Ley General del Ambiente (25.675), donde se establece el “principio precautorio”: “Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente”.

Estados Unidos
La multinacional Bayer compró Monsanto en 2018 por 63.000 millones de dólares. Se transformó así en la mayor empresa de semillas transgénicas y agrotóxicos del mundo.
Su primer anunció fue que desaparecería el nombre de Monsanto (aunque seguirá comercializando todos sus productos) y comenzó una campaña publicitaria para mejorar su imagen. Utiliza los mismos argumentos que Monsanto para aumentar sus ventas de agroquímicos: niega los cientos de estudios independientes que confirman los efectos en la salud.
La Coordinación Contra los Peligros de Bayer es una red europea de organizaciones y activistas que difunden denuncias sobre el accionar de la compañía, tanto en su aspecto farmacéutico como del agronegocio. "El modelo de negocio de Bayer y Monsanto carece de escrúpulos. Ambos obtienen sus beneficios con pesticidas y técnicas de manipulación genética, dañan la salud de agricultores y consumidores, alteran el clima, destruyen la biodiversidad y ponen en peligro las bases de la alimentación y subsistencia de las generaciones futuras. Bayer, al fusionarse con Monsanto, potencia este amenazador modelo de negocio y busca aumentar los beneficios de sus grandes accionistas a costa de la gente y la naturaleza", afirmó la organización.
Bayer cuenta con nuevo eslogan: "Ciencia para una vida mejor".
En agosto de 2018, en Estados Unidos, se dio la primera condena contra Monsanto-Bayer. Dewayne Johnson fue indemnizado con 78 millones de dólares por contraer cáncer al utilizar glifosato en su trabajo como jardinero.
El 27 de marzo de 2019, un jurado de California condenó a la empresa a pagar 80 millones de dólares por "negligencia", al haber ocultado los riesgos de su herbicida Roundup (marca comercial del glifosato de Monsanto). La demanda fue presentada por Edwin Hardeman, un jubilado de la ciudad de Sonoma. Fue la segunda parte del juicio. En la primera, diez días antes, se había concluido que el agrotóxico fue un "factor determinante" en el Linfoma No Hodgkin (cáncer) que se le diagnosticó a Hardeman en 2015.
"El jurado responsabilizó a Monsanto por sus 40 años de conducta delictiva corporativa", explicaron los abogados del demandante, Jennifer Moore y Aimee Wagstaff en un comunicado a la prensa.
El 13 de mayo, tribunales de California (Estados Unidos) determinaron que la multinacional debe pagar 2000 millones de dólares a un matrimonio (Alva y Alberta Pilliod) que utilizó Roundup y contrajo cáncer. La sentencia afirma que la empresa actuó con “negligencia”, al ocultar las consecuencias del veneno. El jurado determinó que el “diseño” del Roundup (marca comercial de Monsanto) fue la causa principal del daño, confirmó que el químico representa “un peligro importante” para las personas que lo utilizan, afirmó que Monsanto “no proporcionó una advertencia adecuada sobre los riesgos potenciales” y ésto representó un factor importante para provocar el daño en la salud de los Pilliod.
El jurado de Estados Unidos determinó que Monsanto diseño, fabricó y distribuyó Roundup de “forma negligente”, afirmó que la compañía sabía (o debía saber) que Roundup era peligroso o que podría provocar daños y no advirtió de forma apropiada. El otro punto clave, que elevó la condena de 2000 millones de dólares, el fallo confirma que Monsanto actuó con “vicio, dolo o mala fe” al poner su herbicida en el mercado y no advertir sobre los riesgos que implicaba.
Monsanto-Bayer acumula, sólo en Estados Unidos, más de 13.000 demandas. Una muestra de la crisis de la compañía alemana: perdió casi el 40 por ciento de su valor bursátil desde que adquirió a Monsanto.

¿Escuelas o transgénicos?
El Foro Ecologista de Paraná (Entre Ríos) y el sindicato docente Agmer (Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos) presentaron en agosto de 2018 un amparo ambiental para proteger de agrotóxicos a los niños y trabajadores de las escuelas rurales. El juez Oscar Daniel Benedetto, de la Cámara II de la Sala II se expidió el 1 de octubre: en un fallo judicial sin precedentes, prohibió fumigar con agrotóxicos a menos de 1000 metros de las escuelas de Entre Ríos. Y la distancia de protección se extiende a 3000 metros si las aplicaciones son aéreas. La protección abarcó a todas las escuelas de la provincia.
"Es imposible de obviar que el modelo de producción agrícola puede generar un creciente problema de salud pública, debido a que los plaguicidas contienen sustancias químicas tóxicas que afectan a los cultivos, pero que muy probablemente también tengan efectos nocivos en la salud de la población rural", se lee entre los fundamentos del fallo, de 21 páginas.
El juez Benedetto tuvo presente el principio precautorio vigente en la Ley General del Ambiente (25675): "En materia ambiental se impone la necesidad de adoptar un criterio de precaución (...) El peligro inminente se materializa en la amenaza de la aplicación de los agrotóxicos. Y destacó que la falta de certeza científica sobre sus consecuencias no me parece un argumento que justifique la improponibilidad de la acción, sino todo lo contrario, ya que no es posible soslayar que se trata de una situación extremadamente delicada y sensible, estando en juego la salud de miles de niños entrerrianos".
El amparo que protege las escuelas fue apelado cuestionado por el gobernador Gustavo Bordet, que el 2 de enero de 2019 publicó un decreto contrario al fallo y redujo a sólo 100 metros la protección de las escuelas rurales.
El Foro Ecologista de Paraná, ya como parte de la "Coordinadora por una Vida sin Agrotóxicos en Entre Ríos. Basta es basta" (reúne a asambleas socioambientales, organizaciones sociales y docentes), presentó un amparo contra el decreto. En marzo de 2019 una sentencia judicial anuló el decreto del gobernador Bordet.
El presidente Macri, en apoyo explícito al agronegocio, cuestionó al Poder Judicial: “Es un fallo irresponsable. Pone en peligro el trabajo de muchos entrerrianos".
La Coordinadora "Basta es Basta" le contestó en un comunicado: "Señor presidente, nuestros gurises merecen el mismo ambiente que su hija Antonia".
El miércoles 15 de mayo, el Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, máximo tribunal provincial, declaró la inconstitucionalidad del decreto del gobernador Gustavo Bordet, que permitía fumigar a solo 100 metros de las escuelas rurales. De esta forma, continua vigente el amparo ambiental que aleja las fumigaciones terrestres a 1000 metros de las escuelas (3000 si son aéreas).
El jueves 23 de mayo se produjo una insólita manifestación en Paraná: productores sojeros exigieron que el Poder Judicial que revierta el fallo y propusieron cerrar las escuelas para poder seguir fumigando con agrotóxicos.

