domingo, 24 de marzo de 2019

“Estamos en una situación en la que afrontamos la evidencia de la inviabilidad de estas dos promesas de la Modernidad: Desarrollo y Democracia. A distintos niveles, diferentes sujetos/as, en los más variados registros epistémicos, hay un punto de coincidencia articulado en el descrédito absoluto respecto a ambas promesas; descrédito por lo que son y descrédito respecto a lo que pueden llegar a ser. (…) Una sociedad donde el enamoramiento con los objetos-de-consumo ha alimentado la generalización del odio entre personas-de-distinta-clase. Como se ve, estamos hablando de algo mucho más profundo y más complejo que una crisis económica (por más terrible que sean los niveles de ajuste, desempleo, indigencia, concentración, etc.) y/o que una crisis política (de representación, de legitimidad, de actores, de instituciones, de la propia posibilidad de hallar bases de sustentación para el ejercicio no ya legítimo, sino aceptable del poder, etc.). Tiene las dimensiones de una crisis radical y terminal”.

Boletín Onteaiken N° 26 - Noviembre 2018

Presentación

Brasil en crisis: Un lugar apropiado para
repensar nuestra humusidad.
Por Horacio Machado Aráoz
Cuando en la reunión de Abril de este año, en una reunión del Comité Académico del Doctorado en Ciencias Humanas (Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Catamarca), Adrián Scribano, como integrante del mismo, propuso que asumiéramos la coordinación editorial de este número de Onteaiken, (cuyo eje temático, como ya estaba programado, estaría dedicado a Brasil) el desafío no podía resultarnos más que irresistible. Fundamentalmente, por la pertinencia de fondo y la oportunidad específica que el campo problemático planteado evocaba respecto a la propuesta general de este Programa de formación doctoral. Pues, se trata de un proyecto epistémico-político en el que buscamos redoblar los esfuerzos de las ciencias humanas y sociales para abocarlas a comprender y analizar la fenomenal crisis civilizatoria del Proyecto de la Modernidad, así entendida como el elemento central constituyente del momento histórico que nos toca.
Desde el Cuerpo Académico del Doctorado, nos parece clave inspirar y alentar procesos formativos y de investigación que tomen como piso y horizonte el desafío de la crisis civilizatoria, en tanto crisis radical y crisis terminal. Esto es, una crisis cuyas raíces nos remiten a la propia concepción/producción de “lo humano” que la Razón (imperial) Moderna ha consagrado (y fosilizado); y una crisis terminal, pues -con muchas y muchos- consideramos que estamos ante la epifanía del Antropoceno/Capitaloceno como evento límite (Haraway, 2016); lo que nos conmina a afrontar la falacia de la razón proléptica (Santos, 2009) y sus implicaciones. Se trata de presupuestos filosófico-científicos que colocan como punto de partida de la producción de conocimientos una reflexividad básica sobre la politicidad intrínseca del saber humano (su papel central constituyente en la producción – transformación – legitimación de la realidad), y por consiguiente, sobre la responsabilidad histórica inherente al oficio.
La naturaleza de la crisis plantea la inquietud de revisar el devenir moderno hegemónico de lo “humano” como desafío clave para la tarea de las ciencias en nuestros días. Un desafío tal que lo entendemos, no en términos abstractos (pseudo-universales, sería), sino en la especificidad de nuestro contexto, propio y apropiado; vale decir, desde una epistemología de la humildad que parte de reconocerse (siempre) como un saber situado, obligado a lidiar con su incompletud y, a la vez, con (una actitud de responsabilidad por) su potencia. En nuestro caso, asumiendo que, en los orígenes de la Modernidad/Colonialidad, se sitúa precisamente la invención de “América” como locus de la Hybris (sensu Castro Gómez), punto de partida y condición de posibilidad para la irrupción y mundialización de ese proyecto de lo “Humano” hegemónico, esta tarea supone, por un lado, indagar en las particularidades histórico-políticas, en las modulaciones y declinaciones específicas que ese proyecto ha tenido en nuestra bio-región; por el otro, implica también pensar Nuestra América/Abya Yala como lugar de enunciación privilegiado para ver y revisar las fronteras, los límites y las categorías de todo tipo (físicas, jurídicas, estéticas, políticas, geográficas, filosóficas, científicas, disciplinares), desde las cuales ha tenido lugar el proceso de producción del espacio-tiempo que hoy habitamos y que nos habita; y por tanto también, para vislumbrar horizontes otros.
Es en ese registro que nos resulta más que apropiado este convite a pensar, hoy, Brasil. Porque precisamente este Brasil en crisis (la condensación de diferentes espaciotemporalidades abigarradas en el presente, al decir de su gran geógrafo Milton Santos), emerge como síntoma emblemático de la crisis civilizatoria general -radical/terminal de la que partimos. Se nos presenta (lo vemos) como un campo de desafíos epistémicopolíticos tan vasto, tan rico, con complejidades tan diversas y profundas, como la propia inconmensurabilidad de la geografía y sociobiodiversidad de ese país superlativo, en todo sentido. Nos parece, en particular, necesario indagar en su proceso sociopolítico reciente; un proceso cuya temporalidad queda marcada entre dos acontecimientos históricos simétricamente estremecedores (la elección de Lula en el 2002 y la de Bolsonaro en este mes) pero a la vez extremadamente contrapuestos, en los que el país pasó de la euforia, la felicidad y la esperanza, a una situación como la actual, ya no sólo de frustración y de dolor, sino más bien miedo, y hasta terror generalizado.

