viernes, 14 de septiembre de 2018

"Esta vez, a diferencia de 2001, queremos llegar preparados para que la clase trabajadora y las nuevas generaciones no paguen los costos de la crisis e impongan una salida propia".

Zanon, una experiencia 
de lucha anticapitalista
para la presente crisis
14 de septiembre de 2018
Por Alejo Lasa/Grace López Equía
La Izquierda Diario


Este nuevo libro, ZANON: Fábrica militante sin patrones, sintetiza la experiencia de los obreros ceramistas neuquinos, que lleva 17 años bajo gestión obrera.
A partir de esta semana se puede conseguir en las principales librerías del país el libro sobre la experiencia de la fábrica sin patrones Zanon, escrito por uno de sus principales protagonistas, Raúl Godoy, primer Secretario General del Sindicato Ceramista recuperado, actualmente diputado provincial del Frente de Izquierda y dirigente nacional del PTS.
Este libro “sale a la calle” justamente en momentos donde Argentina vive una nueva crisis de magnitudes históricas, y se debate si los capitalistas podrán imponer nuevamente un saqueo brutal al pueblo trabajador, o si la respuesta de los trabajadores y sectores populares estará a la altura de evitarlo e imponer su propia salida.
Zanon, el contexto
En 1994 Raúl Godoy ingresaba a la fábrica en la época dorada del menemismo, cuando comienza la historia de este libro. Unos años antes, en 1989 había caído el muro de Berlín y el peso de su derrumbe se hizo sentir a lo largo del planeta. Se empezaba a configurar un nuevo orden internacional. Era el momento “globalizador” y el aparente ocaso de los sujetos capaces de poner fin al capitalismo.
Este oscuro escenario no sería eterno como profetizaban los Fukuyamas, y a fines de los ‘90 comenzaron a emerger los movimientos sociales antiglobal contra las multinacionales, con manifestaciones y revueltas contra las cumbres de la OMC en Seattle, el G8, el Banco Mundial y el FMI. La juventud confluía con sectores de la clase obrera que venían dando pequeñas señales de recuperación, pero integrados a la “multitud”. La estrategia autonomista de sus direcciones, contribuyó a que el peso de este despertar no lograra transformarse en una fuerza verdaderamente anticapitalista, limitándose a “humanizar” el capitalismo.
En las provincias argentinas, surgían los primeros movimientos de desocupados combativos que peleaban por su reinstalación con la demanda de trabajo genuino, cortando rutas y puentes carreteros y enfrentando una dura represión. En la provincia de Neuquén protagonizaron la gran pueblada conocida como el “Cutralcazo” donde fue asesinada en medio de la represión Teresa Rodríguez, que se convertiría en un emblema de esa lucha.
En 2001 las contradicciones del capitalismo mundial se manifestaban en Argentina en el estallido de las recordadas jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre de ese año, que pusieron en crisis el sistema político de representación bajo la bandera del “que se vayan todos” enfrentando una enorme crisis social de desempleo, trabajo informal, pobreza y destrucción de las clases medias. Esa rebelión popular iba a vincular a la pequeña provincia patagónica de Neuquén, donde se ubica la fábrica ceramista Zanon, a ese movimiento “destituyente” de Buenos Aires. A la vez el eco internacional de los movimientos sociales y las multitudes se refractaban en nuestro país en el resurgimiento de los movimientos de desocupados “piqueteros”, pero ahora en los principales centros urbanos del país, particularmente en el Gran Buenos Aires. Mientras las clases medias organizaban asambleas barriales y cacerolazos, se configuraba la alianza del “piquete y la cacerola”. Del lado del movimiento obrero el fenómeno de las fábricas recuperadas se proyectó como la experiencia de un pequeño sector de la clase obrera, que en defensa de sus puestos de trabajo, bajo el lema “ocupar, resistir, producir”, ocuparía fábricas ante los cierres y despidos y las pondría a producir sin los patrones.
Zanon fue para los trotskistas una “escuela de guerra”, al decir de Lenin, y una trinchera de lucha y organización para los trabajadores con los que juntos sostuvimos esta pelea. Una escuela que, aunque no era la guerra misma, se transformaba en una experiencia de combate, superando los límites corporativos y sindicalistas.
Muchos fueron los debates y las lecciones políticas que se dieron en este campo de batalla. La primera es que frente a los ataques de los gobiernos y los capitalistas el único destino posible no es resignarse y pelear por migajas (como una indemnización) sino que la clase obrera si se organiza y defiende un programa propio, puede plantear su salida para no pagar la crisis.
Otra reflexión, ligada a la anterior, es que para ello debe ser independiente, política y organizativamente, de toda propuesta vinculada a un sector patronal empezando por superar la tutela policial de la burocracia sindical. Los obreros de Zanon instalaron en el centro de su práctica militante el carácter soberano de las asambleas resolutivas, nada se decidía por fuera de estas instancias de debate y votación a mano alzada. Fortalecieron la democracia obrera no solo con la recuperación de la comisión interna con delegados por sección, sino incorporando otras formas de representación. Sumaron una nueva institución: los coordinadores de la producción, uno por sector y un coordinador general que rendía cuentas en las asambleas. Los obreros ceramistas socialistas a través de estas medidas, buscaban desarrollar la confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas, contra la moral de sometimiento y resignación que imprime la burocracia sindical. Este proceso culminó con el cambio en los estatutos del sindicato.