Pruebas
Un argumento recurrente de los defensores del agronegocio es que “no existen pruebas” de los efectos del glifosato. A nivel internacional son muy conocidos los estudios del investigador francés Gilles-Eric Seralini, especialista en biología molecular y docente de la Universidad de Caen (Francia). Confirmó que el herbicida Roundup estimula la muerte de las células de embriones humanos, lo que podría provocar malformaciones, abortos, problemas hormonales o de reproducción, además de distintos tipos de cánceres.
También demostró la conformación de tumores en roedores alimentados con transgénicos.
Le implicó réplicas personalizadas de Monsanto, con campaña mediática de difamación incluida.
La estocada mayor sucedió en marzo de 2015. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) es un ámbito especializado de la Organizaciones Mundial de la Salud (OMS). Luego de un año de trabajo de 17 expertos de once países, emitió un documento inédito: “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)”. Detalló que la evidencia en humanos corresponde a la exposición de agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia, con publicaciones científicas desde 2001. Y destacó que el herbicida “también causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas” (situación que tiene relación directa con el cáncer).
Con la nueva evaluación el glifosato fue categorizado en el “Grupo 2A”, que significa en parámetros de la Organización Mundial de la Salud: “Probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Esta categoría se utiliza cuando hay “pruebas limitadas” de carcinogenicidad en humanos y “suficiente evidencia” en animales de experimentación. La evidencia “limitada” significa que existe una “asociación positiva entre la exposición al químico y el cáncer” pero que no se pueden descartar “otras explicaciones”. El IARC-OMS trabaja sobre cinco categorías de sustancias que tienen relación con el cáncer. El “Grupo 2A” es el segundo nivel de peligrosidad, sólo superado por “Grupo 1”, donde se ubican, por ejemplo, el asbesto y la radiación ionizante.
Monsanto, que entre sus argumentos utilizaba hasta ese momento informes de la IARC, pasó a acusarla de hacer “ciencia basura”.
A nivel local, en 2018 se publicó “Antología tóxica del glifosato”, una minuciosa recopilación de 830 trabajos académicos (de Argentina y del exterior) que dan cuenta de los efectos del glifosato y su vínculo con el cáncer, malformaciones, intoxicaciones y abortos espontáneos, entre otras consecuencias.
"Esta recopilación suma 830 artículos científicos o papers, es decir: informes de investigaciones clínicas, experimentales, de laboratorio, revisiones, contestaciones, recopilación, resúmenes de congresos, que han sido objeto de publicación en revistas o journales científicos. Todos los trabajos han sido sometidos a revisión por un comité de científicos y aprobados para su publicación al ser considerados significativos", explica el trabajo, realizado por Eduardo Martín Rossi, integrante del colectivo Paren de Fumigar de Santa Fe, que se decidió a analizar y estudiar todas las publicaciones para desmentir los dichos de los publicistas del agronegocios.
De 182 páginas, se puede acceder vía Internet ( https://bit.ly/2mewyYH ), cuenta con el detalle y link de de las investigaciones. Más de cien son de universidades públicas de Argentina (UBA, La Plata, Río Cuarto, Litoral). El primer capítulo precisa 141 trabajos sobre el impacto del glifosato en la salud humana. El capítulo dos detalla 102 investigaciones sobre "mecanismo de fisiopatología celular de cáncer". El capítulo tres se dedica a "toxicidad en los sistemas orgánicos", con 89 publicaciones académicas. El capítulo cuatro se dedica a trabajos específicos de impacto "en la biodiversidad", con 336 investigaciones.
"No es casualidad que en los pueblos agrícolas se multiplique el hipotiroidismo, el asma bronquial, los trastornos reproductivos y las enfermedades oncológicas produciendo un cambio evidente en el patrón de morbilidad y mortalidad", alerta el trabajo.
La recopilación recuerda que Monsanto publicitó "con información falsa que el glifosato era biodegradable". En 2007 Monsanto fue condenada en Francia por publicidad engañosa. Decenas de investigaciones dan cuenta, desde hace décadas, que el herbicida "es altamente persistente en el ambiente, en el suelo y cursos de agua".
Entre las empresas que comercializan glifosato en Argentina figuran Monsanto, Bayer, Syngenta, Red Surcos, Atanor, Asociación de Cooperativas Argentinas, Nufram, Agrofina, Nidera, DuPont, YPF y Dow.
La antología recuerda que la autorización de los agrotóxicos (llamado "fitosanitarios" por las empresas y funcionarios) se realiza en base a estudios de las propias empresas y que sólo analiza los efectos agudos (no investigan qué produce un químico en el largo plazo de exposición). En el caso de glifosato, "Monsanto sólo experimentó tres meses con roedores". En base a ese estudio, la empresa aseguró que el herbicida no producía efectos adversos.
"Científicos independientes midieron efectos crónicos (durante dos años). A partir del cuarto mes los roedores machos presentaron tumores. A partir del séptimo mes comenzó el mismo proceso en hembras. Y en el mes 24, el 80 por ciento de los roedores tuvo tumores", explica la recopilación.
Más de un centenar de trabajos científicos son de universidades públicas de Argentina, entre ellos el grupo de investigación de Rafael Lajmanovich (doctor en ciencias naturales de la Universidad Nacional del Litoral), que confirmó el efecto letal del glifosato en anfibios, y el Equipo Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (Emisa), de la Universidad Nacional de La Plata, que demostraron la presencia de glifosato en alimentos, ríos, patios de escuelas y hasta en la lluvia.

El modelo
El problema de fondo no es el glifosato. Se hace eje en él porque es el más utilizado, el que más facturación produce a las compañías y, al mismo tiempo, que más denuncias provoca.

Las voces críticas al agro transgénico (campesinos, indígenas, asambleas socioambientales, académicos) cuestionan el modelo de agronegocio, en base a transgénicos y decenas de agrotóxicos, y en manos de un puñado de multinacionales.
Cuatro empresas que dominan el mercado de semillas y agrotóxicos: Bayer-Monsanto, ChemChina-Syngenta, Brevant (Dow y Dupont) y Basf. En 2015 facturaron 85.000 millones de dólares y, según proyecciones de Bayer, llegarán 120.000 millones en 2025.
“Controlan precio, innovación e impacta en las políticas agrícolas. Países que están con un alto grado de agricultura industrial, como Argentina, pasan a estar en situación de vulnerabilidad. Incluso en términos de soberanía. Estas empresas tienen un poder de negociación que es mucho más que de negociación, es de imposición sobre un país, incluso con leyes a medida”, explicó Silvia Ribeiro, Investigadora del Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración).

La Relatoría Especial sobre el Derecho a la Alimentación es el máximo espacio de Naciones Unidas dedicado al tema. Al frente está la especialista Hilal Elver, de origen turco. Visitó la Argentina en septiembre de 2018 y confeccionó un informe para el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
"En el marco de la agricultura industrial a gran escala, es esencial que se tome en cuenta el verdadero costo de los métodos de producción en relación con el suelo y los recursos hídricos, y el impacto de la degradación ambiental sobre generaciones futuras, en lugar de concentrarse únicamente en la rentabilidad y el crecimiento económico a corto plazo", alertó la relatora especial de Naciones Unidas.
Dedicó un apartado especial al glifosato: "Se aplica indiscriminadamente en la Argentina, sin tener en cuenta la existencia de escuelas o pueblos en las cercanías. Como resultado de ello, se me ha informado acerca de un aumento en la cantidad de personas que han perdido la vida o padecen enfermedades que ponen en riesgo su vida (…) La exposición a plaguicidas puede tener efectos muy peligrosos para la salud de los seres humanos, en especial para niños y mujeres embarazadas que son más vulnerables".
Hilal Elver cuestionó que la agricultura industrial está controlada por pocas y grandes empresas, y alertó que el Gobierno ya decidió su rol: "Durante las entrevistas con funcionarios de la Secretaría de Agroindustria observé una tendencia a apoyar el modelo agroindustrial y a realizar serios recortes en el apoyo, el personal y el presupuesto del sector de la Agricultura Familiar, incluido el despido de casi 500 trabajadores y expertos".
Reivindicó el papel de la agricultura campesina. En la conclusión resaltó: "Reitero la importancia de la agricultura familiar para lograr el objetivo de una alimentación adecuada y saludable para todos los argentinos. Debería ponerse empeño en promover la agricultura familiar como prioridad. Es la única manera de lograr un equilibrio, única manera de lograr una solución sostenible y justa para el pueblo argentino".
En mayo pasado, en la ciudad de Buenos Aires, se realizó un inédito “foro agrario”, que reunió durante dos días a más de 3000 campesinos, indígenas, productores familiares. Impulsado por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), entre otras organizaciones, elaboró propuestas concretas de políticas públicas para el sector rural, con una urgente democratización de la política agropecuaria.
Entre las políticas a implementar: acceso a la tierra, basta de fumigaciones con agrotóxicos, fomento de la agroecología como política de Estado, soberanía alimentaria y un tema que irrita a los conservadores transgénicos argentinos: reforma agraria integral.


I. Destapemos a quienes sólo disputan la gobernabilidad del envenenamiento genocida-ecocida. Ocultan, por ejemplo, “el modelo de agronegocio en base a transgénicos y decenas de agrotóxicos, y en manos de un puñado de multinacionales. Cuatro empresas que dominan el mercado de semillas y agrotóxicos: Bayer-Monsanto, ChemChina-Syngenta, Brevant (Dow y Dupont) y Basf. En 2015 facturaron 85.000 millones de dólares y, según proyecciones de Bayer, llegarán 120.000 millones en 2025”.