Pues efectivamente, la postal predominante de la sociedad brasileña hoy, es la de una sociedad sumida en el terror; escindida por brechas abismales de miedos múltiples atravesados que enfrentan a sus partes. Una sociedad donde han implosionado las inviabilidades políticas gemelas, tanto la de la gubernamentalidad neocolonial del neoliberalismo, como la del proyecto presuntamente alternativo/transformador del progresismo. La crisis de Brasil, es la crisis del capitalismo periférico-dependiente en la fase (terminal) de recolonización neoliberal del mundo. Pero es la crisis también de (lo que se imaginaron como) las alternativas neodesarrollistas a ese lugar subalterno. La crisis de Brasil es la crisis económica (y ecológica) del “Desarrollo” y es la crisis política (y humanitaria) de la “Democracia”; de sus nociones y principios fundantes (las ideas de Justicia, de Igualdad de Libertad, de Autonomía) y de sus mecanismos, estructuras y actores institucionales.

Estamos en una situación en la que afrontamos la evidencia de la inviabilidad de estas dos promesas de la Modernidad: Desarrollo y Democracia. A distintos niveles, diferentes sujetos/as, en los más variados registros epistémicos, hay un punto de coincidencia articulado en el descrédito absoluto respecto a ambas promesas; descrédito por lo que son y descrédito respecto a lo que pueden llegar a ser. Así, la crisis de la sociedad brasileña es la crisis de una sociedad profundamente descreída y desesperanzada; una sociedad que (sobre)vive en bajo niveles mínimos elementales de fe en sus relaciones e instituciones; en su presente y, menos todavía, en su futuro. Una sociedad donde la vertiginosa expansión del crédito financiero ha minado letalmente el fondo fiduciario de las relaciones interpersonales. Una sociedad donde el enamoramiento con los objetos-de-consumo ha alimentado la generalización del odio entre personas-de-distinta-clase. Como se ve, estamos hablando de algo mucho más profundo y más complejo que una crisis económica (por más terrible que sean los niveles de ajuste, desempleo, indigencia, concentración, etc.) y/o que una crisis política (de representación, de legitimidad, de actores, de instituciones, de la propia posibilidad de hallar bases de sustentación para el ejercicio no ya legítimo, sino aceptable del poder, etc.). Tiene las dimensiones de una crisis radical y terminal. Porque una sociedad donde el odio es la emoción predominante, lo que más intensa y generalizadamente sienten sus integrantes, es una sociedad que está justo en el punto más álgido de di-solución; al borde mismo del abismo(-fascismo). Por esto, en esto, la crisis brasileña se muestra como expresión paradigmática de la crisis civilizatoria.