En el llamado movimiento de fábricas recuperadas el debate sobre la independencia del propio movimiento se dio en torno a qué salida asumir: si era el cooperativismo, levantado por sectores del peronismo, o la lucha por la estatización sin pago y bajo gestión obrera de toda fábrica que cierre o despida masivamente. Era un programa transicional de exigencia al estado que estatice sin pagar indemnización y a la vez una pelea por la participación decisiva de los obreros en la toma de decisiones sobre el conjunto del funcionamiento de la fábrica. La resolución de esta contradicción, estaría vinculada al desarrollo de la relación de fuerzas entre las clases. Porque “integrar las cooperativas a un capitalismo en crisis era una camino regio a la auto-explotación”. No faltaron tampoco las alternativas autonomistas, que alentaban “experiencias autogestionarias” en los bordes del sistema. Al poco tiempo se demostraban verdaderamente utópicas al chocar con las presiones y relaciones capitalistas del mundo real.
La experiencia de Zanon demuestra que, incluso en la situación difícil en que se encuentra ahora y sin haber logrado imponer la estatización, la única perspectiva realista en defensa de sus intereses, era pelear por su expropiación y estatización sin pago y bajo administración obrera en función de un plan de obras públicas al servicio de las necesidades populares para la construcción de viviendas, escuelas y hospitales. Aún con sus límites, Zanon fue (y es) una experiencia anticapitalista, que desafió la "santa" propiedad privada, desafió la legalidad del Estado, y demostró ante los ojos de miles que los patrones no son "necesarios" para hacer funcionar las fábricas.
A pesar de no haberse radicalizado el proceso de ocupación de fábricas, y de la enorme contradicción de haber quedado aislada e inmersa en un mercado capitalista, esta gestión obrera mostró un enorme potencial no solo como perspectiva de salida a la crisis para el futuro, sino para el propio desarrollo de la producción. Por eso una conclusión central es que cualquier cooperativa o gestión obrera solo puede conservar su fuerza vital si se sostiene con una firme militancia, si mantiene un claro horizonte anticapitalista, una clara oposición al Estado y sus instituciones.
Y esta cuestión nos introduce en otro debate crucial, que es cómo los trabajadores se convierten en verdaderos “tribunos del pueblo”, líderes de su clase y de la causa popular. Lo que los marxistas definimos como “hegemonía” no por una consideración ontológica de la clase obrera, sino por el rol social que cumple en la producción capitalista, porque es la clase que puede transformar la sociedad sobre otras bases, liquidando el capitalismo. Para lograr esa hegemonía, la primera tarea que encararon los obreros fue ajustar cuentas con la burocracia sindical, para desarrollar la confianza en sus propias fuerzas, contra la moral de sometimiento y resignación que imprime esa casta privilegiada y desarrollando las instancias democráticas de decisión y la auto-organización.
Zanon incorporó a su programa las demandas de otros sectores oprimidos y supo buscar colaboración en otros aliados dispuestos a defender la causa ceramista, como lo mostró el pacto obrero universitario, con estudiantes y profesionales de la Universidad del Comahue, que aceptaron poner su conocimiento al servicio de una causa común, o la alianza con el pueblo mapuche.
Zanon, el libro
Se publicaron diversos libros sobre las fábricas recuperadas, de autores, estilos y puntos de vista diversos. La “marca” del libro Zanon: fábrica militante sin patrones es sin duda su relato militante, la de uno de sus obreros y principales dirigentes. Raúl Godoy nos recuerda cómo fue posible la permanencia bajo gestión obrera de una de las principales fábricas ceramistas de Latinoamérica, atravesando distintas coyunturas políticas del país e incluso al interior de la fábrica.
Haber aprovechado el cambio de la situación política nacional (2001) fue fundamental para que los obreros pudieran tomar decisiones ofensivas, sin detenerse ante la propiedad privada capitalista, porque sus acciones no dependían solo de la relación de fuerzas en la fábrica. Un análisis correcto de la realidad y las relaciones de fuerzas eran el comienzo. Las decisiones políticas siempre se tomaron apostando a una recomposición del movimiento obrero con la cual confluir, en una solución algebraica que combinara la mejor defensa –opuesta a la espera pasiva– para pasar a la ofensiva, como señalara Clausewitz (De la guerra): “Toda defensa, de acuerdo con su fuerza, buscará transformarse en ataque tan pronto como haya agotado las ventajas de la defensa”.
Sus páginas abarcan desde los inicios del proceso de organización –a mediados de los años 90–, la combinación del trabajo legal y reservado para organizar la fábrica lejos de la vigilancia patronal y el control policial de la burocracia sindical, hasta la toma, la puesta en producción, la alianza con la juventud estudiantil y los trabajadores desocupados, los avances en programa y organización, la pelea por el frente único con las organizaciones de masas y las políticas de autodefensa; la utilización revolucionaria del parlamento y las “contradicciones” del orden legal como puntos de apoyo y amplificar la política.
Hoy nuevamente nos ponemos al frente de su defensa en medio de la crisis, porque hace falta condensar toda la experiencia que ha hecho la clase trabajadora y mantenerla viva. La mayor condensación de esa experiencia es la de la construcción de un partido que la haga programa y estrategia. Las conclusiones que el libro recoge son un aporte de los trotskistas que protagonizamos esta experiencia, para que las nuevas generaciones de hombres y mujeres de la clase trabajadora y la juventud encuentren inspiración y herramientas para terminar con el capitalismo e imponer una nueva sociedad sin explotación ni opresión. Porque esta vez, a diferencia de 2001, queremos llegar preparados para que la clase trabajadora y las nuevas generaciones no paguen los costos de la crisis e impongan una salida propia. 


Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246511

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