El veneno que nos legó Monsanto
31 de mayo de 2019
Por Silvia Ribeiro
La Jornada

Ya son más de 13.000 los juicios iniciados contra Monsanto (ahora propiedad de Bayer) por haber causado cáncer a los demandantes o a sus familiares con el uso del herbicida glifosato, a sabiendas de los peligros que implicaba y sin informar de los riesgos a las personas expuestas. Son, en su mayoría, personas que aplicaban el agrotóxico sea en su trabajo agrícola, de jardinería o parques. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el glifosato es cancerígeno para animales y probable cancerígeno en humanos.
El primer juicio que ganó una víctima, en agosto de 2018, fue la demanda de D. Lee Johnsson, un jardinero que aplicó glifosato por dos años en una escuela, a partir de lo cual contrajo el cáncer linfoma no-Hodgkin. (https://tinyurl.com/y5umrtt3). Un juez de San Francisco condenó a Monsanto-Bayer a pagar 289 millones de dólares en primera instancia, pero luego de que Bayer apelara quedó en 78 millones. En otro juicio, en marzo 2019, se dictaminó que Monsanto-Bayer debe pagar 80 millones de dólares a Edwin Hardeman por ser responsable de su enfermedad. Está a punto de concluir en Oakland el tercer juicio similar, iniciado por el matrimonio Pilliod contra Monsanto. Tienen 70 años y ambos padecen cáncer. Se espera que nuevamente sea un dictamen multimillonario en favor de las víctimas. (https://usrtk.org/monsanto-papers/)
Paralelamente en Europa, Monsanto perdió por tercera vez, en abril de 2019, el juicio iniciado por el agricultor francés Paul François, quien sufre daños neurológicos por el uso del herbicida Lasso, con otro componente agrotóxico.
Bayer, que finalizó la compra de Monsanto en 2018, ha perdido hasta el momento más de 30.000 millones de dólares por la disminución del valor de sus acciones, por el impacto negativo de los resultados de los juicios sobre glifosato. El 26 de abril 2019, 55 por ciento de accionistas de Bayer votó contra las estrategias del directorio, liderado por Werner Baumann, que defendió la compra de Monsanto.
El glifosato, inventado por Monsanto en 1974, es uno de los herbicidas más usados en el mundo. Se vende bajo muchas marcas, como Faena, Rival, RoundUp, Ranger y otras. Las cantidades aplicadas aumentaron exponencialmente con la liberación de cultivos transgénicos resistentes a herbicidas. El aumento de su uso produjo resistencia en más de 25 tipos de malezas, creando un círculo vicioso de aplicar cada vez más glifosato. Se han encontrado cantidades elevadas de residuos de glifosato en alimentos, fuentes de agua y test de orina, sangre y leche materna en varios países y continentes, fundamentalmente en los mayores productores de transgénicos.
En todos los casos de juicios nombrados, los jueces dictaminaron en favor de las víctimas porque hallaron que Monsanto sabía de los riesgos y no lo explicó en etiquetas ni estrategia de venta de los productos. El punto es central, ya que el argumento de Monsanto es que las agencias regulatorias, como la Agencia de Protección Ambiental en Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) anuncian el glifosato como un herbicida de bajo riesgo.
No obstante, en el curso de los juicios Monsanto ha tenido que liberar documentos internos que prueban que tenía estudios propios muy tempranos que mostraban el potencial carcinogénico del glifosato y que pese a ello se dedicó durante décadas a escribir artículos que lucieran como si fueran científicos negando la toxicidad del glifosato, que luego acordaron con diferentes autores supuestamente científicos que los publicaran en su nombre sin mencionar a Monsanto.
Varios de esos artículos fueron listados por la EPA para determinar que el glifosato era casi inocuo a la salud. La organización US Right To Know ha publicado en su sitio dedicado a los juicios contra Monsanto documentos desclasificados hasta 2019 con pruebas y nombres de varios autores y artículos falseados (https://usrtk.org/monsanto-papers/).
En un reciente artículo de Nathan Donley y Carey Gillam en The Guardian, denuncian que Monsanto nunca realizó estudios epidemiológicos del uso de glifosato para ver su potencial cancerígeno, y en su lugar dedicó enormes sumas de dinero (hasta 17 millones de dólares en un año) para hacer campañas de propaganda, artículos de opinión de periodistas sesgados y actuar como escritor fantasma de artículos científicos que afirman que el glifosato es inocuo o no tiene grandes riesgos. Esto aumentó luego de la declaración de la OMS en 2015 (https://tinyurl.com/yxkrw4l9).
También dan a conocer correos electrónicos de Monsanto con la consultora de estrategia e inteligencia política Hakluyt, en julio de 2018, que revelan que la Casa Blanca afirma que le guardará la espalda a Monsanto en cualquier caso y que pese a los estudios que muestran toxicidad no votarán nuevas regulaciones. (https://tinyurl.com/yxcbswp5)
Son abrumadoras las evidencias de que se debe prohibir el glifosato. Varias ciudades estadunidenses y algunas latinoamericanas ya lo han establecido. El tema no es solamente este tóxico o sólo Monsanto-Bayer. Todas las trasnacionales de agronegocios tienen estrategias parecidas para vender veneno a costa de la salud y el medio ambiente. Hay que avanzar en la eliminación de todos los agrotóxicos.
Silvia Ribeiro, Investigadora del Grupo ETC
Fuente: 
http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/05/30/argentina-opinion-el-peronismo-y-la-izquierda-frente-al-ocaso-de-macri/


jueves, 30 de mayo de 2019

Nos advirtió y recordó que “es tiempo de aprender a liberarnos del espejo eurocéntrico donde nuestra imagen es siempre, necesariamente, distorsionada. Es tiempo, en fin, de dejar de ser lo que no somos”.

Para dejar de ser lo que no somos.
En memoria de Aníbal Quijano


Por Olver Quijano Valencia

En tiempos de nuevas intimidaciones del pensamiento euro-usacéntrico, disciplinario y profesionalizante, como del debilitamiento democrático y de la consolidación de múltiples formas de fascismo social, son apreciables y esperanzadoras las agencias y las agendas tanto de procesos como de intelectuales que invitan siempre a ampliar la inteligibilidad, a conocer/comprender la complejidad y potencialidad de América Latina, así como a pensar abiertamente el(os) mundo(s), siempre en favor de producción y reproducción de la vida. En este noble propósito y en esta perspectiva se ubica también la enorme, diversa e impactante obra de uno de los más lúcidos, generosos y queridos pensadores de nuestramérica: el maestro Aníbal Quijano Obregón.

Nacido en Yamada, departamento de Áncash, Perú en 1928, en medio de un profundo diálogo entre las ciencias humanas y sociales, la ciudad letrada y el mundo andino, construyó su pensamiento y su perspectiva analítica desde donde desplegó una amplia mirada y un permanente cuestionamiento a las realidades latinoamericanas y del mundo, insistiendo en las históricas y paradojales relaciones de poder y por supuesto, en la geopolítica del conocimiento.

Entre un incesante proceso de formación académica-institucional y de autoformación y en medio de numerosas persecuciones, exilios y proscripciones, Aníbal Quijano edificó su proyecto intelectual, político y estético, iluminando e inspirando a varias generaciones y numerosos pensadores críticos como a organizaciones, colectivos y movimientos sociales inscritos en el horizonte de la justicia social y cognitiva, la emancipación, la autonomía y la descolonización.

La lucidez teórica y analítica junto a la potencialidad develadora de su pensamiento sobre la complejidad social del Perú, de América Latina y del otrora Tercer Mundo, son características de un enorme y pertinente legado para las ciencias sociales, la renovación del pensamiento crítico y las dinámicas socio-políticas emancipatorias.

Con anclaje en el pensamiento socialista y revolucionario, el maestro Quijano Obregón también constituye un ejemplo de lucha contra la ortodoxia y el dogmatismo ideológico e intelectual, y de una apuesta por la complementación y las oportunidades que genera la ampliación de la conversación interepistémica, inter/transdisciplinaria y con saberes de otro tipo. Sus consideraciones y tensiones contra el marxismo clásico asumido por muchos como una suerte de aspirina universal y canon inevitable, señalan también la necesidad y el imperativo de pensar abiertamente y en correspondencia con las especificidades de los lugares y de sus poblaciones.

Desde esta convicción se pondría de alguna manera en tensión, inclusive al pensamiento crítico, su vanguardismo, academicismo y, ante todo, la práctica de seguir mirando hacia arriba como su anclaje monologista, letrado y por tanto excluyente. Al reivindicar las particulares historias y desenvolvimientos socio/económicos y político/culturales de América Latina como parte de una apuesta por lo propio, por la originalidad y por la concreción de una perspectiva heterodoxa, Quijano también nos muestra algunos límites de las disciplinas de naturaleza social, pues en efecto, si bien los cientistas sociales hacen esfuerzos por entender los fenómenos, tal ejercicio no logra la profundización y comprensión de las agendas y agencias socio/políticas en su complejidad, sus lugares y sus proyectos particulares, muchas de ellas distanciadas del progreso liberal y de la revolución marxista. Entonces, también era y sigue siendo preciso rescatar ciertas analíticas y perspectivas epistemológicas y socio-políticas de su “larga prisión eurocéntrica”, tal como lo afirmara en alguna ocasión, la antropóloga Rita Segato para el caso del marxismo.

