martes, 26 de febrero de 2019

Señalemos que "las inundaciones son consecuencia del vigente modelo de producción, distribución y consumo. Sólo un modelo agroecológico, que no sea químico dependiente será la respuesta adecuada al actual problema de las inundaciones permanentes".

Inundaciones: “La mejor obra hidráulica es recuperar los suelos”

9 de febrero de 2019

Las lluvias provocaron que la llamada “zona núcleo sojera”: Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y otras provincias norteñas tengan buena parte de su territorio bajo agua. Todas estas tierras tienen un denominador común: la explotación extensiva de la soja transgénica, resistente al Glifosato y otros herbicidas que son letales para el resto de los vegetales y nocivas para la vida y el ambiente en general, esterilizando y volviendo además impermeable al suelo. 

Por Multisectorial Paren de Fumigarnos Santa Fe.

Un investigador del INTA, Nicolás Bertram, estudió durante diez años el tema de la lluvia, cada vez más frecuentes y prolongadas en dicha zona núcleo sojera donde las inundaciones, además de anegar los campos, incomunican a los pueblos que la habitan. Rutas cortadas, caminos rurales intransitables y grandes extensiones de campo con agua, muchas veces estancada por meses. Más de 3000 evacuados, pérdidas de cultivos de algodón y girasol y parajes aislados son las consecuencias de las inundaciones provocadas por las lluvias de los últimos días en Chaco, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, que ya dejaron cuatro muertos
Bertram, comparó cifras, estadísticas y datos que le mostraron un panorama más que evidente de cómo el modelo productivo imperante, es la principal causa de la casi nula capacidad de absorción que tiene la tierra en este territorio exprimido por la soja transgénica En sólo 80 años, la provincia de Santa Fe perdió el 82 por ciento de sus bosques nativos, un proceso feroz originado en la expansión sin control de la frontera agropecuaria en una de las zonas con tierras más ricas del país. El fuerte desequilibrio ecosistémico que generó semejante mutilación del paisaje natural de la región, se expresa hoy en inundaciones inéditas y erosión de los suelos, interpretó Carlos Chiarulli, subdirector provincial de Recursos Naturales: “Santa Fe pasó de tener casi 6 millones de hectáreas de bosques en 1935 a apenas 840 mil en 2002, según datos generados por los censos nacionales agropecuarios realizados desde Nación en esos años”, señaló el funcionario. Estos datos ratifican que la NO defensa del bosque nativo es una lamentable y persistente política de Estado Nacional, ya que tanto el gobierno actual como el que lo precedió, actuaron de idéntica manera: entre 2010 y 2017: los bosques recibieron 2.481 millones de pesos en lugar de 27.440 millones, previstos presupuestariamente. Tan sólo un 9 % de lo estipulado por la norma.
La pérdida del 82 % de los bosques desde 1935 repercute en lo que pasa en la provincia respecto a inundaciones, pérdida de fertilidad del suelo y problemas en la dinámica hídrica, todo derivado del cambio en el uso del suelo. Sumado a ello, los pastizales naturales del sur provincial tuvieron igual suerte que los bosques y fueron reemplazados por cultivos: Si el pastizal evotranspiraba 10 meses al año, un cultivo evotranspira 3 meses, lo que genera un gran excedente hídrico que hace subir las napas: la napa freática en los años 70 estaba a 14 metros de profundidad, hoy hay sectores en donde ha subido a 50 centímetros y los desmontes son visibles en las áreas urbanas con la proliferación de aves y langostas tucuras que han perdido su hábitat.
En 2017 la provincia de Santa Fe recibió 16 millones de pesos para planes de manejo -reforestación, subsidios, créditos blandos, etc. que promuevan condiciones de sustentabilidad en las franjas “amarillas”: (zonas en las que el monte o bosque natural puede ser explotado productivamente pero observando estrictas normas de preservación). “Es una cifra irrisoria en relación a los bosques que habría que conservar” dice también Chiarulli. Para muchos, la defensa de los bosques es un “lujo que no puede darse” un país que necesita “crecer”. Y aunque se trata de una visión completamente errada, no es fácil cambiar la mentalidad, tanto de productores como de profesionales, formados durante décadas, en paradigmas exclusivamente productivistas.