En su radicalidad, es una crisis teologal: una crisis de la fe, de la esperanza y del amor. O, mejor dicho, es la crisis del capitalismo como religión colonial (Scribano, 2012; 2013). Por supuesto, es una crisis humanitaria; no tanto por las víctimas humanas que provoca (y que son muchas), sino por los efectos de des-humanización que produce la dinámica hegemónica de las prácticas sociales imperantes.

La crisis brasileña desnuda la crisis terminal del proyecto moderno hegemónico del “humanismo”; es la crisis del humanismo occidental imperial; el humanismo antropocéntrico; el humanismo propietario y productivista; el humanismo blanco; el humanismo macho-patriarcal-heterosexual… Es la crisis de ese proyecto civilizatorio, de su institucionalidad y de su subjetividad(es); la crisis de su trasfondo teológico y de su fondo ontológico. Porque es precisamente el colapso de una noción de lo Humano pensado fuera de la Tierra, propiamente deshumanizado, pues hemos perdido memoria sobre lo que somos; hemos olvidado nuestro nombre, de dónde venimos y hasta el significado de nuestra especie. (Y, vale re-cordarlo, la palabra humano es de origen latín, formada por “humus” que significa “tierra”, y el sufijo “-anus” que indica “procedencia”; humanus: procedente de la Tierra).

En su suelo ontológico, la crisis civilizatoria se resume en eso: es la crisis del Humanismo del destierro; de una especie que -en los últimos cinco o seis siglos- se fue (de)formando como una especie empecinada en renegar de su lugar en el mundo para afirmarse en el estatus del Dominio. Ese prototipo de lo humano moderno-hegemónico, el del conquistador (pero también el del torturador), es lo que ha desencadenado esta profunda, radical y terminal crisis en la que nos hallamos inmersos. Es la crisis no del Humanismos “abstracto”, sino concreto: la crisis del Humanismo latifundiario y esclavista. Por eso mismo, la crisis brasileña actual, remite a las raíces de Brasil (Buarque de Holanda, 1936). Y las raíces de Brasil, remiten a los orígenes del Capitaloceno (Machado Aráoz, 2018).