Entonces, a pesar del carácter ortodoxo e impermeable tanto de algunas disciplinas como de ciertas analíticas y perspectivas sociopolíticas, Quijano nos mostraría la necesidad de empezar a interrumpir nuestras certezas disciplinarias, profesionales e institucionales para darnos la oportunidad de aprender de otro modo, práctica desde la cual conviene cambiar el entendimiento del mundo como premisa básica para suscitar igualmente transformaciones sustantivas, justamente en un medio complejo, litigioso y esperanzador como lo es América Latina, ese escenario paulatinamente convertido en una suerte de precipicio de la teoría. Sin duda, se trata de contribuciones para la configuración de un nuevo sentido común y del nuevo espíritu de un pensamiento crítico renovado, abierto y consonante con las singularidades, urgencias y demandas de los pueblos.

No solo se trata de un debate político, sino de apreciaciones que ponen en tensión la geopolítica del conocimiento y con ello, la forma como a través de la historia se ha ordenado el mundo bajo oposiciones dicotómicas o dicotomías por oposición, a lo cual se suma el carácter universal del eurocentrismo, el eurocentramiento del capitalismo mundial y la pretensión hegemónica de la cultura occidental; aspiraciones puestas en entredicho en medio de la multiplicidad y el carácter diferencial y heterogéneo de nuestros espacios/tiempos. De ahí que estas aspiraciones, planteamientos y teorías, hayan “terminado evidenciando su impertinencia e insuficiencia para enfrentar un escenario de
múltiples voces, rostros, lógicas y epistemes, o un sinnúmero de mundos diferentes, posibles, heterogéneos, fluidos, conflictivos, discontinuos, complejos e irregulares. Tales aspectos manifiestan cómo ‘siempre hay algo que permanece afuera’, ‘algo que siempre se escapa’, ‘un universo incompletamente sistematizado’ (Quijano V, 2016: 49). Son múltiples las valoraciones y reivindicaciones a la vida y obra del maestro Quijano, en las cuales se muestran los numerosos temas, análisis y contribuciones a la ampliación de la comprensión del mundo como a la movilización del pensamiento en el contexto de las ciencias sociales y en la singularidad de los contextos. En este sentido, por ejemplo, es claro cómo,

En la trayectoria intelectual de Quijano pueden distinguirse tres momentos temático-cronológicos centrales: (1) El primero de ellos, en torno de los intensos debates sobre la teoría de la dependencia, a lo largo de los años 60 y 70, durante los cuales hizo parte de la pléyade de intelectuales latinoamericanos fundadores de dicha teoría (2). Un segundo momento cubre de manera especial los temas de identidad, modernidad, Estado y democracia, sobre todo durante los años 80 [..] El tercero se inicia en la década de los 90, prolongándose hasta el presente, y comprende sus reflexiones sobre eurocentrismo, colonialidad, nación y globalización” (Pajuelo, 2002: 1).

En el marco de estos tres grandes ámbitos temáticos se mueve su actividad académica, intelectual y política, siempre dejando ver la necesidad de los análisis en contextos de gran singularidad o en observancia de las especificidades socioculturales. Sus agenciamientos académicos y políticos siempre se constituyeron en manifestaciones de su prolongada aspiración vital por cambiar el mundo, un sueño juvenil que lo acompañó hasta la hora de su lamentable fallecimiento. 1

En sociedades singulares como las nuestras, donde siempre es indispensable valorar la heterogeneidad sociocultural en su justa proporción y en su enorme potencialidad y significación, estos aportes analíticos del maestro Quijano, son indispensables e inevitables no solo para favorecer la inteligibilidad y evitar distorsiones analíticas, sino también para configurar las bases para pensar y actuar con los conocimientos, las historias, memorias, lógicas y desenvolvimientos particulares y de otros modos, y claro, muchas veces en contraposición a la dinámica estandarizadora global, al colonialismo interno, a la eficacia naturalizadora y al deseo civilizador de nuestros tiempos. Congruente con este planteamiento y en el vasto conjunto de sus concepciones y apreciaciones, Aníbal Quijano -a pesar de la pulsión y obsesión institucional por la homogeneidad, el blanqueamiento y la estandarización- proporcionó la premisa de la heterogeneidad histórico/estructural de toda existencia social, orden cultural o civilización, y por ende de las sociedades latinoamericanas (neo) colonizadas.

Se trata de un

[…] modo característico de constitución de nuestra sociedad; es decir, a partir de una combinación y contraposición de patrones estructurales, cuyos orígenes y naturaleza son muy diversos entre sí. En este sentido, América Latina es una totalidad en que se articulan diversos y heterogéneos patrones estructurales. El capitalismo no es el único patrón estructural de la totalidad social de América Latina, aunque es ya el eje central que la articula. Por ello la lógica del capital no es, no podría ser, la única que actúa en esa heterogénea totalidad, ni en ninguna de sus instancias. La “heterogeneidad histórico estructural” hace alusión a “toda existencia social”, o “sociedad” o “cultura” o “civilización”, como una configuración de elementos que proceden de muy diversas historias y geografías, o “espacios/tiempos” —como hemos comenzado a decir varios, incluido Immanuel Wallerstein (hasta donde conozco, esos términos fueron propuestos por Haya De la Torre en los años de la Segunda Guerra Mundial)— y se relacionan entre sí de modo discontinuo, inclusive conflictivo, pero formando un conjunto activo, esto es una estructura de elementos históricamente heterogéneos, discontinuos. Y en la historia que conocemos, esas relaciones dan lugar a patrones de poder específicos, históricamente específicos, en cada periodo. De ese modo, el concepto de heterogeneidad histórico-estructural propone un concepto y una perspectiva de totalidad radicalmente otra que en el eurocentrismo. América Latina es un caso par excellence de esa perspectiva de “heterogeneidad histórico-estructural”, de esa idea nueva de “totalidad histórica” (Aníbal Quijano vía e-mail a Catherine Walsh julio 2005).

Este planteamiento de enorme utilidad a la hora de examinar la complejidad y el carácter litigioso de nuestras sociedades, constituye un imperativo analítico en la intención y tarea por comprender la singularidad latinoamericana, perspectiva que igualmente determina una forma y una relación cognitiva particular, en la cual también la multiplicidad y la diferencia son asumidas como prácticas, horizontes y principios de posibilidad e inteligibilidad. En mi criterio, tal categoría se encuadra en las numerosas perspectivas donde también se exalta y valora la producción de lo nuevo, el agenciamiento de la actualización diferencial y de su efectuación, la proliferación de mundos posibles no totalizables, lo contraconductual, la exotopia, el dialogismo, la plurivocalidad, la pluripercepción, la pluriinteligencia, la eventualización, los actos de creación y experimentación, las interfecundidades, los agenciamientos moleculares, la micropolítica doméstica, entre otras, que en general presentan a la multiplicidad y heterogeneidad como espectro de singularidades irreductibles y contraconductuales capaces de afectar y construir una nueva subjetividad como asunto determinante en procesos de transformación.

De ahí su potencial analítico y político.

En este sentido, América Latina es una totalidad en que se articulan diversos y heterogéneos patrones estructurales y de diversidad socio-cultural, escenario en el cual se configuran y reconfiguran permanentemente numerosas, claras y difusas disputas por el poder, esta vez entendido como

“[…] una malla de relaciones de explotación/dominación/ conflicto que se configuran entre las gentes, en la disputa por el control del trabajo, de la naturaleza, del sexo, de la subjetividad y la autoridad. Por lo tanto, el poder no se reduce a las relaciones de producción, ni al orden y autoridad, separados o juntos. Y la clasificación social se refiere a los lugares y a los roles de los agentes en el control del trabajo, sus recursos (incluidos los de la naturaleza) y sus productos; del sexo y sus productos; de la subjetividad y sus productos (ante todo el imaginario y el conocimiento); de la autoridad, sus recursos y sus productos)” (Quijano, 2007a: 144).

Así es como se configura y articula el patrón de poder mundial capitalista, expresado como una suerte de dominación de pleno espectro, lo cual no implica ni significa que todo agenciamiento sea subsumido, desustancializado, cooptado y despotenciado. Empero, para Quijano en tal proceso histórico y como fenómeno constitutivo de dicho patrón se encuentra la colonialidad y específicamente la colonialidad del poder, asuntos fundados en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder, y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas de la existencia cotidiana y a escala social.

