La simple lógica de la
inequidad
3 de agosto de 2018
3 de agosto de 2018
Por Jorge Majfud (Rebelión)
Existe una relación directa, ampliamente
estudiada (Derek Epp, Enrico Borghetto, etc.) entre el aumento las desigualdades
sociales y la disminución del debate social sobre el aumento las desigualdades
sociales.
Esta distracción se logra, principalmente,
desviando la atención a temas menos importantes pero mucho más apasionantes,
casi ancestrales, razón por la cual, cada vez que aumenta la inequidad social,
también aumentan las apasionadas discusiones sobre la inmigración, la invasión
de otras razas y otras culturas, el patriotismo, la bandera, el himno nacional
(un futbolista es silbado por arrodillarse en protesta, un político pone la
mano en el corazón, y todas esas masturbaciones colectivas), la fe contra la
razón, el crimen callejero en lugar del crimen legal, la inseguridad y la
necesidad de un poder concentrado que ponga orden (que en realidad significa
“confirmación del status quo”), como un padre justo pone orden entre sus niños
desobedientes, aunque para ello haya que ceder aún más poder, más recursos y
más riqueza.
No importa que el incremento de todos esos
problemas también tenga su raíz en las mismas desigualdades sociales,
astronómicas a esta altura, en la misma cultura que crea (de forma creciente,
neurótica e ilimitada) necesidades que son imposibles de satisfacer por la
amplia mayoría de cualquier sociedad y del planeta mismo. Desde un punto de
vista psicológico, estas diferencias relativas, sin importar los ingresos
absolutos de los individuos en una sociedad determinada, disparan los índices
de
ansiedad, de alcoholismo, de depresión, de adicciones, de suicidio, como
también lo muestran diversos estudios referidos a los países ricos.
Esta distracción es una consecuencia de un proceso lógico: quienes aumentan cada
día su poder económico, político y social, controlan una parte crítica la
narrativa social que se escribe no sólo en los grandes medios
de comunicación que les son funcionales, sino por una clase política que es, a
un tiempo, causa y consecuencia de esas narrativas.
Por esto, no es casualidad que las micro
minorías que concentran una macro proporción de los recursos del mundo no sean
consideradas beneficiarias del sistema que los produce y protege, sino
benefactoras del resto (son ellos, los ricos inversores, quienes crean trabajo, quienes
inventaron el cero, los algoritmos, la penicilina, la computación, los derechos
humanos, nuestra modernidad, todo nuestro progreso, y otros absurdos tan
comunes en nuestra civilización adicta a la pornografía política y religiosa).
No es casualidad que, al mismo tiempo que
aumentan los desequilibrios sociales, aumentan las ideologías que los
sustentan, como el fascismo y otras variaciones de la extrema derecha.
Claro que toda esa lógica es insostenible y
siempre llega un momento de quiebre que, al final, termina por golpear a todos,
los de arriba y los de abajo, los de derecha y los de izquierda, en diferente
grado, según el momento histórico.
Claro que el nuestro es un problema aún mayor.
No se trata de que la Humanidad esté preparando su próxima gran crisis. Se trata de saber
cómo sobreviviremos como especie en las próximas generaciones.
Claro que los ancianos más egoístas del planeta, generalmente
aquellos que se encuentran en el poder político de la mayoría de los países más
poderosos del mundo, tienen poco que perder y, a juzgar por sus acciones, poco
les importa más allá de la breve borrachera de sus millonarias y miserables
existencias.
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=244878
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