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Si el término fascismo evoca la implantación de régimen de dominación que se exime ab-initio de cualquier pretensión de justificación, de cualquier auto o heterolimitación, y que se exhibe y se ejerce como pura violencia absoluta, esa forma política no puede germinar en cualquier ecosistema. Sus brotes requieren y se alimentan de un clima de odio tropical. Y es justamente ése el que pareciera estar instalándose como clima de época. Desde las ciencias ambientales hace ya por lo menos 50 años se nos viene advirtiendo severamente de la crisis climática derivada del calentamiento global, como un evento probablemente catastrófico. Pero desde nuestra mirada ecobiopolítica, la crisis climática hace referencia no sólo a los impactos a escala geológica del sociometabolismo del capital, sino también a sus efectos antropológicos; a cómo aquel afecta los capilares más elementales de la sensibilidad humana, y cómo tales trastornos dan lugar a la producción política del miedo y el odio como estados emocionales generalizados y predominantes. Es este clima de época parece estar aflorando a nivel global, pero con diferentes intensidades localizadas, lo que nos remite al lugar emblemático del Brasil y al papel crucial que tendrá lo que allí suceda para la suerte del clima global. Sin exagerar, como dijimos, por su tamaño, por su peso geopolítico y ecometabólico y por la intensidad política de los estados emocionales, una porción relevante del curso porvenir de la humanidad se juega en ese país, con nombre del primer ser-objeto de explotación colonial en sus tierrascuerpos (el pau brasil). Empezando por su tamaño, no puede pasar inadvertido que estamos hablando del segundo mayor país en extensión territorial continua del Continente Americano, detrás de Canadá, y el cuarto a nivel mundial; el segundo país en términos demográficos y de PBI a nivel continental y el quinto a nivel mundial (en el año 2011) (Porto Goncalves, 2016). Pero sobre todo, no se puede dejar de mencionar que es el país que tiene la jurisdicción más extensa sobre el bosque tropical más extenso del mundo (la Amazonía), con una superficie que llega a los 5,5 millones de kilómetros cuadrados de lo que hoy, económica y geopolíticamente, aparece como la última gran frontera (de recursos) del capital (sensu Moore, 2013) (Porto Goncalves, 2017). Y por eso precisamente, como gran cantera de materiales, nutrientes, agua, energía y biodiversidad, por los millones de toneladas anuales de bienes territoriales que -vía exportaciones- el Brasil ha venido trasvasando a la cuenca económica del Asia Pacífico, su lugar y función política y ecológica en el geometabolismo del capital es simplemente determinante. La súper-avanzada de la frontera extractivista en el Brasil en las dos últimas décadas ha jugado un papel crucial en estas grandes transformaciones de la acumulación capitalista a nivel mundial: no sólo el desplazamiento del eje geoeconómico desde el Atlántico Norte al Pacífico Sur, sino, sobre todo, la gran transformación y aceleración sociometabólica que está aconteciendo en el interior mismo del “molino satánico” (sensu Polanyi, 1949). Por último, al destacar la intensidad de los procesos ecobiopolíticos del ciclo que se abre con el primer obrero en la historia que llega a la presidencia del Brasil y que culmina con el peligroso ascenso de un exponente ejemplar de la metamorfosis fascista en curso (Traverso, 2018), queremos señalar, al menos, dos aspectos claves para la reflexión y el análisis. Por un lado, respecto del caso específico, la hipérbole que sintetizamos en la fórmula provocativa con la que caracterizamos el ciclo y su desenlace (“siembra extractivismo y cosecharás fascismo”1 ) indica la envergadura de los desafíos políticos que tenemos enfrente; porque más allá de la consabida inviabilidad del neoliberalismo, lo que muestra el proceso brasileño es la profunda defraudación y el fracaso absoluto que -en términos de expectativas emancipatorias- deja como saldo la vía neodesarrollista de los progresismos (del brasileño, en particular, en este caso; pero de los latinoamericanos también en general).

Cómo es que un proceso político que fue producto de largo periodo de acumulación de fuerzas populares y de constitución y articulación de sujetos políticos con vocación transformadora (el MST, el PT, la CUT, ETC.), que abrió las más promisorias expectativas de cambio, cómo es que, al cabo de casi tres ciclos de gobierno, el desenlace sea el que tenemos hoy. Sin entender las contradicciones del Brasil del PT, del ciclo progresista en América Latina, será muy difícil salir de este clima de época, donde al calor del odio (clasista, racista, patriarcal, heterosexista) cunde este fascismo póstumo que se cierne sobre nuestras sociedades. Es necesario hacer una hermenéutica de las pasiones humanas para poder comprender los distintos Lulas que coexisten en el líder histórico, pues, como señalara Eliane Brum2:

En el caso de Lula, Brasil está sometido a los afectos. Quien odia a Lula, como encarnación de todos los males, solo ve una parte. Y quien ama a Lula, también como acto desesperado para no verse ante las ruinas de un proyecto tan querido, se muestra incapaz de ver la otra parte. Sorprende leer los análisis de la izquierda que creen que se puede escribir sobre el momento negando la corrupción evidente del PT en el poder. E ignorando lo que Belo Monte provocó en la vida justamente de los más desamparados. De la misma forma que sorprende ver a Lula demonizado por gente que se benefició enormemente con su gobierno, un gobierno que no dejó solo a los pobres menos pobres, sino a los ricos más ricos.