[…] En el curso del despliegue de esas características del poder actual, se fueron configurando las nuevas identidades sociales de la colonialidad (indios, negros, aceitunados, amarillos, blancos, mestizos) y las geoculturales del colonialismo (América, África, Lejano Oriente, Cercano Oriente, Occidente y Europa). Las relaciones intersubjetivas correspondientes, en las cuales se fueron fundiendo las experiencias del colonialismo y de la colonialidad con las necesidades del capitalismo, se fueron configurando como un nuevo universo de relaciones intersubjetivas de dominación bajo la hegemonía eurocentrada” (Quijano, 2007a: 93-94).

Como puede observarse, se trata de una histórica práctica y manía de clasificación y descalificación sobre la cual se edifican relacionamientos coloniales y neocoloniales, y, ante todo, una suerte de colonialidad no exclusivamente del poder, sino también del saber, del ser, de la naturaleza y de la espiritualidad. En este horizonte son entonces importantes y determinantes categorías y nociones como color, raza, etnicidad y trabajo desde donde se posibilita y soporta una clasificación que da cuenta de una suerte de naturalización de las jerarquías (raciales) y de posicionalidades expresadas en políticas y prácticas concretas de subalternización e inferiorización.
Ciertamente,
“la colonialidad no consiste tanto en la posesión de tierras, creación de monasterios, el control económico, etc., sino más que nada en el discurso que justificaba, mediante la desvalorización, “la diferencia” que justificaba la colonización. La matriz de la desvalorización se afincó en la diferencia religiosa impuesta por la cristiandad, la diferencia lingüística y cognitiva atribuida a los indios y a los africanos, la diferencia del color de la piel con la rearticulación de la diferencia religiosa y lingüística en la expresión decimonónica del racismo” (Mignolo, 2002: 221).

Este espíritu invade el sentido común, el imaginario y el conjunto de relaciones sociales e intersubjetivas como condición para la (re)producción de relaciones de dominación socio/económica, político/cultural y epistémica. Se trata de viejas y nuevas líneas del color que configuran también la existencia de poblaciones y de la estructura de privilegios para unos y de negaciones y marginaciones para otros. Sin embargo, “la crisis de la colonialidad global del poder y el debate y la lucha por su des/colonialidad, han mostrado a plena luz que la relación social de dominación/explotación fundadas en torno a la idea de ´raza´, es un producto de la historia del poder y de ninguna cartesiana ´naturaleza´”
(Quijano, 2012: 54), contribución analítica de gran pertinencia en una “época de posibilidades menguantes”  (Grosberg, 1992) y de naturalizaciones múltiples, donde se asume e interioriza la inferiorización y la idea de la inexistencia de alternativas como realidades, frente a lo cual la única posibilidad es el inconducente proyecto de “ser como ellos”. 2

Conviene observar también que esta especie de nuevo patrón de poder mundial persistente y hegemónico, enfrenta también su “más profunda y raigal crisis desde su constitución hace poco más de quinientos años” (Quijano, 2012: 46), ante lo cual una valoración y reivindicación de los distintos y diferenciales agenciamientos e iniciativas de desprendimiento de tal patrón como expresiones de resistencia y defensa de la vida humana y de las condiciones de vida en el planeta, constituye una tarea para nuestros días y en nuestros espacios. En efecto, “la racialización de las relaciones de poder significó para el mundo intersubjetivo de los dominados el condicionamiento que ha llevado a los latinoamericanos a vernos todo el tiempo con los ojos del dominador” (Quijano, 1998: 173), fenómeno articulado a la colonialidad del poder, lo cual es posible gracias al eurocentrismo como asunto y dispositivo medular en los procesos de colonización y neocolonización. El eurocentrismo es concebido como, […] el nombre de una perspectiva del conocimiento cuya elaboración sistemática comenzó en Europa Occidental antes de mediados del siglo XVII, aunque algunas de sus raíces son sin duda más viejas, incluso antiguas, y que en las centurias siguientes se hizo mundialmente hegemónica recorriendo el mismo cauce del dominio de la Europa burguesa […] No se refiere a todos los modos de conocer de todos los europeos y en todas las épocas, sino a una específica racionalidad o perspectiva de conocimiento que se hace mundialmente hegemónica colonizando y sobreponiéndose a todas las demás, previas o diferentes, ya sus respectivos saberes concretos, tanto en Europa como en el resto del mundo (Quijano, 2000: 219).

Como lo sostiene Quijano en distintos análisis, se trata entonces de una manifestación del proceso de hegemonía del patrón de poder colonial/moderno/capitalista o de una concreta expresión de las experiencias de colonialismo y de colonialidad del poder, de las necesidades y experiencias del capitalismo y del eurocentramiento de este patrón, horizonte derivado del ejercicio de ‘destrucciones creadoras’ considerado analíticamente como epistemicidio, en la medida que concreta la imposición y defensa a ultranza de una visión y práctica epistemológica que sacrifica otras ópticas, otros saberes y conocimientos con el consiguiente desperdicio y destrozo de mucha experiencia cognitiva y socio/cultural. Podría calificarse asimismo a esta práctica como una ‘epistemología de la ceguera’, soportada en una teoría y una práctica que excluye, ignora, elimina y condena a la no existencia todo lo que no es susceptible de incluirse en los cánones y límites de una práctica, cuyo sustrato es la cientificidad de los saberes expertos y de sus derivadas credenciales (Quijano V., 2016).

El eurocentrismo como única, normal y legítima racionalidad o forma dominante de producción, circulación y legitimación de conocimiento, también incide en el proceso de configuración y control de la subjetividad, es decir, en el imaginario, la memoria, el espíritu, y claro, en el conocimiento; realidad que hace parte de nuestra tragedia en la cual “todos hemos sido conducidos, sabiéndolo o no, queriéndolo o no, a ver y aceptar aquella imagen como nuestra y como perteneciente a nosotros solamente. De esa manera seguimos siendo lo que no somos. Y como resultado, no podemos nunca identificar nuestros verdaderos problemas. Mucho menos resolverlos, a no ser de una manera parcial y distorsionada” (Quijano, 2000: 226).

Se trata sin duda, de una suerte de efecto (neo)colonial perverso y converso expresado históricamente en las relaciones de poder y dominio político/económico y jurídico/administrativo, pero ante todo en el campo ontológico, en particular en el ámbito cognitivo-cultural y por tanto en el imaginario social. De este ámbito se deriva el ejercicio consciente e inconsciente de hombres y mujeres por ir tras las ´buenas maneras´ de la razón (crítica) imperial como la adopción de dispositivos y teorías de la re-producción en contextos diferenciales, caminos escogidos para llegar a ´ser como ellos´.

Esta configuración colonial expresada en una especie de aspiración cultural ha logrado impactar muchos de los ámbitos de nuestras vidas, generando cierta naturalización de tales efectos, fenómeno que oculta los mecanismos de seguridad ontológica como los dispositivos históricos de subjetivación, y ante todo el imperio de la colonialidad global.

Es justamente en este proceso y en la aspiración por ´ser como ellos´ y no de ser lo que somos, donde se posiciona y afirma la idea y convicción sobre lo ‘inacabado’ del acontecer socio/cultural en escenarios del sur global, monstruosa distorsión e incomprensión, siempre inscrita en el postulado de un proyecto incumplido de la Modernidad. En todo caso, creemos que “todos aquellos que en el mismo tiempo analizaban y analizan la misma realidad, pero apegados únicamente al racionalismo europeo y a sus referentes categoriales, no llegaron a hacer otra cosa que buscar y preconizar en nuestra tierra la reproducción de Europa” (Quijano, 2017: 39).

Se trata entonces de recurrentes esfuerzos tanto de las élites como de criollos y mestizos ‘ilustrados’ por ir tras la ‘buenas maneras’ imperiales, muchas veces desconociendo lo colonial como una dimensión constitutiva de gran parte de nuestra historia. En medio de este panorama moderno/colonial y de su reactualización a modo de (neo)colonialismo blando, la descolonización constituye también para nuestros espacios/tiempos una tarea y un inevitable desafío en este proceso de combatir la toma de distancia con nosotros mismos y la desfamiliarización con aquello que somos, tal como insistiera Aníbal Quijano al lado y junto a los múltiples herederos de su pensamiento y de sus prácticas. En suma y contrariamente a la invasión de la empresa eurocéntrica en nuestras vidas y en nuestros territorios, se trata ante todo de “hacer y seguir haciendo más cosas que se parezcan a nosotros”. 3

Esta es una mínima parte del horizonte que configura un cúmulo enorme de contribuciones del maestro Aníbal Quijano al pensamiento emancipatorio como a las prácticas de(s)colonizadoras de América Latina y del resto del sur global desde su sugerente solidez teórica y su crítica radical al poder, eso sí, sin dejar de reivindicar la gran singularidad de nuestros paisajes socio/económicos y político/culturales como de su carácter alegre y rebelde.