Si sumamos a esto las enfermedades que se dispararon por la exposición a agrotóxicos (que aumentaron sus ventas en un 1000 % en los últimos 30 años) el panorama se torna dramático. Más de 400 millones de litros de venenos arrojados por año en una de las áreas más densamente pobladas de nuestro país, la pampa húmeda y de esa enorme cantidad de agro-químicos, una parte queda en el suelo, impermeabilizándolo y reduciendo notablemente la absorción de las precipitaciones. El resto se esparce por el aire y es transportado por los vientos a muchos kilómetros y precipitado luego por las lluvias en los centros poblados y en los acuíferos. La extinción, por el veneno, de predadores naturales como lechuzas y otras aves de rapiña, afectó negativamente el control de animales peligrosos para la vida humana, por ejemplo, el ratón colilargo transmisor del hanta virus.
Un campo de soja transgénica utiliza solamente una persona cada 500has y el cierre de 600 tambos en los últimos 3 años, produjo desde el punto de vista social, la expulsión de varios millones de personas de chacras, tambos, huertas y otros espacios de producción diversa, condenados a vivir en asentamientos en la periferia de las ciudades, de modo precario, expuestas muchas veces al gatillo fácil y al narcotráfico. Así, el costo social del modelo es enorme: concentra aún más la tierra y nos devuelve al pasado del siglo XIX, heredero de la colonia agroexportadora de commodities, -materias primas sin elaborar- e importador de productos con alto valor agregado, generando puestos de trabajo en otros países.
Las inundaciones como un hecho estructural que llegó para quedarse es consecuencia de este modelo de producción, distribución y consumo; que también generó el fenómeno de los canales de derivación del agua clandestinos y falta de solidaridad por parte de inescrupulosos productores, quienes en pos de salvarse solos, inundan a otros pobladores. Mientras la construcción de obras hídricas es una demanda de aquéllos, las autoridades han quedado expuestas por su negligencia en haber permitido las irregularidades y en la ineficacia para diseñar un modelo coherente que cubra las necesidades de toda la población y no tan sólo de unos pocos.
Sólo un modelo agroecológico, que no sea químico dependiente será la respuesta adecuada al actual problema de las inundaciones permanentes. La mejor obra hidráulica es recuperar los suelos, combinando los antiguos saberes con los más modernos: la integración heterogénea de especies vegetales, la rotación de cultivos, el uso inteligente de la entomología (estudio de los insectos), y el aprovechamiento de la enorme variedad de especies disponibles en la naturaleza para alimentarnos en lugar de las pocas, mayormente industrializadas, utilizadas en la actualidad. Además, habrá que recuperar los montes nativos. El estado, provincial y nacional, y los productores que usufructuaron estas tierras, tendrán que hacerse cargo de reforestar y que hoy se han convertido en un páramo productor de inundaciones.
La diversidad productiva crearía muchos puestos de trabajo, siempre orientada y acompañada de un responsable apoyo estatal y el asesoramiento técnico a los productores, créditos adecuados para el sector y subsidios, en algunos casos, en una primera etapa.
Pero lo primero y más importante es resguardar la salud de los más afectados: la población contigua a las fumigaciones. Para eso, la Multisectorial “Paren de Fumigarnos”, durante la última década ha ingresado repetidas veces proyectos de modificación de la ley 11273 que regula el uso de agrotóxicos y entre sus exigencias, se encuentran la prohibición de la fumigación aérea, cuya deriva es incontrolable y zonas de resguardo de 1500 m como tiene actualmente la Pcia. de San Luis. Acompañado este proyecto de dos más complementarios: de Fomento de la agroecología y desplazando la actual ubicación de los silos, llevándola fuera de las zonas urbanas. Es prioritario que los legisladores asuman su responsabilidad: aprueben estas leyes.
Su puesta en vigencia y la práctica de un modelo con diversidad, sin químicos, recuperando forestación, será la mejor manera de reducir las inundaciones y cuidar la salud de todos; aún más allá de un contexto global de cambio climático referido a las emisiones de gases invernadero y un consumo exacerbado. Es lo que se debe hacer hoy.
Basta de agredir a la naturaleza.!!
Queremos leyes a favor de nuestra salud!!
Basta de inundaciones evitables!!
Paren de fumigarnos!!!
Multisectorial Paren de Fumigarnos – Santa Fe

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Fuente: https://www.anred.org/?p=110203


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