En segundo lugar, yendo a lo más general, pensar desde las ciencias humanas la crisis de la sociedad brasileña, verla e inquirirla como síntoma emblemático de la crisis humanitaria en la que ha desembocado el proyecto civilizatorio de la Modernidad occidental hegemónica, nos vuelve la mirada hacia aquella dimensión de lo humano justamente renegado por dicho proyecto: el mundo de los afectos; de las emociones y los sentimientos. Ese es precisamente el núcleo del campo de investigación por abierto y propuesto por Adrián Scribano, que nos reúne en la red de trabajo colectivo del Centro de Investigaciones y Estudios Sociológicos (CIES). Desde las perspectivas que venimos trabajando procuramos poner en evidencia cómo aquello que paradigmáticamente la Razón Imperial extirpara de la órbita de lo humano, emerge ahora, con toda claridad, como el filón más complejo y más políticamente sensible donde se juega justamente el destino de lo humano como tarea, como horizonte de realización. Este Brasil en crisis, que nos lleva a repensar la cuestión crucial de la crisis civilizatoria, pone de manifiesto la centralidad que tiene la producción sociopolítica de los estados emocionales como clave para comprender no sólo las dinámicas de estructuración – sedimentación – legitimación de la(s) dominación(es), sino ya, el suelo donde deberemos afrontar el desafío de aprender a cultivar una nueva humanidad; más que eso, a sentir-nos y a vivir como humus que somos.

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En este número, tan especial por todo lo dicho, iniciamos el recorrido con el artículo de Fabio Luis Barbosa dos Santos (autor de un libro clave como “Além do PT. A crise da esquerda brasileira em perspectiva latino-americana”, Elefante Ed.) en el que nos propone uma panorâmica general del ciclo de los gobiernos del PT, cuyo análisis se centra en lo que llama “modo lulista” de regulación del conflicto social. Desde ese prisma, nos plantea una lectura crítico comprensiva de una trayectoria que define como el pasaje de un “neoliberalismo inclusivo” hacia el de un “neoliberalismo de expoliación”; de una política de conciliación de clases, a una frontal guerra de clases.

En “Do lulismo a Bolsonaro: agonia da Nova República no Brasil”, el autor plantea que, para la elite dominante, el curso de la economía no estuvo en disputa en las últimas elecciones; pues, tanto bajo la modulación utópica de un “neoliberalismo inclusivo” como de la finalmente triunfante vía del “ultraneoliberalismo”, se aseguraban sostener la matriz de su base de dominación. Lo que sí estuvo en juego y queda abierto a la contingencia de los futuros procesos políticos, fue la fachada institucional, jurídica y cultural que sustituirá a la Nova República, definitivamente en disolución.

A continuación, el artículo de María Ceci Araujo Misoczky (“Del pacto de clases a la autocracia”) ofrece otra perspectiva, con otros matices del mismo proceso bajo análisis. En este caso, apoyado en los desarrollos teóricos de Luckacs sobre lo político y de Vaisman y Assunção (2016) sobre el politicismo como renunciamiento de la política, la autora ofrece una analítica de la trayectoria del PT en su derrotero de transformismo hacia el Gobierno y, ya en él, en su recaída en el “mito del capitalismo progresista” como clave de bóveda para indagar en sus limitaciones y en los modos de su desenlace.

En tercer lugar, siguiendo con esta perspectiva de análisis en clave político, el texto de Elsa Ponce, compañera integrante del cuerpo académico del Doctorado, nos presenta en “El gobierno Lula: notas sobre un sinuoso derrotero”, una mirada desde la perspectiva de dos grandes actores políticos del proceso del PT: el Movimiento de los Sin Tierra (MST) y la Central Única de Trabajadores (CUT). Al respecto, planteando como marco analítico el reinado del pensamiento único en la filosofía política y la correlativa derechización del entorno sociológico contemporáneo, la autora aborda la problemática de la relación compleja entre movimientos sociales, partido y gobiernos a la luz de lo que valora como un claro proceso de cooptación y de aplanamiento de la movilización social contestataria, en el caso del Brasil del PT.