Entonces, sus planteamientos y teorías sobre la idea de raza, colonialidad y eurocentrismo entre otros, constituyen como lo han planteado algunos analistas después de la muerte del maestro Aníbal  una línea divisoria en la historia del pensamiento crítico latinoamericano y mundial, legados a los cuales habrá que volver insistentemente y de manera profunda a la hora de pensar, comprender y configurar nuestra singularidad, proceso para el cual es “indispensable liberar a nuestra retina histórica de la prisión eurocéntrica y re-conocer nuestra experiencia histórica” (Quijano, 2007b: 353).

El sociólogo, maestro, activista político/intelectual y gran pensador latinoamericano ya no está físicamente con nosotros, pero su legado constituye parte de una perspectiva de necesaria observación, adopción y ahondamiento en nuestras agendas y en nuestros agenciamientos, siempre en defensa de la producción y reproducción de la vida y la dignidad de nuestros pueblos. Sin lugar a dudas, tenemos una enorme deuda con el maestro Aníbal Quijano quien desde su generosidad y a través de su calidez humana y su mirada profunda y crítica nos advirtió y recordó que “es tiempo de aprender a liberarnos del espejo eurocéntrico donde nuestra imagen es siempre, necesariamente, distorsionada. Es tiempo, en fin, de dejar de ser lo que no somos”.

Cajibío, (Cauca) Colombia, septiembre de 2018.
Olver Quijano Valencia*
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Notas

1 Si bien estas tres líneas de acción y de pensamiento son medulares en el trabajo del sociólogo peruano Aníbal Quijano, bien podría afirmarse que su agenda muestra una multiplicidad de temas y problemas sobre los cuales hoy se cuenta con una profusa y disponible producción académica e intelectual alrededor de asuntos como dependencia, urbanización, marginalidad, modernización, eurocentrismo, colonialidad y globalización, trabajo, raza, cambio social, economía popular y alternativa, cultura política, imperialismo y neoimperialismo, democracia, socialismo, poder, Estado-nación, ciudadanía, movimientos sociales, dominación, cultura, pensamiento latinoamericano, etnización, identidad, modernidad, Estado, teoría de la dependencia, eurocentrismo, colonialidad del poder, nación, descolonización y globalización, Buen vivir, entre un sinnúmero adicional de asuntos y análisis que hacen parte del patrimonio latinoamericano inscrito en el nuevo pensamiento crítico y en la autonomía intelectual que empieza a dar cuenta de una epistemología ´otra´ o simplemente de la construcción de otro tipo de racionalidad inspirada también en las singularidad latinoamericana y del sur global.

2 La idea de raza es, según Aníbal Quijano (2004), “el más eficaz instrumento de dominación social inventado en los últimos 500 años, que fuera impuesto como criterio básico de clasificación social universal de la población del mundo. Asociada además como fenómeno de la biología humana con implicaciones necesarias en la historia natural de la especie, y, en consecuencia, en la historia de las relaciones de poder entre las gentes. […] Se trata de un desnudo constructo ideológico, que no tiene, literalmente, nada que ver con nada en la estructura biológica de la especie humana y todo que ver, en cambio, con la historia de las relaciones de poder en el capitalismo mundial, colonial/moderno, eurocentrado”.

3 Apartes de nuestra amable conversación con Nérida Mendoza Montenegro en Sanare, Venezuela en el marco del Primer Seminario Internacional Epistemología del Sur (2012), auspiciado por la Universidad Bolivariana de Venezuela

Referencias Bibliográficas

1. GROSSBERG, Lawrence, NELSON, Cary y TREICHLER, Paula (eds.) (1992), Cultural Studies, Nueva York: Routledge.2. MIGNOLO, Walter (2002). “Colonialidad global, capitalismo y hegemonía epistémico”. En: C. Walsh C, F. Schiwy F. y S. Castro-G, (editores).
Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino
. Quito: UASB-Abya-Yala.3. PAJUELO Teves, Ramón (2002). “El lugar de la utopía. Aportes de Aníbal Quijano sobre cultura y poder”. En: Mato, Daniel (comp.),

Estudios y otras prácticas intelectuales latinoamericanas en cultura y poder.
Caracas: CLACSO.4. QUIJANO, Aníbal (2017). “Modernidad, identidad y utopía en América Latina”. En: Fernando Calderon (comp.),
Imágenes desconocidas: la modernidad en la encrucijada postmoderna.
Buenos Aires: CLACSO. Pp. 29-46.5. QUIJANO, Aníbal (2012). ““Bien vivir”: entre el “desarrollo” y la des/colonialidad del poder”.
Viento Sur
N° 122. Pp. 46-56.6. QUIJANO, Aníbal. (2007a). “Colonialidad del poder y clasificación social”. En: Santiago Castro-G y Ramón Grosfoguel (Editores).

El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global
, Bogotá: Siglo del Hombre Editores. Pp. 93-167.

Teuken Bidikay Vol. 9 Nº 13 (Medellín, Colombia)
Jul – Dic 2018

fuentes:

https://es.scribd.com/document/399496177/Para-Dejar-de-Ser-Lo-Que-No-Somos-in-Memorian-Anibal-Quijano-Olver-Quijano-2018

http://educacionyeconomiasocial.ning.com/profile/OlverQuijanoValencia


otros enlaces relacionados:

Anibal Quijano Colonialidad y Descolonialidad del Poder primera conferencia (Audio)

https://youtu.be/nTgMl9yoSl8


Anibal Quijano:  Conferencia (Video) Heterogeneidad Historico Estructural.

Parte I
https://youtu.be/-okq89FNkTI

Parte II
https://youtu.be/pk6ovI-N_60

Parte III
https://youtu.be/NXrD1_gTbNQ



Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2019/05/30/para-dejar-de-ser-lo-que-no-somos-en-memoria-de-anibal-quijano/

"No nos quedemos simplemente en la protesta. Construyamos nuestra propia capacidad como individuos y miembros de distintas instituciones para pensar y actuar de manera diferente dentro de nuestra propia consciencia y comportamiento, además de a través de la energía, los alimentos, el agua, la economía, los negocios, las finanzas. Haciendo eso, estamos plantando las semillas para el surgimiento de un nuevo paradigma de vida y de realidad que redefina la esencia misma de lo que significa estar vivo".