En cuarto lugar, les lectores encontrarán el artículo de Ana Paula Dávila y Pedro Robertt, titulado “As transformações das relações de trabalho no Brasil recente: incerteza e desregulação irrestrita”, que justamente pone el foco en los regímenes de regulación de las relaciones laborarles en los últimos cincuenta años del Brasil, más bien para dar cuenta de los desafíos y amenazas que se ciernen en el actual contexto sobre el ya precario sistema de protección laboral vigente en el Brasil.

Seguidamente, nuestro texto “El Brasil del PT. Ecología política de una frustración”, procuramos presentar una crítica de las imbricaciones a nuestro juicio existentes entre neoliberalismo, progresismo y extractivismo como clave para analizar un ciclo cuya trayectoria se presentó como una gobernanza racional, pero que se ejerció como extractivismo pasional y que desembocó en el actual estado de odio visceral predominante en la sociedad brasileña.

Por su parte, Mariano Féliz y Daiana Elisa Melón en “El PT y la razón subimperialista. El capital brasileño y la integración suramericana en los 2000” presentan una perspectiva que parte de la crítica de la economía política como clave de lectura de la política regional del PT. Partiendo del concepto de “subimperialismo” propuesto por Marini, les autores analizan el papel de la Iniciativa para Infraestructura de Integración de la Región Sudamericana (IIRSA) en la centralidad del capital financiero para la política semibonapartista del PT al interior del país, y su objetivo de lograr expandir su control sobre territorios y recursos estratégicos de la región.

Finalmente, este número se completa con entrevistas a dos pensadores claves y agudos analistas de la realidad y los procesos sociopolíticos regionales, como son Raúl Zibechi y Maristella Svampa; ambas realizadas por integrantes del Equipo de Investigación de Ecología Política del Sur (CITCA-CONICET-UNCA).

En el caso de Raúl Zibechi, lo sabemos, se trata de alguien que ha seguido muy de cerca y desde abajo -como es su costumbre- el proceso brasileño; un primer aporte sobre el proceso de gubernamentalización del PT nos lo ha brindado en su libro “Brasil Potencia”, de 2013, y que hemos tenido como trasfondo de la conversación. Allí ya señalaba dos aspectos que pel considera centrales para comprender el temprano abandono de la vocación siquiera reformista del PT en el gobierno: el proceso de burocratización-cooptación de los cuadros militantes más promisorios de las organizaciones y movimientos sociales; y la articulación subordinada del PT como núcleo de gestores de las pretensiones subimperialistas de la élite brasileña. Ahí mismo, Raúl nos ofrece lo que, a su juicio, fue el acto fallido de esas pretensiones, su ‘talón de Aquiles’, que nosotros resaltamos a modo de título de la conversación: “Un país que se basa en la exportación de comoditties no puede salir de la periferia de ningún modo”.

A modo de cierre, nos ha parecido más que apropiado contar con el análisis general e integrador de Maristella Svampa, cuya trayectoria no merece presentación y que en los últimos años nos ha venido brindando textos, conceptos y categorías fundamentales para analizar y pensar críticamente los procesos sociopolíticos regionales. En esta oportunidad, teniendo como telón de fondo los desarrollos planteados en su libro “Del cambio de época al fin de ciclo. Gobiernos progresistas, extractivismo y movimientos sociales en América Latina” (Edhasa, 2017), la conversación ha tenido como uno de los principales ejes, la deriva de derechización de los gobiernos progresistas, que desde una expectativa de transformación posneoliberal, fueron finalmente incurriendo en las remanidas modalidades de los populismos latinoamericanos. La obsesión desarrollista y la incapacidad para (re)pensar los desafíos emancipatorios en claves de descolonización, despatriarcalización y sustentabilidad fuerte aparecen, en este cuadro, como los límites a afrontar/transformar en pos de la renovación de las izquierdas en la región.
Referencias: (…)


Fuente: http://onteaiken.com.ar/ver/boletin26/onteaiken26-00-presentacion.pdf

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