Escapar de la extinción a través de
un cambio de paradigma

30  de mayo de 2019

Por Nafeez Ahmed 
Insurge Intelligence

Traducido por Eva Calleja
El mes pasado, como periodista y académico, he experimentado una extraña sensación de parálisis.
No me siento así normalmente. Normalmente me encuentro empujado por la presión de querer cubrir con la justicia debida un espectro completo de crisis que se cruzan y de soluciones potenciales.
Pero este mes, viendo el espectáculo de locura política desarrollándose en Washington, Londres y Bruselas, mientras el caos y el sufrimiento continúan en Venezuela, Yemen, Israel-Palestina, Siria, Nigeria y en otras partes del mundo, he experimentado algo que no había sentido en mucho tiempo. Una sensación de agotamiento total. De futilidad. De cansancio.
Ver las noticias se ha convertido en algo parecido a entrar en un ring psicológico donde te golpean repetidamente hasta que caes al suelo, roto, ensangrentado, inerte: sin esperanza.
No me puedo imaginar que ésta sea una sensación especialmente única. Pero quería compartirla contigo porque esto es común a todos. Común a lo largo y ancho de las divisiones cada vez más profundas que están desgarrando nuestras sociedades. No importa a qué lado de esa división nos encontramos, la sensación de parálisis y de impotencia se está desarrollando de una manera tangible en los procesos políticos de los que estamos siendo testigos.
La sensación de parálisis no es, por tanto, solo un artificio psicológico. Es una experiencia interna de la disfunción sistemática que se está desarrollando en el mundo. Es un reflejo del estado del colapso que están sufriendo nuestras instituciones democráticas actuales mientras demuestran que son completamente incapaces de responder y de resolver la complejidad de las crisis mundiales convergentes que están intrínsecamente interconectadas.
Como ocuparse del “otro” se ha convertido ahora en el escollo que define la política occidental contemporánea. Está claramente reflejado en la parálisis del gobierno británico y su parlamento frente al proceso del Brexit; la parálisis del gobierno estadounidense en relación al “muro” de la administración Trump; el inexorable sentimiento popular anti-“Otros” que se extiende por toda Europa; hasta el punto de que el fracaso del orden actual para resolver crisis internas ha llevado al resurgimiento de nuevas formas de política extrema, inspirada por el nativismo y los rechazos nacionalistas a grupos de personas considerados “extranjeros” y parasitarios.
Dentro de este paradigma, la expulsión del “Otro” es la solución final. Este es el modelo de existencia en el que para que unos ganen otros tienen que perder. No hay suficiente para compartir, así que necesitamos acumular para nuestros todo lo que sea posible. Más crecimiento, pero solo para “nosotros”, porque “Ellos” nos están quitando el trabajo.
Pero rugiendo bajo la superficie de esta obsesión por el “Otro” hay un problema más profundo que encontramos más difícil de abordar: el hecho de que el sistema de vida que nos hemos construido y del que muchos de nosotros piensa que está siendo socavado por demasiados de “Ellos”, está ya colapsando por sí mismo.
Los medios han informado sobre el último y alarmante informe de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES). El informe concluye que la civilización humana está destruyendo sistemáticamente sus propios sistemas que sustentan la vida, resultando en la extinción en masa potencial de al menos un millón de especies animales y vegetales.
El motor de esta destrucción es el paradigma del “crecimiento infinito” de nuestra economía mundial, un paradigma que ha visto poblaciones humanas y ciudades crecer exponencialmente por todo el mundo, lo que lleva a un crecimiento exponencial del consumo de recursos, materias primas, alimentos y energía.
La expansión acelerada de la civilización industrial, tal y como la conocemos, ha devastado los ecosistemas naturales, llevando al declive de numerosas especies que son cruciales para un funcionamiento saludable y continuado de los servicios naturales que proporcionan alimentos, polinización y agua limpia, esenciales para sostener nuestra propia civilización.
Si continuamos por este camino, la actual destrucción de la naturaleza, los bosques y los humedales, se dañará fatalmente la capacidad de la Tierra para renovar el aire respirable, producir tierra fértil y agua potable.
El informe es con diferencia el más completo que tenemos sobre cómo el colapso de la biodiversidad conlleva en última instancia al colapso de la civilización humana. Pero no es en absoluto el único estudio que confirma nuestra trayectoria actual.
En febrero, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) emitió su propia evaluación completa de 91 países, alertando de que las técnicas agrícolas actuales estaban destruyendo la biodiversidad necesaria para sustentar la producción mundial de alimentos.
Según el informe, de las 7.745 variedades locales de ganado en el mundo, el 26 por ciento está en riesgo de extinción; casi una tercera parte de las poblaciones de peces está sobreexplotada, y más de la mitad ha alcanzado su límite de sostenibilidad; y un 24 por ciento de las casi 4.000 especies de alimentos silvestres –principalmente plantas, peces y mamíferos– está disminuyendo en abundancia (un número que posiblemente sea mucho mayor debido a la falta de datos).
Otro informe que vio la luz este mes del Fondo Mundial de la Naturaleza y de la Red Global de la Huella Ecológica destaca como esta destrucción masiva y sistemática del medioambiente tiene su origen en la forma de vida basada en el consumo exagerado de recursos naturales: estamos creciendo por encima de nuestras posibilidades. Estamos tomando sin devolver nada a cambio.
El nuevo informe muestra cómo, si todas las personas del mundo consumieran al mismo nivel que los residentes de la UE en el lapso que va solo desde el 1 de enero al 10 de mayo, la humanidad habría usado lo que los ecosistemas del planeta habrían podido renovar en un año entero: esto significa que hubiéramos necesitado 2,8 planetas Tierra para permitir este nivel de consumo.
Así que hay algo que está fundamentalmente equivocado. Sin embargo, en su mayoría, nuestros líderes políticos están preocupados por los síntomas superficiales de esta crisis de la civilización, en lugar de estarlo por la crisis misma.
El informe global de la IPBES de NU, por ejemplo, confirma que en la actualidad el planeta está experimentando 2.500 conflictos por los combustibles fósiles, el agua, los alimentos y las tierras; conflictos que por lo tanto están directamente relacionados con el colapso actual de la biodiversidad.
Estos conflictos están ocasionando desplazamientos y migraciones masivas de personas en todo el mundo, que como consecuencia radicaliza las burocracias políticas y desencadena respuestas nacionalistas extremas.
Este mes, un nuevo estudio del Centro de Monitorización del Desplazamiento Interno (IDMC) del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) –presentado en la sede de la ONU en Ginebra– encontró que la cifra record de 41,3 millones de personas en el mundo están desplazadas dentro de sus propios países debido a conflictos y violencia. Esta cifra es la más alta que hemos tenido jamás, un aumento de más de un millón desde finales de 2017 y dos tercios más que el número global de refugiados.
El informe alerta de crisis específicas: los conflictos actuales en la República Democrática del Congo y Siria, la escalada de tensiones intercomunales en Etiopía, Camerún y en el Cinturón Medio de Nigeria, que en conjunto contribuyen a la mayoría de los nuevos 10,8 millones de desplazamientos.
Muchas de estos disturbios están directamente relacionadas con los efectos del cambio climático. En 2018, fenómenos climáticos extremos fueron responsables de la mayoría de los nuevos 17,2 millones de desplazados. Los ciclones tropicales y las inundaciones monzónicas produjeron desplazamientos masivos en Filipinas, China e India, la mayoría en forma de evacuaciones. California sufrió los incendios forestales más destructivos de su historia, que causaron el desplazamiento de cientos de miles de personas. La sequía en Afganistán desencadenó más desplazamientos que el conflicto armado, y la crisis del noroeste de Nigeria se agravó por las inundaciones que afectaron al 80 por ciento del país.
La conexión con el clima quedó subrayada en un importante informe publicado a principios de este año en Cambio Ambiental Global, que concluyó que el cambio climático jugaba un papel significativo en la migración y en las solicitudes de asilo desde 2011 a 2015, al producir graves sequías que originaron y agravaron conflictos.
Los conflictos existentes en Oriente Medio, en el oeste de Asia y en el África sub-sahariana se agravaron por las “condiciones climáticas”, que dieron lugar a que hasta un millón de refugiados desesperados se dirigieran a las costas europeas. Esta migración en masa, por supuesto, tuvo un papel crucial en la campaña por el Brexit en Gran Bretaña y en el resurgimiento del nacionalismo en toda Europa, Estados Unidos y otros países.
Para finales de este siglo, no será la migración lo que nos preocupe; será, si continuamos actuando como hasta ahora, un planeta inhóspito: una situación en la que nosotros, también, terminaremos siendo los Otros.
Y es aquí donde la pura futilidad de las respuestas de la política convencional –y del discurso político predominante– asoma su fea cabeza. Porque, por supuesto, que dejemos o no la Unión Europea no tendrá en sí mismo ningún efecto significativo en las principales causas sistémicas de las migraciones en masa. Tampoco lo tendrá si construimos o no un muro en la frontera de Estados Unidos con México.
Sin embargo, mientras el planeta arde bajo nuestros pies, nos preocupamos por cuestiones que esencialmente no ofrecen ninguna respuesta sustancial para abordar la crisis real, ante la cual, a todos los efectos, estamos ciegos.
No es sorprendente que siguiendo a la inspiradora Greta Thunberg, algunos no han visto más opción que tomar la calle organizándose en movimientos de protesta como Extinction Rebellion (ER). La esperanza es que una resistencia sostenible no violenta pueda forzar a los gobiernos a tomar las acciones urgentes necesarias para una rápida transición hacia unas sociedades libres de tiene de una grave carencia de pensamiento coordinado. No está fundado en una comprensión de la crisis climática como una crisis de sistemas, y por ello fracasa en unir explícitamente la acción climática con otros aspectos clave como son la austeridad, los alimentos, el agua, la política, la cultura y la ideología. Debido a esto, ER no supo atraer a la clase obrera y en gran medida bloqueó a las personas de color y a grupos de creencias diversas.
El otro fallo es que el objetivo de su acción –el gobierno nacional– puede que no haya entendido el asunto. Los gobiernos son simplemente nodos en un sistema de poder más amplio que está fuera de su control.
Es precisamente a través de los gobiernos que el sistema dominante, en las últimas décadas, ha construido cuidadosamente una resistencia especial contra el poder de las protestas en la calle. Es por esto que las grandes manifestaciones fracasaron en detener la guerra de Irak. Las doctrinas de contrainsurgencia perfeccionadas en escenarios de guerra han sido aplicadas cada vez más en el ámbito local para contrarrestar, interrumpir y neutralizar cualquier forma de protesta. El miedo al que una vez Samuel Huntington denominó la “crisis de la democracia” ha significado que los gobiernos se han dedicado a asegurar que las acciones de protesta directa tengan el menor efecto posible. Salir a la calle y esperar que aquellos en el poder hagan lo que nosotros queremos es, por tanto, una estrategia inviable.
Esto no quiere decir que ER no deba formar parte de una estrategia más amplia.
Pero ahora mismo no hay una estrategia más amplia, no hay una coordinación cruzada entre grupos y sectores para crear un entendimiento de la crisis en un nivel de sistemas, y por tanto permitir crear soluciones en ese mismo nivel. Y hay una razón principal. La respuesta que ve la “rebelión abierta” como la única forma de reacción factible es el resultado directo de un efecto de degradación de un sistema cuyo diseño completo es provocar impotencia y apatía en los ciudadanos.
Hemos sido entrenados para creer que votar de vez en cuando en sistemas parlamentarios es un acto democrático suficiente que sirve a nuestros intereses legítimos. Ahora sabemos que esto no es suficiente. Nuestras democracias no solo están rotas, sujetas a los intereses especiales de una red interconectada de energía, defensa, industria agraria, biotecnología, comunicaciones y otros conglomerados industriales dominados por una pequeña minoría.
Nuestras democracias están en un estado de colapso: son incapaces de enfrentarse a la complejidad sistémica de la crisis de la civilización. Mientras caen, están girando hacia el rechazo de sus propios valores democráticos y hacía un autoritarismo cada vez mayor –apuntalando nuestros estados de poder centralizados para mantener alejados a los “Otros” peligrosos y a los ciudadanos rebeldes. Y es normal que sintamos que la respuesta inmediata debe ser reaccionar ante este miserable fracaso. Sin embargo esta respuesta es una función del mismo sentimiento de impotencia y parálisis inducido por el sistema.
El problema es que las democracias liberales en su forma actual están en estado de colapso por una razón: son, en efecto, incapaces de enfrentarse a la complejidad sistémica de la crisis de la civilización. Ninguna resistencia no violenta dará a nuestras instituciones políticas la capacidad de enfrentarse a la crisis. Porque el problema es muchísimo más profundo.
Hasta que no abordemos la cuestión de transformar las fuerzas y las estructuras que sustentan el capitalismo neoliberal contemporáneo tal y como lo conocemos, el paradigma que define nuestra civilización global, estaremos hablando el lenguaje equivocado.
Pero incluso aquí, esta transformación no es simplemente una cuestión económica. Es una cuestión de todo nuestro paradigma de existencia. Y es aquí –en reconocer que la actual crisis que nos está reclamado no es simplemente una transformación fundamental de nuestras relaciones externas, sino que es simultáneamente coextensivo a nuestro ser interno– donde surge el camino de acción a seguir.
Durante los últimos 500 años más o menos, la humanidad ha erigido una civilización de “crecimiento infinito” sobre una tela de retales de visiones del mundo ideológicas, valores éticos, estructuras políticas y económicas, y comportamientos personales. Este es un paradigma que eleva la visión de los seres humanos a unidades materiales desconectadas, atomizadas y que compiten, que buscan maximizar su propio consumo material como el principal mecanismo de autogratificación. Este es el paradigma que define cómo vivimos nuestra vida cotidiana, y que constantemente interfiere en cómo terminamos gestionando las relaciones con nuestra familia y amigos, en nuestro lugar de trabajo, etc. Es el paradigma que ha consolidado nuestra trayectoria actual hacia la extinción en masa.
No se trata solo de sistemas externos. Se trata también de los sistemas internos de pensamiento con los que coexisten los externos, y a través de los cuales nos hemos encarcelado. Nuestro modelo mecánico y reduccionista de lo que creemos que significa ser humano necesita reescribirse totalmente.
Romper este paradigma requiere algo más que hacer demandas a instituciones rotas. Porque, pongamos nuestras cartas sobre la mesa y seamos enteramente honestos, para la gran mayoría de la gente blanca de clase media que participó en las protestas de ER, esto no es tan difícil de hacer. La mayor fisura aquí es que no requiere necesariamente de un acto de cambio transformador por parte de los mismos manifestantes.
Esto es lo que falta en nuestra respuesta ante la crisis de la civilización. Nuestras respuestas están basadas en pedir que cambie el “Otro”. Ya sea gobiernos, o filantropía o negocios; se trata de exigir cuentas a cualquiera menos a nosotros mismos. El problema está ahí fuera, y debemos gritar y pegarnos al suelo para conseguir que Ellos nos escuchen.
¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que Ellos somos Nosotros?
No es que no debamos protestar y exigir que cambien las instituciones. Pero más allá de eso, si somos realmente serios sobre este asunto, el mayor reto para cada uno de nosotros es trabajar en nuestras redes de influencia y explorar cómo podemos comenzar el cambio de las organizaciones e instituciones en las que estamos integrados.
Y eso significa basar nuestro esfuerzo en un marco de orientación completamente nuevo, uno en el que los seres humanos están inherentemente interconectados e integrados con la Tierra; en la que no estemos separados atomísticamente de la realidad en la que nos encontramos como jefes supremos tecnocráticos, sino que somos coautores de esa realidad, como partes individualizadas de una continuidad de ser.
Sea lo que sea que pase en el mundo, la crisis ahí afuera está demandando de cada uno de nosotros que nos convirtamos en lo que necesitamos ser, lo que realmente somos, y lo que siempre fuimos. Y sobre la base de esa renovación interna, llevar a cabo acciones radicales en nuestro propio contexto espacial para crear las semillas de un nuevo paradigma, aquí mismo y ahora mismo.
¿Cómo podemos cambiar algunos de los sistemas en nuestras escuelas, lugares de trabajo, lugares de recreo?¿Cómo podemos aprovechar los aprendizajes de nuestras prácticas personales y transformaciones como personas y unidades familiares, y trasladarlas a un trabajo con nuestras comunidades locales, para galvanizar un cambio desde la base en nuestro propio contexto local?¿Cómo podemos plantar las semillas de nuevas organizaciones, instituciones, negocios, estrategias políticas, a través de nuestros propios actos, incluso mientras exigimos a los ya existentes que actúen de urgencia y, sin embargo, esperando sin hacer nada hasta que ellos lo hagan, y negándonos a empezar por nosotros mismos?¿Cómo podemos, a través de todo esto, sembrar el reconocimiento de que la gran tarea está en construir un nuevo paradigma post-crecimiento, post-carbono, post-material?
No nos quedemos simplemente en la protesta. Construyamos nuestra propia capacidad como individuos y miembros de distintas instituciones para pensar y actuar de manera diferente dentro de nuestra propia consciencia y comportamiento, además de a través de la energía, los alimentos, el agua, la economía, los negocios, las finanzas. Haciendo eso, estamos plantando las semillas para el surgimiento de un nuevo paradigma de vida y de realidad que redefina la esencia misma de lo que significa estar vivo.
Esta es la conversación que necesitamos empezar a tener, desde nuestros consejos de dirección, nuestros ayuntamientos; para aquellos de nosotros que hemos despertado a lo que está en juego, la verdadera cuestión es, ¿cómo puedo movilizarme para construir un nuevo paradigma?

El doctor Nafeez Ahmed es editor fundador de INSURGE intelligence, un proyecto de periodismo de investigación financiado 100% por los lectores. Su último libro Failing States, Collapsing Systems: BioPhysical Triggers of Political Violence. Lleva 18 años ejerciendo el periodismo de investigación, primero para el Guardian ,  donde informó sobre la geopolítica de crisis sociales, económicas y medioambientales. Ahora informa sobre “cambio de sistemas globales” para Motherboard de VICE. Firma notas en The Times, Sunday Times, The Independent on Sunday, The Independent, The Scotsman, Sydney Morning Herald, The Age, Foreign Policy, The Atlantic, Quartz, New York Observer, The New Statesman, Prospect, Le Monde diplomatique, entre otros. Ha recibido el PremioProject Censored en dos ocasiones por sus artículos de investigación; en dos ocasiones ha aparecido en la lista del Evening Standard de los 1.000 londinenses más influyentes; ganó el Premio Nápoles, el premio literario italiano más prestigioso creado por el Presidente de la República. Nafeez es un académico interdisciplinar ampliamente publicado y citado que aplica el análisis de sistemas complejos al estudio de la violencia política y ecológica. Es Investigador Adjunto en el Instituto Schumacher
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